El Forjista
Néstor Kirchner asumió el gobierno con una situación económica y social desastrosa, la desocupación rondaba el 20 % y la pobreza ascendía al 50%, la deuda externa trepaba hasta los 144.000 millones de dólares, mientras las reservas apenas llegaban a los 10.000 millones de dólares.
Argentina había sido sometida a sucesivos planes de ajustes que destruyeron el empleo de millones de argentinos, circunstancia que produjo una calamitosa realidad con hogares donde los niños nunca habían visto trabajar a sus padres y no porque fueran “vagos” como se apresuraba a culpar la derecha responsable de esa situación.
Los comedores comunitarios en villas de emergencia y barrios humildes, iglesias, clubes y locales partidarios fueron objeto de un reclamo de comida en constante aumento, madres y niños se acercaban a esos centros solidarios munidos de recipientes para llevar alimento al resto de la familia, las ollas populares surgían por todos lados como forma de combatir el hambre, pero también para hacer visible la condición en que se encontraban una enorme cantidad de compatriotas.
Cada vez más padres intentaban inscribir a sus hijos en escuelas del Estado que tuvieran comedor para asegurarle a los niños al menos una comida al día.
El presidente tenía claro que atender la situación social era prioritario, él repetía que había asumido la presidencia con más pobres que votos.
Aníbal Fernández fue el asignado para que realizara un relevamiento de todas las organizaciones piqueteras, que fueron las encargadas de atender las necesidades más urgentes de los sectores humildes cuando el Estado se desentendió del tema, algunas de esas agrupaciones tenían coincidencias con el gobierno, pero otras desconfiaban, con razón, de cualquier propuesta que viniera del Estado.
Se organizó una reunión con las cuatro principales corrientes piqueteras: Federación de Tierra, Vivienda y Hábitat (F TV) liderada por Luis D’Elía, el Movimiento Evita de Emilio Pérsico, la Corriente Clasista y Combativa (CCC) conducida por Juan Carlos Alderete y Libres del Sur comandado por Humberto Tumini.
Oscar Parrilli los recibió en la Casa de Gobierno, la intención de los dirigentes sociales era que continuaran los planes sociales y llevaron la propuesta de la creación de cooperativas de trabajo que pudieran participar en la obra pública, casi al final de la reunión apareció Kirchner para saludarlos y les agradeció la presencia.
Era la primera vez que un gobierno los recibía, que además decidió no reprimir las protestas que ya habían producido muertes entre los militantes de las organizaciones sociales como ocurrió un año antes con Kosteki y Santillán, además habían logrado la promesa de que sus propuestas serían atendidas.
Pero la situación social no era la única cuestión que debía atender el presidente, en un reportaje que le realizaron poco tiempo después de asumir los periodistas Diego Schurman y Mario Wainfeld, les dijo: “Hay un tema que tengo que resolver a fin de año y estoy trabajando con Lavagna, que es la deuda externa… La Argentina tiene 180.000 millones de dólares de deuda, 30.000 millones con los organismos multilaterales, 150.000 millones en acciones y títulos que en el mercado caen un 22%, y que grupos económicos, cuando la crisis estaba más grave, compraron al 10%. Creo que, si la Argentina no trabaja sobre la reprogramación de la deuda y la quita de intereses, no tiene destino”. (1)
La deuda externa Argentina se encontraba en default, siempre había emitido el mensaje dirigido a los acreedores y a los organismos internacionales de finanzas que los muertos no pagan sus deudas, por eso el país debía crecer, para cuando estuviera en condiciones, poder hacer frente a sus compromisos, el pueblo argentino no podía ser sometido a nuevos sacrificios.
Pero tampoco estaba dispuesto a que la economía del país fuera dirigida desde el exterior por el Fondo Monetario Internacional (FMI) por eso el 18 de abril de 2005 en una visita oficial a Alemania dijo ante la prensa: “Hay vida después del Fondo Monetario Internacional y es una buena vida…” (2)
Cuando el director gerente del FMI, Horst Koeller, estuvo en Buenos Aires, Kirchner le expresó: “La verdad, espero verlo poco. Cuando un deudor ve poco al acreedor, quiere decir que las cosas marchan bien.” (3)
Pero para atender a los más necesitados y resolver el problema de la deuda era imprescindible impulsar la recuperación del aparato productivo, destruido por años de aplicación de recetas neoliberales, había que crear empleo e incrementar el consumo interno, apelando a poner en movimiento un círculo virtuoso que posibilitaría mejorar el nivel de vida de todos los argentinos.
