El Forjista
El gobierno de Lonardi dio inicio a una política económica que luego profundizó Aramburu, en esto no hubo rupturas ni desavenencias.
El 2 de octubre de 1955 llegaba al país Raúl Prebisch con el objetivo de asesorar al nuevo gobierno. Este funcionario no era desconocido para los argentinos, en 1935 fue gerente del Banco Central a instancias del gobierno inglés y en esa función asesoraba a los Ministros de Agricultura y Hacienda para evitarles los dolores de cabeza producto de las investigaciones en el Senado, promovidas por Lisandro de la Torre en el sonado caso de la investigación por las carnes, en donde el gobierno trataba de salvar la situación de los frigoríficos extranjeros, principalmente ingleses.
Lisandro de la Torre se refirió durante el debate a Prebisch: “Su capacidad de estudio y de trabajo es grande, y maneja los números con una habilidad tal que les hace decir lo que necesitan que digan a los efectos que busca, y a menudo se le va la mano. En este caso se propuso servir a los frigoríficos, y los ha servido…lo grave es que todo ese ingenio del gerente del Banco Central se emplea en servir a los frigoríficos en contra del interés nacional, y en justificar un inicuo despojo del que los ganaderos han sido víctimas. El señor Prebisch será, pues, un funcionario de aptitudes geniales, como dicen sus amigos, y un colaborador insuperable de ministros que necesitan ser asesorados. Pero no puede inspirar tranquilidad al país cuando se comprueba que hace mala aplicación de sus calidades, el árbol se juzga por sus frutos.”(17)
Prebisch retornó al país con una vieja receta que beneficiaba a los tradicionales terratenientes y para quienes era necesaria la reducción del consumo y el aumento de los saldos exportables, la ecuación se completaba con una fuerte devaluación que significaba engrosar las arcas de los exportadores.
Para justificar la destrucción de los mecanismos económicos creados durante el peronismo, Prebisch necesitaba crear la sensación que existía una “crisis inédita”, sólo de esta forma se podía explicar una economía que beneficiaba a los tradicionales sectores oligárquicos. Si todo marchaba bien no había ninguna justificación, ni para el golpe de estado, ni para el cambio de política económica, por lo que resultaba imperioso mostrar que todo marchaba mal.
El 26 de octubre de 1955 Prebisch declaraba: “Según las estadísticas nacionales, los grupos de obreros industriales han aumentado su ingreso real, esto es, la masa de bienes y servicios que disponen para su consumo en un 37 %. ¿Qué quiere decir esto? Es muy claro, si el producto por hombre, término medio, solamente ha aumentado en un 3,5 % y la parte del producto que tienen los obreros industriales en un 37 % quiere decir que otros grupos de la colectividad han disminuido su nivel de vida. Ha habido una transferencia de ingresos dentro de la colectividad que ha beneficiado a unos en desmedro de otros. ¿Quiénes son los otros? En primer lugar, los productores del campo, a los cuales se les ha exprimido sistemáticamente hasta llevarlos a la postración en que han caído hace unos años”.(18)
Prebisch hombre de la Década Infame proponía el regreso a la situación anterior a la llegada del peronismo, anulando aquellos beneficios producto de la industrialización y de la legislación laboral a la que accedieron los trabajadores argentinos, todo ello para proteger a los improductivos“productores rurales”. Bajo ese argumento se sustentó el revanchismo en el plano económico contra las conquistas obtenidas por los trabajadores y contra aquellos que se habían beneficiado durante el peronismo.
En octubre se devaluó la moneda trasladando una importante masa de dinero hacia los grandes propietarios de tierras y los exportadores, el círculo se completaba con la liquidación del IAPI y la eliminación de los controles de precios. Jauretche lo decía con su habitual claridad: “Que estamos en presencia de una operación de desembarco en que la revolución política -sépanlo o no sus actores- sólo tiene por objeto encubrir una contrarrevolución económica y social para replantear al país sobre su vieja base colonial cuya economía no admite 18 millones de argentinos prósperos y felices”. (19)
Para dar lugar a las medidas desperonizadoras era imprescindible inventar una crisis económica, esa fue la misión principal de Prebisch, ni bien se puso al servicio de los “libertadores” lanzó la afirmación que la Argentina “atraviesa por la crisis más aguda de su desarrollo económico; más que aquella que el presidente Avellaneda hubo de conjurar ahorrando sobre el hambre y la sed, y más que la del 90 y que la de hace un cuarto de siglo, en plena depresión mundial. El país se encontraba en aquellos tiempos con fuerzas productivas intactas. No existe en el caso de hoy, están seriamente comprometidos los factores dinámicos de su economía”. (20)
Los hombres de la Libertadora venían a ofrecer: hambre y sed, igual que Avellaneda, para ellos era mucho más importante la opinión de los factores de poder financiero extranjeros que el bienestar de los argentinos.
