El Forjista

Biografía de Mariano Moreno

La Revolución según Mariano Moreno

Capítulo 24 - El Plan de Operaciones (Primera Parte)

Al comienzo del escrito dirigido a la Junta, Moreno buscaba convencer a sus compañeros de la necesidad de aplicar una serie de medidas que ahondara el cauce de la revolución. Insistía en adoptar decisiones ejemplificadoras para con los enemigos. Según su opinión era necesaria toda la energía posible para derrotar a las formidables fuerzas que se oponían al destino nacional. Por eso aconsejaba “nada hemos de conseguir con la benevolencia y la moderación”.

Para reafirmar sus posición recordaba las múltiples muestras de severidad que los españoles dieron durante su dominio: “... tendamos la vista a nuestros tiempos pasados y veremos que tres millones de habitantes que la América del Sur abriga en sus entrañas han sido manejados y subyugados sin más fuerza que la del rigor y capricho de unos pocos hombres...”.

Una y otra vez, insistía ante sus pares en la necesidad de aplicar el mayor rigor, resulta claro que su reiteración era producto que algún sector integrante de la Junta no estaba del todo de  acuerdo con los métodos que pregonaba.

“La moderación fuera de tiempo no es cordura ni es una verdad; al contrario, es una debilidad cuando se adopta un sistema que sus circunstancias no lo requieren; jamás en ningún tiempo de revolución, se vio adoptada por los gobernantes ka moderación ni la tolerancia; el menor pensamiento de un hombre que sea contrario a un nuevo sistema, es un delito por la influencia y por el estrago que puede causar con su ejemplo, y sus castigo es irremediable”.

Como una obsesión reiteraba su opinión de profundizar la revolución, que no podía detenerse a riesgo de sucumbir, repetía la palabra moderación como uno de los mayores males que sólo podía dirigir al resurgimiento de la reacción realista. Tal vez ya comenzaba a sentir que no tenía el acompañamiento que necesitaba para aplicar sus proyectos.

Moreno fue el primero entre los miembros de la Junta, en hablar de la Independencia Americana, cuando aún se mantenía la máscara de Fernando VII, en el Plan se remarcaba que el único camino posible era la emancipación “... ya que la América del Sud ha proclamado su independencia  para gozar de una justa y completa libertad...”.

Muy posiblemente en este tema tampoco los integrantes del gobierno coincidieran con Moreno, que sin tapujos se refería a una cuestión que en ese momento, aún era difícil de plantear hasta en el seno de los partidarios de la revolución.

La situación en España no daba posibilidades de buscar otro camino que no fuera la independencia. “ “La insubsistencia perpetua y continuada de la corona de España, lo está evidenciando; la familia real envilecida, había dejado de serlo y perdido sus derechos; el 25 de mayo de 1810, que hará célebre la memoria de los anales de América no ha demostrado esto, pues hace veinte años, que los delitos y las tramas de sus inicuos mandones y favoritos le iban preparando este vuelco”.

Moreno se esforzaba por convencer, en un lenguaje claro y llano se dirigía a los espíritus moderados de la Junta para advertirles sobre los peligros de torcer o frenar los ímpetus iniciales de la revolución. Quería sacudirles las cabezas, alertarlos, y para eso usaba un lenguaje provocador ”... si moderando mis reflexiones no mostrase los pasos verdaderos de la felicidad, sería un reo digno de la mayor execración; y así no debe escandalizar el sentido de mis voces, de cortar cabezas, verter sangre, y sacrificar a toda costa, aún cuando tenga semejanza con las costumbres de los antropófagos y caribes. Y sino ¿Por qué nos pintan a la libertad ciega y armada de un puñal? Porque ningún estado envejecido o provincia, pueden regenerarse ni cortar sus corrompidos abusos, sin verter arroyos de sangre”.

Terribles palabras que no se llevaron a la práctica salvo con los líderes de la contrarrevolución. Cabe preguntarse cuál fue el efecto que causó este descarnado párrafo en las conciencias tibias del saavedrismo. El difícil camino de construir una patria recién había comenzado, aquellos que podían dormirse en los laureles y creían haber llegado al objetivo, recibieron el sacudón de Moreno, que les decía que el trayecto era doloroso y  recién estaba en sus comienzos. En el escrito no estaban ausentes las críticas a la Junta.

“Hablemos con franqueza; hasta ahora sólo hemos conocido la especulativa de las conspiraciones, y como tal cuando tratamos de pasar a la práctica nos amilanamos. Pues no; no son estas las lecciones que nos han enseñando los maestros de las grandes revoluciones; fíjese la vista sobre los anales de las historias del Norte; de la Francia, etc, y aún de la misma España, y se observará las tramas y las astucias políticas, únicamente dirigidas a conseguir por todo camino aquellos fines a que ha aspirado”.

