El Forjista
Para dimensionar en su justa medida la obra de Moreno, es necesario repasar, aunque sea brevemente, los acontecimientos que se desarrollaron luego de sus muerte. El gobierno surgido, conocido como la Junta Grande, cambió radicalmente el rumbo que llevaba la Primera Junta, desaparecieron la coherencia, la claridad y el dinamismo de los primeros días revolucionarios. Parecía como si los planes transformadores y soberanos hubiesen sido arrojados al mar junto con el cuerpo del ex–secretario.
La Junta Grande la mano de Saavedra cambió la actitud hacia los antiguos opresores, esto se reflejaba en el lenguaje que se utilizaba en las declaraciones gubernamentales, donde se incluían referencias a “nuestra amada metrópoli” y a la “fidelidad y vasallaje a nuestro desgraciado Fernando”, términos que habían sido erradicados del lenguaje oficial por Moreno. Paralelamente en La Gaceta se defendía a los españoles contra el decreto del 3 de diciembre señalando “las justas quejas de los españoles europeos”.
Quienes pensaban de esta forma, difícilmente estuvieran en condiciones de llevar a cabo una guerra triunfal contra los representantes de “nuestra amada metrópoli”, de ahí que los triunfos obtenidos en el plano militar, con la conducción política de Moreno, se trastocaron en derrotas que pusieron al país en circunstancias muy difíciles. La expedición al mando de Belgrano debió firmar un armisticio, el 9 de marzo de 1811 en Tacuarí, por el cuál se comprometía a abandonar el Paraguay, mientras que el 2 del mismo mes la flota española vencía a Azopardo en San Nicolás.
Algunos contemporáneos de los hechos vieron las consecuencias nefastas del asalto saavedrismo al poder absoluto, y la consecuente derrota de sus rivales internos. Gorriti dijo: ”Ese día se abrió una brecha en los progresos de la independencia” y más adelante “El vacío que había dejado Moreno no lo llenaban todos sus rivales juntos porque les faltaba firmeza y genio”.
Mientras que el amigo de Moreno, Ignacio Núñez decía: “El trastorno causado en la organización del gobierno primitivo por la incorporación de los diputados y la proscripción del Dr. Moreno, fue tan alarmarte para el representante Castelli como lo había sido para el general Belgrano: ellos lo desaprobaron no solamente porque sus combinaciones quedaban sin la principal palanca en la capital, sino por el espíritu con que se había promovido”.
Núñez certificaba como la dirección política de las dos expediciones libertadoras quedaban a la deriva, por la ausencia de un conductor con la claridad que tenía Moreno y de la que carecía el saavedrismo. El mismo Núñez marcaba la política reaccionaria de la Junta Grande: “.. un ánimo resuelto de apagar en el pueblo el calor de la efervescencia revolucionaria de que se había servido directamente el gobierno Primitivo, para dar un impulso inesperado en seis meses a la causa general. Se pusieron en juego el espionaje, las delaciones, las reconvenciones y amenazas para los que se permitiesen contrariar o censurar los procedimientos del gobierno...”.
No exageraba Núñez en cuanto a la represión desatada por la Junta Grande, especialmente contra el morenismo como la del 5 y 6 de abril de 1811 que fue orquestada por los hombres de Saavedra para desterrar todo signo que recordara las ideas de Moreno. Sin embargo, sus jóvenes partidarios continuaron reuniéndose en casa particulares para denostar por traición a Saavedra y el Deán Funes.
El 20 de junio de 1811 el Ejército del Norte fue derrotado en Huaqui, el temor se apoderó de la Junta, enviando a una delegación para tratar con De Elío en Montevideo, con el que firmaron un acuerdo el 1° de septiembre en el que se reconoce a la provincias dependientes de la Junta como integrantes de la Nación española y se compromete a enviar diputados a las Cortes y auxilios a España. Con este tratado se retrocedía todo el terreno ganado bajo la dirección de Moreno, mientras éste comenzaba a esbozar la Independencia y una Constitución, sus enemigos capitulaban ante los realistas.
Pero el descontento generalizado obligó a la Junta Grande a renunciar forzosamente, se la reemplazó por un triunvirato formado por Chiclana, Sarratea y Paso; ocupando Rivadavia una de las secretarías.
