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El Forjista

Biografía de Eva Perón

 

Capítulo 6 - Una historia de amor

 

 

Llama la atención que algunos historiadores no se hayan percatado de la conmovedora historia de amor que existió en la relación de Eva y Perón, esto también fue distorsionado con finalidades políticas por aquellos que usurparon el poder en 1955.

Algunas de esas invenciones señalaban que Eva era una oportunista que simuló querer  a Perón por interés, pero también están aquellos que dicen que fue Perón quién utilizó a Eva para obtener un rédito político del carisma de su esposa.

Lo cierto es que hay gran cantidad de documentos y testigos que dieron testimonio de una relación muy diferente a la que quisieron imponer los golpistas y los intelectuales siempre predispuestos a complacer a los poderosos.

Cuando Perón fue detenido en los días previos al 17 de octubre y trasladado a la Isla Martín García le escribió a Eva: “Sólo cuando nos alejamos de las personas queridas, podemos medir el cariño. Desde el día en que te dejé allí, con el dolor más grande que puedas imaginar, no he podido tranquilizar mi triste corazón. Hoy se cuanto te quiero y que no puedo vivir sin vos. Esta inmensa soledad está llena de tu recuerdo”.

En ese momento tanto el coronel como sus enemigos estaban convencidos que había concluido su participación en la vida política del país, pero sus pensamientos estaban dirigidos a esa mujer que lo había cautivado desde aquel día en el Luna Park.

Los fines de semana la pareja se instalaba en la Quinta de San Vicente que Perón le había comprado a Domingo Mercante, a veces los acompañaba el padre Hernán Benítez que fue testigo de esta relación: “Yo los traté mucho y lo que vi fue a dos personas respetuosísimas y creo que todo cuanto la novela diga que se salga de ese inmenso respeto que se tenían no sólo es falso sino canallesco… La estupidez de los que novelan diciendo que se insultaban, que se trataban como burdeles. ¡Qué barbaridad!”

En 1947 cuando Eva realizó una gira por Europa los vuelos intercontinentales no eran tan comunes como en la actualidad, mucha gente aún seguía utilizando los barcos para trasladarse al Viejo Continente, por eso es que Eva tenía una gran preocupación por el viaje en avión, de hecho el regreso lo realizó por barco,  a raíz de su temor escribió una carta a Perón, que podía considerarse un especie de testamento por si algo le ocurría, en esa carta ella le expuso todo su amor: “…puedo asegurarte que en el mundo nadie te ha respetado ni querido más; te soy tan fiel que si Dios no quisiera en esta felicidad de tenerte y me llevara, aún después de muerta te sería fiel y te seguiría adorando desde las alturas; Juancito querido, perdóname estas confesiones pero es necesario que sepas en el momento que parto y estoy en manos de Dios y no sé si me pasa algún accidente que tu mujer con todos sus defectos, tú llegaste a purificarme porque vivo por ti, siento por ti y pienso por ti…”.        

Cuando Eva regresó de Europa retornaron a la rutina de pasar los fines de semana en la quinta, decía Benítez: “Yo los vi enamorados, efectivamente muy unidos pero hasta 1948. Después el poder y la pasión política los fueron llevando por caminos paralelos, pero diferentes… Ya en 1949, era claro que sus vidas eran paralelas, pero disímiles. Sus horarios eran opuestos. Alguna vez, Eva se cruzó con él, llegando a la residencia, desde la Fundación, cuando Perón salía hacia la casa de Gobierno… Lo que pasaba es que ella se había ido para otro rumbo. Había entrado en un vuelo propio que él supo inteligentemente respetar”.

La historiadora Marisa Navarro escribió que los desencuentros en los horarios no debilitaron el vínculo afectivo: “…el enfrentamiento entre ellos era imposible. Ellos eran complementarios. Ella trabajaba para el bien de él, que la fortalecía a ella…”.

En el prólogo de “La razón de mi vida” realizó el siguiente reconocimiento: “Este libro ha brotado de lo más íntimo de mi corazón. Por más que, a través de sus páginas, hablo de mis sentimientos, de mis pensamientos y de mi propia vida, en todo lo que he escrito, el menos advertido de mis lectores no encontrará otra cosa que la figura, el alma y la vida del general Perón y mi entrañable amor por su persona y por su causa”.

En este mismo libro intentó explicar ese sentimiento hacia su marido: “Nos casamos porque nos quisimos y nos quisimos porque queríamos la misma cosa. De distinta manera los dos habíamos deseados hacer lo mismo: él sabiendo bien lo que quería hacer; yo, por sólo presentirlo; él, con la inteligencia; yo, con el corazón; él, preparado para la lucha; yo, dispuesta a todo sin saber nada; él culto y yo sencilla; él enorme, y yo, pequeña; él, maestro, y yo alumna. Él, la figura y yo la sombra. ¡Él seguro de sí mismo, y yo, únicamente segura de él!. Por eso nos casamos, aún antes de la batalla decisiva por la libertad de nuestro pueblo con la absoluta certeza de que ni el triunfo ni la derrota, ni la gloria ni el fracaso, podrían destruir la unidad de nuestros corazones”.

Cuando tuvo la certeza que a Eva le quedaba poco tiempo de vida, Perón dejó de concurrir a la Casa de Gobierno permaneciendo en la Residencia para pasar tiempo junto a ella, conversándole y tratando de distraerla.

María Eugenia Álvarez una de las enfermeras que atendió a Eva hasta el último día escribió: “El General la veía todos los días, no hubo un minuto que pudiera estar con ella que se hubiera perdido. ¡Perón amó mucho a esa mujer!. El sufría mucho, lloraba mucho y sabía que perdía a ese ser humano que lo ayudaba, que lo amparaba, que trabajaba a la par de él por la patria”.

Eva nunca dejó pasar la oportunidad de poner en evidencia ese amor, incluso en lugares que no parecían los más propicios para exponer los sentimientos más profundos, en su curso sobre La Historia del Peronismo explicitó: “Yo he dicho que Perón es mi luz, mi cielo, que es el aire, que es mi vida. Pero no solamente lo he dicho; he procedido como si así fuere”.

En su testamento Eva dejó un claro e indudable testimonio: “Quiero que sepan, en este momento que lo quise y lo quiero a Perón con toda mi alma y que Perón es mi sol y mi cielo. Dios no me permitirá que mienta si yo repito en este momento una vez más ‘no concibo el cielo sin Perón’”.

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