El Forjista
Hubo dos sectores donde al peronismo siempre le resultó dificultoso despertar simpatías: la clase media y el empresariado.
A pesar que los gobiernos de Perón entre 1946 y 1955 hicieron una política que posibilitó el desarrollo del empresariado nacional, salvo en algunos casos como Miguel Miranda en el primer gobierno o José Ber Gelbard en el tercero, la mayoría de los empresarios y la Unión Industrial Argentina UIA sostuvieron posturas liberales y por lo tanto, contrarias a las políticas proteccionistas que impulsaba el peronismo.
Algo similar ocurrió con una porción importante de la clase media, especialmente aquella con estudios universitarios que convirtieron las facultades en un foco opositor a los gobiernos peronistas, también ocurrió con el pequeño o mediano comerciante que detestaba los controles de precios o la escasez de algunos productos, aún hoy la Ciudad de Buenos Aires es un reducto de sentimientos negativos hacia el Movimiento creado por Perón.
Al kirchnerismo no le fue distinto, aunque debe señalarse que logró un apoyo considerable entre sectores juveniles de clase media y algunos que ya peinaban canas que formaban parte de esos sectores que se habían “nacionalizado” en aquella imponente ola de rebeldía que transcurrió en la década de los 60 y 70, donde se puede avizorar una notoria diferencia, fue en la intelectualidad muy enfrentada al peronismo, pero que aportó fervor militante e ideas renovadoras al kirchnerismo.
El 29 de septiembre de 2003 ante los banqueros de la Asociación de Bancos de la Argentina ADEBA, Kirchner les dijo: “Es imposible un proyecto de país si no consolidamos una burguesía nacional”.(1)
El intento del kirchnerismo de consolidar un grupo de empresarios que pensara en el mercado interno y que no le diera la espalda a los sectores más postergados, tuvo un tibio correlato en una reducido grupo de ellos a los que la prensa despreció bajo la denominación de empresarios K, lo cual era una especie de deshonra porque se le atribuía que su crecimiento se debía a la cercanía con el gobierno y no a la capacidad de sus empresas, además se aprovechaba para sembrar dudas sobre posibles causas de corrupción, varios de esos empresarios fueron perseguidos y encarcelados por el macrismo, con causas armadas por los servicios de Inteligencia, jueces cómplices y los medios de la oligarquía.
Cabe señalar que a Gelbard, ministro de Economía del gobierno de Perón, le pasó lo mismo, siendo perseguido por la dictadura, logró exiliarse en los Estados Unidos poco antes del golpe de Estado pero ni bien producido fue incluido en el Acta de Responsabilidad Institucional por la cual se le quitó la ciudadanía y se lo inhabilitó para ocupar cargos, además de la prohibición para disponer de sus bienes, falleció en el exilio el 4 de octubre de 1977.
Con el regreso de la democracia Alfonsín anuló el acta y habilitó la devolución de la ciudadanía, cuando Cristina presentó su libro Sinceramente lo mencionó reivindicando el Pacto Social por él impulsado como una forma de afrontar la grave crisis que dejaba el macrismo.
La periodista y escritora María Seoane escribió una biografía de José Gelbard que se tituló “El burgués maldito”, precisamente porque el poder económico no soportaba ni permitía que un empresario se acercara al movimiento nacional y popular, y siempre intentó imponer castigos ejemplificadores a aquellos que lo intentaron.
En 2009, la UIA reemplazó de su cúpula al sector más industrialista representado por Juan Lascurain para colocar a Héctor Méndez un miembro del grupo más liberal y más combativo contra los derechos laborales y los incrementos del salario mínimo que impulsaba el gobierno, ni bien asumió, anunció que el país estaba atravesando una crisis política y desplazó a la central empresaria hacia posturas más opositoras.
En septiembre de 2010 el grupo Clarín reunió a los empresarios más poderosos del país para denunciar que en la Argentina no existía seguridad jurídica, así respondía el empresariado al pedido del sindicalismo en el sentido que se cumpliera un aspecto de la Constitución Nacional que otorgaba el derecho a los trabajadores a participar de las ganancias de las empresas, el abogado y diputado Héctor Recalde había presentado un proyecto en ese sentido, motivo para que Héctor Méndez declarase que “La Argentina se parece a Cuba”.