Pero las medidas intransigentes hacia los enemigos no era lo más importante del Plan, sus opiniones sobre la forma de resolver los problemas económicos y la intención manifiesta de expandir la revolución a todos los rincones de América revisten un interés superior, que muestran al estadista que desde el gobierno intentaba construir un nuevo sistema que reemplazara al colonial.

Pasemos analizar los distintos artículos que componen la obra.

Artículo primero: En cuanto a la conducta gubernativa más conveniente a las opiniones públicas y conducente a las operaciones de la dignidad de este gobierno.

Dividía a los hombres de acuerdo a sus opiniones con respecto al nuevo gobierno, en ese sentido los consideraba de tres clases: los partidarios de la causa, los enemigos declarados y los neutrales a los que consideraba verdaderos egoístas.

De esta clasificación derivaba la actitud que la Junta debía adoptar con cada uno de los grupos. A los patriotas había que tratarlos con la mayor consideración, incluso en caso que cometieran un delito, que no fuera contra la revolución, debía ser perdonado o aplicársele una pena muy suave, pues para Moreno, en épocas revolucionarias sólo debían castigarse las actitudes que fueran contra ella. Debían establecerse diversas clases de premios para halagar a los patriotas por sus servicios. Cuando algún partidario de la revolución realizar una denuncia debía dársele alguna forma de satisfacción aunque fuera infundada, para demostrarle que se confiaba en él.

Por supuesto, que diametralmente opuesto debía ser el comportamiento con los enemigos “... a la menor semiprueba de hechos, palabras, etc; contra la causa, debe castigarse con pena capital, principalmente cuando concurran las circunstancias de recaer en sujetos de talento, riqueza de carácter, y de alguna opinión; pero cuando recaiga en quienes no concurran éstas, puede tenerse alguna consideración moderando el castigo...”.

En cuanto a los neutrales y en especial a los tuvieran aptitudes destacables, la Junta intentaría ganar su simpatía, ofreciéndole empleos y protección pero sin confiar plenamente en ellos, hasta tanto demostraran ser personas que no estaban dispuesta a atentar contra los fines revolucionarios.

Los cargos más importantes serían otorgados solamente a la gente de suma confianza, a la vez que proponía el alejamiento de la ciudad de aquellos que por su influencia podían ser un obstáculo serio para las decisiones del gobierno.

Para consolidar el proceso de transformaciones, proponía adoptar medidas para terminar con las desigualdades entre las razas, apoyando la abolición de la esclavitud, reafirmando con esto su pensamiento democrático y favorable a los sectores más desprotegidos. Así como podía ser inflexible con los opositores se mostró permanentemente preocupado por mejorar la situación de los negros, mestizos, indios y criollos.

“Por consiguiente, el gobierno debe tratar y hacer publicar con la mayor brevedad posible, el reglamento de igualdad y libertad entre las distintas castas que tiene el Estado, en aquellos términos que las circunstancias exigen, a fin de, con este paso político, excitar más los ánimos, pues a la verdad siendo por un principio innegable que todos los hombres descendientes de una familia están adornados de unas mismas cualidades, es contra todo principio o derechos de gentes querer hacer una distinción  por la variedad de colores, cuando son unos efectos puramente adquiridos por la influencia de los climas; este reglamento y demás medidas son muy del caso en las actualidades presentes”.

Esta medida debía irritar a algunos criollos acostumbrados a ser servidos por esclavos e indios, pero Moreno descubrió antes que nadie, que sin el apoyo de las clases empobrecidas y sometidas era imposible pensar en la libertad de la gran Patria Americana. Como era su costumbre acometió contra los privilegios que sojuzgaban a sus compatriotas, en decisiones como ésta deben buscarse los motivos de las profundas resistencias que su política despertó.

El autor también daba su opinión sobre la necesidad de mantener la máscara de Fernando VII con el sentido de confundir a las potencias extranjeras y a España para “ que podamos hacerles dudar cual de ambos partidos sea el verdadero realista”. Pero también debía ser utilizada internamente, aclarando que su uso debía ser transitorio hasta la consolidación del gobierno “ ... aún para atraernos las voluntades de los pueblos, tampoco sería oportuna una declaración contraria y tan fuera de tiempo, hasta que radicalmente no sentemos nuestros principios sobre bases fijas y estables y veamos los sucesos de la España la suerte que corren”.

Artículo segundo: En cuanto al medio para la sublevación de la Banda Oriental y rendición de Montevideo.

