El Forjista

Biografía de Mariano Moreno

La Revolución según Mariano Moreno

Capítulo 16 - Moreno en los días previos al 25

Moreno formaba parte del grupo de los revolucionarios más resueltos y activos, pero siempre mantuvo una visión independiente, puede afirmarse que el joven abogado no perteneció a ninguna de las tendencias que actuaron dentro del campo de la revolución. No se había comprometido con el Carlotismo, ni tampoco con aquellos que proponían un compromiso con Gran  Bretaña para obtener los objetivos de la revolución, en una palabra, Moreno trabajó desde un plano de independencia, tanto en lo organizativo como en lo ideológico.

Cuando muy pocos criollos creían en el valor de las juntas y se animaban a plantear el reemplazo del virrey, ya Moreno había sostenido esas posturas, a tal punto que lo llevaron a comprometerse con el levantamiento de Alzaga contra Liniers.           

Es totalmente cierto que Moreno no se ubicó a la cabeza de los hechos, otros ocuparon lugares de mayor importancia en esos días, seguramente por responder a grupos homogéneos, como en el caso de Castelli que participó del Carlotismo, o como Saavedra por su ascendiente en las filas del ejército. Pero no es cierto que se mantuviera inactivo, el grupo de mayor dinamismo comenzó a ver en él, a una de las figuras de mayor relevancia en la ciudad. Aunque Moreno no formaba parte del grupo constituido por Castelli, Paso, Belgrano y otros, que venían actuando desde algunos años antes, estos lo invitaron a participar en sus reuniones por la lucidez de sus ideas, contrarias al sistema colonial y por el prestigio que había logrado como abogado.

El 12 de mayo, José María Romero elevó un memorial a Cisneros con una lista de nombres que podían ser considerados peligrosos para la estabilidad del virrey, en el escrito se recomendaba que se procediera a desterrar a los acusados. En la lista figuraban los nombres de Moreno, Saavedra, Paso, Chiclana, Vieytes, Castelli, Larrea, Nicolás Rodríguez Peña y otros. Cisneros adoptó las medidas que le recomendaban, pero en el caso de Moreno le efectuó la proposición del puesto en España, que ya comentamos anteriormente.           

Desde le 1° de enero de 1809 estaba en la mira de los reaccionarios por su participación en los sucesos de esos días. La lista confeccionada no era caprichosa, señalaba a aquellos hombres que por su prestigio y arraigo entre sus pares podían ser calificados como peligrosos para el orden virreinal.

Moreno fue invitado y participó de algunas reuniones previas al 25, en la casa de Rodríguez Peña, siguió muy de cerca los acontecimientos, si bien no coincidió con algunas tácticas y con el comportamiento de algunos hombres. Fue uno de los pocos que anticipó con total claridad el engaño que el Cabildo de Buenos Aires preparó a los patriotas, cuando sacó de la galera una Junta presidida por el virrey.           

En estos días previos a la revolución se agudizaron las divergencias entre Moreno y Saavedra, que ya venían de tiempo antes, aquél sospechaba de la voluntad del militar de reemplazar al virrey y de formar una junta de gobierno dominada por criollos, conocida era la posición anti-juntista de Saavedra que había salvado a Liniers de una segura derrota, de no haber contado con el apoyo del ejército. La aceptación de Saavedra a formar parte de la junta presidida por Cisneros aumentó la desconfianza de Moreno.

Sin embargo, Moreno participó en el Cabildo Abierto y votó por la moción de Martín Rodríguez que era, con una leve variante, la misma de Saavedra. Moreno no habló en ese congreso, según los testimonios, permaneció callado y hasta malhumorado, pues ni el desarrollo, ni sus conclusiones fueron de su agrado.           

El 22 de mayo al terminar las deliberaciones mantuvo una conversación con Vicente López que se desarrolló más o menos en los siguientes términos:

V.L.:-“¿Está Ud. fatigado?”.

M.M.:-“Estoy caviloso y muy inquieto”.

V.L.:-“¿Por qué? Todo nos ha salido bien.”             

M.M.:-“No, amigo, y he votado con Uds. Por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez, pero tenía mis sospechas de que el Cabildo podía traicionarnos, y ahora le digo a Ud. que estamos traicionados. Acabo de saberlo, y si no nos prevenimos, los godos nos han de ahorcar antes de poco; tenemos enemigos, y algunos que quizá sean los primeros en echarnos el guante”.

Al parecer un amigo suyo que era funcionario del Cabildo, le había hecho llegar noticia de la salida que se estaba cocinando entre Cisneros y el Cabildo. Moreno advirtió a los otros hombres comprometidos con la revolución de su pensamiento, pero no le hicieron caso sobre este punto que lo inquietaba, esto sirvió para distanciarlos un tanto del grupo central revolucionario. Los sucesos del  23 y el 24  de mayo confirmaron plenamente las sospechas de Moreno.

Dando muestra de una intransigencia que mostró después en el gobierno, llegó hasta amenazar con no volver a participar del movimiento hasta tanto no se aceptara separar de su cargo a Cisneros y se desecharan las salidas intermedias. Le preocupaba las maquinaciones absolutistas, pero más lo desvelaba las dudas en el bando patriota.

A pesar de este momentáneo distanciamiento el núcleo central de la revolución, Moreno  no cesó en su actividad en favor de la causa, así fue como el 24 se lo vio arengar fogosamente a las tropas. Es que si bien no coincidía totalmente en como se llevaba a cabo la organización de la actividad y con aquellas salidas que no significaran la erradicación definitiva del colonialismo, no dejó de trabajar por el triunfo de la revolución.         

El 25 por la mañana cuando estaban reunidos en la casa de Azcuenaga, todos los integrantes de la junta recientemente conformada el único que ahí no se encontraba era Moreno, pues no conocía aún que había sido designado para esa responsabilidad. Debieron salir a buscarlos para que prestara el consabido juramento, la noticia la recibió con cierta sorpresa.

La circunstancia de no haber pertenecido a la dirigencia del partido patriota y las divergencias de los últimos días, lo llevaron a pensar que ninguna responsabilidad le sería otorgada en el nuevo gobierno, sin embargo todos sabían de la capacidad de este hombre de 32 años.

Desde el mismo 25 se convirtió  en el corazón y el alma de la nueva junta revolucionaria. Por la noche se sumergió en un fecundo trabajo, redactó proclamas para enviar al interior, comenzó la tarea de organizar la expedición que debía marchar hacia el interior para hacer llegar a todos los confines de la patria, las nuevas voces de la revolución que comenzaba. Sin duda expandir la gesta patriótica fue su obsesión, sabía que el enemigo no se rendiría fácilmente.  

Aquí comenzó otra historia, con Mariano Moreno como principalísimo protagonista, colocando al servicio de su pueblo roda la inteligencia y patriotismo que lo habían llevado a ser elegido por el partido revolucionario para ocupar un lugar preponderante.

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