El Forjista
Previo al peronismo Argentina era una semi-colonia con una influencia decisiva de Inglaterra en su economía, empresas de esa nacionalidad controlaban resortes fundamentales del proceso económico. Mientras las grandes extensiones de tierras estaban en manos de la oligarquía nativa, la corona británica había tomado control de sectores claves con la anuencia de los gobernantes, instaurando un sistema dependiente que sumergía al país en una colonización apenas disfrazada tras una máscara de independencia política, hasta los presidentes eran elegidos entre los servidores del capital inglés. Nuestra historia está llena de ejemplos que muestran hasta que punto la dirigencia política y económica prestaba su apoyo incondicional a la dominación imperial.
Ante esta situación merece conocerse el pensamiento de los principales protagonistas del Movimiento Nacional que puso fin al coloniaje. Perón señaló al respecto: “La primera reforma fue la financiera, mediante la nacionalización del sistema bancario, convirtiendo al Banco Central de la República en un banco de bancos, mediante la nacionalización de los depósitos y a los demás bancos en agencias del mismo. Esto permitió, por primera vez en nuestro país, un control financiero por el Estado, pues hasta entonces ese era resorte de los bancos extranjeros de plaza. Este fue el primer paso de la reforma económica que emprendimos: hacer argentino el dinero del país”. “La nacionalización de os servicios públicos, en poder de consorcios extranjeros era el segundo objetivo de la recuperación”.(33)
El nacionalismo económico del peronismo acompañado por una política industrialista que contrariaba el tradicional rumbo que negaba la posibilidad que los países atrasados emprendieran el mismo camino de los poderosos, resignando a nuestros países al papel de meros proveedores de materias primas.
Cooke se expresaba en términos similares a los de Perón: “Lo primero era liberar al país del endeudamiento al extranjero y recuperar el manejo de los instrumentos principales de la economía que servían al imperialismo para controlar el proceso productivo y drenar nuestra riqueza: nacionalización del sistema bancario y de los depósitos, de los seguros y reaseguros, de los silos y elevadores de granos, de los ferrocarriles y servicios públicos, repatriación de la deuda externa, control del comercio exterior mediante el IAPI, crecimiento de la flota mercante, liquidación de los monopolios del transporte, etc.". (34)
Sistemáticamente se atacaron aquellos sectores que el imperialismo inglés mantenía bajo su dominio y sin los cuales era imposible desarrollar cualquier política tendiente a la liberación nacional, pero precisamente por esto fue que el peronismo encontró una resistencia colosal entre los poderosos intereses perjudicados y lo que es mucho más grave, por argentinos que prefirieron reparar en lo anecdótico antes que en lo trascendental de las medidas descriptas. En este marco se explica la campaña que buscaba desprestigiar al IAPI y la nacionalización de los ferrocarriles.
Esta última medida tuvo a un preclaro de defensor y promotor en Raúl Scalabrini Ortiz, quién desde varios años antes venía denunciando el carácter expoliador que tenía el trazado de los ferrocarriles, diseñados exclusivamente para servir a la producción agroganadera que era lo que pretendía la oligarquía terrateniente y Gran Bretaña, cumpliendo una función de fomento de esa producción a la vez que destruía toda aquella industria que no se acogiera al esquema del bloque dominante, el Interior sufría en carne propia lo nefasto de la política de ferrocarriles que por otra parte Inglaterra había desarrollado en todas sus colonias.
