El Forjista

Biografía de Juan Domingo Perón

Capítulo 41 - El 16 de junio de 1955

Ese día se consumó uno de los mayores crímenes de nuestra historia, el odio de la oligarquía armaba los espíritus de militares que se creían predestinados para erradicar un gobierno popular, la propaganda gorila había taladrado sus cabezas y les había inoculado una enfermedad mental que los llevaba a asesinar compatriotas con ideas diferentes sin remordimiento alguno.

La mayoría de los efectivos que se lanzaron a esta maniobra sangrienta provenían de la Marina, arma caracterizada por su admiración por Inglaterra, educada para actuar y comportarse como una elite separada del pueblo al que miraban con desprecio.

La Marina estaba en un estado continuo de conspiración desde el intento temprano de Menéndez, el conflicto con la Iglesia les dio una excusa divina para incentivar la planificación que según ellos debían incluir lisa y llanamente el asesinato de Perón.

También hubo apoyos de otras fuerzas como el general nacionalista León Bengoa que comandaba el Cuerpo de Ejército con sede en Paraná y algunos oficiales de la Fuerza Aérea de la Base de Morón.

Como era ya habitual los sublevados contaban con el apoyo de políticos antiperonistas como el radical Zavala Ortiz, el socialista Américo Ghioldi y el conservador Adolfo Vicchi, estos nombres se repiten a casi todas las conspiraciones. También había comprometido su participación el empresario Raúl Lamuraglia, ex presidente de la Unión Industrial, firmante del cheque de esa entidad para la Unión Democrática y un firme resistente a pagar el aguinaldo a sus trabajadores.

El plan de los golpistas contemplaba el bombardeo de la Casa Rosada por aviones de la Marina con la intención de asesinar al presidente, mientras infantes de la misma arma y comandos civiles comprometidos atacaban a la Casa de Gobierno por tierra entre éstos últimos se encontraba el periodista Mariano Grondona y el dirigente sindical socialista Francisco Perez Leirós, mientras tanto la flota de guerra se dirigía hacia el Río de la Plata y tropas aerotransportadas del ejército aterrizaban en el Aeroparque.

El 16 de junio amaneció nublado retrasando los planes y el ataque aéreo sobre la Rosada, un destacamento de Infantes de Marina se apostó en el Ministerio de Marina y los civiles tomaron posiciones en las cercanías de la Casa de Gobierno. La Escuela de Mecánica de la Armada se había plegado a la rebelión y por eso fue rodeada por tropas leales.

A las 12:40 comenzó el bombardeo, era el primero que se producía sobre Buenos Aires y no lo realizaban tropas extranjeras, el historiador Joseph Page se sorprende por la despreocupación de aquellos pilotos por las consecuencias de sus acciones.

Una bomba estalló en la terraza de la Casa Rosada, produciendo múltiples roturas de vidrios tanto en el lugar como en el Ministerio de Economía ubicado enfrente, en ese momento se produjeron las primeras víctimas.

Era un día de semana momento en que el centro se encuentra lleno de trabajadores, principalmente oficinistas que concurrían a sus tareas o aprovechaban el mediodía para almorzar, una bomba estalla en un ómnibus lleno de pasajeros que transitaba por la Avenida Paseo Colón, de inmediato se incendió, nadie pudo salir con vida de ese infierno.

El centro de Buenos Aires presentaba escenas del horror con cuerpos destrozados, charcos de sangre, una foto que conmociona muestra a una mujer con vida, pero sin una de sus piernas, las ambulancias no alcanzaban para socorrer a los heridos.

Ni bien comenzado el bombardeo los infantes de Marina iniciaron su ataque sobre la Casa Rosada y el Ministerio de Guerra.

La reacción de la CGT fue realizar una convocatoria de los trabajadores a la Plaza de Mayo, pero intervino Perón para evitar que eso sucediera porque significaría incrementar el número de víctimas.

Siguieron los ataques de los aviones de la Marina con el objetivo puesto en la Casa Rosada pero también se lanzaron bombas contra el Cuartel Central de la Policía, la residencia presidencial, la Avenida de Mayo y el Congreso, minuto a minuto la cantidad de muertes se elevaba de manera alarmante.

Las tropas que atacaron desde el Ministerio de Marina encontraron gran resistencia y debieron retornar a su destino cuando llegaron blindados en apoyo de las tropas leales, algunos civiles también tomaron parte de la contienda atacando el Ministerio de Marina, caída la tarde este nuevo intento criminal de golpe de Estado estaba derrotado, los asesinos con uniforme se refugiaron en Uruguay donde pidieron asilo político.