En este punto volvió a mostrar toda la astucia de político, la osadía de revolucionario y la brillantez como conductor de la guerra contra el colonialismo. El autor mostró conocer cabalmente la situación de la otra orilla del Río de la Plata.

Montevideo constituía un asiento del poder realista, con una flota de la que Buenos Aires carecía, por lo cuál un intento de ataque directo era poco menos que imposible, por lo que Moreno marcó los distintos pasos para concluir con este baluarte del dominio español.

En primer término, había que conquistar la campaña, ya que el reconocimiento de dos ciudades de la Banda Oriental a la Junta de Buenos Aires en los primeros días de la revolución, demostraba que en el campo había elementos favorables al nuevo gobierno. El secretario de la Junta recomendaba obtener el favor de los comandantes militares, alcaldes y eclesiásticos que fueran posteriormente la semilla que difundieran las nuevas doctrinas.

A cada pueblo se enviarían agentes para obtener el concurso de los elementos más influyentes que a la vez confeccionarían listas de nuevos adherentes. El sentido era que en cada pueblo se generara la agitación suficiente a favor de la revolución, de tal forma que cuando fuera tiempo procedieran a conformar una fuerza militar, mientras la Junta se encargaría de enviar oficiales experimentados. Una vez adoptadas estas instancias previas, desde Buenos Aires se enviaría un ejército de tres o cuatro mil hombres. Así quedaban sentadas las bases para tender un cerco en torno a Montevideo tomando paulatinamente los pueblos más cercanos.

El Plan contemplaba la adopción de una serie de drásticas medidas dirigidas contra los bienes enemigos o contra aquellos que sin quererlo no hubiesen apoyado al ejército libertador. Los hacendados del partido enemigo que abandonaran sus tierras y haciendas debían ser convocados por edictos y en caso de no presentarse, sus bienes serían confiscados y pasarían al poder de la nación que las utilizaría para sostener los gastos militares. Los vecinos estarían obligados a concurrir con los auxilios necesarios al ejército, en caso de negarse, se los consideraría sospechosos y debían atener a las consecuencias.

También preveía la confiscación de los buques, lo que daría inicio a la escuadra propia de la que Buenos Aires carecía. Se exceptuaban los buques de bandera americana, inglesa, portuguesa o de individuos partidarios de la revolución. Se confiscarían los bienes de las personas que se encontraran en Montevideo en el momento de la rendición, salvo los que correspondieran a extranjeros, siempre y cuando pudieran demostrar fehacientemente que habían permanecido neutrales.                  

El Plan prevenía: “Serán desterrados todos los españoles y patricios y demás individuos que no hayan dado alguna prueba de adhesión a la causa con antelación y los extranjeros, si estando avecindados no justificasen haberse mantenido neutrales, y serán conducidos a destierro a Malvinas, Patagones, y demás destinos que se hallasen convenientes”.

El Plan buscaba soluciones para recuperar a la Banda Oriental para la causa americana, pasaron algunos años para que la política suicida de los gobernantes porteños y la intriga inglesa, inventaran en la Banda Oriental un nuevo país. Artículo tercero: Relaciones secretas de la Provincias Unidas con España.

En este artículo se realizaron propuestas para postergar, lo más posible, la reacción española contra las colonias que habían comenzado a recorrer el camino de la independencia. La Junta  intentaba consolidar la revolución en todo el territorio del antiguo virreinato, por lo que necesitaba ganar el mayor tiempo posible para preparar la resistencia contra el poder colonialista.

En tal sentido, Moreno propuso requerir a todos los Cabildos, actas y representaciones que debían hacer llegar a la Junta para que esta a su vez las remitiera a España. En las mismas de debían señalar que estos pueblos se “desvelaban para conservar los dominios de esta América para el señor Fernando VII y sus sucesores”. Estas actas debían contener todo tipo de críticas al anterior gobierno, entre las cuales se remarcaba la de haber desarmado a los regimientos con el firme propósito de dejar estos territorios desarmados ante le peligro francés y “que desde el gobierno del último virrey se han arruinado y destruido todos los canales de la felicidad pública, por la concesión de la franquicia del comercio libre con los ingleses, el que ha ocasionado muchos quebrantos y perjuicios”. Continuando con el cuestionamiento al viejo régimen, agregaba “también debe hacerse presente cuantos vicios y tachas hayan tenido los antiguos magistrados, exagerándolas en la más debida forma”.

Con esta proposición buscaba provocar la duda entre los españoles sobre el auténtico sentido de la revolución, por eso remarcaba que las antiguas autoridades querían entregar los dominios a los franceses, lo cuál no era cierto, por otra parte, si bien varios regimientos fueron disueltos, lo fueron fundamentalmente para disminuir la influencia de los criollos.

