El Forjista
Al
comienzo del escrito dirigido a la Junta, Moreno buscaba convencer a
sus compañeros de la necesidad de aplicar una serie de medidas que ahondara
el cauce de la revolución. Insistía en adoptar decisiones ejemplificadoras
para con los enemigos. Según su opinión era necesaria toda la energía
posible para derrotar a las formidables fuerzas que se oponían al destino
nacional. Por eso aconsejaba “nada hemos de conseguir con la benevolencia
y la moderación”.
Para
reafirmar sus posición recordaba las múltiples muestras de severidad
que los españoles dieron durante su dominio: “... tendamos la vista
a nuestros tiempos pasados y veremos que tres millones de habitantes
que la América del Sur abriga en sus entrañas han sido manejados y subyugados
sin más fuerza que la del rigor y capricho de unos pocos hombres...”.
Una
y otra vez, insistía ante sus pares en la necesidad de aplicar el mayor
rigor, resulta claro que su reiteración era producto que algún sector
integrante de la Junta no estaba del todo de
acuerdo con los métodos que pregonaba.
“La
moderación fuera de tiempo no es cordura ni es una verdad; al contrario,
es una debilidad cuando se adopta un sistema que sus circunstancias
no lo requieren; jamás en ningún tiempo de revolución, se vio adoptada
por los gobernantes ka moderación ni la tolerancia; el menor pensamiento
de un hombre que sea contrario a un nuevo sistema, es un delito por
la influencia y por el estrago que puede causar con su ejemplo, y sus
castigo es irremediable”.
Como
una obsesión reiteraba su opinión de profundizar la revolución, que
no podía detenerse a riesgo de sucumbir, repetía la palabra moderación
como uno de los mayores males que sólo podía dirigir al resurgimiento
de la reacción realista. Tal vez ya comenzaba a sentir que no tenía
el acompañamiento que necesitaba para aplicar sus proyectos.
Moreno
fue el primero entre los miembros de la Junta, en hablar de la Independencia
Americana, cuando aún se mantenía la máscara de Fernando VII, en el
Plan se remarcaba que el único camino posible era la emancipación “...
ya que la América del Sud ha proclamado su independencia
para gozar de una justa y completa libertad...”.
Muy
posiblemente en este tema tampoco los integrantes del gobierno coincidieran
con Moreno, que sin tapujos se refería a una cuestión que en ese momento,
aún era difícil de plantear hasta en el seno de los partidarios de la
revolución.
La
situación en España no daba posibilidades de buscar otro camino que
no fuera la independencia. “ “La insubsistencia perpetua y continuada
de la corona de España, lo está evidenciando; la familia real envilecida,
había dejado de serlo y perdido sus derechos; el 25 de mayo de 1810,
que hará célebre la memoria de los anales de América no ha demostrado
esto, pues hace veinte años, que los delitos y las tramas de sus inicuos
mandones y favoritos le iban preparando este vuelco”.
Moreno
se esforzaba por convencer, en un lenguaje claro y llano se dirigía
a los espíritus moderados de la Junta para advertirles sobre los peligros
de torcer o frenar los ímpetus iniciales de la revolución. Quería sacudirles
las cabezas, alertarlos, y para eso usaba un lenguaje provocador ”...
si moderando mis reflexiones no mostrase los pasos verdaderos de la
felicidad, sería un reo digno de la mayor execración; y así no debe
escandalizar el sentido de mis voces, de cortar cabezas, verter sangre,
y sacrificar a toda costa, aún cuando tenga semejanza con las costumbres
de los antropófagos y caribes. Y sino ¿Por qué nos pintan a la libertad
ciega y armada de un puñal? Porque ningún estado envejecido o provincia,
pueden regenerarse ni cortar sus corrompidos abusos, sin verter arroyos
de sangre”.
Terribles
palabras que no se llevaron a la práctica salvo con los líderes de la
contrarrevolución. Cabe preguntarse cuál fue el efecto que causó este
descarnado párrafo en las conciencias tibias del saavedrismo. El difícil
camino de construir una patria recién había comenzado, aquellos que
podían dormirse en los laureles y creían haber llegado al objetivo,
recibieron el sacudón de Moreno, que les decía que el trayecto era doloroso
y recién estaba en sus
comienzos. En el escrito no estaban ausentes las críticas a la Junta.
“Hablemos
con franqueza; hasta ahora sólo hemos conocido la especulativa de las
conspiraciones, y como tal cuando tratamos de pasar a la práctica nos
amilanamos. Pues no; no son estas las lecciones que nos han enseñando
los maestros de las grandes revoluciones; fíjese la vista sobre los
anales de las historias del Norte; de la Francia, etc, y aún de la misma
España, y se observará las tramas y las astucias políticas, únicamente
dirigidas a conseguir por todo camino aquellos fines a que ha aspirado”.
