El Forjista

Biografía de Juan Domingo Perón

Capítulo 49 - El levantamiento del general Valle

Los generales Tanco y Valle no habían incursionado en política ni formaban parte del núcleo más cercano a Perón, habían integrado la Junta de Generales que se formó cuando Perón presentó su discutida renuncia y ambos habían votado por aceptársela.

Estos generales habían estado detenidos por disposición del gobierno de Lonardi en un buque prisión, a las pocas semanas de ser liberados comenzaron a planificar un golpe de estado para derrocar al régimen oligárquico.

El intento había sufrido varias postergaciones hasta que Juan José Valle fijó como fecha definitiva el 9 de junio de 1956, pero a esa altura el gobierno estaba al tanto de sus planes y de quienes formaban parte de la conspiración, uno de los participantes había sido detenido y denunció detalladamente cada uno de los movimientos que intentarían.

En la noche de ese día un grupo al mando del teniente coronel José Albino Yrigoyen y el capitán Jorge Miguel Costales intentó tomar una radio en Avellaneda para emitir una proclama de Valle dirigida a todos los argentinos, pero no pudieron cumplir con su cometido porque fueron detenidos por la policía que conocía los detalles de este intento.

En Lanús entre las dos y las cuatro de la mañana del día 10 son fusilados Yrigoyen y Costales, quienes lideraban el grupo y también otros integrantes de ese grupo rebelde identificados como Dante Hipólito Lugo, Clemente Ross, Norberto Ross y Osvaldo Albedro.

En Campo de Mayo la rebelión consistía en levantar a la Primera División Blindada, la Agrupación Escuela y la Agrupación de Infantería a cargo de los coroneles Ricardo Santiago Ibazeta, Enrique Berazay y Eduardo Cortinez.

En el Regimiento 2 de Palermo la sublevación estaba encabezada por el sargento ayudante Isauro Costa, en tanto que la rebelión en Escuela de Mecánica del Ejército estaba comandada por el mayor Hugo Eladio Quiroga
Mientras que en La Plata los sublevados se apoderaron del cuartel del Regimiento 7 liderados por el teniente coronel Oscar Lorenzo Cogorno, luego de un intercambio de fuego que provocó la pérdida de vidas en ambos bancos, sólo pudieron mantenerse en el lugar por algunas horas.

En la ciudad de Santa Rosa de La Pampa la insurrección estaba comandada por el mayor Eduardo Philippeaux, quién logró controlar la ciudad recibiendo el apoyo de civiles, ocupó una emisora de radio y emite la proclama del general  Valle, pero luego la acción de aviones navales y el avance del regimiento 13 lo obligan a replegarse, el mayor Philippeaux es detenido en Mercedes, San Luis, la orden es enviarlo de regreso a La Pampa para ser fusilado, pero varios suboficiales boicotearon el avión que lo debía transportar de regreso, cuando fue llevado a La Pampa la Ley Marcial se había levantado y salvó su vida, estuvo  detenido en una prisión militar de donde logró fugar para llegar hasta Montevideo.

La rebelión de Valle apenas duró 12 horas, a la medianoche del 9 el gobierno decretó el Estado de Sitio autorizando a las fuerzas represivas a ejecutar sumariamente a cualquier individuo que fuera encontrado realizando actos que alteraran la tranquilidad.

Perón había padecido varios intentos de levantamiento sin que dispusiera la ejecución de ninguno de aquellos conspiradores, Aramburu por el contrario optó por asesinar a sus enemigos.

Pero la reacción de la dictadura fue aun más grave porque unos obreros que se habían reunido para escuchar por radio una pelea de box y que no tenían vinculación con el intento de golpe fueron detenidos, luego trasladados hasta el basural de José León Suarez donde fueron acribillados.

La orden de estos crímenes fue emitida por el jefe de la Policía de Buenos Aires, el comisario Desiderio Fernández Suarez el mismo que durante el gobierno de Perón había planeado su asesinato, fueron fusilados en el basural de José León Suarez Carlos Lizaso, Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Mario Brion y Vicente Rodríguez. Será Rodolfo Walsh quién investigue estos asesinatos y plasme su investigación en su obra “Operación Masacre”.

En la Escuela de Mecánica del Ejército el mismo Aramburu da la orden de fusilar a quienes intentaron sublevarla el 11 de junio son asesinados los suboficiales Hugo Eladio Quiroga, Miguel Angel Paolini, Ernesto Garecca y José Miguel Rodríguez. Quienes se sublevaron en Campo de Mayo son llevados a la Penitenciaría y ahí son fusilados, ahí mueren Luis Pugnetty, Isauro Costa y el sargento músico Luciano Isaias Rojas. En La Plata son fusilados el teniente coronel Oscar Cogorno y el teniente Alberto Juan Abadie.

En Campo de Mayo el general Lorio instala un tribunal sometiendo a juicio a seis oficiales Cortinez, Ibazeta, Cano, Caro, Videla y Noriega, se les toma declaración a ellos, el fiscal pide la pena de muerte para ellos, pero el tribunal decide no aplicarla, producto de ello el general Lorio es convocado por el ministro Ossorio Arana que le ordena fusilar a los seis detenidos.

A las 2:30 del día 11 la esposa de Ibazeta con sus 5 hijos se dirige a la residencia de Olivos a implorar al presidente que no proceda con la ejecución, la respuesta que recibe es que el general Aramburu duerme y no puede ser molestado, igual respuesta recibió el general Lorio cuando trató de comunicarse con el presidente para objetar la orden recibida. A las 4 de la mañana se procede con la ejecución.

El general Tanco cuando era evidente la derrota del movimiento pidió asilo en la embajada de Haití, sin embargo, un pelotón del Ejército ingresó ilegalmente en la embajada rompiendo todas las normas diplomáticas para arrestar a quienes se encontraban allí, una gestión urgente del embajador provocó que el presidente diera la orden que los detenidos fueran regresados a la embajada.

Valle se entregó para intentar parar las ejecuciones que estaba aplicando el gobierno, se comunicó con el político mendocino Gabrielli quién a su vez tomó contacto con Manrique quién se encargó de hablar con Rojas, tanto Gabrielli como Manrique le aseguran que su vida será respetada, luego Rojas negará que se le hayan dado garantía y reivindica las ejecuciones.

En la mañana del 12 de junio Valle le indicó a la policía donde se encontraba, fue trasladado a la Penitenciaría Nacional y fusilado ahí mismo a las 22 horas, su hija Susana de 18 años, hizo desesperados intentos por evitar dicho final, pero no tuvo respuesta.

El 10 de junio John William Cooke y otros detenidos peronistas en la cárcel de Caseros son sometidos a simulacros de fusilamientos, llevados a cabo por gente que cuando hablaba de ejecuciones no sólo amenazaba.
El gobierno de Aramburu y Rojas asesinó al menos a 27 personas, los partidos “democráticos” aplaudieron la decisión y los peronistas horrorizados incrementaron su resistencia a la dictadura.

Valle le escribe una carta a Aramburu, expresión suprema de coraje y patriotismo: “…Dentro de pocas horas, usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y militares movidos por ustedes mismos son los únicos responsables de lo acaecido. Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta…Con fusilarme a mi bastaba. Pero no, ha querido usted escarmentar al pueblo… Entre mi suerte y la de ustedes, me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas, verán en mi a un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan… No defendemos la causa de ningún hombre, ni de ningún partido…Defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica en pugna con la verdadera libertad de la mayoría y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones cristianas de nuestro país… Nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias de sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. ¡Viva la Patria!”(1)

La primera reacción de Perón fue cuestionar el levantamiento por inoportuno y por haber llevado a la pérdida de vidas en una acción que estaba destinada al fracaso de antemano, también explicaba que los peronistas no debían comprometerse en golpes de estado llevados a cabo por militares, pero meses después cambió de opinión y reconoció el heroísmo de Valle y sus hombres.

El 3 de noviembre de 1956 le dice en una carta a John William Cooke: “Yo también era pacifista hasta el 9 de junio, pero, después de los crímenes cometidos por los tiranos, apoyados por los partidos políticos, ya no tengo esperanzas que esto se pueda solucionar sino en forma cruenta. El odio y el deseo de venganza que estas alimañas ha despertado en el pueblo que saldrá algún día a la calle convertidos en fuerza motriz y sólo después será posible pensar en la pacificación y unidad del pueblo argentino”.(2)

La criminal respuesta del gobierno fue acompañada por sectores políticos que aplaudieron los asesinatos, la FUBA saludó la represión y La Vanguardia repetía las palabras de unos de los máximos dirigentes del socialismo Américo Ghioldi “se acabó la leche de la clemencia” y exaltaba lo cruento de la represalia: “Parece que en materia política, los argentinos necesitan aprender que la letra con sangre entra”. 

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(1) Norberto Galasso, Perón. Exilio , resistencia, retorno y muerte. Tomo II Colihue 2011 Pag. 818

(2) Correspondencia Perón-Cooke Tomo I Parlamento- 1985, pag 33

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