El Forjista

Biografía de Mariano Moreno

La Revolución según Mariano Moreno

Capítulo 29 - Los continuadores

El ejemplo de Moreno había despertado una infinidad de enemistades y enconos que desencadenaron su derrota política y su muerte, pero el patriotismo intransigente del secretario de la Primera Junta lo convirtió en el espejo de una generación de jóvenes que vieron en él al más lúcido defensor de la causa nacional. Fueron ellos quienes lo rodearon y siguieron en el Club, y aún después de su muerte, mantuvieron en alto las banderas revolucionarias en la Sociedad Patriótica, Monteagudo, French, Berutti, Guido, Donado, Núñez y otros; conformaron lo más destacado del partido morenista, sufriendo las persecuciones de aquellos que querían erradicar todo vestigio del ideario transformador de Moreno.

Antes del 25 de mayo, Moreno era un solitario desde el punto de vista político, y aunque había concurrido a algunas reuniones, no formaba parte del partido patriota que desde años antes actuaba en la ciudad, recién cuando pudo demostrar desde el gobierno toda su capacidad y energía, aquella tendencia se agrupó en torno de su figura y ahí surgió el partido morenista.

La reuniones en el Café de Marco o en casa particulares congregaba a los integrantes del Club, quienes discutían con intenso fervor la política del gobierno y las formas prácticas de apoyarlo. Ignacio Núñez, secretario de Moreno, señaló que los socios del Club se reunían noche a noche para leer las disertaciones y polemizaban sobre las mismas. Generalmente se hablaba contra la injusticia del dominio español, sobre los derechos de los indígenas cercenados por los encomenderos y de la soberanía de los pueblos de América.

Pero la actividad de los continuadores de la obra de Moreno no se limitaba a la ciudad capital, desde el Alto Perú el enviado de la Junta, Castelli, seguía fielmente el programa morenista. Desde las ruinas de Tihuanaco proclamó la libertad de los indios y prometía “repartimientos de tierras, establecimientos de escuelas y exención de cargas e imposiciones”.

Moreno encontró en Castelli a una persona en la que podía confiar plenamente, no por casualidad sostenía con la mayor coherencia el proyecto revolucionario y libertador. Por eso Castelli proclamó en el altiplano:  “Yo debo esperar ...que toda la América del Sur no formará en adelante sino una numerosa familia que por medio de la fraternidad pueda igualar a las respetadas naciones del mundo antiguo”.

Luego del fallecimiento del líder de la fracción revolucionaria, sus partidario formaron en marzo de 1811 la Sociedad Patriótica y Literaria que era una versión más orgánica del Club, tenía como principal objetivo la de reanimar el  espíritu inicial de la gesta libertadora, que según la opinión de sus integrantes había perdido la orientación y los propósitos  originales.

Este movimiento no podía menos que causar preocupación entre los seguidores del presidente de  la Junta, así fue como el 5 de abril por la noche, liderados por Grigera y Campana se manifiestan y peticionan al gobierno que clausurara la Sociedad Patriótica, y se eliminara del gobierno a los partidarios de Moreno, que según los complotados eran Vieytes, que había reemplazado a Moreno, y Rodríguez Peña que ingresó en sustitución de Alberti al producirse su fallecimiento, también debían rodar las cabezas de Azcuénaga y Larrea. O sea se pedía la eliminación de todo vestigio del 25 de mayo.

La Junta accedió a todo lo que solicitaron los saavedristas, la Sociedad Patriótica fue prohibida. French, Berutti y Donado, los principales activistas de la semana de mayo fueron detenidos y desterrados posteriormente, poco tiempo después son procesados Castelli y Belgrano. Se trató de claro intento del saavedrismo de sepultar la gloriosa gesta revolucionaria que puso fin a la colonia.