Pero
las medidas intransigentes hacia los enemigos no era lo más importante
del Plan, sus opiniones sobre la forma de resolver los problemas económicos
y la intención manifiesta de expandir la revolución a todos los rincones
de América revisten un interés superior, que muestran al estadista que
desde el gobierno intentaba construir un nuevo sistema que reemplazara
al colonial.
Pasemos
analizar los distintos artículos que componen la obra.
Artículo
primero: En cuanto a la conducta gubernativa más conveniente a las opiniones
públicas y conducente a las operaciones de la dignidad de este gobierno.
Dividía
a los hombres de acuerdo a sus opiniones con respecto al nuevo gobierno,
en ese sentido los consideraba de tres clases: los partidarios de la
causa, los enemigos declarados y los neutrales a los que consideraba
verdaderos egoístas.
De
esta clasificación derivaba la actitud que la Junta debía adoptar con
cada uno de los grupos. A los patriotas había que tratarlos con la mayor
consideración, incluso en caso que cometieran un delito, que no fuera
contra la revolución, debía ser perdonado o aplicársele una pena muy
suave, pues para Moreno, en épocas revolucionarias sólo debían castigarse
las actitudes que fueran contra ella. Debían establecerse diversas clases
de premios para halagar a los patriotas por sus servicios. Cuando algún
partidario de la revolución realizar una denuncia debía dársele alguna
forma de satisfacción aunque fuera infundada, para demostrarle que se
confiaba en él.
Por
supuesto, que diametralmente opuesto debía ser el comportamiento con
los enemigos “... a la menor semiprueba de hechos, palabras, etc; contra
la causa, debe castigarse con pena capital, principalmente cuando concurran
las circunstancias de recaer en sujetos de talento, riqueza de carácter,
y de alguna opinión; pero cuando recaiga en quienes no concurran éstas,
puede tenerse alguna consideración moderando el castigo...”.
En
cuanto a los neutrales y en especial a los tuvieran aptitudes destacables,
la Junta intentaría ganar su simpatía, ofreciéndole empleos y protección
pero sin confiar plenamente en ellos, hasta tanto demostraran ser personas
que no estaban dispuesta a atentar contra los fines revolucionarios.
Los
cargos más importantes serían otorgados solamente a la gente de suma
confianza, a la vez que proponía el alejamiento de la ciudad de aquellos
que por su influencia podían ser un obstáculo serio para las decisiones
del gobierno.
Para
consolidar el proceso de transformaciones, proponía adoptar medidas
para terminar con las desigualdades entre las razas, apoyando la abolición
de la esclavitud, reafirmando con esto su pensamiento democrático y
favorable a los sectores más desprotegidos. Así como podía ser inflexible
con los opositores se mostró permanentemente preocupado por mejorar
la situación de los negros, mestizos, indios y criollos.
“Por
consiguiente, el gobierno debe tratar y hacer publicar con la mayor
brevedad posible, el reglamento de igualdad y libertad entre las distintas
castas que tiene el Estado, en aquellos términos que las circunstancias
exigen, a fin de, con este paso político, excitar más los ánimos, pues
a la verdad siendo por un principio innegable que todos los hombres
descendientes de una familia están adornados de unas mismas cualidades,
es contra todo principio o derechos de gentes querer hacer una distinción
por la variedad de colores, cuando son unos efectos puramente
adquiridos por la influencia de los climas; este reglamento y demás
medidas son muy del caso en las actualidades presentes”.
Esta
medida debía irritar a algunos criollos acostumbrados a ser servidos
por esclavos e indios, pero Moreno descubrió antes que nadie, que sin
el apoyo de las clases empobrecidas y sometidas era imposible pensar
en la libertad de la gran Patria Americana. Como era su costumbre acometió
contra los privilegios que sojuzgaban a sus compatriotas, en decisiones
como ésta deben buscarse los motivos de las profundas resistencias que
su política despertó.
El autor también daba su opinión sobre la necesidad de mantener la máscara de Fernando VII con el sentido de confundir a las potencias extranjeras y a España para “ que podamos hacerles dudar cual de ambos partidos sea el verdadero realista”. Pero también debía ser utilizada internamente, aclarando que su uso debía ser transitorio hasta la consolidación del gobierno “ ... aún para atraernos las voluntades de los pueblos, tampoco sería oportuna una declaración contraria y tan fuera de tiempo, hasta que radicalmente no sentemos nuestros principios sobre bases fijas y estables y veamos los sucesos de la España la suerte que corren”.
Artículo
segundo: En cuanto al medio para la sublevación de la Banda Oriental
y rendición de Montevideo.
En
este punto volvió a mostrar toda la astucia de político, la osadía de
revolucionario y la brillantez como conductor de la guerra contra el
colonialismo. El autor mostró conocer cabalmente la situación de la
otra orilla del Río de la Plata.
