El Forjista

La colonización de la subjetividad

Nora Merlin

Letra viva - 2017

Este libro de la psicoanalista y docente Nora Merlin constituye una de las apariciones editoriales más importantes de los últimos tiempos, estamos ante un libro fundamental para entender los tiempos que corren, que además cuenta con el aporte, siempre interesante, de Víctor Hugo Morales prologando este trabajo.

 

Neoliberalismo

Merlin comienza explicando que el neoliberalismo, contrariamente a lo que muchos suponen, no se limita a ser un proyecto económico, porque es, sobre todo, una cultura que pretende invadir cada rincón de nuestras vidas, es una forma de administrar el gobierno que tiene por finalidad concebir un tipo de ser humano con características particulares.

Así nos lo hace saber la autora cuando explica: “Consideramos que el neoliberalismo lleva cabo una construcción biopolítica basada en la apropiación y el disciplinamiento social, un dispositivo de colonización de la subjetividad cuyo objetivo es la producción de un hombre nuevo”.

Y avanza aún más al indicar que el neoliberalismo es un sistema social dominado por el mercado que busca un debilitamiento del Estado, organizada bajo el ideal del consumo constante. Habría que agregar que esa disminución de las funciones estatales no incluye a las fuerzas represivas que son incrementadas de manera desproporcionadas.

El neoliberalismo exalta el individualismo y el egoísmo como virtudes, es una consecuencia natural de esa prédica alentar el odio como respuesta a los peligros que se nos presentan y que supuestamente pueden poner en riesgo nuestras posesiones obtenidas mediante el consumo permanente.

Ese sistema dominante busca generar una uniformidad con los lazos sociales debilitados y fomentando la exclusión de aquellos que no acepten someterse al dominio de las clases dominantes.

El neoliberalismo reniega de la política porque cuando las personas incursionan en ella pueden despertarse y comenzar a reclamar por los derechos conculcados por una minoría, por eso Cambiemos se muestra como un gobierno de empresarios y no de políticos.

 

Masa o pueblo

Merlin hace una diferenciación entre masa y pueblo, el correlato social al neoliberalismo es la masa, que como la autora lo señala es “un conjunto de unos” sin posibilidad de establecer lazos solidarios, por el contrario, la solidaridad siempre es sospechosa.

El neoliberalismo necesita por sobre todas las cosas una sociedad adormecida con mentalidad de rebaño, donde los individuos puedan ser fácilmente manipulables, es ahí donde juegan un papel formidable los medios de comunicación.

En su libro “Piscología de las masas y el análisis del Yo”, Sigmund Freud establece que el funcionamiento de la masa es similar al de la hipnosis o el enamoramiento, ubicando a una persona, una idea o los medios de comunicación en el lugar del ideal, conformando una masa de receptores pasivos y adormilados.

Merlin realiza una reivindicación del populismo basándose en los estudios de Ernesto Laclau, en tanto el pueblo se convierte en protagonista de la historia, en vez de ser un convidado de piedra que sigue cual dócil mascota a un líder o al mensaje adormecedor de los medios.

En verdad, algo que no se dice habitualmente es que aquellos que denuestan contra el populismo lo que les molesta, en tanto serviles voceros de los poderosos, es ver a un pueblo empoderado discutiendo de igual a igual con de las oligarquías rapaces.

El sujeto que forma parte de la masa es alguien caracterizado por la pasividad, el servilismo y sugestionado por mensajes que le causan un estado de permanente temor, cuando esta situación se consolida, las sociedades están a un paso de consumar el totalitarismo.

Por lo contrario, en los pueblos hay una voluntad manifiesta de luchar por la liberación colectiva e individual, donde la obediencia es reemplazada por las convicciones y las discusiones enriquecedoras.

Y realiza una afirmación importante, al señalar, al contrario de la ideología dominante, que el populismo no tiene ninguna contradicción con la democracia, en cambio es la garantía que el neoliberalismo no la convierta en un simulacro.