Mientras los promotores del golpe de estado fueron premiados, Campana fue designado en el mismo cargo ocupado por Moreno, se creaba un tribunal de seguridad pública que comenzó a controlar la actividad de los adversarios de la Junta Grande, paradójicamente los que criticaban la implacabilidad de Moreno contra los enemigos de la revolución, reprimían con bastante saña a los principales gestores de la causa patriótica. El Deán Funes, actor destacado del desplazamiento de Moreno, publicó un manifiesto en la Gaceta justificando los hechos del 5 y el 6 abril, aduciendo que estaba dirigido contra un grupo de “hombres fanáticos”.

Con respecto a los acontecimientos de abril, Saavedra expresó: “Ratifico cuanto dije en aquel entonces, y vuelvo a protestar que él se hizo sin mi noticia y conocimiento. Yo sabía es verdad, y esperaba se realizase lo que mis contrarios intentaban, por medio del coronel del regimiento de la Estrella, más nunca se me ocurrió la idea de prevenirlo, con formar otro en contra de aquél”.

Saavedra que ya había logrado desembarazarse de su principal oponente, luego hizo lo mismo con los partidarios de aquel, sin embargo mantenía un aire de prescindencia e inocencia. Alegaba que nada sabía, a pesar que los principales gestores del golpe eran hombres de su confianza y marcaba que en realidad eran sus adversarios los que estaban preparando un levantamiento contra el gobierno, del que acusaba a French, oportunidad que aprovecharon los saavedristas para disolver el regimiento de la Estrella que era el único que dominaban sus rivales. También Saavedra reconoció que las peticiones de los alzados eran “exorbitantes” no obstante lo cual, el gobierno que él mismo comandaba accedió a cada una de sus solicitudes, desmintiendo de esa manera la inocencia de Saavedra y sus fieles seguidores.

Los morenistas no olvidaron esta afrenta y llegado el momento, no desperdiciaron la oportunidad para vengarse, la Asamblea del año XIII decretó el juzgamiento y posterior destierro de Saavedra. En sus memorias lo hizo responsable a Monteagudo de las acusaciones que recibió: “Los papeles públicos de que era autor el doctor Monteagudo no habrá suceso, ni accidente alguno desgraciado, en que no me los atribuyese como autor del 5 y el 6 de abril. La tacha de carlotista se hizo propagar hasta lo infinito”. Y más adelante agregaba: ”La Providencia dispuso que aquella calumnia forjada por el alma de Monteagudo tan negra como la madre que lo parió, fuese desmentida de modo más público y solemne de cuanto yo pudiera desear”.

Con la caída de la Junta Grande y la consecuente desaparición política de Saavedra, los continuadores de Moreno retornaron a la arena política. El 13 de enero de 1812 resurgía la Sociedad Patriótica con la presidencia de Monteagudo, que se convirtió en el más consecuente sucesor de los principios revolucionarios y patrióticos levantados por el morenismo.

Al homenajear al líder revolucionario fallecido en alta mar, la Sociedad Patriótica lo hacía en los siguientes términos: ”….. aquél joven, desde los primeros años de su edad, se hizo admirar por sus talentos y virtudes; de aquél patriota, republicano, que cooperó tanto a la obra grande de nuestra libertad; de aquél magistrado sabio y elocuente que con la valentía de su pluma, con lo enérgico de sus discursos, y con su celo activo e infatigable, supo llevar casi a su término la causa sagrada de nuestra generación política. La expulsión de los tiranos, el amor a la libertad, tan difundido entonces, el respeto a los magistrados, la celeridad de las empresas militares, el sigilo de las resoluciones de la junta, la ejecución invariable de sus decretos, efecto fueron de las sabias disposiciones de Moreno. Más ¡Oh perfidia de nuestros enemigos! Ellos trabajaron para derrumbar esa columna de nuestra libertad. Ellos hicieron enmudecer aquella lengua que tanto los humilló. Ello lograron...Pero qué? Nada habéis conseguido. En vano os gloriáis de haber hecho callar a Moreno. Vive su memoria para avergonzaros; viven sus escritos para confundiros, y todo él vive(si es cierto que el sabio y virtuoso jamás muere) para abatir vuestro orgullo y ataros al carro de los triunfos de la patria”.

