El Forjista
Generalmente al hacer cualquier análisis sobre el sindicalismo se soslaya un tema que tiene especial interés para los trabajadores, cual es la organización sindical ahí donde la presencia patronal hace sentir sus reglas, no siempre en consonancia con la legislación vigente.
El fortalecimiento de la estructura sindical fue acompañado con la conformación de cuerpos elegidos democráticamente por los trabajadores en talleres, fábricas y oficinas. Esta organización fue la que sustentó sobre bases sólidas la conformación de un gremialismo nuevo que a la vez reflejó el sentir de los trabajadores en sus lugares donde desarrollaban su actividad cotidiana, sin esto no hubieran podido subsistir las organizaciones gremiales a nivel nacional.
Suscribimos las palabras de Álvaro Avós: “…la intelligentzia suele ignorar una de las experiencias democráticas más ricas de la realidad argentina. Me refiero a la epopeya cotidiana y anónima de las comisiones internas y los delegados del personal que, en ese macrocosmos de la sociedad global que es la empresa cuestionan diariamente la soberanía irrestricta del capital…Esa es la gran riqueza del sindicalismo argentino: centenares de miles de núcleos obreros donde los trabajadores eligen y son elegidos, donde se elabora una fecunda experiencia de democracia directa y participativa”.(29)
Fue el peronismo el que dio vida a esta organización de base, sin esto no hubiese podido arraigarse ese espíritu solidario y de una nueva dignidad que caracterizó a nuestra clase obrera por aquellos años. Pero también debe entenderse que el proceso de estructuración de los grandes sindicatos por rama de industria y la conformación de este cuerpo social de base tuvo un desarrollo parejo y no se entiende el uno sin el otro, existe una interacción entre el sindicato y el cuerpo de delegados de base y la comisión interna.
Intentar contraponer uno con lo otro forma parte de una jugarreta dialéctica que no se corresponde con la realidad. Una demostración cabal de lo señalado lo constituye la agresión sufrida por el sindicalismo en todos los niveles cada vez que un gobierno antiobrero tomó las riendas del Estado para reprimir la actividad gremial sin hacer ningún tipo de diferencia en cuanto al nivel de actuación de los reprimidos.
Ya sea en la Revolución Libertadora o el Proceso de Reorganización Nacional encarcelaron dirigentes nacionales como a integrantes de Comisiones Internas con el agregado que la dictadura de 1976 asesinó a una cantidad importante de delegados de base y a dirigentes nacionales o provinciales.
Sin embargo desde ciertos sectores insisten en ubicar al peronismo como instrumentando a las comisiones internas para sus fines sin reconocer toda la vida que eso le otorgaba al movimiento sindical. Los “expertos” en intereses sindicales atacan aquello sobre lo cual se basó el sindicalismo argentino. Iscaro nos alertaba: “En muchos casos la actividad de las comisiones internas ha sido reemplazada por el reinado del ‘delegado’ elemento incondicional de la jefatura sindical y frecuentemente también de la patronal”. (30)
Sebreli coincide con lo anterior, sobre las comisiones internas nos dice: “En realidad fueron creadas por el Estado Peronista para vigilar más de cerca de los trabajadores… era en instrumento mediante el cual la burocracia sindical controlaba a las bases, y les hacía llegar sus órdenes y las del Ministerio de Trabajo…El delegado de fábrica terminará convirtiéndose en muchos casos en el confidente del jefe de Personal y sólo se diferenciaba de los cuerpos de vigilancia de la empresa porque no usaba uniforme”. (31)
Desde otra óptica Julio Irazusta afirmaba: “El privilegio obrero, sustituido al privilegio patronal anterior, no transformaba la injusticia en justicia social. Transfería el mal de una clase a otra. Pero no reparaba los males que sufría la economía nacional”. (32)
Todas estas citas tienen un espíritu común, aún cuando las ideologías puedan ser divergentes, todas estas visiones apuntan contra el peronismo y particularmente contra su base social que lo apoyó fervientemente. Todas demuestran un desconocimiento manifiesto de la situación de los trabajadores, ya sea que la crítica provenga del marxismo clásico (Iscaro), el marxismo independiente (Sebreli) o desde el nacionalismo oligárquico (Irazusta) ninguna puede explicar la saña mostrada en las represiones contra las Comisiones Internas y el sindicalismo en general, cada vez que una dictadura dominaba el país como vino ocurriendo desde 1955 en adelante.
El esfuerzo de estos autores se centra en demostrar la supuesta estupidez, o en el mejor de los casos, la inocencia de los trabajadores que aceptaron el peronismo en vez de seguir los consejos de estos cultos intelectuales.
El sentido de dignificación que imperó en el Movimiento Obrero no hubiese sido posible si no fuera porque podían discutir de igual a igual con el empresario o con el gerente de personal, una suspensión, un despido o cualquier tipo de injusticia cotidiana.
Comparar a un delegado de fábrica con un policía como lo hace Sebreli solo demuestra el desconocimiento de quién lo asegura, más aún cuando no cita un solo ejemplo de lo que afirma tan suelto de cuerpo y cayendo en una generalización denigratoria para aquellos que muchas veces pusieron en riesgo su seguridad en defensa de los derechos de su compañeros.
El despido, la desaparición o el encarcelamiento de miles de delegados de bases e integrantes de Comisiones Internas, es una demostración cabal que muy lejos estaban de ser buchones, en cambio fueron los que sufrieron las consecuencias del accionar de los organismos de seguridad.
Aunque Sebreli lo ignore, en la mayoría de los casos fueron los propios trabajadores quienes eligieron a sus delegados para que los defendieran. Antes del peronismo, durante la Década Infame en las fábricas y oficinas imperaba la dictadura del patrón, fue el peronismo el que vino a poner límites a ese poder.
Las Comisiones Internas además llegaron a desplegar una actividad social y de fomento, llevando a la práctica la solidaridad de clase que en muy pocos lugares era posible encontrar.
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(29) El posperonismo. Alvaro Avos. Legasa 1986. Pag 209
(30) Iscaro pag 65
(31) Sebreli pag 106
(32) Irazusta pag 197