Montevideo
constituía un asiento del poder realista, con una flota de la que Buenos
Aires carecía, por lo cuál un intento de ataque directo era poco menos
que imposible, por lo que Moreno marcó los distintos pasos para concluir
con este baluarte del dominio español.
En
primer término, había que conquistar la campaña, ya que el reconocimiento
de dos ciudades de la Banda Oriental a la Junta de Buenos Aires en los
primeros días de la revolución, demostraba que en el campo había elementos
favorables al nuevo gobierno. El secretario de la Junta recomendaba
obtener el favor de los comandantes militares, alcaldes y eclesiásticos
que fueran posteriormente la semilla que difundieran las nuevas doctrinas.
A
cada pueblo se enviarían agentes para obtener el concurso de los elementos
más influyentes que a la vez confeccionarían listas de nuevos adherentes.
El sentido era que en cada pueblo se generara la agitación suficiente
a favor de la revolución, de tal forma que cuando fuera tiempo procedieran
a conformar una fuerza militar, mientras la Junta se encargaría de enviar
oficiales experimentados. Una vez adoptadas estas instancias previas,
desde Buenos Aires se enviaría un ejército de tres o cuatro mil hombres.
Así quedaban sentadas las bases para tender un cerco en torno a Montevideo
tomando paulatinamente los pueblos más cercanos.
El
Plan contemplaba la adopción de una serie de drásticas medidas dirigidas
contra los bienes enemigos o contra aquellos que sin quererlo no hubiesen
apoyado al ejército libertador. Los hacendados del partido enemigo que
abandonaran sus tierras y haciendas debían ser convocados por edictos
y en caso de no presentarse, sus bienes serían confiscados y pasarían
al poder de la nación que las utilizaría para sostener los gastos militares.
Los vecinos estarían obligados a concurrir con los auxilios necesarios
al ejército, en caso de negarse, se los consideraría sospechosos y debían
atener a las consecuencias.
También
preveía la confiscación de los buques, lo que daría inicio a la escuadra
propia de la que Buenos Aires carecía. Se exceptuaban los buques de
bandera americana, inglesa, portuguesa o de individuos partidarios de
la revolución. Se confiscarían los bienes de las personas que se encontraran
en Montevideo en el momento de la rendición, salvo los que correspondieran
a extranjeros, siempre y cuando pudieran demostrar fehacientemente que
habían permanecido neutrales.
El
Plan prevenía: “Serán desterrados todos los españoles y patricios y
demás individuos que no hayan dado alguna prueba de adhesión a la causa
con antelación y los extranjeros, si estando avecindados no justificasen
haberse mantenido neutrales, y serán conducidos a destierro a Malvinas,
Patagones, y demás destinos que se hallasen convenientes”.
El
Plan buscaba soluciones para recuperar a la Banda Oriental para la causa
americana, pasaron algunos años para que la política suicida de los
gobernantes porteños y la intriga inglesa, inventaran en la Banda Oriental
un nuevo país.
En
este artículo se realizaron propuestas para postergar, lo más posible,
la reacción española contra las colonias que habían comenzado a recorrer
el camino de la independencia. La Junta
intentaba consolidar la revolución en todo el territorio del
antiguo virreinato, por lo que necesitaba ganar el mayor tiempo posible
para preparar la resistencia contra el poder colonialista.
En
tal sentido, Moreno propuso requerir a todos los Cabildos, actas y representaciones
que debían hacer llegar a la Junta para que esta a su vez las remitiera
a España. En las mismas de debían señalar que estos pueblos se “desvelaban
para conservar los dominios de esta América para el señor Fernando VII
y sus sucesores”. Estas actas debían contener todo tipo de críticas
al anterior gobierno, entre las cuales se remarcaba la de haber desarmado
a los regimientos con el firme propósito de dejar estos territorios
desarmados ante le peligro francés y “que desde el gobierno del último
virrey se han arruinado y destruido todos los canales de la felicidad
pública, por la concesión de la franquicia del comercio libre con los
ingleses, el que ha ocasionado muchos quebrantos y perjuicios”. Continuando
con el cuestionamiento al viejo régimen, agregaba “también debe hacerse
presente cuantos vicios y tachas hayan tenido los antiguos magistrados,
exagerándolas en la más debida forma”.
Con
esta proposición buscaba provocar la duda entre los españoles sobre
el auténtico sentido de la revolución, por eso remarcaba que las antiguas
autoridades querían entregar los dominios a los franceses, lo cuál no
era cierto, por otra parte, si bien varios regimientos fueron disueltos,
lo fueron fundamentalmente para disminuir la influencia de los criollos.
