El Forjista

Leonardo Favio

 

1 - Infancia y juventud

 

El 28 de mayo de 1938 nació en Las Catitas, provincia de Mendoza, Juan Jorge Jury Olivera, en un hogar muy humilde, su madre Manuela Olivera había llegado con su familia desde Chile, siendo muy joven llegó al pueblo Jorge Jury Atrach, los jóvenes se enamoran y de la relación nace Jorge, al que familiarmente llamarán El Negrito, tendrá un hermano menor Jorge Zuhair Jury, al que se lo conocerá como El Chiquito.

El matrimonio de los padres sólo dura cuatro años, Jury abandona el hogar y deja a su mujer y a los dos chicos, la opinión de Leonardo Favio sobre su padre fue categórica, aunque más adelanta tratará de ser más comprensivo, dirá al respecto: “Era un vago. No quería trabajar. Un atorrante…Una vez que fui a su casa estaba con tres mujeres. Era fiolo… Andaba con cafishos amigos de él”.

Además era jugador, también opinó de su padre que: “Papá nunca fue mío. Era mi padre. Pero era como ser propietario de un lotecito en la Luna. Realmente míos, de papá, tengo tres besos. Si hubo más, no los recuerdo”.

Después de la separación su madre y él se van a vivir a un caserón de los abuelos en Mendoza donde fue un niño solitario y pobre, que disfrutaba de la naturaleza y mostraba asombro por la vida que lo rodeaba: “…allí descubrí a las abejas y mariposas y me pasaba las horas como hipnotizado viéndolas volar entre las flores y las frutas de esos tunales… Allí descubrí también a las avispas y esos nidos hermosas que suelen hacer”

Su madre fue actriz y escribía guiones de radioteatros, usaba el nombre artístico de Laura Favio, su hermana también fue actriz y logró hacerse de un nombre reconocido en el mundo artístico: Elcira Olivera Garcés, que protagonizará algunas de las películas que dirigirá su sobrino.

Las opiniones de Leonardo Favio sobre su niñez son por demás contradictorias, dirá: “Me acuerdo de la niñez cuando era un incómodo paquete que iba de tía en tía, de abuelita en abuelita, descubriendo distintas formas de la pobreza…”

Esto no le impidió afirmar: “fui pibe feliz, libre, sin rígidos códigos, mezclándome con la naturaleza, tomándole afecto a los pájaros y las flores, a los atardeceres y a esas estrellas que siempre asombraban”.

Pero tiempo después desmiente de manera terminante eso: “¿Un pibe feliz? ¿Yo? ¡La poronga! Si lo dije alguna vez, lo inventé. Cuando corrés todo el tiempo, escapando, no estas feliz. Yo llegaba a mi casa y veía las carencias de afecto, sentía envidia por los pibes que tenían hogar. Sabés bien lo que es una casa con una mesa tendida. Yo quería esa casa: el pan, el viejo, acá. La vieja allá, los tallarines ¿Vos me entendés?”

Esta última parece acercarse más a la realidad que fue confirmada de alguna manera por su primera película “Crónica de un niño sólo”, que aunque en alguna oportunidad llegue a decir que no era autobiográfica, parece contar al menos algunos aspectos de su vida en los hogares de niños donde estuvo recluido.

También se quedó sin madre cuando ella viajó con su hermano a buscar una oportunidad en Buenos Aires, Leonardo Favio fue enviado a vivir a Luján de Cuyo con su abuela Genoveva y su hermana Berta, ahí volvió a disfrutar de la naturaleza, así lo contaba otra vez con un optimismo a toda prueba: “Dios ha sido exagerado conmigo. Me dio la posibilidad de caminar y andar desnudo por un río durante mi niñez y mi juventud… El ruido de los coleópteros que yo he disfrutado en mi niñez, allá, entre las flores, dudo que lo haya disfrutado Rockefeller, dudo que hayan vivido algo parecido cualquiera de esos ejecutivos inmersos en la Bolsa, entre el cemento, donde Dios no habita”

Entre los cinco y ocho años sus relaciones se limitaban a las de la familia, carecía de amigos, en Luján de Cuyo conoció a algunas personas que dejaron una marca indeleble en su alma, como el zapatero al que concurría a cebarle mate y a cambio le enseñaba a tocar la guitarra que será un instrumento para componer las canciones que conocerán el éxito.