La Sociedad Patriótica mostraba toda su admiración por el jefe revolucionario, a la vez que cuestionaba a los que se le opusieron y lo obligaron a renunciar. La Sociedad vio con alegría el alejamiento de la Junta Grande, pero al poco tiempo pasó a la oposición por la política que llevó a cabo el primer Triunvirato que en muy poco se diferenció del gobierno anterior. Les preocupaba en grado sumo que no se convocara al Congreso con los representantes provinciales y el estado de abandono en que se mantenía al Ejército del Norte.

El 8 de octubre de 1812 las guarniciones al mando de San Martín y con el decidido apoyo de los hombres de la Sociedad Patriótica, ocuparon la plaza solicitando un nuevo gobierno que terminara con la línea capituladora del primer Triunvirato y retomara el impulso revolucionario, exigían concretamente la convocatoria a un Congreso que declarara la independencia y redactara la constitución. Este movimiento regeneró la esperanza, retomando las banderas morenistas, no por casualidad fue organizado conjuntamente por la Logia Lautaro y la Sociedad Patriótica, fundiéndose en él, los militares que conquistaron nuestra independencia nacional con aquellos hombres que habían luchado en la primera fila junto a Moreno.

Producto del levantamiento se convocó a un Cabildo Abierto que nombró un nuevo Triunvirato formado por Juan José Paso, quién había votado junto a Moreno en aquella reunión en la que presentó la renuncia; Rodríguez Peña, hombre muy cercano a Moreno y el tercero era Antonio Alvarez Jonte. El Cabildo comprometió al gobierno a convocar a una asamblea.

Los partidarios de profundizar los cambios revolucionarios habían quedado sin jefe con el alejamiento y muerte de Moreno, pero no tardaron en encontrar a otro hombre con una gran personalidad y con ideas similares a las del secretario de la Primera Junta. Se trataba de Monteagudo que había sido secretario de Castelli en el norte, hasta que Saavedra ordenó su detención en Salta, pero el primer Triunvirato lo hizo liberar llegando a Buenos Aires en 1811.

Su decisión política lo convirtieron en poco tiempo en el jefe del sector más consecuente revolucionario, actuando en varios medios escritos donde divulgó ampliamente su ideario. Primero escribió en la Gaceta de los viernes. Entre el 29 de marzo y el 25 de mayo de 1812 dirigió el periódico “Mártir o Libre”, cuyo nombre constituía toda una definición política y desde donde cuestionaba a aquellos gobernantes que proponían la conciliación con los enemigos de la patria. Desde el 14 de julio de 1812 hasta el 2 de febrero de 1813 estuvo al frente de “El Grito del Sud”, órgano periodístico desde donde se expresaba la Sociedad Patriótica que el propio Monteagudo dirigía.

Monteagudo era un profundo admirador de todo lo hecho por Mariano Moreno, a al vez que condenaba a Saavedra y su política, el 20 de diciembre de 1811 desde la Gaceta exclamaba su coincidencia con el que había sido secretario de la Junta: “¡Qué energía en el sistema, que acierto en las deliberaciones, que concepto entre nuestros mismos enemigos que empezaban a tributarnos el homenaje del temor! Pero ya acercaba el tiempo en que las pasiones hablasen su lenguaje natural, y se descubriesen los hipócritas cooperadores de esta grande obra. D. Cornelio Saavedra a quién con condescendencia de las circunstancias se le nombró presidente del gobierno, no pudo ver con indiferencia la Gaceta del 6 de diciembre, que desde luego hacía un contraste a sus proyectos de ambición; y emprende para llevarlos adelante, la incorporación de los Diputados de las provincias a la Junta Gubernativa. El no dudaba que entre éstos encontraría facciosos capaces de prostituir su misión, y no se engañó en su cálculo”.

