El Forjista
Para entender la relación entre el Movimiento Obrero y el peronismo ineludiblemente hay que encarar, aunque brevemente en este caso, la evaluación del significado de la figura, tan amada como odiada, de Eva Perón. Ni las óperas de rock ni las diversas interpretaciones que llegan desde el exterior podrán entender ni remotamente a Eva ni mucho menos el cariño que su pueblo le profesó, ese pueblo del interior, de piel morena, aquellos que eran invisibles para los sucesivos gobiernos.
Por obra del peronismo y con Eva como abanderada había llegado el momento en que podían acceder a un mejoramiento de sus condiciones de vida y su voz fue escuchada. En Eva la capas sumergidas encontraron casi a una confidente, a alguien que por primera vez entendía sus padecimientos, de ahí que Perón le otorgó la misión de ser el nexo entre él y el movimiento obrero.
La oligarquía nunca le perdonó el carácter belicoso que Evita daba a sus mensajes y el desprecio que mostraba por las egoístas clases acomodadas a las que además ponía en evidencia, no podían perdonarle que pusieran en cuestionamiento su poder. Para cierta parte de la sociedad argentina, influenciada por la cultura imperial resultaba insoportable que una mujer surgida de un hogar humilde se rebelara contra el poder oligárquico, aún cuando su vida se apagaba mantuvo esa llama rebelde encendida: “Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora; porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, siguen a sus amos de las metrópolis extranjeras y entregan al pueblo de su patria con la misma tranquilidad con que han vendido al país”.(43)
Imbuida de una profunda convicción sabía que si Perón caía, con él caerían los trabajadores y comenzaría un calvario como se verificó pocos años después de su muerte. Temía que esa revolución quedara inconclusa, por eso en cada mensaje, en cada una de sus obras dejaba marcado su inclaudicable fervor revolucionario.
Transformó el tradicional concepto de beneficencia de las damas de la oligarquía por un profundo sentimiento de justicia social, donde los humildes recibían de acuerdo a sus necesidades no como una dádiva de un ser superior sino como un acto de elemental justicia, el cual buscaba poner fin a décadas de sometimiento.
El odio hacia Eva Perón no amainó ni aún después de su muerte y prosiguió con su cadáver, luego vinieron “sociólogos” e “historiadores” a explicarnos tamaña muestra de sadismo e inquina.
La obra de Eva Perón no sólo tuvo a los trabajadores como meta, también las mujeres supieron de su dedicación y esfuerzo, ella fue la mentora del voto femenino en nuestro país, que convertía a las mujeres en ciudadanas con iguales derechos que los varones.
Pero la vida y la obra de esta mujer fue deliberadamente borrada por ciertos intelectuales que dieron las más extrañas explicaciones, que no se apartan en demasía del tradicional odio de las clases acomodadas, pero esta vez se trata de incluir un cierto barniz “científico” a la explicación. De esta manera para Sebrelli, Eva Perón se explica por la necesidad del peronismo de tener en el gobierno a un personaje que se identificara con las bases del movimiento, para Sebrelli, Perón era un burgués, en tanto que Eva representaba a la capas más humildes: “con su oscuro pasado, con su triste infancia de pueblo marcada como hija natural, con su aventurera juventud de actriz de ínfima categoría en teatros de suburbio o radio”.(44)
Cabe acotar que el “progresista” Sebreli se acerca más a la opinión de las “damas de la sociedad” quienes fueron las primeras en descalificar a Eva por su nacimiento o por su profesión de actriz, actividad que no era bien vista por esas damas a menos que se tratara de una de origen europeo.
Más recientemente como los actores llegaron a la presidencia de la primera potencia mundial para defender con misiles nucleares el orden del capitalismo decadente, parece mucho más ridícula la crítica de Sebreli sobre algo que ocurrió hace cincuenta años cuando la joven actriz se convirtió en primera dama, pero prefirió el título de abanderada de los humildes.
