El Forjista
En Rosario, Cayetano se movía con bastante libertad a pesar de ser miembro del ejército lo que levantó algunas quejas de sus compañeros que sí eran militares de carrera y por eso estaban sometidos a estrictas condiciones propias de esa profesión, no obstante ese enojo nunca escalaba demasiado y muchas veces quedaba olvidado cuando recurrían al maestro a pedirle una composición por algún acontecimiento especial de sus vidas, que como dijimos nunca era negado por Cayetano.
Silva siempre estaba dispuesto para animar una fiesta o reunión social que requiriera de la música para que fuera más divertida, en esos recorridos que realizaba por centro culturales, clubes u otras instituciones conoció a don Ernesto Santanelli, italiano y sastre de profesión, que recurrió al maestro para que le enseñara el corno, un instrumento que dominaba desde niño.
Incluso después un hijo de don Ernesto recurrió a los conocimientos de Cayetano para que le enseñe otras de las habilidades como el telégrafo clases que le permitieron ingresar poco tiempo después en las oficinas del Ferrocarril Central Argentino.
Estas clases le abrieron las puertas de la casa de la familia Santanelli donde era siempre muy bien recibido.
El matrimonio Santanelli tenía ocho hijos, todos italianos, salvo el menor que nació en esta tierra.
Todo era cordialidad cuando el maestro visitaba esa casa, pero eso sufrió un vuelco rotundo, cuando la hija de don Ernesto, Filomena de 16 años, de cabellos y ojos oscuros, a la que llamaban “la negra”, por el contraste con sus hermanos que eran rubios y de ojos celestes como la madre, en cambio Filomena tenía las características más parecidas a su padre.
Ese cambio de actitud se produjo cuando Filomena se enamoró de ese joven músico que visitaba su casa, quién aprovechaba cualquier momento en que sus familiares estuvieran distraídos, para acercar a sus oídos palabras de cariño que no dejaran dudas que estaba claramente en un plan de conquista.
Ahí surgió el mayor problema de la pareja, decirles a los padres de Filomena el amor que ambos jóvenes se profesaban.
Por esos años uno de los pocos lugares de diversión donde los jóvenes de ambos sexos podían entablar relaciones eran los bailes, siempre ante la mirada vigilante de algún adulto que se aseguraran que los jóvenes no se excedieran en sus proyectos de conquistas, muchas veces esa responsabilidad caía en un hermano mayor, que de acuerdo a sus convicciones podía hacer más o menos la vista gorda.
La catástrofe estuvo a punto de estallar cuando el padre se enteró de esa relación, una cosa era ser amigo de un “negro” y otra muy distinta tenerlo de yerno, además su esposa coincidía plenamente en que la pareja era inviable.
Cayetano había escuchado muchas veces que se decía de él “Es negro, pero simpático”, estaba vez parece que ni su simpatía le permitirían que los padres de Filomena lo aceptaran.
Actitud muy distinta adoptaron los hermanos que a sabiendas de la relación, intentaron por todos los medios aminorar el disgusto de los padres con elogios al novio por su cultura y su talento.
Pero aún así, los padres siguieron inconmovibles, sólo hubo una cuestión que los hizo rendirse, fue la firme e inquebrantable decisión de Filomena que estaba dispuesta a casarse con Cayetano sin importar raza ni religión ni opiniones en contrario, nada le impedió a ella reafirmar su amor.
Fue así como el casamiento pudo concretarse el 14 de julio de 1896 en Rosario, la pareja tuvo ocho hijos, Alberto el encargado de contar la historia de su padre fue el segundo.
El “negro” Silva no era rencoroso, pero ya podía darse cuenta que su color de piel podía cerrarle muchas de las puertas que su talento y capacidad le abrían.
Aunque esta vez la tozudez de una joven de 16 años impidió que los prejuicios se impusieran, pero no siempre aparecerían en la vida de Cayetano gente con el coraje y la firme voluntad de Filomena.