El Forjista
La revolución del 25 de Mayo carecía de un plan de gobierno que orientara el rumbo de su actividad futura en aquellas cuestiones que se consideraban de mayor importancia. Así fue como la Junta encomendó a Belgrano para que determinara cuales debían ser los aspectos que debían ser tratados en el plan. El 15 de julio, Belgrano elevó a consideración de la Junta los puntos que debían ser abordados en el proyecto.
Esos puntos eran nueve, a saber: 1.Conducta Gubernativa 2.Sublevación de la Banda Oriental 3.Relaciones con España 4.Conducta hacia Portugal e Inglaterra 5.Relaciones secretas con los agentes en el interior para consolidar el nuevo sistema 6.Formas para fomentar los fondos públicos para los gastos de guerra y creación de industrias 7.Relaciones secretas de los agentes de Portugal e Inglaterra 8. Trabajo de los agentes para sublevar a la provincias del Brasil “Haciéndolos gustar de las dulzuras de la libertad y derechos de la naturaleza” 9. Medios a adoptarse para la conquista de Río Grande y demás provincias del Brasil.
El 17 de julio la Junta aprobó la propuesta de Belgrano, y pasó a determinar quién sería el encargado de la redacción del plan. Al día siguiente se designó a Moreno para desarrollar esa importante tarea.
Todos los miembros de la Junta se juramentaron a mantener en absoluto secreto el Plan de Operaciones, a la vez que se le indicó a Moreno que alegara sufrir una indisposición física, pidiendo licencia para dedicar todo su tiempo a la redacción encomendada. El juramento de silencio fue cumplido, pero el Plan de Operaciones nunca se aplicó por la caída política de Moreno.
En nuestro país quedaron las notas de la Junta donde se mencionaba con precisión la necesidad de elaborar el Plan, los tópicos a ser tratados en él y la designación de Moreno para redactarlo. Lo que no quedó en el país fue el escrito original, como tampoco ninguna copia, las que marcharon al exilio junto al autor, de ahí surgieron las discusiones que desde hace tiempo rodearon la autenticidad del Plan.
La primera mención conocida sobre el escrito la realizó el escritor español Torrente en 1829, que como era de esperar era denigratoria. Torrente decía: “La casualidad ha hecho llegar a mis manos el informe secreto que uno de dichos diputados, el Dr. Moreno, dio a la Junta de Buenos Aires sobre los medios de arraigar su revolución, se estremece el alma al considerar los atroces y bárbaros atentados de que es capaz una cabeza excéntrica, exaltada por el estúpido mito del republicanismo”. No obstante, Torrente no conoció el escrito en su totalidad.
Transcurrieron varios años antes que se volviera a escuchar sobre el documento, en este caso fue el historiador Eduardo Madero que investigando en el Archivo de Indias de Sevilla dio por casualidad con una copia, enviándole una reproducción del hallazgo a Mitre. Este al recibirla la ofreció al Ateneo para que la publicara en un trabajo sobre las obras de Moreno que se estaba por editar, pero en el momento de concretar la entrega del documento, Mitre lo extravió.
Este descuido del padre de la versión oficial de la historia argentina sugiere una serie de preguntas. Extraña que Mitre incurriera en el error de perder un documento habiendo sido famoso por el cuidado de los papeles con significado histórico, claro que parecía tener un mayor cuidado por aquellos que reafirmaban su pensamiento.
También es sospechoso que Mitre no se haya preocupado por requerir urgentemente otra copia para dar a conocer al público un documento inédito, nada menos que del principal protagonista de la revolución, cualquier historiador hubiese hecho lo imposible para ser el transmisor de semejante primicia, sin embargo, Mitre parecía pensar que el esfuerzo no valía la pena. Por último ¿ Mitre ni siquiera leyó el documento antes de extraviarlo? Dado que no mereció de su parte el más mínimo comentario sobre su contenido. Se dieron una serie de circunstancias extrañas que no lleva a dudar de la pérdida de un escrito que contrariaba el pensamiento histórico y político de Mitre.
Por fin, en 1896 el doctor Norberto Piñero lo publicó en una recopilación de escritos de Mariano Moreno, utilizando otra copia que se le enviara desde Sevilla. De esta manera los argentino tuvimos la posibilidad de conocer por primera vez en forma integral, el Plan de la Revolución de Mayo.