La política del primer triunvirato no se diferenció demasiado del gobierno anterior, caracterizándose también por el tono capitulador y sumiso ante los colonialistas.
El 14 de octubre el Triunvirato hizo celebrar una misa con motivo del cumpleaños de Fernando VII y pocos días después firmaba otro tratado con De Elío reconociéndosele el título de virrey adjudicado por el Consejo de Regencia y se ratificó la fidelidad a Fernando VII. No había transcurrido un año del alejamiento de Moreno y la revolución parecía definitivamente muerta por obra de sus adversarios criollos que habían entregado sus banderas sin presentar batalla, cometiendo el imperdonable desatino de reconocer un virrey en el Plata.
El primer Triunvirato, para completar sus desaciertos y atentados contra el patriotismo, desaprueba la creación de la bandera por parte de Belgrano y decide su juzgamiento por las derrotas en el Paraguay, a pesar de lo cual saldrá absuelto y posteriormente fue designado al mando del Ejército del Norte. Al mando de estas tropas y desobedeciendo al gobierno que le ordenó retroceder dejando el terreno al enemigo, Belgrano obtuvo la importante victoria en Tucumán el 24 de septiembre de 1812. Belgrano había tenido la osadía de bautizar a dos de sus baterías con los nombres de “Libertad” e “Independencia”, palabras que resultaban demasiado fuertes para los gobernantes porteños.
En un principio, el primer Triunvirato fue apoyado por lo morenistas en especial porque la caída de la Junta Grande significaba el alejamiento definitivo de Saavedra, su principal enemigo, sin embargo al poco tiempo, al ver que la política era la misma, resolvieron distanciarse.
Pero no todo estaba perdido, el ideario de Moreno había calado hondo en un grupo importante de patriotas, los cuales pelearon en la medida de sus posibilidades, contra la capitulación de los gobiernos que sucedieron a la Primera Junta. La posición de los partidario de Moreno se vio fortalecida con la llegada a América, de San Martín en marzo de 1812 y la conformación de la Logia Lautaro.
La alianza del morenismo con los militares patriotas liderados por San Martín permitió rectificar el rumbo, expulsando al Triunvirato e imponiendo la realización de la Asamblea de año XIII. Este cambio, retomó en parte y con algunas vacilaciones, el camino dejado luego de la muerte de Moreno, sin embargo las marchas y contramarchas hicieron perder el empuje inicial de la revolución.
La Asamblea adoptó decisiones de gran importancia para la libertad de la Nación, como la supresión del mayorazgo, la abolición de los títulos de nobleza, se hizo realidad el viejo sueño de Moreno de suprimir la servidumbre indígena y se declaró la libertad de vientres. En el juramento de inauguración se suprimió la cláusula de fidelidad a Fernando VII, con estas medidas se intentaba retornar a ese espíritu de los primeros meses, en ese sentido obtuvo logros de importancia, pero ya no era lo mismo, la revolución había perdido un tiempo precioso, mientras que la burguesía porteña ligada a comercio empezaba a mirar con desconfianza todo proyecto que tendiera a prolongar la guerra contra los realistas, pues perjudicaba sus negocios que necesitaban de paz y tranquilidad para ser más rentables. La política de la burguesía comercial consistía en negociar a cualquier precio, coincidente con la implementada con la Junta Grande y el primer Triunvirato.
En el balance de la Asamblea debe mencionarse un error de gravedad, como fue el rechazo de los diputados de la Banda Oriental que tenían en Artigas a uno de los más altos exponentes de la Independencia Americana y de la justicia social asentada en el acceso a la tierra de los indios, negros y mulatos. Este incidente demostraba las contradicciones en que se debatía el proceso revolucionario luego de tres años de comenzado y a pesar de los esfuerzos de los patriotas que habían dedicado sus mayores energías a la obtención de la soberanía nacional.
Al comienzo del año 1813 las armas nacionales consiguieron dos importantes victorias, la de San Lorenzo al mando de San Martín y al de Salta comandada por Belgrano, sin embargo hacia fines de ese año se produjeron dos derrotas en Vilcapugio y Ayohuma, simultáneamente Fernando VII retornaba al trono para desconocer todos los cambios revolucionarios del pueblo español e imponer su retrógrado poder.
