El Forjista

Antonio Gramsci, una biografía

Andrew Pearmain

21 - Desilusiones

A comienzos de 1932 Gramsci se enteró de un programa de intercambio de prisioneros entre Rusia y el Vaticano, el Papa había conseguido la liberación de algunos comunistas en Italia a cambio de un arzobispo ruso condenado a muerte, desde ese momento ambas partes tenían listas para intercambiar y había surgido su nombre.

El ministro del Exterior del Vaticano Monseñor Giuseppe Pizzardo, visitó la cárcel de Turi aunque no pudo ver a Gramsci pero le dejó una tarjeta

Tania se había enterado que el ministro del Exterior ruso Maksim Litvinov se había contactado con el embajador italiano en Rusia para hablar sobre la posible liberación de Gramsci y le transmitió la información a Carlo que en una visita a su hermano en la cárcel se la comunicó.

Eso nunca se concretó, la política exterior rusa estaba destinada a mantener buenas relaciones con Italia para evitar la alianza con el nazismo, si firmó un pacto de amistad en 1933 y además comerciaban petróleo y armas, además los rusos no querían interferir en los asuntos internos italianos, eso incluía a quienes el gobierno italiano debía encarcelar.

Ante el fracaso del intercambio, la desilusión fue grande para Gramsci, sintiéndose que había sido abandonado por todos, su familia que respondía las cartas de manera intermitente y  salvo Carlo nadie lo visitaba, y tampoco su familia rusa mostraba mucho interés, la propia Tania había dejado de visitarlo, aunque sostenía el intercambio epistolar con largos silencios.

Cuando Gramsci escribía varias cartas sobre el mismo tema, entraba a jugar la censura porque consideraban que quería publicar un escrito en el exterior, le requisaban la celda y volvía a tener restricciones, y además era sometido a interrogatorios, no podía tratar cualquier tema debía ser autorizado.

Cuando el gobierno anunció una amnistía limitada para presos políticos en el décimo aniversario de la marcha sobre Roma en octubre de 1932 Carlo le envió un telegrama diciendo que quizá lo liberarían pronto.

También cometieron el error de comunicarle a su madre enferma y frágil que podía ser liberado, esto le generó cierto optimismo que se derrumbó al ver que no se concretaba, volviendo a mostrar su enojo con su familia.

En una carta escribió: “Si tuviese que decir cual es el ideal que anhelo, sería éste: no tener vínculos con nadie, ser olvidado por todos y olvidar todo y vivir la vida de una bestia en su madriguera”.

A su vez le escribió a Tania para que le comunique a Julia que se sienta libre de cualquier obligación con él, era ridículo mantener las apariencias, que ella debía sentirse libre porque aún tenía una larga vida por delante.

En el verano de 1932 Julia parecía haberse recuperado y le escribió a Antonio, así que se animó a hacerle un relato crudo de su vida en la cárcel: “Terrible y deprimentemente vacía de cualquier contenido interesante… que la haga digna de ser vivida… Apenas vivo, y mal, las existencia animal y vegetativa”, y le aclaraba que lo único que lo sacaba del tedio eran sus cartas, incluso se animó a sugerir que fuera a verlo y llevara a los niños, pero no tuvo respuesta.

En la amnistía del gobierno en octubre de 1932 redujeron la sentencia a doce años y cuatro meses, o sea que le quedaban ocho años por cumplir.

Mientras que Piero Straffa que tenía un tío que era juez en el tribunal de apelaciones, ambos solicitaron la libertad de Gramsci en virtud de la gravedad de su salud, el gobierno respondió que sólo Gramsci podía pedir clemencia, que se negó porque sería admitir la culpa y sería un suicidio político.

El 30 de diciembre de 1932 falleció en Ghilarza su madre, su familia decidió ocultárselo porque agravaría su estado de salud, varios años después, Nino seguía mostrando preocupación por la salud de su madre y pedía novedades, incluso le escribía directamente a ella en fechas como Pascua o su cumpleaños.

Cuando al fin recibió la noticia de la muerte de su madre se sintió desconsolado, pero no sorprendido porque no era la primera vez que le ocultaban sucesos.

En enero de 1933 le escribió a Tania diciendo que 1932 había sido “el peor de todos los años que pasé en la cárcel. Tampoco el año nuevo se presentaba con perspectivas alentadoras. Si el año 32 fue malo, me parece que el 33 debe ser peor. Estoy desgastado y al mismo tiempo van aumentando las cargas (que arrastro); la relación entre las fuerzas disponibles y el esfuerzo que sostener siguió empeorando. Con todo, no estoy desmoralizado; al contrario, mi voluntad encuentra alimento precisamente del realismo con que analizo los elementos de mi existencia y resistencia”

En enero de 1933 Tania volvió a instalarse en Turi para visitarlo regularmente, en tanto que en mayo murió su suegro.

El 7 de marzo de 1933 sufrió un nuevo episodio en su deteriorada salud que lo dejó con una parálisis parcial, se cayó al suelo al bajar de la cama, los guardias lo ayudaron a volver a acostarse, pasó varios días muy débil y afiebrado, con algunos momentos donde deliraba, el médico de la prisión le diagnosticó anemia cerebral con una interrupción del flujo sanguíneo al cerebro que era lo que provocó el desmayo.

Gramsci recibió la visita de otro médico Umberto Arcangeli luego que Tania insistiera a Mussolini para que pudiera ser atendido por un médico particular, le diagnosticaron la enfermedad de Pott, una forma de tuberculosis de la columna vertebral, con lesiones en el pulmón derecho,  que le causaron despido de sangre, una de ellas copiosas con fiebre que duró varios días.

También padecía arteriosclorosis con hipertensión, había sufrido desmayos y afasia parcial, a eso se sumaba que había perdido 7 kilos, sufría amnesias y ya no podía escribir como antes.

La conclusión de Arcangeli fue: “Gramsci no sobrevivirá mucho tiempo en las condiciones actuales, considero necesario trasladarlo a un hospital o una clínica, esto es, si no consideran posible otorgarle la libertad condicional”

Las autoridades penitenciarias tardaron en responder, permaneció en su celda hasta el verano de 1933, pasaba casi todo el tiempo en cama, le quedaban unos pocos dientes la mayoría flojos lo que le dificultaba comer, el dolor de cabeza lo volvía loco.

Lo transfirieron a una celda en el subsuelo lejos del ruido en la que estaba antes, era húmeda y oscura, la solían usar como celda de castigo y le adjudicaron un compañero de celda permanente para que avisara si volvía a producirse alguna crisis.

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