Pero la actitud de este historiador, que no buscaba otra cosa que permitir que esta obra fundamental llegara a conocimiento de sus compatriotas, chocó con la resistencia de los figurones que modelaron nuestra historia y cultura a su europeizado gusto. El Plan de Operaciones destruía definitivamente el mito del Moreno liberal, u ampliaba el conocimiento sobre el pensamiento patriótico y revolucionario de este hombre y su generación.
Durante muchos años nuestros gobernantes vivieron con una admiración religiosa ante la cultura europea, todos los productos de ella, especialmente los de nacionalidad francesa e inglesa, eran consumidos en Buenos Aires por una intelectualidad que buscaba emular este pensamiento. Trataron de transplantar un modelo de civilización que necesariamente debía reemplazar nuestras tradiciones indígenas, criollas e incluso españolas, en esto y en muchas otras cosas se diferenciaron sustancialmente, a pesar de las loas que cantaban en sus honor, del Moreno defensor intransigente de los hombres y la cultura de América.
Cuando Piñero dio a conocer el Plan de Operaciones, imperaba en la cultura de Buenos Aires, el francés Paul Groussac. Su poder en el plano de las ideas era ilimitado, muy pocos se atrevían a contradecirlo, no era para menos era un representante de la cultura europea.
Fue precisamente Groussac el primero en lanzar todas sus baterías contra el Plan y contra quién había osado considerarlo legítimo. En 1896 Groussac afirmaba: “ Digamos sin demora que la conclusión más exacta y justiciera que de sus estudios sacará cualquier perito es que el autor del Plan, a no ser un mistificador o un demente tenía un alma de malvado apareado con una inteligencia de imbécil”. ¡ Y para esto importábamos intelectuales!.
Avanzando en el escrito del francés leemos: ”El documento simulado que se ha tenido la culpable ligereza de incorporar a la obra de Moreno es un revoltillo de inepcias tan enormes y de perversidades tan cínicas, que salta a la vista la impostura, revelándose el propósito manifiesto de desacreditar al jefe visible de la Revolución y de suministrar armas contra ella a los Torrente y sus iguales”.
El francés no sólo consideró apócrifo el documento sino que además pensaba que era producto de un enemigo de la revolución y de Moreno, con lo cuál Groussac mostraba su desconocimiento sobre los hombres de Mayo. Pero la responsabilidad no puede caer sobre este extranjero, sino más bien en aquellos que escuchaban sus palabras como emanadas de un poder divino.
Para reafirmar sus ideas, Groussac señalaba : “ ... después de largas vacilaciones me quedé provisionalmente con la creencia de que fue una ‘obra de encargo’ desempeñada por algún chapucero español, errante por aquí...”. Ejerciendo supuestamente la defensa de Moreno, Groussac atacó a Piñero, pero en realidad cuestionaba el verdadero sentido de la revolución que aquél encarnó.
En 1897, Piñero se defendió sustentando la autenticidad del Plan de Moreno, con respecto a éste, dijo Piñero: ”... fue el hombre de las transformaciones radicales; el sostenedor de la constitución inmediata del estado; el contractualista ardiente, discípulo de Rousseau; el defensor de la soberanía popular; el propagador de las doctrinas más avanzadas”.
Era evidente que Piñero mostraba tener un mayor conocimiento sobre el pensamiento de los revolucionarios de Mayo que el influyente francés.
Más adelante expresó Piñero: ”El señor Groussac, como un justiciero infalible e implacable, se pronuncia de modo más acerbo contra el Plan; lo declara un aborto disforme y bestial de un malvado o imbécil, a la vez, lo fulmina y lo condena irremisiblemente; sustenta que es apócrifo; exhibe para demostrarlo, ‘las más claras e irrefragables’, ‘de las pruebas superabundantes’ en que se apoya; fustiga despiadadamente al autor o autores de la ‘atroz injuria’, ‘de la afrenta a la memoria pura de Moreno’ “.
Piñero denunciaba en este párrafo toda la pedantería y soberbia de estos dictadores culturales importados que durante mucho tiempo debimos soportar estoicamente.
Piñero demostró en primer término, que los giros idiomáticos utilizados en el Plan, también lo fueron por Moreno en otros escritos, con lo cuál rebatía las argumentaciones de Groussac sobre el estilo literario.