Luego de las derrotas, la Asamblea entró en receso pero antes tomó medidas que acentuaron la desvinculación con España, dictó el estatuto de funcionamiento del poder ejecutivo, acuño moneda sin la efigie del rey, se adoptó la marcha patriótica de Vicente López y Planes, y se declaraba la independencia de la jurisdicción eclesiástica española.
Posadas prestó juramento el 1° de febrero del 1814 ante la Asamblea como Director Supremo a cargo de nuevo poder ejecutivo, cometiendo el grave desatino de declarar fuera de la ley al caudillo oriental Artigas. Al asumir, Posadas envió a Belgrano y Rivadavia a negociar a Inglaterra y a España.
El 9 de enero de 1815 Alvear reemplazó a Posadas, inscribiendo durante su gobierno una de las páginas más bochornosas de nuestra historia, pues le encargó a García que se había agregado a la misión enviada por Posadas, que obtuviera el protectorado de Inglaterra, mientras Belgrano retornaba al país dejando a Rivadavia en Europa.
En la carta entregada a García cuyo destinatario era el secretario de negocios extranjeros de Inglaterra, Alvear sostenía que las Provincias Unidas eran inhábiles “para gobernarse a sí mismas y que necesitaba una mano exterior que las dirigiese y las contuviese en la esfera del orden, antes que se precipitaran en los horrores de la anarquía. Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso”. Y más adelante en la carta señalaba: “ ES necesario se aprovechen los momentos, que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito, del rey y la nación...”.
Tan alejados estaban estos hombres del pensamiento de Moreno y otros patriotas, que no dudaban en arrodillarse ante los ingleses, pues habían perdido toda confianza en sus compatriotas. Pero por suerte para el país, Alvear no podía durar demasiado, pues el 15 de abril de 1815 estallaba un levantamiento en Buenos Aires que tenía por objetivo terminar con la política entreguista que Alvear quería imponer a la Nación. El levantamiento tenía características auténticamente revolucionarias contando con Artigas en el Litoral, Rondeau en el norte y San Martín en Mendoza, se llamaba a las provincias a elegir sus diputados para enviarlos a Tucumán al Congreso General Constituyente, el mismo que había soñado Moreno realizar en 1810
Algunos políticos y militares influenciados por el pensamiento de la burguesía comercial porteña mostraban predisposición a una salida que les asegurara las grandes ganancias del comercio exterior, si para eso era necesario conceder la soberanía nacional, así se haría como lo intentó Alvear. Pero siempre en nuestra patria, aún en los momentos más trágicos y cuando parece que todo está perdido, surgen patriotas que intentan y a veces lo logran, poner las cosas en su lugar.
Así como en el plano político el reemplazo de la tendencia morenista y el triunfo del saavedrismo, primero, y de la burguesía comercial porteña, luego, marcó un serio debilitamiento del pensamiento y el accionar del patriotismo revolucionario, también significó el avance de estas fuerzas reaccionarias en el plano económico y financiero, donde la clase mercantil española fue reemplazada por un sector con iguales intereses comerciales pero con estrechos lazos que los unían a Inglaterra, esta clase estaba formada por criollos, españoles e ingleses.
Por aquella época el interés del imperio británico no estaba dado en el dominio militar de América pues sus gobernantes eran concientes que el librecambio era herramienta tan poderosa que podía penetrar en lugares donde las armas fracasaban. Gran Bretaña necesitaba ubicar los excedentes de su floreciente industria, la que requería a su vez de materias primas del exterior. Para introducirse en esos mercados necesitaba de aliados que no podían ser otros que esos comerciantes residentes en los puestos, los que recibían una tajada considerable a través del comercio exterior.
Mariano Moreno había señalado con nitidez que determinadas industrias nacionales debían contar con el apoyo del estado, único mecanismo posible con el que contaban los países nacientes para competir con las formidables industrias en expansión de las naciones poderosas. A pesar de esa prédica los sucesivos gobiernos fueron adoptando posiciones que debilitaron al artesanado nacional y beneficiaron a sabiendas al comercio inglés y socios nativos.