En
lo relativo al comercio libre, además de demostrar que Moreno no era
partidario a ultranza de él, hacía responsable a los funcionarios españoles
de las múltiples violaciones de los ingleses a la reglamentación de
1809.
Completando
la campaña contra los funcionarios españoles, proponía publicar los
papeles públicos de Liniers y Cisneros, en especial los relativos a
la recepción al enviado francés de la que fue protagonista Liniers.
Escritos
similares a los propuestos serían firmados por la gente influyente de
los pueblos del interior, obligándolos con amenazas si fuera necesario.
Se enviaría una comisión para reunirse con el Consejo de Regencia acompañada
con los documentos mencionados. Debían realizarse negociaciones similares
con Portugal e Inglaterra, aliados de España, para que por medio de
la declaración de lealtad a Fernando VII y enemistad hacia Napoleón
se predispusieran favorablemente a enviar apoyo material a estas tierras,
en especial armas, o por lo menos obtener su neutralidad.
Toda
esta política de suma complejidad tenía como objetivo el que Moreno
formuló de esta manera: “ ... no diré que estas tramas no puedan descubrirse,
pero poco cuidado debe dársele a la Patria si se le franquea tiempo
para ir realizando sus miras y estorbando que la España pueda remitir
algunas tropas en la infancia de nuestro establecimiento”.
Cabe
mencionar, más allá de todas esta ideas delineadas en el Plan, que en
ningún momento España dudó en que lado de la contienda estaban los revolucionarios
y por lo tanto aquellos a
los debía combatir, si hubo alguna demora en la reacción contrarrevolucionaria
se debió a las dificultades políticas en la península.
Artículo
cuarto: conducta hacia Portugal e Inglaterra.
Urgía
neutralizar a estas dos aliadas de España que si concurrían en su ayuda
harían insostenible la situación de los revolucionarios americanos.
Por otra parte, Portugal tenía un histórico interés en la Banda Oriental,
resultando factible un pacto entre los españoles de Montevideo con los
portugueses. La táctica de Moreno parecía ser la única posible en aquellos
momentos, esta era la de ganarse la buena voluntad de las dos naciones,
especialmente con Inglaterra que dominaba totalmente la corte portuguesa,
pero sin desconocer por esto el carácter rapaz de la Gran Bretaña.
Decía
Moreno: ” Nuestra conducta con Inglaterra y Portugal debe ser benéfica,
debemos proteger su comercio, aminorarles los derechos, tolerarlos y
preferirlos, aunque suframos algunas extorsiones...”.
Confiaba
que a través de la negociaciones y presiones sobre Lord Strangford,
se impidiera la alianza entre el Portugal y la Banda Oriental. También
se debía indisponer los ánimos entre portugueses y españoles.
A
cambio de los beneficios que se otorgaría a Inglaterra, ésta debía evitar
la alianza entre el Brasil y la Banda Oriental, proveer las armas que
los revolucionarios necesitaban, y transportar a los diputados americanos
para realizar las tramitaciones en el extranjero, pues la Provincias
Unidas carecían de flota. A su vez Inglaterra debía comprometerse a
no intervenir en disputas entre partes de la monarquía española, siempre
que se reconociera a Fernando VII y se mostrara enemistad a Francia.
La
ayuda inglesa debía llegar aún cuando España lograra sacudir el yugo
francés “ para el efecto de realizar nuestra independencia”. Se concretaría
una alianza defensiva-ofensiva por 20 o 25 años bajo condiciones
a determinar, entregando la isla Martín García para que Inglaterra
pudiera disponer de un puerto franco, como reconocimiento a la alianza
y colaboración mutua.
En
este punto, Moreno cometió el error más grave de sus carrera política,
que si bien no se concretó, pudo haber tenido consecuencias nefastas
para nuestra soberanía nacional. Entregar la isla Martín García, nada
menos que al Imperio Británico, hubiera significado tener dentro de
nuestro cuerpo nacional un cáncer que con el tiempo podía haberse extendido
a todas las regiones.
Pero
a pesar de esta criticable propuesta,
insistimos que la alianza con Inglaterra que Moreno proponía
no era someterse a su dominio, pues los términos de las negociaciones
evidenciaban un mutuo beneficio que la Junta supo aprovechar para descomprimir
una situación que por momentos fue muy complicada. Los patriotas obtuvieron
importantes ventajas como el de evitar la invasión portuguesa y la alianza
española-británica, obtener
auxilios militares y poder disponer de los barcos ingleses para realizar
ciertas misiones diplomáticas.
Si
bien es cierto que se podían sufrir “ciertas extorsiones”, no existía
otra posibilidad dadas las circunstancias y obtener la seguridad que
se lucharían exclusivamente contra España, sin la intervención de las
otras potencias. Exceptuando el punto de la entrega de Martín García,
son de elogiar los términos que se propusieron para realizar aquellas
difíciles negociaciones.