El Forjista
La Guerra del Paraguay tuvo otra nefasta consecuencia para nuestro país, con la llegada de las tropas que habían combatido también trajeron una epidemia de fiebre amarilla que comenzó en Corrientes y Rosario, pasando luego de Buenos Aires. Los médicos y los diarios trataron de ocultar la noticia pero la mortalidad fue enorme y no pudo silenciarse más, en dos días murieron 600 personas, en abril 8000 y la cifra llegó a los 16000.
El presidente de la Nación abandonó la ciudad de igual manera que muchos otros, aunque cada tanto visitaba la ciudad, su adversarios lo criticaron duramente por esa actitud. Pero mucho peor aún, fue que no hizo nada para combatir la epidemia, dejó que toda la responsabilidad recayera en una comisión de la provincia, Héctor Varela quedó a cargo de una comisión popular que se encargó de mejorar las condiciones higiénicas como forma de paliar el flagelo, cuidar a los enfermos y enterrar los muertos. Un comentario de Varela con respecto a la actuación de Sarmiento fue lapidaria: “la conducta del presidente sólo merece el silencio del desprecio”.
Mientras la salud de sus compatriotas no parecía ser de su incumbencia otras cuestiones que los liberales vinculaban con el progreso sí merecían su atención: el 18 de mayo puso en funcionamiento el telégrafo entre Buenos Aires y Córdoba.
Para fines de año el presidente estaba perdiendo de manera acelerada su audición por lo que debió usar una trompetilla acústica para escuchar.
En enero de 1872 Paraguay firmó un acuerdo de límites y de paz con el Brasil lo que significaba claramente que éste era el país que había ganado la guerra.
Al terminar ese año la obra realizada por el gobierno de Sarmiento era considerable a pesar de las constantes invasiones indígenas y de la guerra civil. En diferentes provincias se construyeron puentes y caminos, oficinas de correos y telégrafos, fomento de la navegación en ríos y subvenciones a escuelas primarias. Se trajeron maestros de Europa y también se abrieron cursos nocturnos para que pudiera concurrir quienes trabajaban. Dispuso la construcción de la Aduana de Rosario que en principio recibió cuestionamientos pues se la consideraba demasiado grande pero al poco tiempo quedó chica.
En mayo de 1872 se alejó del gobierno por su avanzada edad uno de los colaboradores mas importantes con los que contó el presidente, su amigo Vélez Sarfield. Por la misma época se designó a Mitre embajador en Brasil.
Luego de la derrota de López Jordán el interventor de Entre Ríos colocado por el Poder Ejecutivo Nacional dispuso que los jordanistas no pudieran votar, a los pocos meses debió renunciar salpicado por un escandaloso fraude, el gobierno provincial ejerció la violencia y persiguió a los opositores que debieron refugiarse en los montes.
En medio del caos, López Jordán invadió la provincia el 1° de mayo de 1873, llegado desde el Brasil se le incorporaron muchos de los perseguidos llegando a reunir un contingente de 9000 hombres, demostración clara de su popularidad, sin embargo esas tropas carecían de entrenamiento militar y de armamento, la mayoría de ellos apenas poseían tacuaras para enfrentar a los modernos rifles recientemente importados.
No obstante las dificultades, López Jordán logró apoderarse de varias ciudades llegando a ejercer el control de gran parte del territorio provincial, esto obligó a Sarmiento a decretar la intervención pero además adoptó una decisión insólita para la realidad argentina, imitando las costumbres del lejano oeste norteamericano le puso precio a la cabeza de López Jordán, Leopoldo Lugones definió como “monstruosa” la decisión de poner precio a la cabeza de un argentino y agregaba que con esta medida el presidente mostraba que había perdido la suya.
En 1874 debía elegirse un nuevo gobierno, cinco candidatos comenzaron la carrera: Tejedor, Quintana, Mitre, Alsina y Avellaneda. Los dos primeros retiraron su candidatura al poco tiempo, en tanto Avellaneda era el ministro de Instrucción Pública de Sarmiento, Mitre ya había comenzado a esa altura a distorsionar la historia argentina con su Historia de Belgrano y había ocupado importantes cargos incluida la presidencia, Alsina era vicepresidente, un gran orador y el político más popular de la provincia de Buenos Aires.
Otro tema surgió para agitar los ánimos, la cuestión limítrofe con Chile regresaba a la atención pública con una nueva discusión relacionada con la zona de Magallanes, el país trasandino mostraba alguna esperanza que Sarmiento reconociera lo que había impulsado cuando habitaba en aquel país, pero el presidente obviamente quería mostrar una imagen muy diferente, estaba entregando concesiones de tierras en la Patagonia y también había creado dos territorios nacionales: el de la Patagonia hasta el río Santa Cruz y el de Magallanes desde ese río hasta Tierra del Fuego inclusive.
Aprovechando esa tensión con el país trasandino, Perú y Bolivia invitaron a nuestro país a conformar una alianza con la finalidad de oponerse a los chilenos, Sarmiento no emite opinión al respecto y envía la cuestión al Congreso.
Cada vez que surgía un inconveniente con Chile, Sarmiento temía que la prensa y la oposición volvieran a recordarle su actuación favorable a ese país, con tal de desprenderse de esa imagen tan poco patriótica llegó a mentir insinuando que aquellos artículos no fueron escritos por él, sin embargo en oportunidades anteriores había reivindicado su autoría.
En 1849 Sarmiento había escrito: “no se me ocurre en mi simplicidad de espíritu, como se atreve el gobierno de Buenos Aires, en vista de estas demostraciones a sostener ni mentar siquiera sus derechos al estrecho de Magallanes”.
En cambio en ejercicio de la máxima magistratura en una carta afirmó que estaba dispuesto a renunciar a la presidencia para defender desde el llano los derechos argentinos en Magallanes, pero el arrepentimiento llegó demasiado tarde, el país había perdido parte de su territorio y él había colaborado en esa empresa.