El Forjista
Capítulo 5 - Leales
En tanto Juana se dedicó a organizar un batallón al que llamó Leales a los que le enseñó táctica y estrategia militar adoptando las enseñanzas aprendidas en libros que le regaló Belgrano.
Tanto ella como su esposo usaban orgullosos los colores celeste y blanco de la bandera creada por el general que el primer triunvirato había desautorizado porque el gobierno de Buenos Aires no quería irritar a las potencias, ni a los españoles ni a los ingleses que por esos años eran aliados de España.
Para la batalla de Ayohuma, Belgrano convocó a Padilla y ubicó a sus dos lugartenientes en uno de los flancos, una era Juana que ya entraba en combate y el otro Zelaya, las tropas regulares que formaban parte del otro flanco se desbandaron rápidamente, pero los Leales de Juana mostraron su bravura a pesar de carecer de armas de fuego, las que si tenía el enemigo, resistieron todo lo que pudieron pero terminan siendo prácticamente aniquiladas.
Fue por el coraje mostrado en esa batalla por Juana Azurduy que Belgrano le obsequiará su espada que ella lucirá con orgullo hasta su muerte.
La derrota en Ayohuma provoca que las tropas de la expedición del Norte se retiren del Alto Perú, Padilla y Juana habían tenido muchas expectativas en ese ejército que se retiraba derrotado, los caudillos altoperuanos debían hacer frente a los realistas con sus exiguas fuerzas y recursos, con la retirada del ejército quedaban nuevamente librados a su suerte y su valor.
La única táctica posible ante semejante disparidad de fuerzas era la guerra de guerrillas imitando el ejemplo que Güemes aplicaba en Salta y Jujuy
El territorio donde combatían Juana y Padilla, formó parte de las Provincias Unidas del Río de la Plata hasta 1825 cuando Bolivia obtuvo su independencia, iba desde el norte de Chuquisaca hasta las selvas de Santa Cruz.
Bartolomé Mitre llamó La Guerra de Republiquetas la que debieron combatir los bravos caudillos del Alto Perú contra las tropas profesionalizadas del ejército español, esa guerra duró 15 años, los combates eran constantes, fueron muy pocos los caudillos que pudieron sobrevivir a esa guerra sin cuartel, según Mitre de 102 caudillos altoperuanos sólo 9 quedaban con vida cuando Bolivia obtuvo su independencia, lo que da una idea del sacrificio al que estuvieron dispuestos esos patriotas, la mayoría de ellos eran indígenas o mestizos y no tenían más que piedras y palos para hacer frente a un ejército que estaba mucho mejor equipado.
Las tropas altoperuanas se comunicaban a través del fuego y el humo, que prendían en las cumbres, su arma más potente era el factor sorpresa para caerle al enemigo cuando menos lo esperaba y el conocimiento del terreno que le permitía desaparecer tan rápido como aparecían.
El general e historiador boliviano Miguel Ramallo escribió: “Para ellos no había cuartel, sabían que iban a ser bárbaramente inmolados si eran hechos prisioneros, y a pesar de todo nunca el miedo ni el desaliento tuvo cabida en sus generosos pechos, hasta que después de más de dieciséis años de lucha constante, sin que ésta tuviese tregua ni un día, ni una hora, vieron brillar en el cielo de su patria el hermoso sol de la libertad”.
Entre los enemigos había muchos oficiales que eran americanos y eso no le impedía actuar con una crueldad inusitada contra sus coterráneos, algunos eran incorporados por la fuerza, pero otros lo hacían porque la paga era mayor, más aún cuando en el bando patriota muchas veces ni los profesionales cobraban por la debilidad de las finanzas públicas.