El Forjista
Todo comenzó en Corrientes con un aumento en el comedor estudiantil de la Universidad, los estudiantes salieron a manifestar su cuestionamiento y como era habitual con esa dictadura la policía actuó salvajemente produciendo la muerte del estudiante Juan José Cabral de 22 años.
La repercusión se trasladó a otras ciudades como Rosario donde el estudiantado hizo sentir su queja por las acciones represivas, en esta ciudad santafesina otro estudiante cayó muerto por las balas de la represión se trataba de Alberto Ramón Bello de 22 años, el Ejército salió a las calles a poner orden.
El epicentro se trasladó a la ciudad de Córdoba donde también se sumaron a la protesta los trabajadores, en esa ciudad predominaba una dirigencia sindical combativa ya sea con adhesión a los partidos de izquierda o a la CGT de los Argentinos, salieron a mostrar su solidaridad con los estudiantes que estaban padeciendo el peso de la represión.
Los obreros de la fábrica IKA-Renault conforman una nutrida columna que al avanzar hacia la zona céntrica es reprimida produciéndose el asesinato de Máximo Mena.
Los dirigentes sindicales más destacados en aquellas jornadas de lucha en Córdoba fueron Elpidio Torres de los metalúrgicos, Agustín Tosco de Luz y Fuerza y Atilio López de la Unión Tranviarios Automotor.
El delegado de Perón era el dirigente Jorge Daniel Paladino quién luego de entrevistarse con el líder en Madrid recibió la instrucción que el peronismo apoyara la lucha de los estudiantes, ambas CGT convocan a un paro para el día 30 de mayo, la dictadura endurece su posición procediendo a detener a varios dirigentes sindicales entre ellos Raimundo Ongaro, secretario general de la CGT de los Argentinos.
La unidad obrero- estudiantil transformó la protesta en una insurrección, se levantaron barricadas, prendieron fuego a vehículos logrando el control de sectores de la ciudad, tropas aerotransportadas salieron a enfrentar a los manifestantes a sangre y fuego, sin embargo, varios días tardaron en recuperar el control de la ciudad.
Una vez terminada la rebelión el gobierno reconoció catorce muertos y un centenar de heridos, aunque es posible que la dictadura haya ocultado a varias víctimas más, el gobierno hizo gala de un discurso retrógrado al acusar a los manifestantes de subversivos, utilizando un lenguaje que se haría habitual en el momento de acallar a las voces opositoras.
Perón realizó una evaluación de la rebelión cordobesa: “Con asombro y con indignación hemos conocido las declaraciones de la dictadura sobre los sucesos producidos en casi todo el territorio nacional y en especial en Corrientes, Córdoba, Rosario, Tucumán, etc. Echar la culpa a agitadores comunistas o extremistas-como se dice- es taparse los ojos para no ver una realidad que los argentinos perciben todos los días: un repudio generalizado a la dictadura militar que, como era de esperar, ha terminado por exasperar a todos los sectores y estamentos de la comunidad con su entrega, sus cínicas simulaciones, sus concupiscencias y sus desatinos permanentes. Todos sabemos que la Argentina actual ni los comunistas ni los extremistas pueden influenciar sin causa a los sectores de nuestra juventud y menos aún a las masas…Los sucesos de mayo no son la consecuencia de agitación alguna, sino el lógico resultado de una reacción popular provocada por los abusos y los desatinos de la propia dictadura militar que parece haber perdido todo sentido de realidad y justicia en la aplicación de un poder omnímodo usurpado al pueblo”.(1)
El 4 de junio Onganía realizó un discurso por radio y televisión, lamentándose de la violencia y anunciando la renuncia de todo su gabinete, las protestas habían golpeado duramente al gobierno que se encontraba al borde del knockout.
Dos días antes trece supermercados de la cadena Minimax pertenecientes a la familia adinerada norteamericana de los Rockefeller, fueron quemados en atentados, dichos sucesos habían ocurrido apenas unos días previos a que Nelson Rockefeller enviado por el presidente estadounidense Richard Nixon, visitara la Argentina. Este fue el primer acto del grupo armado conocido como las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
El Cordobazo provoca la renuncia del Ministro de Economía Krieger Vasena que es reemplazado por José María Dagnino Pastore, junto a otros cambios ministeriales que denotan la crisis que desató la rebelión obrero-estudiantil.
El 30 de junio de 1969 a las 11:45, cinco jóvenes ingresan a la sede central de la Unión Obrera Metalúrgica, reducen al personal de seguridad munidos de ametralladoras y pistolas 45 milímetros, se dirigen la oficina de Augusto Vandor y lo ultiman de varios balazos, luego colocan una bomba y se retiran.
En el velatorio dirigentes sindicales impiden el ingreso del Ministro de Trabajo Rubens San Sebastián y de otros funcionarios del gobierno, quién logra ingresar es el jefe de Policía, la CGTA adversaria de Vandor expresa su repudio al atentado, pero el gobierno declara el Estado de Sitio y aprovecha la situación para descargar un nuevo golpe sobre el sindicalismo combativo, allanando la sede de la CGTA y deteniendo a treinta dirigentes.
