El Forjista
Capítulo 36 - El saqueo de la Fundación
La dictadura surgida del golpe de estado del 16 de septiembre de 1955 descargó toda su saña contra los hogares de la Fundación, se procedió a quemar libros, sábanas, frazadas, cubrecamas, platos, cubiertos y todos aquellos elementos que tuviera el distintivo de la institución, hasta se llegó a la incomprensible salvajada de destruir pulmotores, cuando años después el país sufrió una epidemia de polio y fueron imprescindibles esos aparatos, fue necesario importarlos desde los Estados Unidos.
La Ciudad Infantil que reproducía una ciudad en miniatura fue aplastada por aplanadoras y las piscinas fueron cubiertas de cemento. El que conocimos como Albergue Warnes tenía el destino de convertirse en el Hospital de Niños más grande de América Latina, pero los tiranos decidieron paralizar las obras, durante la presidencia de Menem se decidió su demolición.
Ramón Cereijo, Ministro de Hacienda y administrador de la Fundación testimonió: “Cuando fue intervenida, la Fundación tenía 600 millones de pesos en la caja. Cuando comenzó – y así se testimonió en el acta que labró el escribano Raúl Gaucherón- sólo diez mil pesos formaban su capital”.
También explicó Cereijo: “Yo firmaba 35 mil cheques por año, por eso al morir la señora, ordené una verificación a fondo de las finanzas y presentamos una memoria completa y al día. Así seguimos hasta septiembre de 1955, en que la Revolución (autodenominada Libertadora) encontró un activo de 3.500 millones de pesos. El nuevo gobierno no integró ese dinero a las cajas de jubilaciones (como lo preveía el estatuto de la Fundación en caso de disolución)”.
El gobierno incautó los bienes de la Fundación, hasta ese momento contaba con un presupuesto anual de mil millones de pesos, sus inmuebles fueron tasados en 1.600 millones y sus activos en 3.500 millones.
Se formó una comisión investigadora que no encontró ninguna irregularidad, halló depósitos de dineros intactos por un monto de 250 millones de dólares al cambio de octubre de 1955, importe que nunca fue depositado en las cajas de jubilaciones como fue prometido por los golpistas.
En el informe que investigó la Fundación se decía: “Desde el punto de vista material de la atención de los menores era múltiple y casi suntuosa. Puede decirse, incluso, que era excesiva, y nada ajustada a las normas de sobriedad republicana que convenía, precisamente, para la formación austera de los niños. Aves y pescado se incluían en los variados menús diarios. Y en cuanto al vestuario, los equipos mudables, renovables cada seis meses, se destruían”.
El informe denota el sentido clasista de sus redactores que consideraban que los pobres no eran merecedores de semejante atención, contrariamente a lo pensaba Eva, ellos temían que los humildes se acostumbraran a una vida digna y luego le reclamaran a los gobernantes mantener ese nivel de justicia social.
La comisión investigadora llegó a la siguiente conclusión: “A pesar de la exhaustiva investigación llevada a cabo no se ha llegado a comprobar hechos que estuvieran penados por las leyes, pues el procedimiento técnico y legal al que se ajustaron las licitaciones, concursos de precios y compras han sido realizados en todo momento dentro de las normas administrativas de rutina, pero tampoco cabe duda alguna que ciertos jefes de dichas dependencias se encuentra comprometidos, pues muchos detalles nos llevan a la presunción, más al ser imposible probarlos por falta de elementos de juicio indispensables, no puede iniciarse acción judicial contra los mismos”.
En tanto Adela Caprile que participó de la liquidación de la Fundación nombrada por los golpistas dijo: “Nunca hubiera creído que se pudiera reunir semejante cantidad de raquetas de tenis. Era un despilfarro y un delirio, pero no era un robo. No se ha podido acusar a Evita de haberse quedado con un peso. Me gustaría poder decir lo mismo de los que colaboraron conmigo en la liquidación del organismo”.
Eva había explicado en “La Razón de mi vida” la necesidad de administrar los fondos destinados a la Fundación con la mayor meticulosidad: “Yo cuido de esos aportes más que de mi propia vida… y he prometido que la Fundación manejará sus fondos en caja de cristal, a fin de que jamás se empañe con las más leve sombra, ese dinero limpio -¡el único dinero limpio que yo conozco!- que viene de las manos honradas de los obreros”.
El gobierno surgido del golpe también montó una exposición con la supuesta intención de mostrar al público como vivían Perón y Eva, allí se expusieron autos de Perón, centenares de sombreros y zapatos de Eva, y se dedicó un espacio especial a las joyas.
Perón dijo al respecto: “Esas joyas estaban guardadas y a disposición de la Comisión del Monumento a Eva Perón, designada y costeada por suscripción popular, para servir de garantía a préstamos para la vivienda obrera, según lo dispusiera Eva Perón en su testamento, que fue leído en la Plaza de Mayo ante un millón de personas el 17 de octubre de 1952”.
Y siguió exponiendo el fraude: “El truco es simple: se agregaron joyas por un valor de 27 a 87 millones. Hemos visto algunas fotografías, y no reconozco en ellas las joyas pertenecientes a Eva Perón, que conocía perfectamente. ¡Quién sabe qué joyerías habrán cooperado en esa superchería!”.
Aún hoy nada se sabe sobre el destino de esos objetos, lo cierto es que no se cumplió con el deseo de Eva de que lo recaudado por la venta de las joyas y otras propiedades fueran destinados a los sectores más humildes, sino que fue a engrosar las fortunas de algunos gorilas vinculados al poder golpista. Cada tanto aparecen en Nueva York o Londres esas joyas en alguna subasta. Bajo el argumento de investigar al peronismo se efectuó un verdadero saqueo de los bienes de muchos peronistas y del patrimonio del pueblo argentino.
La enfermiza intención de eliminar cualquier vestigio del paso de Eva en la vida política argentina provocó que Aramburu dispusiera la demolición de la Residencia Presidencial de Austria y Libertador, que también ordenó demoler una casa de Eva en la calle Teodoro García.