El Forjista
Después de la decisiva batalla de Ayacucho donde Bolívar logró derrotar a las tropas españolas poniendo fin a siglos de dominación, comisiona al general Sucre al mando de un ejército para que ingrese al territorio del Alto Perú, Bolívar no estaba de acuerdo para que las cuatro provincias del Alto Perú decidieran sobre su destino porque eso sería incursionar en el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Sucre había decidido convocar a un Congreso el 2 de febrero de 1825.
En esas circunstancias Bolívar le escribe a Sucre: “Ni usted, ni yo, ni el Congreso mismo del Perú, ni de Colombia, podemos romper y violar la base del derecho público que tenemos reconocido en América. Esta base es, que los gobiernos republicanos se fundan entre los límites de los antiguos virreinatos, capitanías generales o presidencias como la de Chile. El Alto Perú es una dependencia del Virreinato de Buenos Aires…”.
Y continuaba diciendo: “…llamando usted estas provincias a ejercer su soberanía, las separa de hecho de las demás provincias del Río de La Plata. Desde luego, usted logrará con dicha medida, la desaprobación del Río de la Plata...”.
Sin embargo la oligarquía porteña no tenía ningún interés por mantener bajo su esfera a esas provincias y el Congreso dominado por Rivadavia declara: “que aunque las cuatro provincias del Alto Perú han pertenecido siempre a la Argentina, es la voluntad del Congreso general Constituyente que ellas queden en plena libertad para disponer de su suerte, según crean convenir mejor a sus intereses y felicidad”.
A su vez que felicita a Sucre por “garantizar los derechos de los pueblos que ha libertado”, ante esta contestación Sucre le informa a Bolívar que Buenos Aires no pone ningún reparo a declarar la independencia del país que se llamará Bolívar en honor al Libertador y luego Bolivia.
No obstante, Bolívar exige que la provincia de Tarija siga perteneciendo a la Argentina, pero tiempo después Buenos Aires decide retornarla al Alto Perú, casi al mismo tiempo que se desprendía de la Banda Oriental.
La fórmula aplicada por los rivadavianos será explicitada 20 años después por Sarmiento en el libro Facundo cuando dice: “el mal que aqueja a la República Argentina es su extensión”, la oligarquía nativa debe ser uno de los pocos grupos dominantes que en vez de buscar la expansión cedieron territorio, cuando en 1810 los actuales territorios de Paraguay, Bolivia y Uruguay formaban parte de una sola nación con Argentina.
Una vez derrotado Artigas los portugueses ocuparon la Banda Oriental a la que llamaron la provincia Cisplatina, la ocupación llevaba 10 años cuando una expedición conocida como la de los “33 orientales” al mando del general Juan Antonio Lavalleja que contaba con la ayuda de López y Rosas, decidió desembarcar en la campaña de la Banda Oriental comenzando a reclutar a un importante contingente de voluntarios dispuestos a sumarse a la lucha contra los invasores.
En agosto de 1825 se realizó el Congreso en La Florida que declaró disueltos los vínculos con el imperio brasilero resolviendo que quedaba unida al resto de las provincias del Río de la Plata y a su vez enviaba diputados al Congreso que se estaba realizando en Buenos Aires, uno de ellos fue Manuel Moreno hermano de Mariano.
Todas las provincias sintieron un fervor patriótico que las llevó a mostrar un entusiasmo en la recuperación de la provincia en manos portuguesas.
El 12 de octubre Lavalleja al frente de 2000 hombres triunfaba en Sarandí a 30 leguas de Montevideo derrotando al ejército brasileño, el Congreso de Buenos Aires reconoce a la Provincia Oriental reincorporada a las Provincias Unidas.
Un ejército brasilero al mando del brigadier Bentos Manuel invadió las Misiones y la escuadra brasilera inició el 21 de diciembre el bloqueo a Buenos Aires.
La guerra contra el Brasil fue una guerra popular, las provincias cesaron sus resquemores hacia Buenos Aires para resguardar la unión nacional y la paz interior.
Pero un grupo de hombres de Buenos Aires entendían que esa no era su guerra, que habían sido arrastrados por las circunstancias y la opinión pública.
El 1° de febrero de 1826 se votó la Ley de Presidencia aunque algunos diputados como el Dean Funes y Gorriti pusieron objeciones, se designó presidente a Rivadavia.
La constitución aprobada por el congreso era una reproducción de la unitaria de 1819, pero todas las provincias rechazaron esa constitución, los enviados de Buenos Aires a las provincias son conminados a retirarse, a principios de 1827 la autoridad del presidente era ficticia, su poder se reducía a la prepotente ciudad de Buenos Aires.
El mayor esfuerzo en la primera parte de la guerra contra el Brasil había recaído en las tropas de Lavalleja logrando varios triunfos, pero rehuyendo un combate decisivo contra el ejército imperial conformado por 11.000 combatientes, la colaboración del resto del país se centraba en la escuadra del almirante Brown.
El general Alvear comenzó su campaña el 26 de diciembre de 1826 situando su campamento en Arroyo Grande, luego de varios enfrentamientos exitosos consideró llegado el momento para intentar una acción decisiva logrando infringirle al enemigo una derrota completa en Ituzaingó, pocos días antes el almirante Brown había derrotado a la escuadra imperial en el Juncal.
Pero gobernaba Rivadavia que tenía como ministro Hacienda y Relaciones Exteriores a Manuel José García que según Lord Ponsonby, representante británico en Río de Janeiro era un “perfecto caballero británico”.