Precisamente en el momento de mayor desarrollo industrial en la historia del país, Prebisch anunciaba que el aparato productivo estaba quebrado.
El funcionario recién regresado al país le daba letra al presidente, quién repetía las definiciones del tecnócrata, que con esa habilidad para manipular las estadísticas que le había reconocido Lisandro de la Torre, intentaba descubrir una crisis que justificaba un golpe es estado contra un gobierno popular.
En un discurso efectuado el 26 de octubre Lonardi hablaba de un gran déficit de energía eléctrica producto del cual se frenaba la producción industrial, calificaba al IAPI de “entidad pervertida y perniciosa”. El presidente continuaba diciendo: “Uno de los hechos más serios…es ese aumento insignificante de lo que cada habitante produce en promedio respecto a hace diez años. Aquí está al descubierto la base completamente ficticia en que se apoyaban las mejoras sociales de que se vanagloriaba la administración depuesta”. Remataba su discurso señalando: “Tiene ahora el país que reparar diez años de errores, desquicio y confusión. Si alguien se hubiera propuesto desarticular la economía y aniquilar las fuerzas dinámicas, no lo habría podido hacer a tal cabal perfección”. (21)
El tándem Prebisch-Lonardi se transformó en el vocero de los grandes intereses vinculados al comercio exterior que había visto limitar su poder durante los gobiernos peronistas, la Revolución Libertadora venía a restablecer el orden oligárquico, de esa alianza donde confluían terratenientes, las grandes empresas cerealeras, los políticos de los viejos partidos, gran parte del aparato cultural liberal y un sector de las fuerzas armadas.
El carácter ficticio de la crisis que Prebisch intentaba dibujar se vería confirmada por el carácter intangible e invisible que el propio burócrata debió reconocer, al afirmar:”La situación económica del país es más grave que la de Alemania al terminar la guerra. La destrucción de ciudades enteras con sus fábricas eran evidencias suficientes para convencer a los trabajadores alemanes sobre la imperiosa necesidad de trabajar intensamente para levantar una nación de las ruinas. En cambio aquí, las ruinas son invisibles. Están en el sistema productivo, y esto escapa de la percepción de los obreros, que miden la situación económica por el dinero que tienen en el bolsillo y, a este respecto, al caer Perón el poder adquisitivo de la población era aceptable”. (22)
Este párrafo es por demás ilustrativo de los artilugios del Prebisch. Dejando de lado la insostenible comparación con la Alemania de la guerra con la Argentina de Perón, y pasando por alto el desprecio que mostraba hacia los trabajadores a los que se los muestra como avaros que piensan con el bolsillo, se destaca con claridad que más allá de las triquiñuelas verbales la situación de los sectores populares era más que buena y que por lo tanto los objetivos de los golpistas y sus asesores económicos era aniquilar ese bienestar general para restablecer el poder de quienes sí pensaban con el bolsillo.
Por cierto que resultaría imposible a los sucesivos gobiernos posteriores a 1955 convencer a los trabajadores de sus bondades de gobernantes, ni de las supuestas maldades del “tirano depuesto” pues en Argentina no había ruinas, por eso decían que eran invisibles, la única ruina que encontró la Libertadora fue la de la oligarquía, fue a ella a quién vinieron a rescatar.
Así como Prebisch fue el nexo económico entre la Década Infame y la Revolución Libertadora, Raúl Sacalabrini Ortiz fue el juez implacable de ambos períodos nefastos, su profundo sentimiento nacional y su sistemático estudio de la realidad le permitió desentrañar la madeja tejida por el imperialismo inglés, y que retornaba, a pesar de no haber ocupado ningún cargo público durante el peronismo, para defender con toda su inteligencia y fervor patriótico los intereses nacionales, a su lado se encontraba su amigo Arturo Jauretche , ni bien los “libertadores” reeditaron las prácticas contrarias a los intereses nacionales y populares, ellos dos su ubicaron nuevamente en la primera línea de combate.
Ese incorruptible juez de las políticas imperiales denunció cada una de las decisiones del gobierno surgido del derrocamiento del general Perón. Con respecto a la desvalorización de la moneda argentina señalaba las consecuencias benéficas para los intereses ingleses y para los grandes ganaderos. La carne argentina disminuyó su precio en Inglaterra, mientras subía su precio interno incrementando las ganancias de los ganaderos, a la vez que disminuía el consumo argentino para de esa manera obtener un mayor cupo de exportación hacia Inglaterra.
