El Forjista
La destructividad difiere del sadismo en el sentido que la primera se propone la eliminación del objeto, pero es similar en cuanto también es una consecuencia de la sensación de aislamiento e impotencia.
El amor, el deber, el patriotismo y la conciencia han sido utilizadas para esconder impulsos destructivos hacia las demás personas e incluso hacia uno mismo. Es cierto que algunas veces puede tratarse de una reacción lógica para defendernos de un ataque contra nuestra vida, pero a ese tipo de reacción no se la puede considerar destructiva en tanto el objetivo no consiste en eliminar al objeto sino la de poner fin al peligro que nos amenaza.
El análisis que realizó Fromm sobre la destructividad consistió en considerar esa manifestación que se produce cuando no media ninguna situación en que corra riesgo la vida de quién asume una conducta cargada de agresividad.
El pensador alemán estableció que existía una relación entre la destructividad y el amor a la vida, y así lo dijo: “... el impulso de vida y el de destrucción no son factores mutuamente independientes, sino que son inversamente proporcionales”. (1)
Konrad Lorenz (1903-1989) y muchos otros estudiosos consideraban que el comportamiento violento del hombre que se manifestaba en guerras, crímenes y otras formas destructivas, eran consecuencia de su instinto innato, programado genéticamente, que espera solapadamente su oportunidad para manifestarse.
Cuestionamientos al pensamiento de Lorenz surgieron de la escuela psicológica conocida bajo la denominación de conductismo, que a diferencia del instintivismo de Lorenz, no se interesaba por las fuerzas subjetivas que impulsan al hombre a actuar de determinado modo, no le preocupaba lo que siente, sino la manera en que se conduce y el condicionamiento social que provoca esa conducta. En la sociedad industrial por ejemplo las personas son cerebrales, sienten poco, y consideran que las emociones no tienen demasiada utilidad.(2)
La teoría de Lorenz tiene su raíz en Thomas Hobbes (1588-1679) que defendía la idea que el estado natural del hombre era la guerra y consideraba que la agresión humana es innata, sostenía un darwinismo en lo social y moral que obscurecen los factores psicológicos y sociales de la agresión.(3)
Contrariamente, los ambientalistas o conductistas sostenían que el comportamiento del hombre está determinado exclusivamente por la influencia del medio ambiente, es decir por los factores sociales y culturales, no por los innatos. El conductismo fue fundado por J. B. Watson (1878-1958) que se basaba en la premisa que el comportamiento humano es la materia de estudio de la psicología.(4)
El neoconductismo está atravesado por la experiencia del dominio de la burguesía: la primacía del egotismo y el interés personal por sobre las demás pasiones. Burrhus Frederic Skinner (1904-1990) uno de los más influyentes de esa escuela consideraba que el hombre es maleable, sujeto a las influencias sociales y que nada de su naturaleza puede considerarse un obstáculo para evolucionar hacia una sociedad pacífica.(5)
La mayoría de quienes escribieron sobre la agresión en los Estados Unidos eran conductistas: “La fórmula es que uno obra, siente y piensa del modo que resulta ser un buen método para obtener lo que uno quiere. La agresión, como cualquier otro tipo de comportamiento, se aprende, simplemente sobre la base de buscar la ventaja óptima posible para uno”.(6)
Se puede realizar la clasificación de las agresiones en dos tipos, aquellas que el hombre comparte con el resto de los animales, que es el impulso instintivo a defenderse o huir cuando la vida se encuentra en peligro, esta agresión puede considerarse “benigna” pues es defensiva y está asociada a la supervivencia del individuo, concluye ni bien desaparece el peligro. La “agresión maligna” es la crueldad y la destructividad, es específicamente humana, no es genética, puede no tener ninguna finalidad y también puede ser placentera para quién la ejecuta. El hombre difiere del animal porque es el único primate que mata y tortura a miembros de su propia especie, sin razón alguna y puede sentir satisfacción al hacerlo.
