El Forjista
Capítulo 7 - Historia sin edulcorante
Pero así como Padilla rechazó el ofrecimiento de dinero para cambiar de bando o simplemente para dejar de combatir, hubo muchos otros que sí aceptaron y que provocaron mucho daño en el bando patriota, fue una historia con muchos héroes pero también con traidores y desertores.
La historia oficial intentó edulcorar estas luchas de la independencia evitando mencionar las traiciones y deserciones, y también disimulando las actitudes crueles e inhumanas que abundaron en esa heroica guerra, principalmente por parte de los realistas, pero también los patriotas llegaron a la triste conclusión que si no aplicaban métodos drásticos llevaban todas las de perder, porque los colonialistas no dudaban en exterminar todo prisionero que cayera en sus manos, en tanto que los actos de benevolencia que mostraron los patriotas liberando a los prisioneros bajo juramento de no volver a empuñar sus armas contra los patriotas fue reiteradamente incumplido.
El ejército español no dudó a recurrir a la tortura, el saqueo, incendiar poblaciones y a los más feroces mecanismos para destruir la voluntad de lucha del bando patriota, no dudaban en exponer los cuerpos mutilados de sus enemigos por días como forma de escarmiento y para aterrorizar a las poblaciones.
Luego de las derrotas de Belgrano, Manuel Ascencio y Juana quedaron en una situación de suma debilidad política y militar, debieron estar cambiando constantemente de residencia, llevando a sus hijos con ellos y debiendo soportar muchas privaciones.
El prestigio que ambos se habían ganado en los campos de batalla los convertía en referentes por lo que eran constantemente consultados por los habitantes de su región de influencia que le hacían llegar sus quejas cuando algún alcalde se excedía con los impuestos o si eran víctimas de malos tratos.
Miguel Ascencio y Juana organizaban entonces una incursión en el pueblo o la finca para hacer tronar el escarmiento, otras veces actuaban como Robin Hood, quietándole parte de los impuestos abusivos para repartirlo entre los afectados.
Juana se dedicó a organizar un batallón al que bautizó Húsares que tuvo su bautismo de fuego en la batalla de Tarvita el 4 de marzo de 1814, el comandante realista Benito López que se encontraba por La Laguna quiso sorprender a Padilla que salió a enfrentarlo en las inmediaciones de Tarvita, el combate fue duro y como siempre muy desigual en cuanto a armamento que poseían uno y otro contendiente, pero después de dos horas y media el jefe español fue arrollado por los enemigos que estaban comandados además de Padilla por Zárate y Juana Azurduy, López huyó dejando muchos muertos detrás suyo.
En su huida se detuvo en el pueblo de Tarvita donde ocupó la casa del cura que era amplia y fuertemente construida, ahí se atrincheraron esperando a los guerrilleros que intentaron incendiar el granero, pero el fuego no prendió, entonces Padilla con una escalera subió al techo de la casa, hizo un agujero en el techo, incendió una cesta con ajíes y lo dejó caer, el humo provocado por los ajíes resultó asfixiante y así los realistas salieron ahogados y cegados a rendirse.
Padilla decidió perdonar la vida de todos ellos, por una carta que tenía el comandante López se enteró que los realistas estaban prontos a recibir refuerzos, por lo que el 19 de marzo concurrió a enfrentar a las tropas enviadas, obteniendo otro triunfo.
La misericordia mostrada por Padilla, esta vez tuvo su resultado porque el comandante López se pasó al bando patriota llegando a ser general del ejército boliviano y se destacó salvando la vida del mariscal Antonio José Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho.