El Forjista
Varias veces estuvo a punto de renunciar, estaba agotado y varias veces se sintió maltratado, por los constantes rechazos y desplantes, por chocar la nariz contra puertas que se cerraban y en otras ocasiones hacer frente a la más irritante indiferencia con que era atendido por aquellos, que de una forma y otra, habían conocido a su padre o por burócratas que sólo pensaban en la llegada de su horario de salida.
Se había autoimpuesto una misión, que a fuerza de constancia se había convertido en casi una misión sagrada, un mandato familiar que nadie le impuso, no tenía otra exigencia que la que él mismo asumía, se había propuesto esa tarea y a pesar del cansancio, las vicisitudes y múltiples rechazos, nadie le impediría que continuara, aun cuando su firme voluntad no le aseguraba, de ningún modo, que el objetivo se lograra.
En parte también cruzaba por su cabeza la idea que muy en el fondo, todo lo que estaba haciendo también incluía una cuota considerable de culpa, por no haber hecho más en sus años jóvenes, aunque nunca tuvo claro, que es eso que pudo haber realizado para alcanzar algo de justicia para la memoria de su padre y un reconocimiento que se le negó en vida.
Alberto se proponía reivindicar a su padre, el “negro Silva”, quería escribir un libro que mostrara todo lo que había realizado a lo largo de su vida que era mucho, debiendo afrontar calumnias e injusticias, para llegar al lecho de muerte en la mayor de las pobrezas y sin siquiera poder depositar sus restos en una tumba con su nombre y un epitafio que significara un mínimo reconocimiento a su trayectoria.
En tantas oportunidades se lamentó y se culpó por no haber hecho más para conocer detalles de la vida de su padre, pero era joven cuando falleció, y los jóvenes tienen la mente ocupada en otros asuntos y muchas veces no llegan a asignar a la familia el lugar que se merece, además a esa edad se tienen intereses, inquietudes y problemas que lo mantenían alejado de la posibilidad de privilegiar los asuntos de familia.
Así que ya de adulto con su propia familia conformada fue cuando sintió la imperiosa necesidad de salir a buscar información sobre la vida de su padre Cayetano, recorrer registros civiles, oficinas públicas, colegios e institutos, además de tratar de encontrar a sus colegas y alumnos, para que le brindaran mayores datos de su padre.
Su primer contratiempo consistió en chocar repetidas veces con la apatía propia de la burocracia que en determinadas oportunidades se encuentra en las oficinas públicas que dificultaron su tarea y que muchas veces chocaban con un rotundo no, sin siquiera tomarse el trabajo de verificar si entre tanto papelerío que integraban los voluminosos archivos acumulados por décadas, se encontraba la información que Alberto requería de manera suplicante para vencer rostros de hielo que miraban reiteradamente el reloj.
Su padre había contado con una cantidad considerable de amigos en todas aquellas ciudades y pueblos donde vivió por eso estimaba que el nombre de Cayetano le abriría de par en par las puertas de colegas y amigos.
Lo más doloroso resultó verificar las respuestas que algunos colegas de su padre le brindaron y que Alberto sospechó que estaba carcomida por el veneno de la envidia, o lo que era aún peor, la sospecha que fue construyendo con el tiempo de que algunos de esos colegas se habían apropiado de partituras suyas y pensaban que Alberto venía a reclamarles su devolución o a amenazarlo con algún juicio.
Estas sospechas las fue construyendo luego de ver la incompresible actitud que muchos de los colegas de su padre habían adoptado hacia él, que llegaba hasta ellos sin otra pretensión que indagar en la vida del maestro Cayetano.
Es justo reconocer que muchos otros recibieron a Alberto con amabilidad y se esmeraron para responder sus preguntas en la medida de lo posible y que no dejaron pasar la oportunidad para trasmitirle su admiración por aquél fallecido maestro, también encontró funcionarios públicos que se esmeraron en buscar la información solicitada y que aun cuando no la encontraran, respondían con cordialidad y dedicaron parte de su jornada laboral a buscar las respuestas que Alberto intentaba obtener.
Casi todos los colegas de su padre reconocían en él, además de su capacidad para la música esa predisposición natural a sociabilizar y hacer amigos prontamente ahí donde llegara con su arte.
Pero sin duda quienes más amablemente trataron a Alberto, fueron los alumnos del maestro, que casi siempre se mostraban agradecidos por lo mucho que habían aprendido en sus clases y el tiempo que les dedicaba poniendo en evidencia un entusiasmo y un amor por el arte musical que terminaba siendo contagioso, sobre todo por su tendencia a organizar bandas que necesitan de una coordinación, de un trabajo en equipo que posibilitaba que la mayoría de los integrantes terminaran siendo amigos.
La obra que encaró Alberto con pasión la hizo esforzándose por mantener algún grado de objetividad y reconociendo errores de su padre, que en el rubro de la documentación era responsable por no haber dejado mayores muestras de su frondosa obra, por esa tendencia a regalar partituras y en cada mudanza, que fueron muchas a lo largo de su vida, arrojar cartas, documentos personales y cualquier otro tipo de documentación para ser consumidas por las llamas, evidenciando una despreocupación por dejar testimonio de su obra, es una de las razones que algunos aspectos de su biografía sigan siendo un misterio que perduran a pesar de los esfuerzos de Alberto.
Cayetano adoptó la costumbre de regalar las partituras a quienes le habían solicitado la composición y rara vez se quedaba con ellas, eso motivó que muchas de sus obras desaparecieran para siempre, o que incluso después de su muerte, a la familia le llegaran obras compuestas por él que habían quedado en manos de particulares y que ellos desconocían su existencia.
Algo que es indispensable saber antes en introducirnos en la vida de Cayetano Silva que posiblemente a muchos les resulte incomprensible en estos tiempos que corren y que formaban parte de su particular personalidad, es una despreocupación casi absoluta por todo aquello que tuviera que ver con el dinero, nunca realizó alguna actividad teniendo en cuenta el lucro, y las pocas veces que mostró alguna preocupación por el dinero lo hizo alarmado por las dificultades económicas de su familia.
Uno de sus amigos dijo: “Silva no era despreocupado, lo que hay es que fue un hombre desinteresado que jamás pensó en sacar u obtener ganancia de lo que escribía”.
Alberto afirmó entre orgulloso y dolorido por las necesidades por las que atravesó su familia que a su padre le venía muy bien eso que todo lo que realizó lo hizo “por amor al arte”, su arte musical que llegó a alcanzar niveles de gran brillo.
A tal extremo llegó ese absoluto desinterés por el dinero que ha tenido actitudes que lo llevaron a pagar dos veces la misma deuda porque después de abonarla se olvidó de reclamar el documento que avalaba esa deuda.
Gustaba de ayudar al prójimo cuando le reclamaba algún favor, era habitual que le pidieran obras para un festejo familiar, o marchas para un club, sindicato o ciudad; reunirse con amigos en los cafetines a discutir de música, política o simplemente de la vida eran más importantes que andar corriendo por la ambición de acumular cosas materiales.
En sociedades donde el dinero es endiosado personas como Cayetano no tienen mucho lugar, hasta son motivo de burla, pero en aquellos tiempos su actitud no resultaba extravagante, especialmente porque se verificaba en él una predisposición a hacer amigos con facilidad, en un tiempo en que escuchar música y bailar era uno de los pocos entretenimientos al que se podía acceder, él estaba ahí para alegrar un poco la vida de los concurrentes a esos encuentros sociales.
Después de mucho esfuerzo Alberto pudo consumar su obra, y escribir con los elementos disponibles una biografía de su padre, no obstante, los escritos, por lo general breves, que reseñaron la vida de Cayetano Silva, en muy pocas ocasiones tomaron como fuente lo que su hijo expuso, más aún en muchos casos esos datos contradicen algunas afirmaciones realizadas por Alberto, en este trabajo trataremos de mostrar las diferentes opiniones en los casos en que hay contradicciones.
Arranquemos pues con la biografía del “negro” Silva que iremos intercalando con breves referencias a lo que fue la trágica vida de los afrodescendientes en nuestro país.