Así como admiraba la actividad desarrollada por la Primera Junta, descalificaba de plano a la Junta Grande, “Pero desde la formación de la Junta Grande el espíritu se apaga, el sistema desfallece, la discordia progresa y empieza a decrecer nuestras glorias. Ya no se habla sino de facciones. Los pueblos observan con escándalo esta mudanza, lo ejércitos en campaña sienten los efectos de la desorganización, se enerva el espíritu marcial...”.

Coincidió Monteagudo con tantos otros patriotas americanos que sustentaban la firme idea de aunar a todas las colonias españolas en una sola nación independiente de cualquier poder foráneo, una de sus obras se titulaba “Ensayo sobre la necesidad de una Federación General entre los Estados Hispano-americanos y plan de su Organización”. En ese sentido expresó: ”Se realizará sin duda la federación hispanoamericana bajo los auspicios de una Asamblea cuya política tendrá por base consolidar los derechos de los pueblos y no tan sólo los de algunas familias”.

Los acontecimientos políticos lo obligaron a retirarse de Buenos Aires en 1814 embarcándose hacia Norteamérica, luego estuvo en París para retornar nuevamente a esta ciudad, pero por poco tiempo, pues pasó a Chile interviniendo en la redacción del acta de Independencia el 1° de enero de 1818. Participó en Cancha Rayada junto a O’Higgins, luego fundó el periódico “El Censor de la Revolución”.

Secundó a San Martín para marchar al Perú siendo nombrado por el Libertador como Ministro de Guerra y luego Ministro de Relaciones Exteriores. Sin embargo, cuando la oligarquía del Perú conspiró contra San Martín, Monteagudo sufrió el cuestionamiento implacable de esas clases privilegiadas que lo obligaron a marchar al destierro.

Luego colaboró con Bolívar, en el que encontró la comprensión que no habían tenido aquellos hombres de bolsillo llenos. Desde Quito exclamó.”Yo no renuncio a la esperanza de servir a mi país, que es toda la extensión de América”.

Si repasamos la vida de Monteagudo, aunque sea en forma extremadamente breve, es porque entendemos que la historia oficial no ha ubicado en su justo lugar a este hombre que tuvo el mérito de ser uno de los continuadores de Moreno, además de colaborador estrecho de varios a quienes debemos la Independencia Americana como fueron Castelli, O’Higgins, San Martín y Bolivar

El líneas generales, la historia oficial ha intentado enmudecer y deformar el pensamiento de los patriotas revolucionarios. Las tragedias de Moreno y Monteagudo marcaron las dificultades de los revolucionarios consecuentes para enfrentar a las clases privilegiadas, los intereses mezquinos de los enriquecidos por el comercio y el contrabando pudieron más que el sentimiento nacional, a esto se agregó la actividad de políticos y militares, que sin pertenecer a esos sectores sociales, actuaron de acuerdo a la conveniencia de esas minorías antes que a los intereses nacionales.

Tanto Moreno como  Castelli y Monteagudo sufrieron de la hostilidad de sus contemporáneos, y terminaron sus días de la peor manera, ya vimos como murió Moreno, Monteagudo fue asesinado en el Perú en 1825 y Castelli concluyó sus días luego de haber sufrido prisión, juicios y calumnias.

Sólo hay una manera de subsanar los errores que cometieron en el pasado compatriotas nuestros, en este caso sólo podemos hacer justicia si desechamos la versión liberal de nuestra historia y les damos a esos patriotas, el lugar en nuestro recuerdo que se supieron ganar con sacrificio y espíritu libertador. Pero por sobre todas las cosas no debemos olvidar sus enseñanzas, no sólo las que se desprenden de sus palabras, sino en particular las que emanan de sus actos. Que a nuestras generaciones no les vuelva a ocurrir lo que a ellos, que nunca más un puñado de plutócratas maneje arbitrariamente los destinos de nuestro pueblo.              

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