El Forjista
Prácticamente no dejó raza sin ofender, hizo gala de un desprecio por todos aquellos a los que consideraba distinto a su ideal de hombre blanco, europeo y culto, grupo en el cual se incluía como también lo hacía con sus amigos porteños.
En Chile no ahorró palabras para denigrar a los caciques Colocolo, Lautaro y Caupolicán de quienes dijo: “no son más que unos indios asquerosos, a quienes habríamos hecho colgar, y mandaríamos colgar ahora, si reaparecieran en una guerra de los araucanos contra Chile, que nada tiene que ver con esa canalla”. Y en el Facundo, calificaba como “hordas salvajes” a los indígenas de estas tierras.
Al escribir esto no dejamos de sentir un poco de vergüenza al tener como uno de los mayores exponentes del país a un hombre que nunca dejó de esparcir odio y discriminar a quienes ni siquiera consideraba como su prójimo.
A pesar de no simpatizar con los españoles, sin embargo sí exaltó la conquista y el exterminio de indígenas que según él hicieron: “lo que todos los pueblos civilizados hacen con los salvajes”.
Y justificando la conquista señalaba: “Puede ser muy injusto exterminar salvajes, sofocar civilizaciones nacientes, conquistar pueblos que están en posesión de un terreno privilegiado; pero gracias a esta injusticia la América, en lugar de permanecer abandonada a los salvajes, incapaces de progreso, está ocupada hoy por la raza caucásica” lo cual será para él “providencial y útil, sublime y grande”. Le recomienda a los escritores no insistir en remarcar la crueldad española.
Luego de Caseros le escribió una carta a Mitre donde lo felicitaba por el triunfo en la batalla y le efectuaba una recomendación que quedará en la historia como una de las páginas de mayor odio y desprecio por los argentinos: “No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hace útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos”.
Fue contrario al voto universal llegando a proponer el voto calificado, según su criterio había que saber leer y escribir para tener acceso a ese derecho y agregaba algo que lo mostraba como un racista consumado pues se oponía a que la gente de raza negra pudiera votar, estando en los Estados Unidos dijo: “Tengo odio a la barbarie popular” “noble, edificante, civilizadora, la idea de proclamar que el voto es el resultado de la inteligencia, que es prueba de estar preparado a votar el poder leer”.
Sin duda era un reaccionario que defendía el orden establecido y odiaba a cualquiera que intentara modificarlo por eso llegó hasta cuestionar a la Revolución Francesa que según su opinión había causado mucho “estrago inútil” en Europa y América “sin alcanzar a fundar, en casi un siglo, nada, si no es despotismo”.
En el Facundo donde desarrolla su conocida fórmula “Civilización o Barbarie” también denuesta contra los pueblos que fueron víctimas de los imperios, al igual que en su actuación política siempre se puso del lado de los poderosos, por eso definía a la “Europa culta” y a “África bárbara”, nunca fue una preocupación suya que los “cultos” cazaran seres humanos en las naciones habitadas por los “bárbaros”.
La oligarquía nos instaló un prócer que se avergonzaba de ser americano y que detestaba todo lo que surgía por estas tierras, principalmente de los seres humanos que nacían aquí y que según él no tenían ninguna posibilidad de adquirir las virtudes que el prócer atribuía a los nacidos en las potencias europeas: “Las razas americanas viven en la ociosidad, y se muestran incapaces, aún por medio de la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido. Esto sugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido. Pero no se ha mostrado mejor dotada de acción la raza española cuando se ha visto en los desiertos americanos abandonada a sus propios instintos”.
Aquí en el país, a su antipatía por las personas de raza negra le agregó que muchos de ellos adherían al rosismo, lo que completaba un panorama que merecía su destemplada reflexión: “Los negros, ganados así para el gobierno, ponían en manos de Rosas un celoso espionaje en el seno de cada familia, por los sirvientes y esclavos, proporcionándoles excelentes e incorruptibles soldados de otro idioma y de una raza salvaje. Cuando Lavalle se acercó a Buenos Aires, el fuerte y Santos Lugares estaban llenos, a falta de soldados, de negras entusiastas, vestidas de hombre para engrosar las fuerzas. La adhesión de las negras dio al poder de Rosas una base indestructible. Felizmente, las continuas guerras han exterminado ya a la parte masculina de esta población, que encontraba su patria y su manera de gobernar en el amo que servían. Para intimidar la campaña, atrajo a los fuertes del Sur algunas tribus salvajes cuyos caciques estaban a sus órdenes”.
Este argumento se utilizará reiteradamente en la historia argentina durante el peronismo, el personal de servicio de las casas particulares era visto por las personas acomodadas como posibles informantes del gobierno.
En una carta que le envía a Lastarria donde se refería a la inmigración, Sarmiento escribió: “Pudimos en tres años introducir 100 mil pobladores y ahogar en los pliegues de la industria a la chusma criolla, inepta, incivil y ruda que nos sale al paso a cada instante”.
Cuando visitó algunas ciudades de África, aprovechó para mostrar su antipatía contra los pueblos árabes a los que le atribuyó graves defectos como la depravación moral y estar presos de un instinto criminal.
Sobre los árabes también opinaba que eran: “una canalla que los franceses corrieron a bayonetazos hasta el Sahara” y de los judíos: “¡Fuera la raza semítica! ¿O no tenemos derecho como un alemán, ni cualquiera, un polaco para hacer salir a esos gitanos bohemios que han hecho del mundo su patria?”. ¿Si Hitler hubiera conocido las opiniones de Sarmiento no lo hubiese convertido también en prócer alemán?.
Tampoco le caían bien los irlandeses: “En 10 años quedaría reducida la Argentina a la condición de Irlanda, pueblo por siglos ignorante, fanatizado”. El valiente pueblo irlandés lleva siglos enfrentando al Imperio Inglés, para el sanjuanino eso era sinónimo de sacrilegio.