Cuando la participación popular es excluida la democracia se convierte en mera burocratización y tecnocracia.
Es el pueblo el que da vida a la democracia con su participación planteando desacuerdos y los conflictos propios de cualquier sociedad viva y en la que surgen nuevas ideas transformadoras.

 

El consumo

Un bombardeo constante de la publicidad nos incita a consumir, además nos crean la ilusión que consumir sin límites está asociado a la idea de libertad, la imposibilidad de consumir provoca una frustración, en ese sistema la libertad del mercado constituye la mayor de las libertades todas las demás quedan subordinadas.

Los objetos de consumo funcionan como una anestesia que oculta otras falencias, pero como el marketing nos impulsa al consumir y los objetos pasan de moda rápidamente, siempre necesitamos algo nuevo y de alguna manera nos transformamos en consumidores compulsivos, siempre necesitamos de ese chupete que nos tranquiliza temporalmente.

Todo espacio aún el virtual se convierte en disponible para una publicidad que nos hechiza y nos mantiene atentos a las últimas novedades y con el temor que alguno se nos adelante y tenga el nuevo producto antes que nosotros.

Aquellas técnicas de venta que se muestran exitosas son adoptadas de inmediato por el marketing político que nos vende un candidato como si fuera un desodorante, pero también se utiliza para imponernos ideas que a veces se implantan en nuestro cerebro y quedamos convencidos que ha sido producto de nuestra propia invención.

 

Las corporaciones de la comunicación

Los medios de comunicación son parte inescindibles de este sistema neoliberal que han colaborado a instaurar en gran parte de América Latina, como bien señala Víctor Hugo Morales en el prólogo, el comportamiento salvaje de los medios concentrados atrapa y encarcela al ciudadano común, pero también caen prisioneros jueces, fiscales y políticos, que continuamente son extorsionados bajo la amenaza de ser denigrados en las tapas de los diarios si se apartan del camino que dictamina el poder económico.

Salirse del camino, apartarse de las reglas, significa exponerse a un castigo, primero será expuesto en las noticias y a continuación un fiscal obediente lo llevará a los tribunales hasta obtener la rendición o la humillación del rebelde.

Estos medios de comunicación actúan de esa forma porque su objetivo es obtener la obediencia, fomentar el individualismo y establecer un pensamiento homogéneo en torno a la cultura impuesta por la oligarquía.

Manipulan la realidad de manera descarada, fomentan el odio, instalan prejuicios y hacen uso de la mentira de forma sistemática.

Por supuesto, los medios de comunicación no siempre fueron esto, cuando surgieron fueron sinónimos de la búsqueda de la libertad, una forma de equilibrar el poder de los gobiernos, pero en la actualidad muchos de ellos forman parte de un poder que instala o quita gobiernos, adquiriendo un poder muchas veces superiores al de los gobiernos democráticos, si antes luchaban por la libertad de prensa hoy esas corporaciones son un obstáculo para ello.

En vez de despertar a los individuos los adormecen, en vez de fomentar la democracia la restringen a niveles asfixiantes.

Otra herramienta a la que recurren habitualmente las corporaciones es a generar miedo, y llenar de prejuicios a la gente, pero esta manipulación no es inocente, con estas expresiones lo que buscan es justificar la represión estatal y la aplicación de políticas de gatillo fácil, no sólo contra delincuentes sino contra militantes sociales.

La televisión se ha convertido especialmente en un emisor constante de mensajes agresivos y generadores de angustia, los cuales son impulsados por conductores con una clara ideología fascistizante.

Escuchemos de primera mano lo que tiene para decirnos la autora: “Los medios de comunicación instalan y fomentan el mal, el odio, la grieta entre campos que devienen en enemigos, para luego escandalizarse y reclamar mayores castigos sobre el terreno por ellos sembrado y cultivado día a día”.

 

La responsabilidad del público

Pero para que los medios concentrados puedan cosechar necesitan un campo propicio y eso indica que hay parte de la población cómplice de esa prédica dañina de la prensa canalla.

