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El Forjista

Biografía de Juana Azurduy

 

Capítulo 15 - Una lucha desigual

 

 

Como ocurría cada vez que la expedición del Norte era derrotada los caudillos altoperuanos quedaban a merced de las crueles represalias realistas, repetimos lo escrito por Bartolomé Mitre, de 102 caudillos patriotas altoperuanos, cuando se declaró la independencia de Bolivia sólo quedaban con vida nueve.

La liberación del Alto Perú fue la más tardía de las naciones sudamericanas mostrando el poderío, la experiencia y la crueldad de los ejércitos españoles, en contraposición a unas guerrillas carentes de medios, pero con un valor sin igual.

Sin lugar a dudas, la historia de nuestro país se contó fundamentalmente desde Buenos Aires y por eso, episodios como estos fueron cuidadosamente barridos debajo de la alfombra para que sean de difícil acceso.

Al comienzo de abril de 1815 la ciudad de Chuquisaca estaba otra vez en poder de los realistas había un clima de inquietud por el rumor que Padilla atacaría la ciudad, por eso fue que las tropas invasoras recibieron refuerzos para esperar al caudillo.

Sobre la situación de la ciudad de Chuquisaca dice Miguel Ramallo: “La juventud que se instruía en los claustros de la Universidad Mayor de San Francisco Xavier, era patriota. Su altivo carácter no admitía un señor absoluto, no quería ser gobernada por un monarca de quien la separaba un Océano y en nombre del que sus satélites cometían toda clase de abusos y depredaciones. Amaba la libertad como se ama a la lumbre del sol que alumbra y vigoriza la creación y como al aire que se respira. Pero toda esa gente que se decía noble y tenía en sus manos la fortuna del país, envuelta entre viejos pergaminos, era goda, así como los más furibundos realistas eran los sacerdotes del Altísimo, que veían en el Rey la imagen de Dios en la tierra, cubierto siempre de aquel poder absoluto emanado del cielo; de aquel derecho divino en cuyo nombre hacían barbaridades y abominaciones sin cuento, indignas de su ministerio. Pero en honor de la justicia diremos que en el clero de esa época han existido eminentes republicanos, ardientes patriotas y sabios eclesiásticos, llenos de virtudes evangélicas a los que debe mucho la revolución redentora.”

Ese ejército realista tenía curas y gente notable de la ciudad que se hacían llamar “Los Voluntarios distinguidos” y otro llamado los “Lanceros Urbanos” formados por comerciantes y artesanos que marchaban al servicio de los colonialistas.

El ejército de Padilla, si tal nombre puede darse a su montonera se componía de un Escuadrón de “Caballería ligera”, mandada por el comandante don Jacinto Cueto; el batallón de “Leales” con Juana Azurduy a cargo; el famoso batallón “Cazadores de Infantería”, tan temible en el combate por lo certero de sus disparos, mandado por el Capitán Torres y un cañón de a cuatro, manejado por Berdeja. Luego las columnas mal armadas de Miranda, Serna y Zalazar y las montoneras de indios armados de chuzos, hondas y macanas, comandadas por Carrillo y Callisaya.

Nuevamente esos dos bandos se enfrentaron en la Segunda Batalla de las Carretas el 4 de abril de 1815, donde luego de cinco horas de combate los guerrilleros decidieron retirarse ante el avance de los realistas y los esperaron en el pueblo de Tarabuco primero y luego de Soropaya pero los godos decidieron no seguirlos porque las bajas habían sido considerables.

En la retirada Padilla se encontró con Arenales sumando sus fuerzas y siguieron hasta La Laguna sin ser molestados. En Chuquisaca los realistas debieron habilitar casas particulares para atender a los heridos.

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