El Forjista
La oposición consideraba que tenía por delante una misión divina, en realidad la divinidad no era otra que la alianza entre la oligarquía nativa y las grandes potencias, que consistía en derrocar lo que ellos estimaban se trataba de la representación misma de todos los males, y como en ese tiempo histórico el nazismo era lo que mejor se podía asociar a esa caracterización forzada e injusta, los opositores dictaminaron que peronismo y nazismo eran lo mismo, ante tal evaluación no les quedaba otra opción que expulsar el mal, por eso no existió ninguna posibilidad de diálogo entre oficialismo y oposición.
Así como los políticos opositores participaron de todas las conspiraciones militares para terminar con el peronismo, el oficialismo por su parte procedió a encarcelar a algunos de esos políticos y de esa manera se retroalimentaba el enfrentamiento. Lo que han buscado los historiadores antiperonistas es mostrar una parte de la historia que consistía en que los pobres opositores eran perseguidos por la sola cuestión de pensar diferente.
Joseph Page, que no puede considerarse simpatizante peronista señala sobre la oposición, en este caso del radicalismo: “La estrategia de los radicales desde el comienzo puede ser descripta como de oposición, obstrucción y provocación” (1)
Los radicales planteaban en la Cámara de Diputados cuestiones fuera de lugar con la única intencionalidad de perjudicar la labor parlamentaria y empantanarla en discusiones estériles, muchos legisladores actuaron como verdaderos provocadores en la búsqueda de la reacción oficialista y de esa manera poder confirmar que el peronismo no era democrático. Lo absurdo de sus planteos llegó al punto de pedir un homenaje por ex presidente de los Estados Unidos Franklin Delano Roosevelt y el presidente fraudulento Ramón Castillo.
El diputado radical del sector más conservador de su partido, conocido como unionismo, Ernesto Sanmartino, calificó al peronismo como “aluvión zoológico”, en un agravio que contenía todo el odio de clase que destilaban los miembros de los partidos del viejo régimen. El diputado recibió una suspensión de tres días, tras nuevas provocaciones el diputado fue expulsado de la Cámara.
El presidente del bloque radical era Ricardo Balbín que a su vez lideraba la línea de Intransigencia y Renovación, el vice era Arturo Frondizi. También integraban ese bloque dos ex forjistas que se había negado a integrarse al peronismo, se trataba de Luis Dellepiane y Gabriel del Mazo, como representantes de la línea más conservadora estaban el mencionado Sanmartino y Silvano Santander.
El Partido Socialista que después de mucho tiempo no había conseguido ingresar ni un solo diputado era tal vez el partido que más odio descargaba contra el oficialismo, en el anuario del partido de 1947 un artículo decía lo siguiente: “El aluvión de obreros improvisados produjo estragos en la ciudad, cuyos gremios y sindicatos fueron instantáneamente quebrados. La democracia dio sus frutos óptimos. Y el pueblo idealista y soberbio, el pueblo que hace un culto del coraje y el honor, vendió su libertad por buenos salarios, y se revuelca y estropea por levantar del suelo el paquete de pan dulce.” (2)
El PS decide boicotear las elecciones parlamentarias de 1948 con una clara intencionalidad de deslegitimar al gobierno y posiblemente también con el propósito de esconder su escaso apoyo, principalmente por parte de los trabajadores al que el partido decía representar.
A pesar de que el Partido Comunista seguía acusando a Perón de fascista una de las medidas adoptadas en el inicio de su gobierno fue restaurar las relaciones con la Unión Soviética que estaban rotas desde 1918, dando una muestra evidente de la independencia del gobierno con respecto a las potencias occidentales.
Pero quiénes determinaban el tono de la oposición era ese conglomerado oligárquico que integraban la Sociedad Rural, la Bolsa de Comercio, el Jockey Club, el Círculo de Armas y el diario La Prensa.
