El Forjista
El gobierno chileno decide financiarle un viaje por Europa y los Estados Unidos para que estudie la instrucción primaria en esos países, pero además de esas declaradas intenciones, existía otra razón, es posible que su mentor el ministro Montt quisiera alejarlo de la política chilena porque sus opiniones le habían causado más de un inconveniente al gobierno.
En el libro “Viajes” relatará las apreciaciones sobre ese periplo, tardó 48 días para llegar a Montevideo, ciudad que se encontraba sitiada por Oribe y defendida por ingleses, franceses y argentinos, 18.000 extranjeros defendían una ciudad habitada por 11.000 orientales.
Al arribar a esa ciudad, el sanjuanino realiza un exaltado elogio de los extranjeros que hostigaban a su país, pero descalificó a los orientales a quienes acusó de que sólo se preocupaban por beber en las pulperías en vez de estar abocados a la defensa de la ciudad.
Luego pasó a Brasil permaneciendo un mes en Río de Janeiro para luego embarcarse con rumbo a Francia, en el país vecino escribió unas palabras que vuelven a desmentir su pretendido interés por la libertad: “Yo no comprendo la república sino como la última expresión de la inteligencia humana, y me desconfío de ella cuando sale del interior de los bosques, de las provincias lejanas de la capital, el rancho del negro o del espíritu de insubordinación de algún caudillo de jinetes”.
En Francia se entrevista con el general San Martín a quién admiraba, pero con quién tiene una discrepancia por la simpatía que el Libertador tenía por Rosas, dijo Sarmiento al respecto: “San Martín es el ariete desmontado, ya que sirvió a la destrucción de los españoles; hombre de una pieza; anciano abatido y ajado por las revoluciones americanas, ve en Rosas al defensor de la independencia amenazada, y su ánimo noble se exalta y ofusca”.
Sarmiento se alegra por haber podido encontrarse con San Martín quién lo trató amablemente, Las Heras lo había mantenido informado sobre la actividad del sanjuanino en Chile. Pero a pesar del clima de amabilidad, Sarmiento se ofuscó cuando San Martín se refirió elogiosamente a Rosas, entonces recurrió a su habitual método que consistía en distorsionar y despreciar a aquellos que pensaban de manera diferente, por eso trató de mostrar a un San Martín declinante que veía “fantasmas extranjeros”.
Precisamente el Libertador seguía sosteniendo las mismas ideas de siempre, por eso fue que apoyaba a Rosas ante la agresión de las potencias europeas, su sentimiento por el patriotismo latinoamericano estaba intacto, pocos días antes de esa entrevista le había escrito a Rosas diciéndole que la lucha que estaba librando era tan trascendente como la que se había luchado por la emancipación de España.
En esa reunión de Sarmiento con San Martín, éste a pesar de saber perfectamente con quién estaba hablando le dijo: “Pero al fin ese tirano de Rosas, que los unitarios odian tanto, no debe ser tan malo como lo pintan cuando en un pueblo tan viril se puede sostener veinte años”.
Ante la firme actitud de San Martín, Sarmiento levantó el tono de voz y le contestó que los hombres más capaces se encontraban en el exilio y que a Rosas se le hizo fácil permanecer 20 años en el poder por la división de los opositores, a lo cual el General le contestó siempre con amabilidad y reconociendo que hacía años que no estaba en el país: “que ustedes exageran un poco y que sus enemigos lo pintan más arbitrario de lo que es. Sí, conocí en sus mocedades a los generales que usted recuerda: Paz, Lavalle, el más turbulento, Lamadrid, si no más valiente que éste, sin duda con menos cabeza; y si todos ellos, y lo mejor del país como ustedes dicen, no logran desmoronar a tan mal gobierno, es porque la mayoría convencida está de la necesidad de un gobierno fuerte y de mano firme, para que no vuelvan las bochornosas escenas del año 20 ni que cualquier comandante de cualquier batallón le levante a fusilar por su orden un gobernador de Estado. Sobre todo, tiene para mí el general Rosas que ha sabido defender con energía y en toda ocasión le pabellón nacional. Por esto, después del combate de Obligado, tentado estuve de mandarle la espada con que contribuí a fundar la independencia americana, por aquel acto de entereza en que con cuatro cañones hizo conocer a la escuadra anglofrancesa que, pocos o muchos, sin contar sus elementos, los argentinos saben siempre defender su independencia”.