La idea del gobierno de hacer recaer las sospechas sobre la CGT rival no era creída ni siquiera por los seguidores del dirigente asesinado, la investigación judicial no llegó a ninguna conclusión, recién en 1974 un grupo denominado Descamisados que más tarde se integró con Montoneros se adjudicó este atentado.
El 10 de julio Perón le envía una carta a la conducción de la UOM donde le hace llegar sus condolencias: “Queridos compañeros: Sin que aún haya podido disipar de mi espíritu el tremendo golpe que el asesinato me ha producido, deseo hacer llegar a los compañeros del secretariado de la UOM y por su intermedio a todo el gremio metalúrgico, mi más profundo sentimiento por el compañero caído y mi repudio más absoluto por un crimen execrable, obra de cobardes especulaciones de gabinete, como de miserables asesinos a sueldo de los que, careciendo de razón, no tienen escrúpulos para recurrir a lo peor, a favor de sus canallescos designios. Un crimen semejante sólo puede probar los extremos a que se está llegando en nuestro pobre país en manos de la incapacidad, tanto como de la ignominia”.(2)
Más allá de lo formal, muy interesante resulta la carta que le envía a otro dirigente peronista Antonio Caparrós, donde hace una interpretación de la conducta de Vandor y hasta llega a justificarla: “Vandor ha sido siempre peronista…Como dirigente era un hombre capaz y como tal, tenía ideas propias, y tal vez, también designios. En el Movimiento Peronista siempre hemos considerado bien a los hombres que tienen esas condiciones, aunque algunas veces resultan difíciles de manejar y conducir…Y si Vandor en la faz política ha cometido sus travesuras, en cambio, en la defensa de su gremio ha cumplido… A Vandor se lo acusa de haber intentado, en unión con otros dirigentes peronistas, copar el peronismo, o sea, reemplazar a Perón en la jefatura del movimiento, lo que no tienen nada de particular…En efecto, cuando en 1955 el gorilismo aliado con el imperialismo nos desplazó del gobierno, yo tenía sesenta años. Los movimientos revolucionarios, si bien son gregarios detrás del hombre que encabeza, tienen necesariamente que encontrar otro hombre o institucionalizarse para pervivir”. (3)
También señalaba en esa carta que resultaba muy extraño que cuando estaba enfrentado a Perón, Vandor no fue víctima de ningún atentado, pero cuando volvió al redil fue el momento en que padeció del ataque que concluyó con su vida.
El país estaba convulsionado, si el Cordobazo fue el primer acto de rebelión popular, las mismas se sucedieron, particularmente en el Interior del país, en Cipolletti el pueblo sale a la calle en defensa del Intendente que había sido desplazado por el gobernador, se producen enfrentamientos entre la población y la policía, debe intervenir el Ejército y retorna la calma cuando se repone al intendente.
Luego del asesinato de Vandor renuncia el secretario general de la CGT y se forma una comisión integrada por 20 miembros mientras el gobierno designa un interventor de la Central Obrera, esta comisión tiene una actitud bastante condescendiente con el gobierno, si bien decreta un paro para el 1 y 2 de octubre, el mismo es levantado luego que el gobierno da a conocer la ley 18610 que establece el aporte obligatorio de patrones y trabajadores para las Obras Sociales.
El diario La Razón estimaba que para fines del año 1969 existían unos 4000 presos políticos.
El Cordobazo también fue la expresión de la nacionalización de la clase media, evidenciaba esa ruptura con la oligarquía y su predisposición a adoptar posiciones nacionales y cercanas a los otros sectores populares: “La ruptura de la pequeña burguesía con la oligarquía liberal tendría consecuencias políticas incalculables. Pues las jornadas de Córdoba, al confluir en la lucha contra el cesarismo oligárquico a trabajadores, empleados, estudiantes, vecinos y pequeños burgueses de los más variados estratos, planteaba el más peligroso de los interrogantes sociales de nuestra época. Tanto la oligarquía como el imperialismo veían crearse en las calles la unidad profunda del pueblo argentino, invariablemente dividido en el siglo XX. Los episodios de las rebeliones populares en las provincias en que intervienen las masas populares sin divisas partidistas indicaban que los últimos quince años de retroceso tocaban a su fin y que en las profundidades de la conciencia colectiva se concebía una respuesta que infundiría el más intenso temor en el espíritu de los altos mandos militares”.(5)
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(1) Norberto Galasso, Perón. Exilio , resistencia, retorno y muerte. Tomo II Colihue 2011 Pag. 1034 y 1035
(2) Idem Pag. 1036 y 1037
(3) Idem Pag. 1037
(4) Jorge Abelardo Ramos. La Era del Bonapartismo. Editorial Plus Ultra. 1973 pag. 284 y 295