La diferencia entre la agresión maligna y benigna refieren a la distinción entre instinto y carácter. El carácter es la segunda naturaleza del hombre y reemplaza a los instintos, las pasiones humanas como el amor, la libertad, el sadismo, el ansia de poder o de tener, son propuestas a las necesidades existenciales. Los instintos son soluciones a las necesidades fisiológicas del hombre, en tanto que las pasiones que se encuentran condicionadas por el carácter constituyen respuestas a las necesidades existenciales y son específicamente humanas.(7)
En la forma de guerrear de los primitivos no existía una organización con caudillos permanentes, esos conflictos no eran frecuentes y no tenían por objeto la conquista ni la muerte de la mayor cantidad de adversarios. La guerra “civilizada” tiene jefes permanentes, apunta a conquistar territorios y obtener esclavos o algún tipo de botín.
Algunos estudios indican que la guerra apareció un tanto tardíamente en la evolución humana, existieron algunas sociedades primitivas que eran incapaces de encarar una guerra pues la misma requiere un nivel de conceptualización tal, que no les permitía imaginar una organización para atacar a un vecino, la mayoría de las guerras primitivas apenas fueron reyertas armadas.
Hubo autores que defendieron la idea que la belicosidad no es una pulsión natural del hombre sino que se manifiesta con la civilización, cuanto mayor es la división del trabajo en una sociedad, mayor es la violencia, por consecuencia las sociedades con un claro sistema de clases son las más guerreras.
Es común encontrarse con gente que piensa que si el hombre civilizado es violento, en el pasado debió de haberlo sido aún con mayor intensidad. Quincy Wright (1890-1970) confirmó la tesis que los hombres primitivos eran menos guerreros y que la belicosidad aumentó a medida que se incrementó la civilización, si la destructividad humana hubiese sido innata la tendencia debió ser la inversa.(8)
Los cazadores y agricultores prehistóricos no tenían envidia ni deseos de posesión, no había propiedad privada a qué aferrarse, además las diferencias sociales no eran de consideración. Su modo de vida conducía naturalmente a la colaboración, cooperación y a la vida pacífica, no existían deseos de explotar a otro ser humano.(9)
La guerra como institución es algo más moderno, se instaló simultáneamente al nacimiento de la realeza, unos 3000 años antes de Cristo, y no se debió a cuestiones psicológicas de la agresión humana, fue la consecuencia de condiciones objetivas que convirtieron a la guerra en un instrumento útil para incrementar el poderío y la riqueza de la realeza, esto fue acompañado simultáneamente por un cambio de la situación de la mujer en la sociedad y en las creencias religiosas, la mujer dejó de ser el símbolo de la fuente de vida y la fertilidad. El intelecto pasó a ser lo más importante pues producía nuevos inventos, técnicas y pensamientos abstractos.
La sociedad surgida de esas transformaciones se basó en el principio del dominio patriarcal sobre los esclavos, las mujeres y los niños. Para lograr sus objetivos la sociedad debía controlarlo todo, y para que los hombres fueran controlables debían aprender a ser obedientes para lo cual era necesario que se convencieran, por las buenas o por las malas, de la superioridad indiscutible de las autoridades. Mientras que en la aldea neolítica los gobernantes acompañaban a su pueblo y no lo explotaban, constituyéndose en una autoridad racional, con el patriarcado llegó la autoridad irracional. (10)
Al analizar culturas primitivas, Fromm se proponía mostrar que las sociedades que no hacían de la agresión una costumbre no eran tan raras, además quería poner en evidencia que la agresividad no es un rasgo sino parte de un síndrome, la misma se encuentra junto a otras características como la jerarquía estricta, la dominación, la división en clases, por lo tanto la agresión puede considerarse como parte del carácter social y no como un rasgo de conducta aislado.(11)
Fromm analizó unas 30 tribus primitivas descriptas por cuatro antropólogos desde el punto de vista de la agresividad y la apacibilidad, dichos estudios le permitieron detectar tres características claramente diferenciadas.
