El Forjista
El hombre necesita consumir para vivir, pero cuando se convierte en algo compulsivo puede transformarse en un problema psicológico aunque no llegue a detectarlo, aquellos que cuentan con los recursos necesarios para adquirir los variados productos que el mercado ofrece, son presa de una ansiedad que los impulsa a alcanzar los niveles de consumo que se suponen que corresponden a su posición social.
Lo que Erich Fromm pudo detectar con mucha lucidez es que dichas ansias por consumir, por lo general intentan ocultar un sentimiento de vacío que es provocado por la misma sociedad que nos incita constantemente a comprar. (1)
Ese mismo impulso que nos conduce a incrementar nuestro consumo de cosas novedosas, nos convierte en personas pasivas, en meros espectadores de la publicidad que nos presentan las grandes marcas, las cuales nos aconsejan amablemente como vivir y nos imponen modas y costumbres, siempre con la intención que compremos más y necesitemos más.
Fromm nos explicaba una de las distorsiones que provoca esa incitación al consumo, de la siguiente manera: “…pero es lamentablemente un hecho que muchos hombres son amados debido al magnífico automóvil que poseen: debemos añadir que también hay muchos hombres que se interesan más por el auto que por su mujer”.(2)
La propaganda se ha convertido en el arte de crear necesidades y valores, todas las clases sociales son bombardeadas cotidianamente, haciéndoseles muy difícil poder eludir esa maraña donde se filtran las ideas de aquellos que se benefician con el desenfreno del consumo.
Nuestro autor se encontró entre los primeros que advirtieron sobre las consecuencias de esa publicidad: “La propaganda industrial nos ha acostumbrado a creer que toda felicidad proviene de objetos que se compran; pero que se puede vivir, y hasta ser muy feliz, sin todos esos objetos, es cosa que apenas se sospecha”.(3)
El hastío puede convertirse en un flagelo que aqueja a la sociedad moderna aún cuando no lleguemos a percibirlo, no tener muy claro que hacer de sus vidas pareciera ser un denominador común en muchos jóvenes, pero ni bien se profundice un poco se puede detectar la misma situación en gran cantidad de adultos. Muchas de las actividades que se desarrollan cotidianamente, en particular en los ratos de ocio están destinadas a protegernos de ese hastío.
Nos dice Fromm, sin haber conocido “Gran Hermano” o “Bailando por un sueño”, que ver televisión es una de las principales actividades en la actualidad que buscan esa finalidad de escabullirnos de un aburrimiento que puede llegar a ser insoportable, pero agrega que también el consumo de drogas o alcohol cumplen con la misma finalidad. Y concluía esta idea indicando que los medios masivos de comunicación desempeñan un papel fundamental en la tarea de ocultar el hastío y la ausencia de fines.
La situación la resumía de esta forma: “Es extraordinario lo que ocurre en nuestra cultura: hacemos todo para no perder tiempo, para ahorrarlo, y cuando hemos logrado salvarlo o ahorrarlo lo matamos, porque no sabemos qué hacer con él“. (4)
Mucha gente se aburre en las vacaciones o cuando finalizan están tan estresados que el regreso es un alivio. Otras veces pasamos el fin de semana tirados en un sillón frente a un televisor. Mientras esto ocurre se ha producido una reducción radical de la lectura de libros y de la concurrencia a los teatros.
En la sociedad capitalista moderna no sólo se generan bienes también se crean constantemente nuevas necesidades para inducir a las personas a incrementar el consumo, ese es el objetivo de la propaganda. Muchos de los deseos que parecen surgir espontáneamente desde nuestra propia voluntad, en verdad son generados desde afuera, no obstante se hace de una manera sutil de tal manera que uno tenga la ilusión de que posee “la libertad de elegir”, aún cuando resulta evidente el bombardeo mediático al que estamos sometidos.
Este impulso a consumir constantemente nos condena a ser pobres permanentemente, siempre parece que nos está faltando algo, no basta que hayamos comprado alguna cosa que está a la moda en muy poco tiempo se convertirá en anticuada. Esto fue dicho por Fromm cuando no existían las computadoras personales, los celulares, los televisores de plasma, las cámaras digitales, etc.; es decir que ahora se ha acelerado exponencialmente el tiempo en que las cosas envejecen y deben ser desechadas por antiguas.