En 1811 se estableció una rebaja de un tercio en los derechos aduaneros de importación lo que provocó la introducción a bajos precios de manufacturas extranjeras, inglesas en su inmensa mayoría, que competían deslealmente con la fabricación nacional. De esta forma los hombres de Buenos Aires dedicados al comercio pudieron amasar en pocos años fortunas fabulosas que contrastaban con la pobreza del interior, imposibilitado de realizar una actividad productiva que les permitiera subsistir.
El primer Triunvirato realizó concesiones de importancia a los ingleses, mediante el ingreso de carbón europeo y rebajando los derechos de aduana para los tejidos extranjeros. El 11 de septiembre de 1812 abolió las cláusulas reglamentarias de 1809, según las cuales las mercancías debían ser consignadas por comerciantes locales y no podían ser distribuidas por ningún extranjero. Estas medidas que atentaban contra la soberanía económica y la marcha de la guerra contra los españoles, decidieron a los grupos consecuentemente revolucionarios integrados por la Sociedad Patriótica de Monteagudo y al Logia Lautaro, a rebelarse contra el gobierno el 8 de octubre de 1812.
El 3 de marzo de 1813 la Asamblea decidió reponer la disposición de 1809 obligando a los comerciantes extranjeros a utilizar consignatarios nativos, se creaba a la vez un registro de comerciantes acreditados y se fijó el porcentaje mínimo que debían cobrar por distribuir la mercadería extranjera.
Tan preocupante era la situación ante la avalancha de productos importados que un alto oficial del ejército llamado Francisco Paso escribía al segundo Triunvirato en octubre de 1812: “Tan importante es el comercio que hoy hacen como exclusivo los ingleses en el país, que él sólo basta para aniquilar nuestra existencia política...”.
La Asamblea de 1813 que había comenzado con un gran impulso y que parecía dispuesta a volver a los esplendores de mayo de 1810, fue perdiendo esa energía y realizó concesiones al comercio inglés. Se anuló el decreto de marzo afirmando que en la práctica el decreto no funcionaba pues los “extranjeros sagaces o fraudulentos” sobornaban a los consignatarios criollos y entre ambos evadían las obligaciones. La Asamblea también aceptó la exportación de oro y plata.
A principios de 1814 se redujeron los impuestos aduaneros, las mercancías que antes pagaban entre un 30 y un 50% pasaron al 25%. En 1812 se importaba mercadería inglesa por un valor de 396.246 libras, reduciéndose en 1816 a 311.658, para ascender en 1824 a 1.141.920 para bajar luego durante la guerra con el Brasil. En 1822 las exportaciones de Buenos Aires con destino a Inglaterra sumaban 388.388 libras compuesta en su grana mayoría por cueros.
Los residentes ingleses que eran muy pocos en 1810, llegaron a 3500 en 1822 poseyendo 40 casa comerciales. Un escritor británico comentó: ”La sociedad bonaerense se refinó cada vez más por el intercambio creciente con los extranjeros. El pueblo se vestía y vivía más cómodamente, utilizando trajes y muebles importados. Rápidamente se adoptaron los lujos ingleses. La mejor sociedad bonaerense se abrió a la británica imitándose sus modales”.
Así se fue conformando un sector social con valores culturales de imitación que vivía a espaldas al resto del país y que aprendió a pensar con el bolsillo. En este contexto se entiende el decreto de vagancia de 1815 por el cuál todo individuo de la campaña que no fuese propietario sería considerado sirviente y quedaba obligado a reconocer un patrón que le otorgaba un papel, de no cumplir con estos requisitos era pasible de ser considerado vago y cumplir cinco años de servicio militar o dos de contrato obligatorio en una estancia en caso de no ser apto para la milicia.
Tanto se habían alejado los gobiernos del pensamiento de Moreno que los hijos del país comenzaron a ser perseguidos e imposibilitados del transitar sin permiso del juez de paz, la ley de vagancia preparaba el terreno para la consolidación varios años después, de la oligarquía terrateniente que hasta ese momento sólo era socia menor de la burguesía comercial.
Desde la muerte de Moreno la nación se asemejaba a un barco sin timón, sólo la llegada de San Martín permitió retomar aquellos pasos hacia la independencia, pero también él fue derrotado por los interese mezquinos y extranjerizantes de los comerciantes de Buenos Aires que encontraron en Rivadavia a un jefe político que le posibilitaba formidables negocios en asociación con los ingleses.