El Forjista
Prácticamente desde un primer momento, los patriotas americanos visualizaron la necesidad, que la tarea que emprendían debía realizarse en conjunto entre todas las colonias emancipadas que habían permanecido al imperio español, era imprescindible conformar una confederación de provincias que las agrupara a todas en un pie de igualdad. La independencia americana, hacia la que se marchaba por la ceguera política de los españoles que se resistían a perder sus privilegios coloniales, debía efectuarse, evitando por todos los medios la disgregación que limitaría las posibilidades futuras de los pueblos en rebelión.
Como antes la corona española las había mantenido unidas en la esclavitud, los pueblos que rompían los lazos de dependencia querían la unidad en libertad
Sobrados motivos justificaban esta necesidad, que más que un sueño configuraba una salida obligatoria. Tradiciones, lenguaje, religión, cultura, todo marcaba una personalidad común que indicaba que la América Hispánica era una sola Nación.
En San Martín, Bolívar, Güemes, y Artigas; los pueblos vieron a los defensores de un conjunto de ideales que convertirían a la América en un poder tal que imposibilitaría cualquier aventura imperial de las insaciables potencias europeas. Pero el fracaso en lograr la unidad, por la intromisión de Inglaterra primero, y de los Estados Unidos después, postergaron la lucha del patriotismo latinoamericano, dando lugar a repúblicas donde antes habían existido provincias.
En abril de 1810 la junta de Caracas reclamaba la necesidad de confluir en una "confederación de todos los pueblos españoles de América". Desde el Alto Perú, el enviado de la Junta de Buenos Aires, Juan José Castelli lanzaba una proclama que manifestaba: "Toda América del Sur no formará en adelante sino una numerosa familia que por medio de la fraternidad pueda igualar a las respetadas naciones del mundo antiguo".
La junta de Chile se dirigía a la de Buenos Aires en 1810 planteando la necesidad de un Congreso para la "defensa general". Moreno se ocupó en dos artículos de los sucesos ocurridos en Chile que llevaron a la instalación de la junta el 18 de septiembre. El primero de los escritos era del 15 de octubre y señalaba que la noticia fue saludada en esta capital con una salva de veintiún cañonazos. Dedicaba una buena parte de la nota para criticar duramente la actitud de los españoles para con los americanos, que en su gran mayoría repudiaron la conformación de los nuevos gobiernos.
Moreno se refería a la nueva Junta de Chile en los siguientes términos: "El patriotismo y distinguidas virtudes de los individuos que la forman, llenan las esperanzas de todos los que desean sinceramente la felicidad de la América; y la unión de intereses, de relaciones fraternales, y aún de pensamientos y sistema que se descubre entre el reino de Chile y las provincias del Río de la Plata, cimentará nuestra fraternidad y alianzas sobre bases firmes, que hagan respetar nuestra causa y multiplique los medios de sostenerla".
El 25 de octubre volvió a escribir en la Gaceta sobre el mismo tema, recorriendo los acontecimientos chilenos y subrayando los conceptos relacionados a la unidad latinoamericana. Luego de enumerar las dificultades por las que atravesaban las provincias del Río de la Plata, afirmaba: "...triunfa sin embargo de todos estos obstáculos, y después de establecer radicalmente el orden interior y tranquilidad de sus habitantes, dirige expediciones, que salven a los pueblos hermanos de la opresión en que gimen, y que se les hace insoportable comparándola con la dignidad de que nosotros disfrutamos. El genio americano, que ha inventado tantos recursos en un solo pueblo, obrará prodigios en toda la América; y concentrados los poderes, cuyo interés debe conducir a un fin mismo, se presentará un estado respetable, que, libre de riesgos y temores podrá reglar una constitución que haga la felicidad del país y honor de la humanidad".
El alborozo demostrado por la constitución de una junta en Chile con características similares a la de Buenos Aires, la expedición con rumbo al Alto Perú como la que marchó al Paraguay, y el proyecto sustentado en el Plan de Operaciones de integrar al estado brasilero de Río Grande del Sur, traslucieron las intenciones de Moreno en la que estaba viva la idea de estrechar con los pueblos del continente en vistas de conformar una nación única. Todavía la idea no tenía la claridad que posteriormente adquirieron con San Martín y Bolívar, pero en Moreno y Castelli se comenzó a esbozar aquellas semillas de unidad que luego se encarnaron en la lucha de los dos grandes Libertadores de la América Hispánica.
Insistía Moreno en la participación de los pueblos como protagonistas decisivos de la revolución. Proféticamente marcaba la peligrosidad que Buenos Aires cayera en la tentación de imponer condiciones a las provincias del Interior, por eso la referirse a los acontecimientos de Cochabamba, afirmó: "Por muy puras que sean nuestras intenciones sería peligroso que la libertad de América fuese sólo obra nuestra. Semejante circunstancia podría conducir a un verdadero despotismo y los pueblos de Perú no harían adelanto, viendo opresores porteños en lugar de opresores europeos. El glorioso movimiento de Cochabamba opone dique a tal fatal determinación y los patriotas cochabambinos, equilibrando nuestro mérito, equilibrarán nuestro influjo y siempre firmes en la energía que ahora han desplegado serán un seguro apoyo de la libertad de todos los pueblos".
Parecía advertir el peligro del futuro unitarismo porteño que reemplazó al despotismo del virrey y sus funcionarios, por la tiranía de un grupo de comerciantes asentados en la Capital que se hizo dueño absoluto de las negociaciones que pertenecían a toda la nación y empobrecieron a la provincias en nombre del sacrosanto librecambio.