Víctor Hugo Morales a tono con sus ideas desplegadas en su libro “Mentime que me gusta” señala que los medios van conformando un receptor que lo único que pretende es que le reafirmen su fanatismo sin importarle en lo más mínimo el grado de verdad de la noticia.

Ese público se va acostumbrando a consumir pescado podrido y lo tiene sin cuidado se la noticia que consumió con avidez al día siguiente es desmentida.

Y realiza una comparación sumamente interesante al establecer algún grado de similitud entre el consumidor de medios hegemónicos con la conducta de quién se somete a la conducta del golpeador, en el cual su enamoramiento ciego le hace aceptar ese comportamiento y él mismo se coloca una venda que le impide conocer la realidad.

A continuación, transcribimos un largo párrafo que nos permite incursionar en el análisis de Merlin sobre esta relación: “Uno de los rasgos más salientes de la cultura neoliberal es el adormecimiento consumista y despolitizado.

Señalamos que los medios de comunicación constituyen un dispositivo privilegiado de producción de subjetividad fascinada y cautiva. Sin embargo ¿no hay responsabilidad también en el consumidor narcotizado, en el telespectador pasivo y en su deseo de continuar soñando? En su texto clásico ¿Qué es la ilustración?, Kant describe lo que denomina “minoría de edad”; una posición subjetiva en la que las personas se conducen como si fueran un rebaño, pues transfieren a otro la dirección de su propia vida, sin hacerse responsables de sus actos por cobardía e impotencia”.

Los medios en su prédica disolvente van conformando un público a su imagen y semejanza, que aplaude los despidos, alienta la represión, festeja los asesinatos por gatillo fácil y muestra algarabía cuando se detiene a un opositor.

La autora agrega: “El receptor sugestionado no es sólo una víctima pasiva sino que tiene responsabilidad en la obediencia, la sugestión, la renuncia a pensar y en convertirse en la pieza de un engranaje, lo que lo mantiene en una zona segura de confort”.

 

Daño autoinfligido

Una de las preguntas que intenta responder Merlin, tal vez sea la más importante de la actualidad es ¿cómo es posible que haya personas dispuestas a votar en contra de sus intereses? Esa es la pregunta que abarca a gran parte de los votantes del PRO que hoy sufren las consecuencias de un proyecto que sólo beneficia a una minoría.

Regresemos a la autora para esclarecer esta cuestión: “Aunque los medios concentrados son los agentes encargados de inocular el veneno nuestro de cada día, sin embargo, hay una responsabilidad del telespectador pasivo, sometido, que no hace el ejercicio crítico de interrogarse sobre los mensajes comunicacionales que lo engañaron al conducirlo a votar por un proyecto político neoliberal, como el de Cambiemos, que va en contra de sus intereses. El analfabeto político, como decía Brecht, aquel que no quiere saber nada de la política, tiene responsabilidad por su ignorancia y su ingenuidad, también por su odio”.

Precisamente al inocular el odio de millones de personas, los medios lograron que muchos enceguecidos por ese sentimiento negativo concurrieran mansamente al cuarto oscuro de igual forma que marcha el borrego hacia el matadero.

Para enraizar ese sentimiento en los corazones de muchas personas recurren a la constante agresión, una muestra de eso son los programas televisivos supuestamente políticos que sólo son una muestra de agresión y confusión que contribuye difundir un mensaje antipolítico que es lo que le interesa al neoliberalismo.

Señoras de avanzada edad haciendo el fuck you o los cacerolazos en tiempos de kirchnerismo eran un reflejo exacto de lo que se estaba incubando y si bien algunas de ellas, posiblemente hayan sido beneficiadas por las políticas macristas, es evidente que otros y especialmente aquellos que integran la clase media, hoy están pasando dificultades que esperemos que los hagan reflexionar hacia donde fueron conducidos.