En Scalabrini Ortiz el gobierno popular encontraba la justificación histórica para la adopción de esta decisión política que convertía en nacional a una de las herramientas fundamentales de la economía del país: “El ferrocarril fue el arma principal, que el extranjero empleó en su obra de sujeción de la voluntad argentina, puesto que la fuerza de los ferrocarriles es casi inconmensurable. La tarifa mata con más certeza que la barrera de aduana. En el paso aniquilaron industria y pueblos o los crearon cuando les convenía y continuarán haciéndolo si no los incorporamos por expropiación integral al cuerpo nacional”.(35)
El fabuloso poder de esta herramienta fue comprendido acabadamente por el gobierno de Perón, sin cuya nacionalización era impensable el dominio de la Argentina sobre sus propios recursos, Scalabrini lo resumió en la siguiente frase:“Por eso el problema ferroviario puede sintetizarse en la siguiente fórmula: adquirir los ferrocarriles equivale a adquirir soberanía”. (36)
Así mismo las empresas que manejaban monopólicamente el comercio internacional de cereales contaron con la inestimable complicidad de aquellos nativos que se llenaron la boca despotricando contra el IAPI, institución que controlaba a aquellas empresas y que limitaba su accionar en nuestro país. En 1954 las cuatro firmas que controlaban ese mercado habían reducido su participación en la exportación al 39,4% mientras que en los años 1936 a 1939 dominaban el 82,5%.(37)
Por lo que no podía extrañar la preocupación de Bunge y Born, Dreyfus, Luis de Ridder y La Plata Cereal por la política implementada por el gobierno, tras la bandera del moralismo siempre resucitada para consumo de la pequeña burguesía, se atacaba una vez más a los intereses nacionales y tras aquellos postulados moralizadores se escondieron los fabulosos intereses de las multinacionales exportadoras de granos. Si existía algún funcionario corrupto en el IAPI la solución residía en encarcelarlo pero la liquidación del IAPI por la autodenominada Revolución Libertadora demostró que lo se buscaba en realidad era asumir la defensa de Bunge y Born y sus colegas.
Durante al año 1952 el gobierno debió atravesar una difícil situación como consecuencia de dos años consecutivos de sequías provocando la reducción del saldo exportable produciendo un déficit en la balanza de pagos que llegó a los 533 millones de pesos en 1951 y a 1890 millones en 1952. (38)
Lo curioso del caso es que hacia los años en que se produjo el derrocamiento del gobierno, el proceso económico estaba en franca recuperación, la salida de la crisis se encaró en base a una mayor productividad y eludiendo las recetas liberales por las cuales debían ser los sectores más postergados los encargados de soportar el mayor peso de la crisis.
Así lo explicó Arturo Jauretche: “Si el país ha pasado un momento crítico, fue en el año 1952 y no ahora (1955), en que se ha recuperado sin contratar empréstitos, ni apretar el cinturón del pueblo, expedientes tradicionales de la mentalidad oligárquica y colonialista que tanto mal han causado al país”. (39)
Perón buscó una salida original e inédita que “por primera vez en nuestra historia una crisis no se paga con el mayor aherrojamiento de la economía en manos del capital extranjero y con el hambre y la sed de las capas humildes de la población”. (40)
Durante el gobierno peronista de 1946 a 1955 se resistió firmemente la ingerencia de los organismos financieros internacionales y se mantuvo alejado del Fondo Monetario Internacional, por el contrario ingresar al FMI fue una de las principales medidas de los golpistas de 1955. El incremento de la deuda externa y la intromisión de la banca extranjera y el FMI en los asuntos nacionales se hizo notorio a partir de ese momento.
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(33) La fuerza es el derecho de las bestias. Juan D. Perón. Ediciones Síntesis. Pag 1974
(34) Peronismo y Revolución John William Cooke. Ediciones Papiro 1972
(35) Scalabrini Ortiz y la lucha contra la dominación inglesa. Norberto Galasso. Ediciones del pensamiento nacional. 1982 Pag 86
(36) Idem pag 87
(37) La era del bonapartismo. Jorge Abelardo Ramos, Editorial Plus Ultra 1973. pag 203
(38) El Plan Prebisch. Arturo Jauretche. Peña Lillo Editor 1973 pag 33
(39) Idem pag 34
(40) Cooke. Peronismo y Revolución pag. 37