Con respecto a lo que el francés afirmaba sobre que el autor era un enemigo de la revolución, Piñero respondió: ”Ante todo, es inconcebible y contradictorio que se falsificara un extensísimo documento, lleno de reglas e indicaciones sobre políticas externa e interna, destinada a ‘desacreditar al jefe visible de la revolución’ como se sostiene, que después de escrito se le mantuviera en el más absoluto secreto substraído al conocimiento de todos, sin que persona alguna sospechara su existencia; y que descubierto veinte años más tarde, por el historiador Torrente, adversario de la revolución, este transcribiera de él, en nota, sólo dos páginas escasas. Para que un documento desprestigie es preciso que se publique que circule, que sea leído”.
El otro argumento utilizado por Groussac para desvirtuar el plan revolucionario está relacionado con el uso del terror contra los enemigos, que el plan proponía y que según Groussac no estaba acorde al pensamiento y los actos de Moreno. Como ya vimos, no tiene visos de seriedad señalar que Moreno temía adoptar medidas que significaran atemorizar a los declarados enemigos de la revolución.
Al refutar a Groussac, Piñero se expidió de la siguiente manera: “ las medidas extremas, de rigor excesivo, aconsejadas en el Plan, contra las personas y los bienes de los adversarios de primera fila, se haya en correspondencia con lo que Moreno ha querido, ha sentido y ha ordenado en diferentes casos, y con hechos muy conocidos ejecutados por el gobierno revolucionario. Más todavía, el terror y la persecución sin cuartel se ejercitaba sistemáticamente contra el enemigo. Abundan los actos y resoluciones que lo atestiguan”.
Como se verá, Piñero conocía mejor el tema en tratamiento, pues como anteriormente relatamos, Moreno actuó de la forma que lo menciona Piñero en el fusilamiento de Liniers, como también en las instrucciones que le envía a Castelli al Alto Perú donde ordenaba adoptar drásticas medidas con los jefes enemigos. Negar estas actitudes es falsear la historia, muy al gusto de la escuela histórica liberal, la cuál se ha dedicado a “abuenar próceres” y por supuesto que a desfigurarlos hasta hacerlos irreconocibles de tan deshumanizados que quedan luego de ser sometidos al proceso de “liberalización”.
Querer ocultar esta cara de Moreno es desconocer la verdad histórica, su memoria no necesita de estos defensores.
Continuando con Piñero: “... Moreno, entre sus eminentes y altas aptitudes no tenía las de la clemencia y generosidad hacia sus adversarios. Era duro, cruel, implacable y terrible con los enemigos de la causa revolucionaria. Aceptaba y ponía en práctica, los procedimientos más formidables para defender la patria”. Y citaba a continuación las palabras de Manuel Moreno “Enhorabuena que el doctor Moreno no aconseja como atributo la clemencia, yo pienso que esta dualidad bajo conspiraciones contra el Estado, lejos de ser una virtud, es verdaderamente un vicio”.
Piñero, sin embargo, exageraba un poco pues se dejó llevar por las palabras de Moreno más que por lo hechos, podía ser clemente y humanitario si las condiciones se lo permitían, no cuando entendía que la inflexibilidad era la única forma de contrarrestar las maniobras enemigas, aquí sí resultaba implacable. Además todos los actos para atemorizar al enemigo se realizaron en el marco de un estado de guerra, y cabe recordar que la Revolución de Mayo no contó con víctimas en ninguno de los bandos, la guerra posterior trajo las primeras bajas.
Luego de la correcta refutación de Piñero, en 1898 volvió a embestir contra el Plan, pero esta vez cambiando el argumento central, ya no sería producto de un enemigo de la revolución, sino de un furioso partidario de Moreno. “Es posible que el Plan sea un aborto de un patriota desconocido...”.
Años más tarde, quién fuera presidente de la Academia de Historia, fue el encargado de lanzar sus ataques contra el vapuleado Plan de Operaciones, Ricardo Levene también consideró apócrifo el escrito. Algunas de las explicaciones volvían a ser las mismas que las utilizadas por Groussac, pues afirmaba que era absurdo identificar la política de terror aconsejado en el Plan con la primera Junta.