Para graficar esta situación tal cual se da en los países centrales, señalaba: “Aunque la mayoría de los hombres en este sistema económico tienen mucho más de lo que necesitan, se ven a sí mismos como pobres, porque no logran seguir el ritmo y aprovechar la masa de bienes disponibles: de este modo se fortalece la pasividad, también la envidia y la avidez, y finalmente el sentimiento de debilidad íntima, de impotencia, de sumisión. El hombre vive sólo como lo que tiene, no como lo que es”.
En tanto que en el siglo XIX el ahorro era una virtud, en el siglo XX y en lo que transcurre del XXI incrementar el consumo mejora el estatus social y forma parte del ideal buscado por las personas, tener el dinero suficiente para adquirir las últimas novedades es un objetivo importante, si además podemos tener un poco más que nuestro vecino, mucho mejor. (5)
Acá debemos introducir una aclaración de importancia, cuando Fromm hace mención a este impulso irrefrenable por incrementar el consumo se está refiriendo a los países centrales, en particular a los Estados Unidos y Europa, a nuestro criterio también pueden ser incluidas algunas clases sociales de los países periféricos, particularmente las clases altas y medias que buscan imitar los estándares de consumo de aquellos países.
Obviamente somos conscientes que la gran mayoría de la población de los países de Tercer Mundo están excluidos de poder consumir incluso lo indispensable para su subsistencia, precisamente los que necesitan estos grupos sociales es poder consumir más, lo que les es negado por sistemas políticos que son económica y socialmente injustos.
En nuestros países de América Latina se produce un doloroso contraste entre la fiesta consumista de las clases altas y cierta parte de las medias con la pobreza imperante en amplios sectores, no deja de ser escandaloso el nivel de consumo y riqueza al que han llegado ciertas minorías que con total descaro exponen en revistas y en la televisión. En algunos casos las clases medias participan de las migajas del festín a cambio de su adhesión incondicional al sistema imperante o simplemente porque se les compra su silencio.
Creemos además que no ha sido investigado seriamente el impacto negativo que provoca la propaganda que nos dice que debemos tener tal o cual producto para triunfar en la vida, con la recepción de ese mensaje por parte de millones de personas que nunca podrán acceder a ese producto.
Las reflexiones anteriores corresponden al autor por lo que el lector no debe responsabilizar a Fromm si discrepa con alguno de los conceptos vertidos, pero ahora continuemos con él.
Algunas personas que viven en países industrialmente atrasados creen que serían felices si tuvieran los bienes materiales con que cuentan los norteamericanos, pero a pesar de ese confort no son más felices, por lo general adoptan una actitud pasiva que los convierte en fácil presa de la manipulación política y económica. (6)
La actual sociedad capitalista necesita que sus integrantes estén predispuestos a consumir más y más, con gustos estandarizados y que puedan ser fácilmente influenciados. Deben aceptar ser mandados y dispuestos a hacer lo que está previsto, esta sociedad ha producido autómatas, es decir hombres enajenados.(7)
Durante el siglo XIX los principales problemas se focalizaban en la explotación de los trabajadores, el autoritarismo y la desigualdad, otra característica estaba dada por la mezquindad de la clase media inclinada a la avaricia y a atesorar bienes.
Cuando se menciona el tema de la desigualdad no se refiere exclusivamente a la cuestión de clases, razas y sexos, también entre las naciones estaba clara la distinción entre quienes mandaban y quienes debían obedecer o atenerse a las consecuencias.
Algunos, incluido Fromm, consideraban que ya no existían esos vicios, nosotros nos permitimos dudarlo, aunque es cierto que se han atenuado. Nuestro autor decía que ya no existen los niveles de opresión característicos del siglo XIX, por ejemplo, los hijos pueden expresarse con mayor libertad, los obreros pueden reclamar sin que el patrón tome represalias como hace un siglo atrás, pero no obstante este avance el mayor problema actual es la carencia de principios.(8)
El vicio por atesorar que era característico del siglo XIX dejó de serlo porque ahora la sociedad necesita que las personas consuman, que aquellos que tienen dinero lo gasten, la publicidad tiene la finalidad impulsarnos a gastar y no a guardar. De esta forma es como ciertas clases sociales dedican buena parte de su vida al consumo incesante. (9)
Por esto es que podemos hablar del “homo consumens” que es aquel cuyo objetivo es consumir cada vez más y ese es el camino elegido para tratar de ocultar su vacuidad y ansiedad. En una sociedad con grandes empresas y enormes burocracias el individuo carece de control sobre las circunstancias de su trabajo y le provoca un sentimiento de impotencia, aburrimiento y angustia. Por eso es que el “homo consumens” debe sumergirse en la ilusión de felicidad que le provoca el consumo en tanto inconscientemente padece del hastío y se empantana en la pasividad.