El 5 de octubre de 2010 en el lanzamiento del partido Concertación FORJA Kirchner hace referencia a la acusación de la AFIP por evasión contra Bunge y Born, ahí decía: “Parece que a los evasores no les aplican las medidas cautelares. Bunge ha evadido 1.200 millones de pesos a los argentinos y la oposición no trata el proyecto oficial enviado en su momento al Congreso… El grupo A tiene demasiada relación, evidentemente con las corporaciones. Le haría bien a la democracia que aquellos que no cumplen con sus obligaciones tributarias vayan presos, como ocurre en los Estados Unidos. De lo contrario, da lo mismo pagar o no pagar”. (2)
Grupo A era la unión de todos los opositores que en el Congreso trataban de impedir el funcionamiento del gobierno, actuando en consonancia con los grupos concentrados.
Con respecto a la clase media fue recién durante el conflicto con las patronales del campo que una porción considerable de la misma comenzó a cuestionar al gobierno, para eso fue necesaria la insidiosa manipulación que realizaron los medios de comunicación, presentando a millonarios terratenientes como pobres campesinos y al gobierno como un insaciable recaudador de impuestos para fines que no quedaban claros.
Al igual que lo ocurrido en los gobiernos de Perón, parte de la clase media se mimetizaba con las clases privilegiadas y asumía sus reivindicaciones.
Esto ocurrió a pesar que muchos de esos sectores se vieron claramente beneficiados con las políticas del gobierno con incrementos de salarios por encima de la inflación, la creación de puestos de trabajo y con subsidios que le permitían mejorar sus ingresos al pagar mucho menos por transporte, gas, luz, etc. Situación que además se verificaba en el incremento constante del consumo, que tenía a la clase media como principal motor de ese crecimiento.
En esos años quedó evidenciada la influencia de los medios de comunicación transformando la mentalidad de muchos argentinos que de manera solapada eran manipulados sin que el gobierno fuera capaz de morigerar o evitar ese desplazamiento, el kirchnerismo intentó contrarrestar la campaña difamatoria con los débiles medios estatales y con algunas voces aisladas que tenían muy poco alcance y en varias oportunidades optó erróneamente por ni siquiera responder a las calumnias y difamaciones.
Esa oposición al gobierno comenzó a mostrar rasgos claramente discriminadores al cuestionar que el gobierno defendiera los intereses de los más desprotegidos mientras señalaban a la clase media como perjudicada, paralelamente se hacían más notorias las muestras de desprecio a los “cabecitas negras”, o usando el término más reciente, a los “choriplaneros”.
Los canales de noticias buscaban intranquilizar transmitiendo las 24 horas noticias negativas, reproduciendo un asesinato decenas de veces y culpando al gobierno nacional por eso, sin importar donde ocurriera el crimen, o diariamente anunciaban una inminente catástrofe que provocaba incertidumbre en millones de hogares.
Además, como era costumbre de las clases privilegiadas durante los gobiernos populares, ya lo habían realizado con el yrigoyenismo y el peronismo, recurrieron al recurso que siempre le fue efectivo, al que Arturo Jauretche llamó “moralina” y que con el kirchnerismo adoptó la forma de la denominada corrupción K, intentando mostrar que esos gobiernos eran corruptos, lanzando cotidianamente una catarata de falsas noticias para desprestigiar a algún miembro del oficialismo.
Lo realizado por los medios para volcar a la clase media hacia la oposición no fue ni más ni menos que lo que en otras épocas se efectuó para derrocar gobiernos populares, en la historia hubo reiterados ejemplos de este tipo de operaciones, aquí y en toda América Latina.
(1) Diez años. Una década de gobierno kirchnerista. Daniel Miguez. Planeta 2013. Pag. 71
(2) Quisiera que me recuerden. Nestor Kirchner Compilación Luz Laici. Editorial Planeta 2010 pag.149