Moreno proponía una serie de expropiaciones a las grandes fortunas con lo cuál según Levene “ su autor renegaría del furioso liberalismo y de la historia del comercio libre preconizado en la Representación de los Hacendados y Labradores y comenzaba a poner en práctica desde el gobierno”.
Esta párrafo muestra la mayor preocupación de los historiadores liberales, aceptar la legitimidad del documento significaba la destrucción del mito liberal. Moreno ya estaba afiliado al partido del librecambio mediante las habilidosas maniobras historiográficas, difícil resultaba reconocer que en realidad el prócer contrariaba radicalmente esa ideología.
En el artículo 6 se planteaban formas de obtener fondos, constituyendo uno de los aspectos más importantes del documento, destruyendo una imagen pero mostrando otra muy diferente con ribetes de un nacionalismo económico y proteccionismo industrialista. El descubrimiento del Plan de Operaciones significaba un golpe de muerte a las fantasías construidas durante años. Moreno volvió a aparecer ante los ojos de sus compatriotas como el revolucionario y patriota que fue, el defensor de la soberanía popular, el que dio un sentido nacional a la economía.
Levene, como antes Groussac, desarrolló argumentos para que el Plan de Operaciones quedara en la más absoluta oscuridad. Volvió a insistir que obra de un enemigo de la revolución, argumento que ya había sido descalificado con certeza por Piñero.
El presidente de la Academia quiso también invalidar el escrito señalando que ni los adversario de Moreno, como Saavedra, hicieron mención al cuestionado documento en su correspondencia privada. Es fácil responder a esta aseveración pues es sabido que todos los miembros de la Junta se habían comprometido a guardar absoluto silencio, todos de alguna manera era responsables del Plan pues habían elegido por unanimidad al redactor. Que Saavedra, ni ningún otro, hicieran mención al mismo no demuestra en absoluto su inexistencia.
Levene mandó sacar algunas copias fotográficas del archivo de Sevilla y las hizo analizar por un perito calígrafo llegando a la conclusión que la copia había sido redactada por Andrés Alvarez de Toledo que fue capitán en Montevideo al servicio de España, con lo cuál Levene dio por terminada la prueba, que demostraba a su entender, que el Plan era obra del enemigo. Pero no se percató de un detalle, el documento de Sevilla era una copia del original, por lo que probar que una copia fue escrita por un adversario de los patriotas no puede conducir a señalar al escrito como apócrifo.
Adherimos en un todo a las palabras de Puigross cuando marcó: ”Hablemos con franqueza: lo que importa a los impugnadores del Plan no es que sea legítimo o apócrifo, sino desconectarlo de la Revolución de Mayo, apartarlo de Moreno. Tan es así que Levene escribe esta elocuente confesión: ’para comprender la obra orgánica de la Revolución se impone, en primer término, demostrar la apocricidad del Plan atribuido a Moreno y a la junta gubernativa’ “.
Traduciendo las palabras de Levene, si es que hace falta, se puede decir que para el liberalismo histórico es prioritario desconocer el documento para que todo el castillo construido, desde Mitre en adelante, no caiga irremediablemente. Es que esa versión de la historia prefería al Moreno de la Representación de los Hacendados, aunque no por cierto en aquella parte que atacaba implacablemente a la oligarquía comercial ligada al comercio exterior. Ocultando el Plan de Operaciones y el impulso transformador del morenismo, una auténtica revolución americana queda convertida en un mero golpe de estado.
Si bien nunca se encontró el original, nuestra opinión es que se cuentan con indicios suficientes para determinar que el mismo existió y que la copia encontrada en Sevilla se aproximaba bastante al auténtico documento.
La resoluciones de la Junta del 15 al 18 de julio demuestran que se encargó a Moreno su redacción y que si luego no se volvió a escribir sobre el tema, fue porque efectivamente fue confeccionado de acuerdo a las instrucciones de la Junta. Por otra parte, el documento sigue estrictamente el ordenamiento que Belgrano había determinado y que el gobierno había aprobado.
El pensamiento que se desprende del Plan es coincidente en un todo con el de Moreno, por lo que concluimos que es totalmente auténtico y no pudo ser escrito por otro que no fuera el secretario de la Junta. Sin el Plan la revolución emancipadora pierde gran parte de su sentido.