Sobre la decisión de liquidar el IAPI, Scalabrini decía : “La muerte del IAPI es la resurrección de todo el poderío de Bunge y Born y sus acólitos”. (23)
Mientras los enemigos de Perón lo acusaban de haber sido providencial, Scalabrini Ortiz decía que el golpe lo había reemplazado por dos hombres providenciales, Rojas y Prebisch, con respecto al segundo señalaba: “El Doctor Prebisch remodeló la economía del país a su antojo que desgraciadamente es idéntico a los viejos antojos de los ingleses”. (24)
Sin embargo mirando la situación retrospectivamente podríamos afirmar que la Revolución Libertadora significó fundamentalmente el sometimiento del país a los dictados norteamericanos cuya influencia aumentará considerablemente a partir de 1955, no obstante los ingleses continuaron manteniendo una importante cuota de poder económico y financiero a pesar de su retroceso a nivel mundial luego de la Segunda Guerra Mundial.
Ya en Lonardi se evidenciaba un interés marcado por acercarse a los Estados Unidos, respondiendo a una pregunta del periodismo sobre las relaciones con ese país dijo: “Deseo estrecharlas al máximo. Y no tanto –como podría creerse – por la ayuda económica que pueda significar para nosotros, sino porque estoy convencido de que la gran nación del Norte realiza notables progresos en el orden espiritual, y ese es el aspecto que más me interesa”. (25)
Scalabrini Ortiz dirigió una carta abierta a Lonardi que tituló “Sr. Presidente no firme usted nada” donde intentaba mostrar el carácter reaccionario de sus asesores económicos, explicaba Scalabrini:”Se ha dirigido Usted al pueblo de la República en un mensaje henchido de conceptos pesimistas, es que Usted ha hecho suyas consideraciones y cifras que en conjunto procuran dar una idea catastrófica del estado económico-financiero de la República, y que para ese preconcebido propósito han sido preparadas – consideraciones y cifras – por una públicamente anónima comisión de técnicos disciplinados por la inteligencia recién desembarcada del doctor Raúl Prebisch… Para el ducho en leer, este es un informe “hecho al revés”, en que el propósito es anterior a la documentación y las cifras son sofismas aritméticos en que los legos se alucinan”.
Con esa rara cualidad de penetrar hasta el fondo de los problemas y poner en evidencia las intenciones ocultas de los representantes del poder económico, quién fuera militante de FORJA y principal promotor de la histórica nacionalización de los ferrocarriles le advertía al presidente sin rodeos ni eufemismos: “Mi propósito al dirigirme al Presidente y ofertarle estos ejemplos de la falacia que lo circunda es demostrarle que tiene que ser extremadamente cauteloso y desconfiado de los prestigios que lo rodean, gran parte de los cuales no han sido logrados al servicio de los intereses de la patria. Y por eso, en súplica humilde pero fervorosa le pedimos que no firme nada definitivo que se deduzca de las informaciones, conclusiones y recomendaciones del ‘Informe’ del doctor Prebisch, y menos aún si ellos no han sido publicados y se mantienen en el nivel de reserva”.
Remataba su clarificadora misiva: “No firme nada, señor presidente, sin estar absoluta, total e
indudablemente seguro de que también en el campo de la economía y de las finanzas no hay vencedores y vencidos. Porque el vencido puede ser el país”.(26)
Las recetas que Prebisch soplaba al oído de Lonardi no tenían ninguna originalidad, incluían todos los elementos característicos de los planes manejados por los representantes de la oligarquía que gobernaron el país antes de 1943 y después de 1955. Como ya dijimos, el plan buscaba el aliento de la producción agropecuaria a través de concesiones a los terratenientes, la devaluación de la moneda tendía hacia ese objetivo pero ese planteo debía completarse con una reducción del consumo interno, el cual había sido considerablemente favorecido durante los gobiernos peronistas.
Prebisch recomendaba también la venta de las empresas del Estado, exceptuando la petrolera, pues no era políticamente viable ya que una de las excusas esgrimidas por los golpistas fueron los contratos petroleros que Perón quería firmar con compañías norteamericanas por lo cual sería una contradicción muy evidente proponer la extranjerización de YPF, sin embargo Prebisch y su equipo querían acelerar la entrega del patrimonio nacional. Bunge y Born y sus colegas exportadores fueron los grandes beneficiados por la liquidación del IAPI, por esa razón el ministro Cesar Bunge que firmó el decreto de la liquidación del IAPI una vez que dejara la función pública pasó a trabajar a sueldo de la corporación en el Perú.