Una brillante expresión de la autora dice “Cuando los ricos y los pobres dicen los mismo (por ejemplo: “quiero un cambio”) y votan lo mismo, la igualdad y la libertad se revelan ilusorias: lo político se debilita, el marketing triunfa y la elección se subordina a la imagen publicitaria mejor diseñada”.

 

Por más democracia

Nora Merlin comienza su libro reflexionando que una de las prioridades de la democracia debería consistir en garantizar que el poder no se concentre en unas pocas manos, que precisamente es la intención indisimulada del neoliberalismo que alienta la concentración en poderosas corporaciones convirtiendo la democracia en una burda parodia.

La democracia no puede ser constituida por una masa de autómatas educadas por las corporaciones y reguladas por el mercado y el consumismo, la democracia es discusión, es conflicto y es también el respeto a la pluralidad de ideas.

La democracia es incompatible con la concentración de los medios en pocas manos, el monopolio produce una uniformidad ideológica que constituye una opinión pública como consecuencia de una batalla cultural desigual que excluye la posibilidad que se emitan una diversidad de voces.

Si no se asegura una distribución democrática de las comunicaciones hay un serio riesgo de alimentar la intolerancia, la discriminación y la ruptura de los lazos sociales.

Hay que reclamar constantemente la democratización de la palabra, única forma de evitar el totalitarismo comunicacional, promovido por un discurso único y para eso hace falta crear un marco regulatorio al que los grandes medios se han opuesto y lo han boicoteado con la ayuda de un poder judicial corrupto.

Las demandas y los reclamos populares son una parte esencial de toda democracia y motorizan las transformaciones esenciales, los sectores conservadores intentan por todos los medios, incluidos los ilegales, evitar el acceso del pueblo a las decisiones.

 

La hegemonía popular

Para liberarnos de la colonización que imponen los gobiernos liberales es indispensable recurrir a “una construcción hegemónica vehiculizada a través de la voluntad popular”.

La experiencia kirchnerista mostró que es posible salir de esa cárcel imperial, pero esa emancipación debe ser la obra de un conjunto que consolide esa voluntad popular con la participación y la representación de la mayor cantidad de sectores.

Sobre este aspecto Merlin expresa : “Por otra parte, durante los gobiernos kirchneristas, pero fundamentalmente a partir de la decisión del gobierno de Cristina Kirchner de promulgar una ley de democratización de los servicios audiovisuales de comunicación, los grupos mediáticos concentrados, sin pruritos éticos ni morales, produjeron y alimentaron día a día una grieta que dividió al país entre amigos y enemigos, binomio más apropiado a la guerra que a la política. Propusieron una lucha a muerte, que no es el conflicto propio de la política plural y democrática. Sino que buscó instalar el odio y la violencia entre semejantes”.

El gobierno de Cristina Fernández debió hacer frente a varios intentos desestabilizadores encabezados por los medios de comunicación, que son los mismos que hoy distorsionan la realidad y tienden un cerco protector de mentiras en torno al proyecto neoliberal.

Ese gobierno significó un retorno de la política como una herramienta esencial para dignificar a los trabajadores y los sectores más humildes, y colocar a la Patria en la senda de la soberanía, el Estado a su vez volvió a cumplir un papel fundamental en el desarrollo integral.

Una nueva generación se lanzó a la política con una militancia entusiasta y solidaria que tuvo por respuesta de esas corporaciones un intento burdo de demonización, la oligarquía siempre prefirió una juventud estupidizada por las drogas y la televisión, antes que una militancia que cuestionara su poder destructivo.

Ahora toca jugar un rol opositor para el cual deberíamos considerar la sugerencia de la autora cuando dice: “Cuando nos tocó gobernar produjimos un modelo nacional, popular y democrático, ahora se trata de inventar una forma de ser oposición que no implique el odio ni la tristeza colectiva. Resistamos conservando la alegría de hacer lo público entre todos.”

Una política de liberación debe promover la construcción de una hegemonía popular que debe encararse asumiendo la batalla cultural que permita convencer a las mayorías de la justicia de nuestra causa y así derrotar a las fuerzas colonizadoras.

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