La sorpresas que nos depara Sebreli no tienen fin, nos asegura que: “La figura de Evita es más identificable con el fascismo en tanto que Perón lo es más con el bonapartismo”; Para continuar en su descalificación a Eva: “Lejos de ser la defensora de los obreros más combativos, ella contribuyó a la total domesticación del movimiento sindical, terminando de eliminar a los viejos dirigentes sustituyéndolos por otros más sumisos y pasivos”. (45)
Ya nos hemos extendido sobre el tema según el cuál los obreros que apoyaron al gobierno eran corderitos, mientras que los ínfimos grupos que lo combatieron estaban vinculados a las internacionales sindicales solventadas por el imperialismo o a los partidos de la Unión Democrática, sin embargo la adhesión del conjunto de los trabajadores al gobierno nacional demuestra que la situación que nos pinta Sebreli sólo ocurrió en su cabeza.
El periplo intelectual de Sebrelli muestra su decadencia, producto de sus ansias en ser aceptado por el aparato cultural de la oligarquía y hacerse perdonar algún pecado de juventud cuando escribió un libro elogioso sobre Eva Perón, para lograr su objetivo debió cubrir de injurias la memoria de la segunda esposa de Juan Perón. Sebrelli no es más que otro ejemplo de los intelectuales que capitulan ante los poderosos.
Un afamado historiador, quién a su vez fue funcionario de la Revolución Libertadora y del alfonsinismo, nos dice sobre Eva: “Tenía la aterradora seguridad del fanatismo y por eso nunca vaciló ni cargó jamás con la infelicidad de la duda. De ahí su fuerza y su elemental inocencia, pero también su poder destructivo y su incapacidad para comprender nada que no le fuera propio. Hacía una profesión del amor a los desposeídos, a los niños, a los ancianos, a los enfermos, pero nadie esgrimía como ella el odio y la intolerancia como si fueran valores políticos permanentes. Fue un factor tremendamente negativo en la trabajosa construcción de la vida de los argentinos como pueblo, porque dio cauce y legitimó la irracionalidad que siempre yace en el fondo del alma colectiva. Fue sincera, es cierto, nunca especuló; pero si esto la justifica como persona, no la salva de haber contribuido como nadie a alimentar brutalmente las calderas de la división de la comunidad nacional”. (46)
Comprendemos que para un intelectual como Félix Luna no sea de su agrado los modales de Eva Perón, por cierto que no es un caso único, pero lo que realmente se le critica a Eva es que haya tomado partido, del igual forma que lo hizo Luna, pero en bandos diferentes, Eva asumió la defensa de los desposeídos convencida de su causa que entendía revolucionaria y contra la cual se levantaban fuerzas colosales dispuestas a destruir, ni bien se le presentaran la oportunidad, todo lo que se había construido en aquellos años de gobierno popular. Nadie como Eva sabía de ese peligro y era consciente que aflojar implicaba el fin de sus sueños y de sus cabecitas negras.
Asignarle a
Eva la responsabilidad de la división de los argentinos es por lo menos una gran injusticia, quienes
marcharon tras Braden nunca aceptaron la legitimidad del peronismo y sólo aceptaron su derrocamiento por la fuerza.
Otro político e historiador ubica a Eva Perón en su justo lugar, decía Abelardo Ramos: “Eva Perón,
además, significaba la irrupción de la mujer en nuestras luchas políticas. Su nombre quedará históricamente asociado a los derechos políticos del sexo postergado y humillado, de las mujeres y trabajadoras más oscuros del país. Depurada su figura de la idealización y la diatriba, Eva Perón era el estandarte de las capas profundas y soterradas del pueblo que comenzaba a mandar por primera vez”. (47)
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(43) Felix Luna, Tomo 2. Pag 263
(44) Sebreli, pag 59
(45) Sebreli pag 60
(46) Félix Luna . Tomo II pag 270
(47) La era del peronismo, Joirge A. Ramos Ediciones del Mar Dulce 1981. pag 142