En un aspecto Prebisch era sincero, no ocultaba su intención de reducir el nivel de vida de los trabajadores, para él los salarios era la causa principal de la inflación, sosteniendo un argumento reiterado hasta el hartazgo por los sucesivos gobiernos liberales que se empeñaron en liquidar las conquistas obreras. Las cifras indicaban que en 1945 la proporción entre salarios y el ingreso total del país era del 46,7 %, porcentaje que subió al 59,6 % en 1954.
Otra de las razones inflacionarias, en la visión del asesor de Lonardi, era la expansión del crédito, precisamente por esta razón había crecido la industria a niveles nunca vistos en el país, pero para los liberales poco importaba el crecimiento productivo, por el contrario las políticas monetaristas hacían hincapié en la estabilidad ubicándola en un altar que veneraban viejos políticos y economistas, tan viejos como nuestra dependencia.
Para concluir, Prebisch recomendaba el endeudamiento externo como única posibilidad para salir de la crisis inventada por él mismo. Lonardi compró los espejitos de colores que Prebisch y sus economistas le vendieron, nuevamente los militares eran engañados por los representantes del poder real, señalaba Prebisch: “Si se ha de superar rápidamente la crisis actual de desarrollo se requieren empréstitos e inversiones privadas del extranjero. Si no se desea admitirlos, el país tendrá que resignarse a continuar, indefinidamente, su precaria situación actual”.(27)
La autodenominada Revolución Libertadora significó, ni más ni menos, que el retorno de la vieja oligarquía ahora con nuevas condiciones determinadas por la situación mundial de post guerra donde los Estados Unidos surgían como el gran vencedor junto a la Unión Soviética, algunos de los que antes habían servido lealmente al capital británico luego del derrocamiento de Perón estrecharon sus vínculos al capital norteamericano. El poder económico volvió a manos de los servidores del capital extranjero.
Paralelamente los grupos de poder económico quedaron en control del sistema financiero, incluido el oficial en el cual colocaron a sus hombres, el sistema judicial, la diplomacia, el aparato cultural y los medios de difusión. Una pequeña porción fue reservada para los viejos partidos de la Argentina, la UCR, el Partido Socialista, la democracia progresista, todos estos constituyeron el sostén del régimen golpista. Un sociólogo describía lo siguiente: “…los líderes políticos anteriores a 1943 eran asesores letrados de empresas extranjeras: los industriales peronistas del 46 más que verdaderos empresarios – en la forma contemporánea – eran ‘patrones’ a la antigua o ‘capitanes de industria’, en cambio los líderes del 56 actuaban simultáneamente en los directorios de varias grandes sociedades anónimas”. (28)
Más allá de la fraseología pseudodemocrática los sucesos de 1955 no pueden ocultar su esencia reaccionaria. Esta alianza de políticos, militares, escritores, abogados y empresarios; retomaba los postulados de la Unión Democrática. El Partido Comunista, combativo grupo bajos los dictados de Vitorio Codovilla, enfrentaba al peronismo al que caracterizaba como fascista, no tardará en alejarse del gobierno surgido del golpe ni bien se percatara tardíamente de su carácter pro norteamericano, tendencia que se acentuará con la asunción de Aramburu: El arrepentimiento del PC no podrá borrar su actuación favorable al golpe ni que su distanciamiento respondió a cuestiones externas, el enfrentamiento Estados Unidos – Unión Soviética, y no a consideraciones nacionales.
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(17) Lisandro de la Torre, Obras Completas Tomo II, pags. 160 y 161
(18) Jorge A. Ramos, La era del bonapartismo, Editorial Plus Ultra, 1973, pag. 241
(19) Arturo Jauretche, El plan Prebisch, Peña Lillo Editor, 1973, prólogo de 1955
(20) Idem, pag. 22
(21) Milcíades Peña, El peronismo, Ediciones Fichas, 1973, pags. 164 y 165
(22) Marta Lonardi, pags. 202 y 203
(23) Scalabrini Ortiz, Bases para la reconstrucción nacional, Tomo I, pag. 201
(24) Idem, pags.314 y 315
(25) Marta Lonardi, pag 173
(26) Scalabrini Ortiz, Tomo II, pags. 12 a 16
(27) La Prensa 28/10/1955
(28) José Luis de Imaz, Los que mandan, EUDEBA, pag. 22