El Forjista
Por esa época, también comenzaba a actuar con una mayor organización la resistencia en el terreno gremial con el objetivo inmediato de recuperar las Comisiones Internas en las fábricas y los sindicatos, pero sin perder de vista un punto fundamental: el regreso del gral. Perón. Para estoúltimo, no existía otra posibilidad que derrotar a la Revolución Libertadora.
Los trabajadores que con un alto riesgo se colocaron en la primera fila de lucha, apelaron en sus lugares de trabajo a la huelga, al trabajo a desgano o decididamente al sabotaje. Desde mediados de 1956 hasta fines del mismo año, donde se efectuaron una serie de paros de gran significación, se evidenciaba un incremento de la resistencia de los trabajadores recurriendo a todos los métodos a su alcance.
El gobierno dará muestras de preocupación y alarma por la intensificación de la organización gremial y la contundente respuesta de los trabajadores a pesar de las medidas represivas que no parecían disminuir su espíritu de lucha. Desde Catamarca, Aramburu opinaba sobre los temas sindicales, a los cuales reducía a un aspecto puramente policial: “El problema gremial y otros problemas artificiales, están siendo agitados con fines inconfesables... Existen y hay probadas constancias, enemigos embozados en todos los sectores de la vida nacional, dedicados a crear y apoyar conflictos, cualesquiera que ellos sean”. (22)
Para el Poder Ejecutivo todo era un mero invento opositor, no había problemas gremiales, los trabajadores no tenían de qué quejarse y si lo hacían era porque respondían a perversos designios. Lo que no podían ocultar y de hecho lo reconocían, era la creciente oposición de la clase trabajadora.
Durante el inicio del año 56 había comenzado también la resistencia en las fábricas, los obreros se reunían para buscar formas que frenaran el revanchismo patronal y que a la vez dañara, por poco que fuera, la imagen de un gobierno que se autotitulaba defensor de la democracia. A pesar de la vigilancia fabril, se incrementaron los actos de sabotaje y aunque había un patrullaje continuo de fuerzas de seguridad en los barrios sospechados de simpatías con el peronismo, las paredes madrugaban con consignas que mostraban el repudio al gobierno y donde no faltaba el consabido“Viva Perón”.
En cada barrio, ciudad o pueblo surgieron dirigentes que por su decisión eran elegidos por sus compañeros para ocupar los primeros planos, no existía otra selección que la predisposición para la lucha. Nombres que nunca ocuparon una línea en los diarios, comenzaron a ser respetados y admirados por su valor. En Avellaneda se conocieron a hombres como los hermanos Raimundo y Rolando Villaflor, a Juan Salazar y a Domingo Blajaquis.
Humildes trabajadores predispuestos en todo momento a combatir la injusticia, pero también a dar una mano a la familia del compañero encarcelado. La solidaridad y la lealtad eran palabras importantes y no hacer honor a ellas era sinónimo de traición. Salió a relucir la solidaridad entre los trabajadores, cuando las papas quemaban ahí aparecían los auténticos hombres y mujeres que mostraban una inquebrantable voluntad para derrotar la injusticia social.
Aún en las peores condiciones, un Movimiento Obrero lleno de energía y fe en sus fuerzas, se fue organizando para intentar la recuperación de sus instituciones, usurpadas por el gobierno. En esos años, se reafirmaron voluntariamente las convicciones peronistas de los trabajadores, a pesar que serlo en aquellos momentos significaba, lisa y llanamente la cárcel, la tortura y el despido.
Eso demostraba que la clase obrera desde el llano ratificaba su filiación política, precisamente cuando los sectores reaccionarios, incluidos radicales, socialistas y comunistas, afirmaban que Perón había obtenido el apoyo de aquellos con la demagogia y mediante la compulsión. Pero desaparecidas estas supuestas causales, los trabajadores demostraron a los viejos partidos, a los militares en el gobierno y a los tradicionales poderes económicos, que lejos de ser engañados por un líder, éste era el producto de las convicciones y anhelos de los sectores populares de la sociedad argentina.
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(22) La Prensa 9/9/56.