El Forjista
San Martín se dirigió con una proclama a los chilenos antes de cruzar la cordillera: “El ejército a mi mando viene a liberaros de los tiranos que oprimen ese precioso suelo… Vosotros podéis acelerar ese dulce momento, preparándoos a cooperar con vuestros libertadores que recibirán con la mayor cordialidad a cuantos quisieran reunírseles para tan grande empresa”.
La cordillera en Cuyo tiene cuatro cordones montañosos, la precordillera, la cordillera del Tigre, después se llega a los valles y el río Los Patos, para encarar la cordillera de los Andes que tiene dos cordones, El Espinacito, el más alto con un pico como el Aconcagua de 6900 metros, el segundo cordón es el que divide a Chile de Argentina.
Atravesar todas estas alturas es una tarea dificultosa que se complica mucho más cuando se debe realizar transportando gran cantidad de equipo y animales.
Felipe Pigna transcribe un texto del siglo XVIII que explica cabalmente lo complicado de esa travesía: “la senda en que apenas caben los pies de una mula, a cuyos lados se ven, de una parte profundísimos precipicios, cuyo término es un río rapidísimo y, de la otra, peñas tajadas y empinados riscos, en donde, si tropieza la cabalgadura, cae volteando, despeñada hasta el río”.
Y seguía la explicación: “Cuatro días se gastan en subir a la cumbre más alta, de los que propiamente se llama cordillera, y se cree pasar a la esfera de la media región del aire, donde el viento es ya tan sutil y delicado que con dificultad basta para la respiración, y fuera de respirar más aprisa y con mayor vehemencia, es diligencia forzosa aplicar pañizuelos a la boca, o por dar más cuerpo al aire, o para templar su frialdad demasiado, y atemperarlo de modo que no se sofoque el corazón humano”.
Antes de emprender la hazaña San Martín le explicaba a su amigo Guido el 14 de junio de 1816 cuál era su principal preocupación: “Lo que no me deja dormir no es la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino el atravesar estos inmensos montes”.
La logística de tener que transitar sendas ubicadas a miles de metros sobre el nivel del mar era sin duda el principal escollo, el riesgo de perder la vida a cada paso siempre estaba latente por las temperaturas bajo cero, la falta de aire, cualquier falla o distracción podía provocar un desastre y el costo de muchas vidas.
Las tropas comían charquicán carne secada al sol, tostada y molida, y condimentada con grasa y ají picante se le agregaba agua caliente y harina de maíz proveyendo el aporte calórico y proteico como para resistir la fatiga de largas marchas por senderos de montaña y temperatura gélidas con vientos helados que hacían bajar la temperatura a 10 grados bajo cero pero que podía ascender a los 30 grados durante el día.
El inglés James Paroissien residente en Buenos Aires desde un tiempo antes fue el médico de la expedición, simpatizó con la revolución ofreciendo sus servicios, fue cirujano en el Ejército Auxiliar del Alto Perú, en 1812 el Triunvirato le encargó la jefatura de la fábrica de pólvora de Córdoba, San Marín lo invitó a sumarse a su proyecto y fue el cirujano mayor del Ejército de los Andes.
Meses antes del cruce San Martín dio a conocer el Código de Honor del Ejército de los Antes donde indicaba: “La Patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se mantiene”.
“Los jefes perorarán con denuedo a la tropa antes de entrar en batalla, imponiendo pena de vida al que se separe de su fila, sea al avanzar, sea al retirarse”.
“Los heridos que no puedan andar con sus pies no serán salvados mientras dure la batalla”.
“Los señores jefes del Estado deben estar persuadidos de que esta batalla va a decidir la suerte de toda América y que es preferible una muerte honrosa en el campo del honor a sufrirla por mano de nuestros verdugos”.
Los números de la travesía son impresionantes como también las pérdidas de animales y material: 5423 hombres, 10.600 mulas de las que sólo 4300 llegaron a Chile, 1600 caballos llegaron 511, 600 Bueyes, 483 vacas para el consumo de la tropa, 2 obuses, 20 cañones, 600 granadas, 200 carros de metralla, 6200 balas para metralla y cañones, 31000 estopines, 4750 lanzafuegos, 500 fusiles, 741 tercerolas, 1129 sables, 2 zorras, 2 puentes, 14000 herraduras, 300 carpas, 5700 camisas, 70.000 piedras de chispa, 20 quintales de hierro, 4000 recipientes para agua, vino, aguardiente, 3700 monturas, 2 quintales de azufre y 2 de salitre para explosivos. Los números varían según la fuente, pero todos muestran la magnitud de la hazaña.
En enero de 1817 el ejército libertador comenzó su marcha, dos divisiones lo hacen por el paso de Los Patos en San Juan, el 19 lo hace la columna a cargo del comandante José Melian, al día siguiente emprende su marcha la que lidera el teniente coronel Rudecindo Alvarado, el 21 las del Brigadier O´Higgins, el 22 la del mayor Miguel Estanislao Soler con el Estado Mayor y la escolta del general en jefe, el 23 las del coronel Matías Zapiola, el 24 las del comandante Pedro Regalado de la Plaza, el 25 partió el General en Jefe San Martín, llevaban 9 piezas de artillería, un hospital de campaña, el parque y la maestranza.