A unas sociedades las denominó como afirmadoras de la vida, esto significaba que los ideales, costumbres e instituciones tienen una tónica donde se defiende la vida. Había en ellas un mínimo de violencia, los castigos no eran humillantes, no había crímenes y la guerra estaba ausente o jugaba un papel carente de importancia. Trataban a los niños amablemente y no existían los castigos corporales, había igualdad entre hombres y mujeres, la actitud frente al sexo era de tolerancia y no había cabida para la envidia, la codicia y la explotación. Tampoco existía la competencia ni el individualismo, en cambio estaba presente la cooperación, en tanto la propiedad privada sólo alcanzaba a los objetos que se usaban cotidianamente. Abundaba el buen humor y no había lugar para las depresiones. Estas características pueden encontrarse tanto en sociedades con abundancia de bienes materiales como en otras con escasez de medios.
Otro tipo de sociedad fue denominada como agresiva no destructiva, la agresividad y la guerra no eran importantes pero sí normales, existía competencia, jerarquía e individualismo. Los integrantes de estas sociedades no estaban impregnados de crueldad y destructividad pero no gozaban de afabilidad y confianza, imperaba un espíritu de agresividad viril y un deseo por poseer cosas.
Por último quedaban aquellas sociedades a las que denominaba destructivas que se caracterizaban porque había mucha violencia, crueldad y agresión tanto en el interior de la tribu como con sus vecinos, existía placer al hacer la guerra, el clima general imperante era de miedo y hostilidad. Abundaba la competencia y se ponía especial énfasis en la propiedad privada, en las jerarquías que eran estrictas y las guerras constituían parte sustancial de la vida.
Además Fromm nos daba un ejemplo de cada uno de esos tipos de sociedades primitivas que aquí repasaremos de manera rápida. Los indios zuñis habitaban el suroeste de los Estados Unidos, vivían de la agricultura y el pastoreo de ovejas, era una tribu que podía ser incluida entre los afirmadores de la vida, las cosas materiales carecían de importancia y la principal preocupación estaba establecida en los asuntos religiosos. El suicidio estaba fuera de la ley y en sus creencias no se recurría al miedo. No tenían el concepto de pecado ni aún en las cuestiones vinculadas con el sexo, la castidad no era considerada una virtud.(12)
Los manus, pueblo que vive en las islas del Almirantazgo al norte de Nueva Guinea, constituyen una sociedad agresiva no destructiva, el fin principal no es disfrutar de la vida sino la búsqueda del triunfo personal por medio de actividades económicas. Toda la energía está puesta en obtener el éxito material, esforzándose de tal manera que pocos llegaban a la edad madura. Son obsesivos con el trabajo y está permanentemente presente el temor al fracaso. No tener bienes y éxito disminuyen el prestigio social, en la educación de los jóvenes se acentúa el interés por la propiedad y en exaltar el individualismo. El matrimonio es una transacción comercial, donde el esposo se compromete a dedicar su vida a la obtención de bienes materiales. En esta sociedad hay poco amor y afecto pero tampoco existe la agresividad y la crueldad.