Las propuestas kirchneristas no coincidían en absoluto con las recetas que se recomendaban cotidianamente por la televisión y otros medios, en programas que convocaban a los mismos economistas neoliberales que promueven medidas que siempre fracasaron a un altísimo costo social, Kirchner estaba dispuesto a avanzar sin escuchar los mensajes apocalípticos de los personeros de las minorías privilegiadas.
Otra situación a la que debió hacer frente, fue a un país y muchas de sus provincias empapeladas con cuasimonedas, las cuales también contribuían a la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, porque eran cotizadas a un precio menor que el de su valor nominal.
En el mes de octubre de 2003 el gobierno decidió poner fin a las cuasimonedas, estaban los LECOP emitidos en el gobierno de De la Rua, como los Patacones de la provincia de Buenos Aires y las Lecor de Córdoba, como las de otras trece provincias, Santa Cruz fue una de las provincias que no emitió cuasimonedas.
El presidente se vio obligado a confrontar con una clase empresarial rapaz acostumbrada a fabulosas ganancias rápidas, carentes de sensibilidad social y con unas desmedidas ansias de lucro, que además deterioraban la posibilidad de alimentarse de los sectores más desprotegidos, el 24 de noviembre de 2005 en un acto en la Casa Rosada cuestionó al dueño de supermercados Coto por el manejo de los precios: “Señor Coto: yo lo conozco muy bien a usted y sé cómo trabaja sobre los bolsillos de los argentinos. Nosotros nos vamos a organizar desde el Estado y vamos a ayudar a organizar ligas de consumidores, y vamos a seguir lo que hacen ustedes permanentemente…” (4)
Los resultados de las medidas económicas adoptadas no tardaron en dejar en evidencia el éxito de la política emprendida el 25 de mayo, alcanzando un crecimiento del PBI de 8,4% en lo que se consideraba una tasa china, aunque ese índice superaba al incremento del país asiático.
Con las reservas ocurrió algo similar un crecimiento del 50 % para ubicarse en 15.000 millones de dólares. Los indicadores superaban hasta las expectativas de los funcionarios más optimistas.
Recién en septiembre de 2004 cuando vencía su mandato pudo reemplazar al presidente del Banco Central, Adolfo Prat Gay, designado en el gobierno de Duhalde, había trabajado para la banca J.P. Morgan, de ideas liberales que chocaban con varias de las propuestas que promovía el ministro Lavagna, tenía además una posición favorable a los acreedores y abogaba por medidas que favorecían a la banca privada, en definitiva, iba a contramano de lo que se proponía realizar el presidente.
Mario Wainfeld comenta lo siguiente en su libro “Kirchner el tipo que supo”: “Quiero abordar aquí una semblanza del presidente que llegó, casi de chiripa, a gobernar un país devastado, es decir, sin Estado, sin moneda, sin gobierno, en default. Con índices socioeconómicos escalofriantes, una población desolada, incrédula y enfurecida. Dos gobiernos sucesivos, uno radical y uno peronista, habían tenido que acortar su período tras derramar sangre de argentinos, jóvenes en su mayoría”
Y continuaba esta semblanza: “Kirchner, reconstruyó, paso a paso, el Estado, el gobierno. La Argentina se desendeudó, se recuperó la moneda, el empleo cobró centralidad, la redistribución de la riqueza volvió a ser una finalidad pública, se elevó la condición de los trabajadores”. (5)
El periodista realiza una magnífica síntesis de lo que se avanzó en apenas unos meses, pero eso era apenas el principio, su labor no dejó asunto importante sin abordar, algunos con más éxito, otros con menos, pero sin duda fijó un hito fundamental: aplicar medidas a favor del pueblo era posible, dejando en evidencia a los mercaderes de la política, que no estaban dispuestos a dejar esta afrenta sin castigo.
(5) Kirchner el tipo que supo. Mario Wainfeld. Siglo Veintiuno editores. 2016. Pag. 21