Las tropas del Ministerio de Marina se rindieron antes las fuerzas leales, el almirante Gargiullo uno de los que había encabezado la rebelión se suicidó, los civiles cómplices del atentado se exiliaron o vivieron en la clandestinidad.

Las cifras oficiales fueron de 355 muertos y 600 heridos, pero al parecer fueron muchos más.
A las seis de la tarde Perón dirigió un mensaje a la población por radio, indicando que la rebelión había sido vencida y la situación se encontraba bajo control, tuvo palabras de elogios para el accionar de las tropas leales y les pidió a los trabajadores que se mantuvieran en calma.

Es evidente el intento de Perón en su discurso de aplacar a sus partidarios para que no salieran a hacer justicia por mano propia, quienes acusan a Perón de incentivar la violencia ocultan deliberadamente esta parte de su discurso: “Pido que me escuchen. Nosotros, como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión, sino por la reflexión…Para no ser criminales como ellos, les pido que estén tranquilos; que cada uno vaya a su casa…Les pido que refrenen su propia ira; que se muerdan, como me muerdo yo, en estos momentos, que no comentan ningún desmán”. (1)

Sin embargo, hubo grupos que incendiaron la Curia y destruyeron el interior de la Catedral, varias Iglesias fueron incendiadas sin que la policía interviniera.

Los historiadores liberales realizan en este punto una maniobra que debe ser puesta en evidencia, por cierto, la quema de iglesias en un acto aberrante pero nunca comparable al asesinato de cientos y tal vez miles de personas, pacíficos trabajadores que concurrían a sus trabajos, la saña con que actuó ese grupo de militares, títeres de la oligarquía sangrienta, los llevó a consumar uno de los actos más nefastos y criminales de la historia argentina.

Darle la misma identidad a la quema de iglesias con el asesinato de personas forma parte de la distorsión que las clases dominantes han llevado a cabo para disimular su interminable lista de atrocidades.

Joseph Page se sube a esta tendencia asignándole a uno más importancia que a lo otro: “El horror del bombardeo de la Plaza de Mayo cedió paso a la vergüenza de la quema de Iglesias”. (2)

¿Cómo que cedió paso? Las iglesias se pueden arreglar, las vidas humanas no se recuperan.

Pero además el estadounidense para seguir en su intento de denigración de Perón, cita a Churchill, como si este se tratara de una autoridad moral, cuando el premier británico fue cómplice de mucho de los saqueos y masacres consumadas por todo el mundo por el Imperio Británico, la cita de Churchill que rescata Page es la siguiente: “Perón es el primer soldado que ha quemado su bandera y el primer católico que ha quemado sus iglesias”.(3)

Ni Perón quemó la bandera, ni las iglesias, pero eso tiene poco interés en el momento de denigrar al líder argentino por parte de historiadores y políticos de países que sí fueron responsables de las mayores tragedias padecidas por la Humanidad.

Peor aún es la actitud de Félix Luna que también le asigna más importancia a la quema de iglesias que a la masacre: “Ordenar quemar las iglesias (o dejar que las quemaran, tanto da) fue el error más grueso de Perón en esa pendiente de equivocaciones en la que se deslizaba desde noviembre del año anterior. El espectáculo de aquellos negros muñones, esos ámbitos sagrados llenos de escombros, conmovió profundamente al país, impresionó a los peronistas y, por sobre todo, hizo olvidar a las víctimas de los bombardeos”. (4)

El que pretende olvidarse de los asesinatos es el historiador radical, nunca los peronistas se olvidaron de la masacre, es falso que Perón mandara a quemar iglesias y muy dudoso que, aunque se lo propusiera pudiera evitar la ira de su gente ante tamaño acto criminal.

En el caso de Page luego de calumniarlo, realiza una reflexión que muestra la inmensa diferencia que existía entre Perón y sus enemigos, el presidente se encontraba ante la disyuntiva de aniquilar a sus enemigos e intentar la pacificación, señala Page al respecto: “La primera opción exigiría medidas despiadadas que Perón era enemigo de adoptar. Podría haber ordenado o permitido la ejecución de los líderes rebeldes responsables del baño de sangre acaecido en Plaza de Mayo, pero prefirió meterlos en la cárcel. Con respecto a los católicos, empezaba a evidenciar una tendencia hacia la reconciliación. En un discurso pronunciado el 17 de junio, repudió la quema de los templos, garantizó la libertad de credo y prometió llamar a un plesbicito para definir el tema de las relaciones entre la Iglesia y el Estado”. (5)

Pudiendo realizarlo de acuerdo con el Código de Justicia Militar, Perón decide no fusilar a ninguno de los sublevados marcando una diferencia abismal con sus enemigos.  