El general San Martín no tenía dudas de qué lado colocarse ante la agresión de una potencia extranjera, Sarmiento y sus compañeros no tenían ningún inconveniente en formalizar alianzas con los enemigos del país.
Quién contó esa entrevista en detalle fue Pastor S. Obligado quién tuvo referencias por Guerrico que estuvo presente en la reunión, dejando constancia que un nervioso Sarmiento interrumpía a San Martín y que llegó a la impertinencia de preguntarle para que servía la “cacareada independencia” si no hay libertades. Ya vimos que cuando Sarmiento se refería a la libertad sólo lo hacía para aquellos que consideraba que eran aptos para disfrutar de ella que era una minoría acomodada.
También como muy bien explica Gálvez, para el prócer liberal la civilización era un estado superior a la independencia, por el contrario el prócer de nuestra independencia reseñó su ideario en una sencilla y magnífica expresión: “Seamos libres y lo demás no importa nada”.
Manuel Gálvez lo sintetiza de esta manera: “El concepto sanmartiniano es el de la independencia a toda costa. El sarmientesco es el de la cultura, la riqueza, la comodidad a toda costa”.
Permaneció cinco meses en Francia y luego pasó a España, a la cual continuó criticando sin considerar que recientemente había pasado por una terrible guerra civil. En cambio Barcelona le agradó pero para poder reafirmar sus prejuicios aseguró que no se podía considerarla como formando parte de España.
Su itinerario lo lleva a visitar algunos países africanos, conociendo Orán y Argel, lo cual se constituye en una nueva oportunidad para dar rienda suelta a su racismo en esta oportunidad contra el pueblo árabe de la que damos cuenta en otro capítulo.
El viaje continuó con la visita a Roma, Florencia, Bolonia, Venecia, Milán, Monza Zurich, Berlín y por último Holanda y Bélgica para retornar el 18 de junio de 1847 a París.
En Europa conoció a Julio Belín a quién convenció de trasladarse a Chile para instalar una imprenta, éste joven ser convirtió después en su yerno.
Luego de París se dirigió a Londres y Liverpool desde donde zarpó con destino a su admirado Estados Unidos.
En este país permaneció unos tres meses visitando las grandes ciudades. Boston le interesaba particularmente porque en esa ciudad había desarrollado su actividad el educador Horace Mann al que llegó a conocer.
Sarmiento se sintió impresionado por los norteamericanos, según su visión eran una nación donde no existían demasiados privilegiados, el gobierno estaba ausente, decía que todo el mundo leía los periódicos, trabajaban mucho y eran muy religiosos, hasta el punto de donar el 10% de sus ingresos a la Iglesia y también admiraba que hubiera una plena libertad de cultos.
Sin embargo llegó a reconocer algunos defectos, consideraba a los norteamericanos maleducados y con hábitos particulares por ejemplo si alguien estaba en un lugar público leyendo el diario varias personas podían acercarse a leerlo también. Colocaban los pies sobre las mesas y se descalzaban en cualquier lugar. También los consideraba avaros, pero entendía que todos esos defectos eran males necesarios como consecuencia de la libertad y la democracia.
Lo que resulta extraño que esa libertad que admiraba en los norteamericanos, la considera una desgracia cuando eran los latinoamericanos quienes pretendían gozar de sus beneficios, a estos últimos siempre los consideró inferiores y que no eran capaces de vivir en libertad, por otra parte el sanjuanino siempre apoyó y alentó a gobiernos fuertemente autoritarios tanto en su país como en Chile.
El 4 de febrero de 1848 llegaba de regreso a Valparaíso luego de dos años y tres meses, el país seguía gobernado por Bulnes y su amigo Montt continuaba ocupando el ministerio de Instrucción Pública, en tanto al país trasandino había llegado Bartolomé Mitre.
Luego de la muerte de su esposo, Benita y Domingo decidieron contraer el enlace el 19 de mayo de 1848, ella tenía 26 años y una posición económica sólida, él tenía 37 años. Ese mismo año el 22 de diciembre falleció su padre.