La necesidad de las empresas de obtener rentabilidad las hacen recurrir a la publicidad para convertir al hombre en una persona voraz, en este proceso se deben crear necesidades artificialmente y manipular los gustos.(10)
Es en los momentos de ocio donde somos presa fácil de esta manipulación que nos transforma en consumidores perfectos que son aquellos a los que les gusta lo que le dicen que le debe agradar, pero que mantiene la ilusión que la elección responde a una decisión propia, ahí está la habilidad de los publicistas, nos dejan la pelota picando para que hagamos el gol sin esfuerzo. Este circuito se completa cuando somos adultos pero comenzó cuando siendo pequeños se desalentaban las convicciones propias, el pensamiento crítico y se fomentaba el conformismo.(11)
La idea del consumo ilimitado contribuye a fomentar la pasividad, Fromm nos decía que si se pretendía transformar la sociedad, necesariamente se debían cambiar las pautas de consumo y consecuentemente los patrones de producción para que no dependan de la voluntad de una burocracia o el deseo de lucro de las empresas, sino que debían surgir de investigaciones serias y de las auténticas necesidades de la población.(12)
La propuesta de Fromm para contraponer a la existente era convocar a psicólogos, sociólogos, economistas y representantes de los consumidores para desarrollar una investigación sobre las necesidades humanas, particularmente aquellas que le permiten crecer y le proporcionan alegría, y las distinga de aquellas que son artificiales y sólo son útiles para incrementar las ganancias de los empresarios. También consideraba necesario establecer restricciones legales para aquella publicidad con intenciones hipnóticas e irracionales, como así también evitar aquella con características engañosas.(13)
Marx había detectado antes que nadie hacia donde podía conducir esa tendencia del capitalismo a producir y consumir sin importar las consecuencias sobre las personas, nos decía con gran lucidez que: “…la producción de demasiadas cosas inútiles da como resultado demasiados hombres inútiles”. El autor de “El capital” condenaba tanto la pobreza como el incremento irracional del consumo.(14)
Marx establecía la diferencia entre aquellas necesidades propias de los seres humanos, las cuales se encontraban arraigadas en su naturaleza, de aquellas que les eran inducidas de manera artificial. Esto puede provocar la paradoja que el hombre sólo es consciente de las necesidades falsas y permanece inconsciente frente a las verdaderas. (15)
Si un trabajador debe efectuar una tarea repetitiva y aburrida, seguramente el trabajo no le proporcionará ningún placer, consumir se le presentará con una especie de compensación a la que puede dedicar parte del día en que no trabaja. Pero en la actualidad se anuncia mucho más de lo que en realidad se puede consumir, lo cual también provoca insatisfacción y frustración. (16)
El impulso por consumir cosas también es la expresión de obtener reconocimiento de uno mismo y los demás. Estamos en una sociedad que muestra admiración por las personas adineradas, sin importar en demasía como obtuvieron ese dinero, eso provoca en los miembros de esa sociedad el deseo de poseer. (17)
En este contexto por ejemplo el automóvil se ha convertido en algo más que un medio de transporte, es un símbolo inequívoco de posición social, de poder, de constructor de ego, cambiarlo cada dos años en vez de hacerlo cada seis incrementará la emoción del comprador y elevará su status social.(18)
El consumo convertido en un fin en sí mismo ha provocado que muchas veces carezca de importancia si la mercancía tiene una verdadera utilidad para nosotros, los publicitarios estimulan esos deseos de comprar compulsivamente cosas que nos provocan escaso placer, estamos urgidos por conseguir algo nuevo lo antes posible.(19)
Los productos de la industria moderna se fabrican para durar poco, muchas veces inútiles y sobrevalorados y en ocasiones hasta perjudiciales, son publicitados mediante una gran cuota de falsedades que la ley por lo general no pena excepto cuando alcanza niveles muy burdos y cuando el daño es irreparable. (20)
Hasta los escritores, los cantantes o los pintores se convierten en mercancía y una vez que son anunciados por todo el país alcanzan la “celebridad”, el tratamiento no difiere demasiado al de la publicidad de un detergente. Por cierto que el fraude y el engaño no son nada nuevo, han existido siempre, pero no ha existido otra época donde sea tan importante mantenerse en el candelero y que la gente hable de uno.(21)
Las mercancías tienen un valor de uso real y otro valor de uso ficticio creado por la publicidad embaucando a los consumidores con toda clase de datos sin sentido, con mujeres provocativas y ofreciendo una vida plena de éxito con sólo comprar determinado producto. (22)
Pero esta manera de consumir tiene como consecuencia que nunca lleguemos a estar plenamente satisfechos, las ansias de consumir han perdido toda relación con nuestras necesidades reales. Se suponía muy al principio del capitalismo que consumir más y mejores cosas estaban relacionadas con proporcionar al hombre una vida más feliz. El consumo era a esa altura un medio pero ahora pasó a ser un fin. Ya Marx señaló hace mucho tiempo que intentar imponer una necesidad en los demás era una forma de tratar de someterlos a una dependencia.