El propio historiador radical Félix Luna debe reconocer el carácter racista de la oposición al peronismo: “No faltaban quienes eran antiperonistas por un inconfesable racismo, por odio a los ‘cabecitas negras’ que formaban el apoyo más fervoroso de Perón y su esposa, y cuyo acceso a bienes (como las vacaciones) les resultaban inaceptables por una cuestión de piel, de olfato”. (3)
Sin embargo, Luna también expresaba que había opositores con ideas más respetables pero que Perón cometía el error de meterlos a todos en la misma bolsa. Esta opinión de Luna es porque él formaba parte de esa oposición, sin embargo, no existían demasiadas diferencias entre los más reaccionarios y los más supuestamente progresistas, todos unidos por el espanto que le producían las masas movilizadas.
Es evidente que existe en Félix Luna una intención de ensalzar a la oposición incluso llega a señalar que había coincidencias entre las medidas económicas del peronismo y un sector de la oposición, y que la diferencia estaba en que los opositores eran respetuosos de la libertad, cosa que según él, no hacían los peronistas.
Existe una gran hipocresía en todo esto, en principio porque los gobiernos que existían antes de 1943 eran notoriamente antidemocráticos y el radicalismo se había convertido en cómplice de ese régimen, mientras el socialismo y la democracia progresistas convalidaban con su presencia electoral el “fraude patriótico”.
En cuanto a las supuestas coincidencias en política económica no eran sinceras, sólo había una intención de correr por izquierda al peronismo, pero en la mayoría de las decisiones transcendentales los opositores se oponían con argumentos falaces.
Félix Luna intenta separar entre la oposición a democráticos, entre los que se encontraría él y no democráticos, veamos que dice: “Para aquellos antiperonistas que eran sinceramente democráticos, todo esto se cargaba con una aflicción más: el proceso que odiaban estaba acompañado de una adhesión popular que desvanecía cualquier esperanza de que las cosas pudieran cambiar por la voluntad del electorado expresada en los comicios”. (4)
En verdad estamos casi ante una confesión que en verdad no había tales opositores democráticos todos buscaban en derrocamiento ante la imposibilidad de derrotarlo en elecciones libres.
Luna mismo lo señala cuando afirma que la oposición también se canalizaba a través de la Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio, instituciones de la oligarquía o los Centros de Estudiantes Universitarios, todos ellos soñaban con alguna conspiración.
Muchos de quienes conspiraban lo hacían porque se oponían a las transformaciones sociales, de esa manera el patrón de estancia se quejaba del Estatuto del Peón, el comerciante de las vacaciones de sus empleados, ningún patrón estaba acostumbrado a que los sindicalistas le pusieran límites.
No creemos que haya habido opositores democráticos en tanto todos alentaron los golpes de estado contra el peronismo, y aunque disimularan, a todos les molestaba que los trabajadores adquirieran derechos y no fueran tan sumisos como antes, esos mismos políticos aceptaron mansamente las tropelías de la oligarquía gobernante durante la Década Infame.
Félix Luna, el historiador que estamos siguiendo, militaba en 1951 en el centro de Estudiantes de Derecho, se recibió de abogado y estuvo preso durante el peronismo por su actividad política, se dedicó a su profesión y a militar en la juventud radical.
El 1 y 2 de agosto de 1951 estallan bombas en Buenos Aires, a raíz de eso la policía detiene a varios miembros de la FUBA uno de ellos era Félix Luna, esta es información que se puede obtener en su libro, sin embargo, no hay precisiones del historiador radical sobre sus actividades por esos días.
Félix Luna realiza una especie de compendio de los prejuicios de la pequeña burguesía manipulada por las clases privilegiadas para enfrentar a gobiernos populares, los estudiantes universitarios y Luna lo era en ese tiempo, constituyeron una especie de avanzada contra el peronismo.