Los dobuanos habitantes de la Isla de Dobu en Nueva Guinea conforman una sociedad destructiva, había dos rasgos característicos uno era la importancia de la propiedad privada, el otro el uso cotidiano de la brujería. Toda la vida estaba regida por la magia, todos los logros y ventajas se obtienen a partir de la derrota de un rival, pero la competencia no era abierta y leal, sino oculta y traicionera. El ideal es obtener lo que a otro pertenece mediante engaños. Hay una ausencia absoluta de alegría y juegan un papel importante los impulsos sexuales.(13)
Luego de este análisis sobre las sociedades primitivas, algunas de las cuales aún subsisten en la actualidad con pocos cambios, Fromm llegó a la conclusión, que no era sino una reafirmación, que la teoría instintivista sobre la destructividad humana no tenía asidero alguno, aún cuando hiciera falta una aclaración: “Pero el que la destructividad y la crueldad no formen parte de la naturaleza humana no quiere decir que no sean difundidas e intensas, hecho que no necesita prueba”.(14)
La agresividad defensiva está integrada al cerebro humano de igual manera que al resto de los animales, pues tiene la misión crucial de defensa ante la amenaza de los intereses vitales. Si la agresividad humana estuviera al mismo nivel que el resto de los mamíferos en realidad viviríamos en una sociedad bastante pacífica, pero por cierto que no es así, la historia de la Humanidad está plagada de destructividad y crueldad, la agresión en cada generación supera a la de sus antepasados.
La tesis que expone Fromm es que la destructividad del hombre no puede explicarse en términos de la herencia animal ni de un supuesto instinto destructor, sino que debe entenderse sobre la base de factores que hacen al hombre diferente de los animales. La agresión maligna es exclusiva del ser humano, al no ser innata puede ser desarraigada, es decir puede ser modificada si se incorporan pautas distintas a las que provocaron la actitud de agresividad y destrucción.(15)
La gama de intereses del ser humano es obviamente mucho más amplia y compleja que la de los animales, el hombre necesita tener cierto equilibrio psíquico y conservar su sistema de orientación, es decir un conjunto de ideas que direccionen su vida y del que depende su sentido de identidad y su capacidad de obrar. Si otros lo amenazan con ideas opuestas puede interpretarlas como una amenaza a su propio sistema de vida y por lo tanto puede reaccionar tal como si se tratara de una amenaza a su vida.
Además de un sistema de orientación el hombre necesita de objetos de devoción que se convierten en una necesidad vital para su equilibrio emocional. Estos pueden ser una ideología, la familia, la nación, la religión, etc. Por ejemplo las costumbres pueden llegar a ser sagradas, el individuo o el grupo reaccionan como si se tratara de un ataque a aquello que considera sagrado de igual manera que si estuviera ante una amenaza contra su vida.
Leamos nuevamente a Fromm: “El miedo, como el dolor, es un sentimiento muy inquietante, y el hombre es capaz de cualquier cosa para librarse de él. Hay muchos modos de desembarazarse del temor y la ansiedad, como por ejemplo el empleo de las drogas, la excitación sexual, el sueño y la compañía de los demás. Uno de los medios más eficaces de librarse de la ansiedad es ponerse agresivo. Cuando una persona logra salir del estado de temor pasivo y empieza a atacar, el carácter doloroso del miedo desaparece”.(16)
Otra de las amenazas a los intereses vitales es aquella que pone en peligro la libertad, esta idea contrasta con la posición que sostiene que la libertad es un tema cultural, para Fromm en cambio es una necesidad biológica del organismo humano. A lo largo de la historia las naciones y las clases sociales han combatido a los opresores, si había alguna posibilidad lejana de victoria y aún en algunos casos cuando no existía la más remota probabilidad de triunfo. La historia de la Humanidad es la historia de las luchas por la libertad y la historia de las revoluciones.
La agresión revolucionaria como todo impulso para defender la vida, la dignidad o la libertad es biológicamente racional y parte de un funcionamiento humano perfectamente normal, pero no hay que olvidar que la destrucción de la vida no deja de ser destrucción, aún cuando se justifique biológicamente, el que se crea justificada depende de los principios políticos o religiosos.
Pero es muy importante comprender que cuando la agresión defensiva se mezcla con la destructividad y el deseo sádico de invertir la posición para pasar de ser mandado a mandar a los demás, la agresividad revolucionaria se corrompe y renueva las condiciones que pretende abolir.(17)
La guerra que para los instintivistas era producto de la naturaleza humana, Fromm la ubicaba en su justo lugar, si se analizan seriamente las causales de cualquier conflicto armado se verá sin mucha dificultad que los motivos se centran en la búsqueda de tierras, riquezas, mano de obra esclava, materias primas, mercados, etc.