En lo relativo al comercio libre, además de demostrar que Moreno no era partidario a ultranza de él, hacía responsable a los funcionarios españoles de las múltiples violaciones de los ingleses a la reglamentación de 1809.

Completando la campaña contra los funcionarios españoles, proponía publicar los papeles públicos de Liniers y Cisneros, en especial los relativos a la recepción al enviado francés de la que fue protagonista Liniers.

Escritos similares a los propuestos serían firmados por la gente influyente de los pueblos del interior, obligándolos con amenazas si fuera necesario. Se enviaría una comisión para reunirse con el Consejo de Regencia acompañada con los documentos mencionados. Debían realizarse negociaciones similares con Portugal e Inglaterra, aliados de España, para que por medio de la declaración de lealtad a Fernando VII y enemistad hacia Napoleón se predispusieran favorablemente a enviar apoyo material a estas tierras, en especial armas, o por lo menos obtener su neutralidad.

Toda esta política de suma complejidad tenía como objetivo el que Moreno formuló de esta manera: “ ... no diré que estas tramas no puedan descubrirse, pero poco cuidado debe dársele a la Patria si se le franquea tiempo para ir realizando sus miras y estorbando que la España pueda remitir algunas tropas en la infancia de nuestro establecimiento”.

Cabe mencionar, más allá de todas esta ideas delineadas en el Plan, que en ningún momento España dudó en que lado de la contienda estaban los revolucionarios y por lo tanto aquellos  a los debía combatir, si hubo alguna demora en la reacción contrarrevolucionaria se debió a las dificultades políticas en la península.                                                       

Artículo cuarto: conducta hacia Portugal e Inglaterra.

Urgía neutralizar a estas dos aliadas de España que si concurrían en su ayuda harían insostenible la situación de los revolucionarios americanos. Por otra parte, Portugal tenía un histórico interés en la Banda Oriental, resultando factible un pacto entre los españoles de Montevideo con los portugueses. La táctica de Moreno parecía ser la única posible en aquellos momentos, esta era la de ganarse la buena voluntad de las dos naciones, especialmente con Inglaterra que dominaba totalmente la corte portuguesa, pero sin desconocer por esto el carácter rapaz de la Gran Bretaña.

Decía Moreno: ” Nuestra conducta con Inglaterra y Portugal debe ser benéfica, debemos proteger su comercio, aminorarles los derechos, tolerarlos y preferirlos, aunque suframos algunas extorsiones...”.

Confiaba que a través de la negociaciones y presiones sobre Lord Strangford, se impidiera la alianza entre el Portugal y la Banda Oriental. También se debía indisponer los ánimos entre portugueses y españoles.

A cambio de los beneficios que se otorgaría a Inglaterra, ésta debía evitar la alianza entre el Brasil y la Banda Oriental, proveer las armas que los revolucionarios necesitaban, y transportar a los diputados americanos para realizar las tramitaciones en el extranjero, pues la Provincias Unidas carecían de flota. A su vez Inglaterra debía comprometerse a no intervenir en disputas entre partes de la monarquía española, siempre que se reconociera a Fernando VII y se mostrara enemistad a Francia.

La ayuda inglesa debía llegar aún cuando España lograra sacudir el yugo francés “ para el efecto de realizar nuestra independencia”. Se concretaría una alianza defensiva-ofensiva por 20 o 25 años bajo condiciones  a determinar, entregando la isla Martín García para que Inglaterra pudiera disponer de un puerto franco, como reconocimiento a la alianza y colaboración mutua.

En este punto, Moreno cometió el error más grave de sus carrera política, que si bien no se concretó, pudo haber tenido consecuencias nefastas para nuestra soberanía nacional. Entregar la isla Martín García, nada menos que al Imperio Británico, hubiera significado tener dentro de nuestro cuerpo nacional un cáncer que con el tiempo podía haberse extendido a todas las regiones.

Pero a pesar de esta criticable propuesta,  insistimos que la alianza con Inglaterra que Moreno proponía no era someterse a su dominio, pues los términos de las negociaciones evidenciaban un mutuo beneficio que la Junta supo aprovechar para descomprimir una situación que por momentos fue muy complicada. Los patriotas obtuvieron importantes ventajas como el de evitar la invasión portuguesa y la alianza española-británica,  obtener auxilios militares y poder disponer de los barcos ingleses para realizar ciertas misiones diplomáticas.

Si bien es cierto que se podían sufrir “ciertas extorsiones”, no existía otra posibilidad dadas las circunstancias y obtener la seguridad que se lucharían exclusivamente contra España, sin la intervención de las otras potencias. Exceptuando el punto de la entrega de Martín García, son de elogiar los términos que se propusieron para realizar aquellas difíciles negociaciones.  

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