El Forjista
Capítulo 4 - Perseguidos
La familia Azurduy-Padilla comienza a sentir las consecuencias de su compromiso, sus fincas son confiscada como castigo por la posición adoptada, también los animales y la cosecha, Juana opta por ocultarse en la ciudad, pero es denunciada y confinada junto a sus hijos, es constantemente custodiada con la intención de detener a su esposo si intenta algún movimiento.
No obstante todas las prevenciones, Padilla con un contingente logra rescatar a su familia dejando a dos o tres carceleros sin vida en un audaz operativo.
Juana y sus hijos son ubicados en las alturas de Tarabuco un sitio inaccesible para quién no conociera el terreno, mientras que Juana intenta convencer a su esposo para que le permita acompañarlo en su lucha, pero este se niega.
Ella no pierde las esperanzas y mantiene una rutina de adiestramiento con la espada y la lanza, incluso con boleadoras que practica lanzándola contra cabras.
El 24 de mayo de 1812 se desarrolló la batalla de Queñual y el combate de San Sebastián, las tropas realistas comandadas por el sanguinario Goyeneche tenían por misión escarmentar a los patriotas de Cochabamba que se habían declarado a favor de la revolución, salieron de Chuquisaca hasta Cochabamba donde derrotaron a las tropas patriotas lideradas por el caudillo Esteban Arce, la misión de Padilla fue hostigar con sus guerrilleros a los colonialistas a lo largo de todo su recorrido.
Las tropas realistas se dedicaron luego del triunfo a todo tipo de pillaje e incluso mataron a todos los habitantes del pueblo de Muela, en tanto que en la Villa de Tarata fue incendiada la casa del general Arce.
Padilla regresa con su familia después de casi un año, para recuperarse de las heridas sufridas en la batalla de Queñual, ese tiempo con la familia le permitió a Manuel contarle a su esposa de la valentía de las mujeres de Cochabamba quienes ante el avance de Goyeneche y a pesar que sus hombres no se encontraban en los pueblos porque estaban combatiendo en zonas alejadas de sus hogares, decidieron tomar las armas y defenderse del avance realista quienes sin contemplaciones de ningún tipo provocaron una masacre espantosa que extendió la fama de esas mujeres a todo el Alto Perú.
Fue esa inmensa valentía y espíritu de sacrificio de las mujeres altoperuanas que lo llevó a Belgrano acampado en Jujuy a escribir el 4 de agosto de 1812: “Gloria a las cochabambinas que se han demostrado con un entusiasmo tan digno de que pase a la memoria de las generaciones venideras”.
Esta circunstancia promovió que Juana le volviera a insistir a su esposo en la necesidad que sentía de inmiscuirse en los combates por la libertad, Manuel tuvo que terminar aceptando y en 1812 Juana conformó un ejército de amazonas integrado por mujeres indígenas y mestizas.
Belgrano en tanto actuó de forma muy diferente que los jefes anteriores de la expedición del Norte, fue respetuoso de las jerarquías y las costumbres, también demostró actos humanitarios que no tuvieron los realistas, como por ejemplo luego de los triunfos en Tucumán y Salta dejó libres a los prisioneros incluso a su jefe Pío Tristán con la palabra de que no volverían a tomar las armas contra el ejército patriota.
El matrimonio Padilla-Azurduy se presentó ante Belgrano estableciéndose una relación de mutua simpatía que Belgrano mostró en cada uno de sus informes a Buenos Aires.
Los dos reciben la instrucción de Belgrano de recorrer la región reclutando voluntarios para sumarse a las tropas, lo que Juana realizaba con gran entusiasmo, que además logró que se integraran muchas mujeres, Padilla les prometía que aquellas tierras con patrones que estuvieran al servicio de los realistas serían distribuidas entre los indígenas.
En la batalla de Vilcapugio Belgrano dispuso que Padilla y su tropa se dedicaran a transportar los pesados cañones a través del terreno de montaña para situarlo en los lugares más adecuados, sin embargo, Padilla también intervino con sus guerrilleros para asegurar la retirada del general Diaz Vélez hacia Potosí.