No se limitó a relatar una situación, avanzó un poco más, y señaló algunos aspectos que debían desarrollarse en una sociedad para disminuir la agresión, en este sentido apuntaba a la necesidad de lograr las condiciones para que todos puedan tener una vida digna y que concluya la posibilidad de que un grupo pueda dominar a otro, para hacer esto posible obviamente es necesario un sistema diferente de producción, propiedad y consumo. La orientación que nos ofrece el pensador alemán nos indica el camino de una mayor justicia e igualdad en todos los planos., aclarando que bajo ningún concepto aceptaba combatir la violencia o la inseguridad por medio de incrementar los castigos que no hacen otra cosa que alimentar un circuito creciente de destructividad.
Nos decía que había que devolverle al hombre su libertad y que debía eliminarse toda forma de poder explotador, es un mito muy arraigado que el hombre no pueda arreglárselas sin jefes. Estos cambios profundos llevarán a la formación de un espíritu crítico independiente y a abolir todas las formas de lavado de cerebros y sugestión de masas. No basta con mejorar las condiciones materiales también hay que cambiar la concepción del poder y la propiedad, para orientarnos hacia la vida, de tal forma de pasar del tener y el atesorar, al ser y compartir.(18)
La anomia de la sociedad industrial solo desaparecerá si se cambia la estructura social y espiritual, es necesario que los individuos estén debidamente alimentados y alojados pero también que sus intereses sean los mismos que los de la sociedad, que el principio central de la vida social e individual sea la relación con nuestros semejantes y no el consumo de cosas y el antagonismo con los demás.(19)
Como vimos, el hombre prehistórico tenía un mínimo de destructividad y un alto sentido de la cooperación, al aumentar la productividad y la división del trabajo, se generaron condiciones para el surgimiento de jerarquías y elites, junto a ellas aparece la destructividad.
En la conclusión del libro “Anatomía de la destructividad humana” que venimos comentando, Erich Fromm desarrolla una de sus ideas más trascendentes, en el futuro el hombre llegará a completar el ciclo y construirá una sociedad donde nadie se sienta amenazado, ni una clase por otra, ni una nación por una superpotencia. Es decir, en cierto sentido regresaremos a aquellos valores olvidados de ciertas sociedades primitivas donde imperaba la paz y la igualdad, pero con todas las ventajas del desarrollo de la técnica, depurándola de los aspectos que son contrarios al bienestar humano.
Las formas malignas de la agresión no son innatas por lo cual si se cambian las condiciones socioeconómicas por otras favorables al desenvolvimiento de las facultades creativas, será posible un cambio positivo.(20)
Hay una manifestación de odio que consideramos imprescindible comentar porque le viene como anillo al dedo a algunos políticos que asumen aires de superioridad, pero que por cierto no se limita a los políticos exclusivamente, se refiere a aquellas personas que sin serlo asumen la condición de jueces con derecho a emitir juicios sobre los demás, todas sus opiniones son condenas o absoluciones, esa actitud por lo general contiene un alto grado de espíritu destructivo. Tal vez no haya otro fenómeno que tenga tanta fuerza destructora como la “indignación moral” que permite exteriorizar la envidia y el odio bajo el disfraz de la virtud. Así completaba Fromm su idea al respecto: La persona indignada tiene, así la satisfacción de despreciar y tratar de ‘inferior’ a una criatura humana asociada con el sentimiento de la propia superioridad y equidad”.(21)
Aún adelantándonos un poco a lo que veremos en capítulos posteriores dejemos planteado que Fromm no coincidía ni con la escuela instintivista como quedó claro en este capítulo, pero tampoco con la escuela conductista que negaba la existencia de una naturaleza humana y que por lo tanto sostenía que el hombre podía ser totalmente maleable por la cultura de cada sociedad.