El 18 partió una tercera división bajo las órdenes de Juan Gregorio de Las Heras por el paso de Uspallata, tanto al norte como al sur otras columnas tenían la misión de capturar puntos estratégicos para confundir al enemigo y que no pudiera detectar por donde se dirigían las fuerzas más numerosas.
El 12 de enero dos columnas al mando del teniente coronel Juan Manuel Cabot partieron hacia el paso de Guana con destino a las ciudades chilenas de Copiapó y Coquimbo.
Desde Guandacol en La Rioja partió el 25 otra compañía a las órdenes del coronel Francisco Zelada y el teniente coronel Nicolás Dávila hacia el paso de Comecaballos que llega a alcanzar una altura de 4460 con la tarea de ocupar Copiapó.
El coronel Ramón Freire por el paso del Planchón al sur de la capital mendocina ayudaría a las guerrillas chilenas en su avance hacia Curicó para ocupar Talca.
Además de enfrentar las dificultades de la cordillera el general San Martín emprendió una movilización militar de proporciones épicas, las distintas columnas que atravesaron las montañas tenían una frente de una amplitud de 800 km. Algunas de esas llegaron a recorrer 700 km por caminos montañosos.
Se perdieron vidas humanas, y parte de material, el apunamiento y las bajas temperaturas fueron un problema constante, en el cruce afloraron varias de las dificultades que aquejaban la salud de San Martín que lo persiguieron a lo largo de toda su vida y por eso debió realizar parte de trayecto en camilla.
Tiempo después recordaba esos días de la siguiente manera: “La puna o soroche había atacado a la mayor parte del ejército, de cuyas resultas perecieron varios soldados, como igualmente por el intenso frío: en fin, todos estaban bien convencidos que los obstáculos que se habían vencido no dejaban la menor esperanza de retirada; pero, en cambio, reinaba en el ejército una gran confianza, sufrimiento heroico en los trabajos, y unión y emulación en los cuerpos”.
Otro inconveniente que debieron afrontar fue el desierto faltando pasturas para caballos y mulas y combustible para los fogones.
El historiador militar Leopoldo Ornstein realizó una muy interesante comparación del cruce de los Andes con otras proezas militares, como las realizadas por Aníbal y Napoleón: “Aníbal cruzó los Alpes por caminos que ya en esa época eran muy transitados, por ser vías obligadas de intercambio comercial… San Martin atravesó los Andes por empinadas y tortuosas huellas, por senderos de cornisa que sólo permitían la marcha en fila india, imposibilitado materialmente de llevar vehículos y debiendo conducir a lomo de mula su artillería, municiones y víveres, aparte de haber tenido que recurrir a rústicos cabrestantes e improvisados trineos para salvar las más abruptas pendientes con sus cañones”.
Y se preguntaba “¿Habría podido Aníbal franquear las cinco cordilleras de la ruta de Los Patos, escalando con elefantes y vehículos los 5.000 metros del Paso Espinacito?”.
En tanto que en relación a la hazaña de Napoleón expresaba Ornstein: “Mientras Napoleón llevó a su ejército por el sendero del Gran San Bernardo a 2500 de altura con todos sus vehículos de artillería, incluidos los pesados, San Martín y sus hombres debieron transponer cinco cordilleras con una altura promedio de 5000 metros sin poder llevar ningún rodado. La amplitud del frente de combate de Napoleón era de 100 kilómetros y con un ancho de la zona también de 100 kilómetros; San Martín y sus hombres operaron a lo largo de 800 kilómetros en una vasta zona donde la cordillera alcanzaba un ancho de 350 kilómetros. Napoleón contó en el recorrido con varios centros poblados, mientras que San Martín atravesó la aridez de los Andes con ausencia total de población. El ancho de la zona montañosa alpina era de 100 km contra los 350 km de la zona andina”.
Durante la travesía se produjeron algunas escaramuzas, 24 de enero en Picheuta una avanzada patriota fue atacada matando a seis patriotas, se ordenó al teniente coronel Enrique Martínez que saliera en persecución con 83 infantes y 30 granaderos a caballo, encontraron al enemigo en Potrerillos y tras dos horas y media de combate lograron causarle cuatro bajas y ponerlo en fuga.
El 4 de febrero Martínez con 150 fusileros y unos 30 granaderos enfrentaron una columna de 100 realistas en Guardia Vieja, a orillas del río Juncal, el saldo fue 25 enemigos muertos y se tomaron 45 prisioneros y algunas piezas de artillería, ese día 4 tras dispersar a las tropas enemigas el ejército de Los Andes ingresó a Chile, en Las Coimas se produjo otro enfrentamiento en el que la fuerzas al mando de Necochea dejaron en el campo de batalla 19 realistas muertos y 21 heridos.
San Martín envió un mensaje al delegado realista de la localidad chilena de San Felipe: “O la América es libre, a costa de sus propios esfuerzos, o desciende encorvada al cadalso que le preparan los tiranos. No hay medio. Mi ejército viene decidido a morir o a ser libre”.