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El Forjista

Biografía de Eva Perón

 

Capítulo 17 - El rol de la mujer

 

 

Argentina era un país altamente machista en la época en que Eva luchó por el voto femenino y por mejorar la situación de las mujeres, tal es así que hasta  las mentes más avanzadas de la época no podían sustraerse de ese ambiente patriarcal, incluida las mismísima Eva que deslizó algunas opiniones que leídas en la actualidad pueden parecer retrógradas si no se las analiza en el contexto del momento en que se pronunciaron.

Eva no se consideraba feminista, de las que tenía un visión estereotipada y prejuiciosa: “Confieso que el día que me vi ante la posibilidad del camino ‘feminista’ me dio un poco de miedo… Ni era soltera entrada en años, ni era tan fea por otra parte como para ocupar un puesto así … que, por lo general, en el mundo, desde las feministas inglesas hasta aquí, pertenece, casi con exclusivo derecho, a las mujeres de ese tipo…mujeres cuya primera vocación debió ser indudablemente la de ser hombres. ¡Y así orientaron los movimientos que ellas condujeron! Parecían estar dominadas por el despecho de no haber nacido hombres, más que por el orgullo de ser mujeres… Resentidas con las mujeres porque no querían dejar de serlo y resentidas con los hombres porque no las dejaban ser como ellos, las ‘feministas’, la inmensa mayoría de las feministas del mundo en cuanto me es conocido, constituían una rara especie de mujer…¡que no me pareció nunca del todo mujer!”.

También creyó que el lugar de la mujer era en el hogar por eso siguiendo con esa línea de pensamiento decía en La razón de mi vida: “Todos los días millares de mujeres abandonan el campo femenino y empiezan a vivir como hombres. Trabajan casi como ellos. Prefieren, como ellos, la calle a la casa. No se resignan a ser madres, ni esposas. Sustituyen al hombre en todas partes ¿Eso es ‘feminismo’? Yo pienso que debe ser más bien masculinización de nuestro sexo. Y me pregunto si todo este cambio ha solucionado nuestros problemas. Pero no. Todos los males antiguos siguen en pie y aún aparecen otros nuevos. Cada día es mayor el número de mujeres jóvenes convencidas de que el peor negocio para ellas es formar un hogar. Y sin embargo para eso nacimos”.

Pero de la misma manera ponía en evidencia la disparidad de derechos entre el hombre y la mujer, y en eso sí marcaba una posición francamente de avanzada: “En las puertas del hogar termina la nación entera y comienzan otras leyes y otros derechos…la ley y el derecho del hombre… que muchas veces sólo es un amo y a veces también…dictador. Y allí nadie puede intervenir”.

Se constituyó en una de las pocas voces que denunciaban los padecimientos de las mujeres en el seno de la familia patriarcal  incursionando en temas que se creían del ámbito privado donde el Estado no debía intervenir ni opinar: “La madre de familia está al margen de todas las previsiones. Es el único trabajador del mundo que no conoce salario, ni garantía de respeto, ni límite de jornadas, ni domingo, ni vacaciones,  ni descanso alguno, ni indemnización por despido, ni huelgas de ninguna clase…. Todo eso – así lo hemos aprendido desde ‘chicas’- pertenece a la esfera del amor… ¡y lo malo es que el amor muchas veces desaparece pronto en el hogar…y entonces, todo pasa a ser ‘trabajo forzado’… obligaciones sin ningún derecho….! ¡Servicio gratuito a cambio de dolor y sacrificios! Yo no digo que siempre sea así. No tendría yo derecho a decir nada, desde que mi hogar es feliz… si no viera todos los días el dolor de tantas mujeres que viven así… sin ningún horizonte, sin ningún derecho, sin ninguna esperanza. Por eso cada día hay menos mujeres para formar hogares”.

Se adelantó a su época al proponer el salario para el ama de casa y la asignación universal por hijo: “Nacimos para constituir hogares. No para la calle. La solución nos la está indicando el sentido común. ¡Tenemos que tener en el hogar lo que salimos a buscar en la calle: nuestra pequeña independencia económica…que nos libere de llegar a ser pobres mujeres sin ningún horizonte, sin ningún derecho y sin ninguna esperanza!”.

Proponiendo concretamente: “Pienso que habría que empezar por señalar para cada mujer que se casa una asignación mensual desde el día de su matrimonio. En sueldo que pague a las madres toda la nación y que provenga de los ingresos de todos los que trabajan en el país, incluidas las mujeres. Nadie dirá que no es justo que paguemos un trabajo que, aunque no se vea, requiere cada día el esfuerzo de millones y millones de mujeres cuyo tiempo, cuya vida se gasta en esa monótona pero pesada tarea de limpiar la casa, cuidar la ropa, servir la mesa, criar los hijos…, etc. Aquella asignación podría ser inicialmente la mitad del salario medio nacional y así la mujer ama de casa, señora del hogar, tendría un ingreso propio, ajeno, a la voluntad del hombre. Luego podrían añadirse a ese sueldo básico los aumentos por cada hijo, mejoras en caso de viudez, pérdida por ingreso a las filas del trabajo, en una palabra todas la modalidades que se consideren útiles a fin de que no se desvirtúen los propósitos iniciales”.

Defender los derechos de las mujeres tal vez haya sido la primera misión que ella se impuso, luego Perón le fue asignando otras funciones que cumplió con una inclaudicable decisión, en un discurso realizado el 27 de enero de 1947 Eva afirmó: “Por eso estoy con vosotras. Por eso seguiré junto al que sufre, al que espera, al que desfallece, al que solicita, al que sucumbe. Por eso, compañeras, mi acción social irá ensanchándose, en la medida que se ensanchan las heridas y las necesidades de ese noble y cálido pueblo, de cuyo seno he salido…Todo lo hemos supeditado, repito, al fin último y maravilloso de ‘Servir’. Servir a los descamisados, a los débiles, a los olvidados, que es servir – precisamente- a aquellos cuyo hogar conoció el apremio, la impotencia y la amargura”.

Aún cuando creyera que el lugar de la mujer fuera su hogar, su vida fue un ejemplo magnífico de lo inmenso que puede ser el aporte de la mujer cuando se dedica a mejorar la situación de sus semejantes.

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