Cuando tenía ocho años abandonó Mendoza para viajar a Buenos Aires a reencontrase con su madre que se había vuelto a casar y había tenido otro hijo al que llamaron Horacio.

En 1947 llegó a Buenos Aires, su hermano Jorge ya había sido incorporado como pupilo al Hogar El Alba, al que irá él también.

Sus recuerdos de ese hogar son pésimos: “El Hogar el Alba era muy duro. No había nada divertido. Era muy duro. Muy duro…De El Alba me quedó grabado el sonido de los silbatos. Pero te adaptás. Cuando sos chico te adaptás a todo…. Allí acumulé dolores, por ejemplo cuando terminaba la hora de la visita… Mi madre venía todos los fines de semana. Evité siempre preguntarle porque me llevó a El Alba, supongo que lo hizo porque no tendría otra solución… Allí empecé a orinarme en la cama y me duró unos años… Por eso durante un tiempo me apodaron ‘el zorrino’”.

La reacción del niño al encierro era escaparse, precisamente en “Crónica de un niño sólo” dedica una parte importante a mostrar la escapatoria de Polín, el protagonista, de un Hogar que lo agobiaba.

No obstante, había algunos momentos recordables, con el gobierno de Perón y el impulso de Eva Perón, los hogares de niños comenzaron a recibir regalos en Reyes, en las vacaciones iban a Colonias y se daban espectáculos con títeres, payasos o magos, incluso a veces se concurría la troupe que lideraba de Martín Karadagian con las peleas simuladas de Catch.

También llegó hacer algunos amigos y practicaba box, quedándole adherido el gusto por ese deporte, que lo llevó de adulto a concurrir con asiduidad al Luna Park y también incidió para que hiciera una película sobre la vida del muy popular boxeador José María Gatica.

Sin embargo, a pesar de estos pasajes de distracción y entretenimiento, nada era más grato que la visita de la madre los fines de semana

También dijo sobre esos años de la infancia en hogares para niño: “Conocimos la necesidad del hambre. No la sufrimos, fue un aporte, un cimiento que nos refinó la sensibilidad, al punto de que conocemos la vida por completo. A veces digo que recorrimos todos los costados del cielo y del infierno. Estuvimos en un orfanato tres años, un lugar atroz. Mi madre había quedado sola cuando éramos muy chicos. Vino a Buenos Aires, a probar suerte como actriz, y luego nos trajo – mi hermano tenía 6 años y yo 9-, pero nos llevó a ese colegio: ella creía que era un lugar de contención para niños. Pero era una cárcel”

Otro momento significativo fue cuando un celador adoptó la costumbre de pasarles películas en un proyector hogareño, con películas de western o de Chaplin, despertando su entusiasmo por el cine que después se incrementó cuando de regreso a Luján de Cuyo asistió al cine para ver películas argentinas con Pepe Arias, Tita Merello, Los Cinco Grandes del Buen Humor, su deslumbramiento por ese arte se completó cuando su madre lo llevó, algunos años después, a ver la película Rashomon de Akira Kurosawa, un director al que siempre admiró.

Cuando llegó al Hogar El Alba no sabía leer ni escribir, fue enviado a hacer primero y segundo grado, pero eso concluyó porque aprovechaba la salida para escaparse.

A eso de los doce años Leonardo Favio, su hermano y la madre que se había separado de su segundo marido, regresaron a Mendoza, donde comenzó a cantar, se presentó a un concurso en radio Nihuil entonando el tango de Discépolo “Tres esperanzas”, pero no fue elegido.

Al regresar a Mendoza es anotado como pupilo en el Colegio Don Bosco, de donde es expulsado, por lo que es enviado al Hogar La Casa del Niño en Luján de Cuyo, de donde también se fuga como también lo hizo del Patronato y del Colegio Técnico Agrícola Miguel Pouget.

En Luján de Cuyo hizo amigos entrañables a los que volverá a visitar cada tanto para recordar travesuras juveniles, alguna de las cuales eran consideradas fuera de la ley, cuando tenía 15 años se enamoró de una chica de 13 que pertenecía a la colectividad gitana, durante un año estuvo viajando con la familia de su novia, llegando a entusiasmarse con esa vida de libertad.

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