El Forjista

Leonardo Favio

 

11 - Soñar, soñar

 

En los años de inestabilidad política luego de la muerte de Perón en 1974, Favio se lanza a filmar “Soñar, soñar” al poco de terminarla se produce el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

Y aunque su hermano Jorge Zuhair no participa esta vez como guionista, aparece en los créditos, como un reconocimiento a todo lo que hicieron juntos y los continuos aportes que uno hacía en el trabajo del otro, así lo explicaba: “Con mi hermano hemos andado los caminos llevando la ilusión de aquellos novelones tremebundos, maravillosos, que se narraban sobre los tablados pueblerinos o sobre un camión o tal vez en un corral. Historias donde lo único que existía como trama dramática era el bien y el mal, una cosa ingenua, pero que finalmente demostraba los polos de la existencia. Hemos tocado todos los rincones de lo maravilloso”.

En 1993 Favio afirmaba que era la película a la que le tenía más cariño, aunque la crítica no le fue favorable y tampoco contó con la adhesión masiva del público.

Era la historia de dos marginados que buscaban triunfar como artistas, protagonizados por Carlos Monzón y Gian Franco Pagliaro, donde Favio aprovecha para reflejar ese mundo que vivió cuando trabajó en el Parque Japonés.

La opinión de Favio sobre la película fue: “El clima general es de una gran ternura. Si uno quisiera intelectualizar la cosa, sería un llamado de atención: no se puede soñar y soñar por-que sí. El sueño es positivo. Y cuando es un hecho creativo, pero también cuando está relacionado con la realidad. Si no, es el delirio”.

Y tiempo después señaló: “Con ‘Soñar… soñar’ nos fue mal también en cuanto al público. Es comprensible: la agresión fue total, era una película más hermética y la gente tenía terror de ir al cine a ver eso con el riesgo de que le metieran una bomba. Para ese entonces yo ya era un leproso peronista y la gente cree lo que le dicen los medios. De todos modos, yo conservo una crítica de Osvaldo Soriano sobre ‘Soñar…soñar’ que es hermosa y que la justifica”

Gian Franco Pagliaro recordó que “a Leonardo, la revista Gente lo comparaba con Fellini, pero después de ‘Soñar, soñar’ pasó a ser el peor director del cine argentino… Aquel hombre que había recreado la ‘fantasmagoría fellinesca’, de pronto era un decadente que había hecho una obra menor, sin vuelo, casi una comedia de enredos. ¡Cuánta hipocresía y cuánta boludez! Me acuerdo que la gente caminaba por la calle Lavalle y miraba los carteles de la película como si tuviera lepra. Y es que juntos, Monzón y yo, éramos dinamita. Monzón nunca fue un ídolo verdaderamente popular, querible como Maradona, yo, no era ídolo, ni popular, ni un carajo, apenas un tano que venía a usurpar un lugar que no me correspondía…”

En otra oportunidad Pagliaro dijo: “Yo creo que mucha gente estaba tan en contra del peronismo que no quería ver nada que tuviera que ver con eso. Creo que la historia no ofrecía una lectura política, pero de alguna manera, sobre todo la estética, era subversiva. Los personajes que presenta Favio, mi cara y la de Monzón en primeros planos, desprolijos, él un lumpen y yo un desclasado, la forma de vestir, una historia marginal, una historia que de pronto podía ser un cuento de hadas con otros vestidos, hasta se podría meter una dosis de homosexualidad en el medio, dos tipos que se quieren, no hay mujeres, sino que afloran en la imaginación en el deseo, en una ventana de lejos. Dos tipos que no tienen ni donde caerse muertos, uno engañado y otro un boludo alegre, un trashumante. Estéticamente la película no encuadró en el cine de la época”.

Los críticos David Oubiña y Gonzalo Aguilar en su trabajo sobre el cine de Leonardo Favio, abordan el tema sobre la simpatía que mostraba el director por aquellos personajes que son víctimas de la persecución y la discriminación: “En todos los personajes de Favio el dolor se asocia con la soledad. Personaje solitarios, abandonados, huérfanos. No tiene padre Nazareno, ni tiene padre Polín que es, además, un estorbo para su madre (tampoco tuvo padre Favio). En ‘Soñar, soñar’ el padre de Carlos nunca se menciona y su madre ha muerto. ‘El dependiente’ Fernández está solo (ha perdido a su padre y a su madre cuando era muy pequeño) lo mismo que el desterrado Moreira y Aniceto, tal vez el más solitario de los personajes de Favio, Moreira, perseguido por los gendarmes, estará ausente cuando su hijo se enferme y luego ni podrá asistir a su velorio. Estados de orfandad que, en el caso extremo de Nazareno, debería entenderse como orfandad divina. Se ha hablado a menudo del cristianismo de Favio. Él mismo ha declarado su fe cristiana. Pero se trata, en todo caso, no de la beatería eclesiástica sino del Cristo del dolor, el Cristo de los hombres, el que se queja: ‘Señor, ¿por qué me has abandonado?”’.

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