Pero nada conmovía a la oposición que sólo buscaba el derrocamiento por la fuerza porque no podía derrotarlo con los votos, cada intento pacificador era interpretado como un signo de debilidad, los tiburones olían sangre y planeaban su próximo ataque.

El oficialismo produjo cambios en el gabinete, renunció Borlenghi el ministro del Interior, el de Educación Mendez de San Martín y el encargado de los medios de comunicación Raul Apold, en la CGT renunció Vuletich su Secretario General que es reemplazado por Di Pietro, se integró al gabinete Oscar Albrieu un político que tenía una actitud dialoguista.

El 5 de julio Perón afirmó que la oposición no había tenido participación en los acontecimientos del 16 de junio, y convocó a los partidos opositores a una tregua. Se permite que los dirigentes de los partidos opositores hablen por radio así lo hacen Frondizi, el conservador Solano Lima y un representante de la Democracia Progresista.

El socialista Alfredo Palacios se niega a hablar por radio, pero envía una carta al diario La Nación donde pide la renuncia de Perón como única posibilidad de pacificación, no era la primera vez que lo hacía, en 1930 se la había solicitado a Hipólito Yrigoyen.

El 15 de julio ante legisladores de su partido, Perón reconoce que como el país estaba viviendo una revolución se habían limitado ciertas libertades individuales pero que esa etapa había llegado a su fin, así lo expresó: “La revolución peronista ha finalizado, comienza ahora una nueva etapa que es de carácter constitucional, sin revoluciones porque el estado permanente de un país no puede ser la revolución… yo dejo de ser el jefe de una revolución para pasar a ser presidente de todos los argentinos”. (6)

La tregua no duró mucho, la oposición seguía con su continuo hostigamiento, armando actos relámpagos para lanzar consignas ofensivas contra el gobierno, continuaron los actos terroristas y se incrementaron los ataques a policías, el 15 de agosto el gobierno anuncia haber descubierto un nuevo complot para asesinar al presidente, dos semanas después la policía allana una casa en Barrio Norte donde se encuentran armas y explosivos.

En un discurso ante dirigentes gremiales realizado unos días después de los acontecimientos del 16 de junio Perón expone su estado de ánimo producto de todos los inocentes fallecidos en los intentos por derrocarlo: “¿Cuál ha sido el móvil de esta operación de fuerza? Hay un solo móvil…eliminarme a mí, cosa que hacen todos los días los gangsters en cualquier parte del mundo. Pero para matarme a mí no necesitan matar miles de personas, ni depredar media ciudad…Se imaginarán cuál es mi estado de ánimo. Yo soy un hombre que ha mostrado a lo largo de estos doce años que no soy amigo de la violencia, que para mí la fuerza ha de emplearse en el trabajo y no en la destrucción… Por eso, como argentino y como gobernante, me siento consternado y entristecido por los hechos que han ocurrido en Buenos Aires”. (7)

El 31 de agosto se anuncia que Perón había presentado la renuncia ante el partido Peronista y la CGT, los líderes sindicales llaman de inmediato a una concentración para reclamarle a Perón que retire su renuncia.

A las 18:30 Perón apareció en el balcón de la Casa Rosada recibiendo una larga ovación, luego procede a recordar los hechos del 16 de junio y sus intentos de reconciliación “Han contestado los dirigentes políticos con discursos tan superficiales como insolentes; los instigadores, con su hipocresía de siempre, sus rumores y sus panfletos, y los ejecutores, tiroteando a los pobres vigilantes en las calles”.

Y a continuación lanza una de sus mayores amenazas: “A la violencia le hemos de contestar con una violencia mayor” y agrega “Cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos”. (8) Y anunció que retiraba su renuncia.

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(1) Norberto Galasso. Perón. Formación. Ascenso y Caída 1893 1955. Tomo I Colihue 2011 pag. 695

(2) Joseph Page. Perón. Una biografía. Editorial Sudamericana. Edición en e-book pag. 415

(3) Idem pag. 416

(4) Felix Luna. Perón y Su Tiempo.Tomo III El régimen exhausto 1953 1955 Edit. Sudamer. 1986 pag. 282

(5) Joseph Page pag. 417 y 418

(6) Idem pag. 418 y 419

(7) Norberto Galasso Tomo I pag. 697

(8) Jospeh Page pag. 423

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