Hasta Bartolomé Mitre admirador de Rivadavia debió de reconocer los intereses que defendía García cuando siendo el diplomático argentino acreditado en la Corte de Río colaboró en la agresión portuguesa a la Banda Oriental que formaba parte de su propio país, Mitre reconoce también que García fue el enviado por Alvear en 1815 para ofrecer las Provincias Unidas del Sur a Inglaterra en calidad de colonias y también que García estaba dispuesto a aceptar un protectorado portugués.
A pesar de todas estas muestras de que García era un agente extranjero, Mitre lo justifica porque consideraba que las Provincias Unidas no podían asegurar su propia seguridad.
Después de la decisiva batalla de Ituzaingó, Alvear en vez de perseguir y destruir al ejército imperial recibe instrucciones de Buenos Aires de no ejercer la persecución, entonces se limitó a saquear las posesiones que abandonaron los oficiales portugueses, luego de repartir miles de cabezas de ganado entre los jefes militares dio por terminada la campaña.
El coronel Iriarte uno de los baluartes que participó de esa batalla escribió que: “La paz se habría firmado dictando el vencedor las condiciones: la evacuación de Montevideo y de todo el territorio oriental ocupado por las tropas del Imperio, su incorporación a la República Argentina”.
Rivadavia no quería una victoria contundente sobre Brasil que provocara el disgusto de Inglaterra por eso envió a Manuel García al Brasil para negociar la creación de un estado independiente de acuerdo al deseo inglés.
Pero García siempre predispuesto a defender los intereses contrarios a los del país terminó apoyando las pretensiones portuguesas y aceptó que la Banda Oriental siguiera perteneciendo al Brasil.
San Martín opinó sobre esta capitulación: “Él no tiene la culpa sino los que emplean a un hombre cuyo patriotismo no sólo es dudoso, sino que la opinión pública lo ha acusado de enemigo declarado de la patria, lo que confirma, pues a no ser así, no se hubiera atrevido a degradarla con arbitrario y humillante tratado. Confieso que el pueblo de Buenos Aires está lleno de moderación; en cualquier otro lo hubieran descuartizado y lo merecía este bribón”.
El General Iriarte en sus Memorias cuenta lo siguiente: “en Buenos Aires toda la pena que sufrió por su delito consistió en las recriminaciones de los periódicos y en el clamor público, que García despreció latamente con su impavidez acostumbrada. Tan cierto es esto que, pocos días después de su deslealtad e inicua traición, lo encontré en una de las calles más públicas de la capital y me hizo un saludo risueño que denotaba bien a las claras la más profunda indiferencia y hasta la burla por cuanto de él pudiera decirse”.
La justificación que dio García fue que: “el principal interés era salvar a República de los gobiernos bárbaros que dominaban las provincias que amenazaban extenderse a la capital”.
Precisamente uno de los apuros que tenía la oligarquía porteña para terminar la guerra con el Brasil, era destinar esas tropas a reprimir a los caudillos federales.
La reacción en el país fue violenta y unánime el pueblo se lanzó a la calle y el periodismo hizo conocer su opinión contraria, Rivadavia declaró que su enviado se había excedido en sus atribuciones, pero sus diputados provocaron en el Congreso un desorden para evitar se conozcan las instrucciones secretas que tenía García en su misión.
Toda esta situación provoca una indignación que obliga a Rivadavia a renunciar a pesar de haber acusado a García de excederse en sus funciones, y partió al exilio ¿A dónde? A la tierra que era territorio enemigo: Brasil.
Luego de la renuncia de Rivadavia fue elegido provisionalmente Vicente López éste designó a Rosas comandante general de la campaña, en un mes se convocó a elecciones de representantes a la legislatura a de Buenos Aires que eligió gobernador el coronel Manuel Dorrego.
Inglaterra hacía tiempo que quería crear una cuña entre Brasil y Argentina para debilitar a ambos y tener un puerto para comerciar, por eso presionó a Brasil y también a Dorrego que aceptó firmar la paz que significaba la pérdida de la Banda Oriental.
Luego de haber conseguido su objetivo el ministro inglés George Canning se jactaba: “He hecho surgir a la vida un Nuevo Mundo, para restablecer el equilibrio del antiguo”.
El principal problema de Dorrego para continuar la guerra con Brasil era que su gobierno carecía de fondos para continuar la guerra y el Banco Nacional contaba con una mayoría de comerciantes ingleses y porteños que era el único medio que podía emitir papel moneda y que no estaba dispuesto a proveer fondos para continuar con la guerra.
Dorrego se vio obligado a firmar la paz reconociendo un estado independiente luego de disponer la desmovilización de los ejércitos situación que le costó su propia cabeza.
El 1° de diciembre de 1828 llegaba a Buenos Aires una división del ejército de la campaña del Brasil al mando del general Juan Lavalle, según San Martín, Lavalle era un bravo de palabra fácil y “cabeza alocada”, no les fue difícil a los rivadavianos seducir a Lavalle para convencerlo que el responsable de la anarquía era Dorrego al que consideraban un demagogo amigo de la chusma.
Lavalle derrocó al gobernador, lo hizo prisionero y la oligarquía porteña instigó a Lavalle para que lo mandara ejecutar, entre los que convencieron a Lavalle para que tomara esa decisión se encontraban Juan Cruz Varela, Julián Segundo de Agüero y Salvador María del Carril.
“Nada de medias tintas” le decía Varela; “Hay que cortar la primera cabeza de la Hidra” decía Agüero, mientras que del Carril lo instaba “Hablo del fusilamiento de Dorrego. Hemos estado de acuerdo antes de ahora. Ha llegado el momento de ejecutarla”.
El 13 de diciembre de 1828 Dorrego fue ejecutado, Lavalle no quiso presenciar la ejecución.