Comprar el último modelo que salió al mercado no está relacionado con el placer real, para muchos el cielo debería ser como un gran shopping donde se pudiera comprar de todo. El consumo también determina el tiempo libre, en el cual seguimos siendo consumidores pasivos y enajenados, consumimos partidos de futbol, películas, lugares bailables, etc. (23)
Durante una actividad productiva como leer un libro, ver una obra de teatro o hablar con un amigo, se produce un efecto por el cual se podría decir que después de ocurrido ya no somos los mismos, es decir que esta experiencia nos ha dejado algo, en cambio en la forma enajenada de placer, nada cambiará en nosotros porque estamos ante una experiencia intrascendente. Un ejemplo de esto lo constituye cuando somos turistas y nos pasamos sacando fotos sin prestar debida atención a lo que pasa ante nuestros ojos, la cámara ve por nosotros, el resultado son las fotos tomadas y no la experiencia vivida.(24)
Cuando hablamos de actividades productivas mencionamos aquellas a las que Fromm le asignaba esa calidad, cada uno de nosotros podrá incluir las suyas, sobre esto no hay nada escrito y cada quién deberá determinar cuáles considera que son productivas.
Fromm consideraba que no podía haber felicidad en el marco de pasividad interior, ni en la actitud de consumidor enajenado, la felicidad debería relacionarse con un sentimiento de plenitud, no en la forma de un vacio que debe llenarse. A pesar de las enormes posibilidades de diversión que presenta la sociedad moderna existe una cantidad importante de gente que se encuentra deprimida.(25)
Es ese aburrimiento el que muchas veces lleva a iniciarse en actividades como las drogas, la violencia y la destructividad en una opción desesperada de superar el hastío, y fíjense los lectores lo que nos dice Fromm, también puede adoptar la forma de la extraña atracción por los relatos de crímenes y accidentes que ocupan cada vez más espacio en los medios de comunicación, noticias que antes sólo aparecían en los medios sensacionalistas ahora conforman la cotidianeidad de todos los difusores de noticias. (26)
Mathilde Niel es una de las autoras convocadas por Fromm en su libro “Humanismo socialista”, nos decía que para que las masas acepten el fracaso se les promete una felicidad que se conquista poseyendo bienes materiales, la adquisición de un auto o de un objeto flamante se ha convertido en una religión, el culto moderno a las novedades sustentado en la publicidad permite que el hombre se evada de un presente carente de significado.(27)
Algunos intentos de sectores juveniles por cuestionar esta enajenación por el consumo tales como los hippies de los 60 y 70, el interés por el budismo zen, concluyeron paradójicamente fagocitados por la publicidad, se prostituyeron ideas como el “conócete a ti mismo” y hasta el psicoanálisis de Freud. Desde falsos gurúes hasta profetas del sexo, todo concluyó contaminado por el veneno de la publicidad y el mercado, produciendo en muchos de los sectores que forjaron esos intentos la resignación o la vuelta a los valores tradicionales y conservadores. También fracasó el intento de obtener “iluminación” mediante estupefacientes, porque nos aclaraba Fromm, que nada serio se puede obtener sin esfuerzo y paciencia. (28)