El Forjista
Capítulo 10 - El peronismo según Eva
El peronismo tuvo en ella a su más enfática defensora, puso todo su fervor y su encendida oratoria a disposición del movimiento del que fue una figura descollante, pero del que siempre se consideró una militante más.
Desde que Perón asumió el gobierno, ella mostró sus condiciones como predicadora de la doctrina justicialista, el 3 de agosto de 1946 decía en una exposición: “…porque el Peronismo es, sobre todas la cosas, un esfuerzo magnífico de las masas obreras para recuperar la Nación, para recuperar un país que había sido entregado a los usufructuarios del fraude y a los hombres sin conciencia, que, en procura del propio beneficio, se desinteresaban del dolor de los humildes. Estamos creando un mundo mejor; estamos luchando por una Argentina más justa, por una patria más grande y más fuerte, y más amiga de los trabajadores”.
En el mismo discurso trató de explicitar esa asociación entre ese movimiento político y los trabajadores, una relación perdurable que supo sortear muchas pruebas: “…por primera vez en la historia de la Patria, trabajadores y gobernantes constituyen una misma cosa; de que, por primera vez, las altas esferas no están tan altas que resulten sordas a los clamores de la masa, tanto como sensibles a los intereses de ciertas minorías, sino que se realiza el supremo ideal democrático de que se gobierne para el pueblo, con el pueblo y para el pueblo…”.
Pero ella nunca pudo hablar del peronismo sin referirse al líder, sin el cuál no era posible entender la complejidad de ese movimiento: “Piensen que en la Casa Rosada hay un hombre que sueña, lucha y trabaja por la felicidad de todos los argentinos, para que hasta el último rincón de la República, en todas sus provincias y territorios, la patria sea más grande y justa, de modo que no ocurra como antes, en que se gobernaba no para todo el país sino para cien familias privilegiadas”.
A pesar que su función dentro del gobierno estaba centrada en la problemática de las mujeres, los trabajadores y la ayuda social, tenía una visión global de la situación y nunca dejaba de remarcar aquellos aspectos que tenían por finalidad la reafirmación de la soberanía nacional. El 17 de octubre de 1948 en el discurso pronunciado en la Plaza de Mayo dijo: “Ayer nomás, la totalidad de nuestros servicios públicos se manejaban desde el exterior y, como es natural, se buscaban las ventajas y los intereses de sus accionistas sin tomarse en consideración, como cosa fundamental, las necesidades y los derechos de los argentinos. Hoy, nuestros servicios públicos, dirigidos por argentinos, controlados por argentinos y ejercidos por argentinos, tienen como único objetivo y como única razón de ser la de servir a los argentinos. Ayer nomás, nuestras masas laboriosas, negadas en sus derechos y carentes de justicia social, miraban hacia el porvenir de sus hijos como se mira hacia una amenaza y una maldición. Sin leyes sociales, sin seguridad y sin pan, estaban a merced de una oligarquía y de un capital que despreciaban la condición humana y sólo tenían ojos y sensibilidad para sus balances fabulosos. Hoy, dignificada por salarios justos, capacitada y sostenida por una legislación social amplia y previsora, la masa trabajadora argentina ejemplifica el más alto nivel de vida de la historia actual”.
Nadie como Eva comprendió el significado profundo del 17 de octubre de 1945, en tanto fue la aparición de la clase trabajadora argentina como protagonista de la historia nacional, en la gran cantidad de discursos pronunciados siempre se hacía un tiempo para recordar esa fecha: “El 17 de octubre la incomprensión y la antipatria rondaba y había caído preso el general Perón. Los detractores, los egoístas, no querían que un hombre levantara la bandera de la justicia social, porque con ello les restaba un poco a sus colosales dividendos, no querían que un hombre pensara que debía gobernar para todos los argentinos y no para cien familias privilegiadas; no querían que un hombre se acercara a los hogares humildes de la patria y les dijera que ellos eran tan argentinos o más que ellos, porque trabajaban y forjaban la grandeza de la Patria; no querían que un hombre le sacara la venda al pueblo argentino y le dijera que durante cien años los habían engañado y habían jugado con ellos y se habían burlado de sus aspiraciones más íntimas que pudiera tener un pueblo trabajador”.
En su último 1° de mayo, el de 1952, Eva realizó una seria advertencia a los enemigos del peronismo que ya habían intentado en septiembre de 1951 un golpe de estado: “Yo les pido a Dios que no permita a esos insensatos levantar la mano contra Perón, porque ¡guay de ese día! Ese día, mi General, yo saldré con el pueblo trabajador, yo saldré con las mujeres del pueblo, yo saldré con los descamisados de la Patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista. Porque nosotros no nos vamos a dejar aplastar jamás por la bota oligárquica y traidora de los vendepatrias que han explotado a la clase trabajadora; porque nosotros no nos vamos a dejar explotar jamás por los que, vendidos por cuatro monedas, sirven a sus amos de las metrópolis extranjeras y entregan al pueblo de su Patria con la misma tranquilidad con que han vendido al país y sus conciencias; porque nosotros vamos a cuidar de Perón más que si fuera nuestra vida, porque nosotros cuidamos una causa que es la causa de la Patria, que es la causa del pueblo, que es la causa de los ideales que hemos tenido en nuestros corazones durante tantos años. Hoy, gracias a Perón, estamos de pie virilmente. Los hombres se sienten más hombres, las mujeres nos sentimos más dignas, porque dentro de la debilidad de algunos y de la fortaleza de otros está el espíritu y el corazón de los argentinos para servir de escudo en defensa de la vida de Perón”.
Para que no quedaran dudas sobre sus intenciones de devolver golpe por golpe para no dejar envalentonar a los personeros de la oligarquía que con sus acciones cotidianas mostraban que no estaban dispuestos a buscar soluciones dentro del marco democrático: “Yo quiero hablar hoy, a pesar de que el General me pide que sea breve, porque quiero que mi pueblo sepa que estamos dispuestos a morir por Perón y que sepan los traidores que ya no vendremos aquí a decirle ‘Presente’ a Perón, como el 28 de septiembre, sino que iremos a hacernos justicia por nuestras propias manos. Hay mucho dolor que mitigar; hay que restañar muchas heridas, porque todavía hay muchos enfermos y muchos que sufren. Lo necesitamos, mi General, como el aire, como el sol, como la vida misma”.