Repasemos los argumentos de este historiador, uno de los temas predilectos para derrocar a gobiernos populares es la cantinela de la corrupción, los medios de comunicación del país o extranjeros en aquella época difundían rumores sobre supuestos actos de corrupción que una vez derrocado no se pudieron comprobar, uno de los que más anduvo dando vuelta es sobre supuestas cuentas en Suiza de Eva y Perón, pero veamos que nos dice: “Pero también es cierto que en muchos casos lo importante no es que la corrupción haya existido o no; lo importante es que la creencia general así lo afirme”. (5)
Lo que Luna nos dice es que basta con una campaña de calumnias y difamaciones para justificar que bajo la excusa de la corrupción se abogue por el derrocamiento de un gobierno elegido mayoritariamente por el pueblo argentino.
Nos dice con total desparpajo: “El régimen montado por Perón era de los que estaban rodeados por una atmósfera de corrupción, con razón o sin ella. En primer lugar, por su sistema de decisiones económicas, fuertemente estatista, donde determinadas resoluciones oficiales podían enriquecer o empobrecer de un momento a otro a sus destinatarios: un tipo de cambio más o menos favorable, un permiso especial para importar tal o cual mercadería, una subvención total o parcial para fabricar éste o aquel producto, o el retiro de la misma…” (6)
Precisamente de eso se trata gobernar, cada decisión beneficia a alguien y perjudica a otro, la cuestión central es que hasta la llegada del peronismo siempre se beneficiaba a los mismos, desde el arribo de Perón a los primeros planos de la política, quienes pasaron a ser tenidos en cuenta constituían la mayoría de la población, históricamente olvidados por los gobernantes anteriores.
Señalar la corrupción del peronismo después que la Revolución Libertadora creara contra el espíritu de la Constitución Nacional, tribunales especiales que dispusieron arbitrariamente de los bienes de todos aquellos que habían ocupado cargos públicos durante el peronismo, y que no pudieron presentar evidencias de esos supuestos robos que pretendían mostrar una trama en que todos los peronistas eran presentados como simples ladrones.
Pero además Luna deja ver su desprecio para quienes no provenían de los estudios de abogados al servicio de la oligarquía y las empresas extranjeras, se quejaba por la tipología de los electos por Perón para ocupar cargos públicos: “Su acceso al gobierno había arrastrado a mucha gente desconocida, personajes que salieron de su anonimato para ocupar, de súbito posiciones importantes”. (7)
Precisamente eso es lo que suele ocurrir en las revoluciones los que ocupan los cargos en el Estado son desconocidos, porque los conocidos están al servicio de las clases dominantes.
Aunque en un acto de sinceridad y posiblemente de autocrítica llega a reconocer que la envidia del pequeño burgués jugaba un papel fundamental en ese odio hacia el funcionario peronista: “… lo que molestaba al opositor común era el tipo de gente que gozaba de ese súbito ascenso. Una moralina propia de la clase media, mezclada con un oscuro sentimiento de envidia por aquel que se había “parado” gracias a su frecuentación de los paniaguados del régimen, confluían en la formación de ese sentimiento”. (8)
Luna debe reconocer que Perón actuó firmemente cuando se conocieron casos de corrupción, en octubre de 1954 echó al intendente de Buenos Aires, Jorge Sabaté, y se lo procesó por defraudación, también dejó que la investigación actuara sin intervenir cuando se trató de su propio cuñado Juan Duarte.
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(1) Joseph Page. Perón. Una biografía. Editorial Sudamericana. Edición en e-book pag. 216 y 217
(2) Félix Luna. Perón y su tiempo. Tomo I. La Argentina era una fiesta. Ed. Sudamericana 1984. Pag. 264
(3) Idem pag. 182
(4) Félix Luna. Perón y su tiempo Tomo II La Comunidad Organizada, 1950 -1952 Edit. Sudamericana pag.130
(5) Félix Luna. Perón y su tiempo Tomo III El régimen exhausto 1953-1955 Edit. Sudamericana pag. 71
(6) Idem pag. 107 y 108
(7) Idem pag. 109
(8) Idem