El Forjista

Vida y obra de Erich Fromm

Las convicciones de Erich Fromm

Capítulo 31 - Atracción por la vida o atracción por la muerte

Antes de comenzar con el tema que nos ocupará en este capítulo hagamos algunas aclaraciones, utilizamos en el título el término atracción en vez de amor o biofilia- necrofilia que son los más usados por nuestro autor, porque creemos que permite un mejor entendimiento de lo que se quiere expresar. Nuestra propia experiencia indica que resulta poco menos que increíble que alguien experimente algo que se pueda denominar amor a la muerte, suena bastante extraño cuando se escucha por primera vez que haya personas con esa inclinación, pero ni bien comenzamos a seguir el desarrollo de las ideas de Fromm nos damos cuenta que existen muchos casos de personas que muestran ese tipo de atracción.

Según Fromm esta opción tiene la característica de ser un fundamental separador de aguas al expresar que: “No hay distinción más fundamental entre los hombres, psicológica y moralmente, que la que existe entre los que aman la muerte y los que aman la vida, entre los necrófilos y los biófilos”. (1)  “El amor a la vida o el amor a la muerte son la alternativa fundamental que confronta todo ser humano”. (2)

Veamos a que se refiere cuando utiliza los términos vida y muerte: “En este punto, cuando hablo de la vida y de la muerte, no me refiero a los estados biológicos, sino a los estados del ser, de relacionarse con el mundo. La vida significa cambio constante, nacimiento continuo. La muerte significa dejar de desarrollarse, dejar de evolucionar, cosificación, repetición. El triste destino de muchos es no llevar a cabo la elección. No están ni muertos ni vivos. La vida se vuelve un lastre, una actividad sin propósito, y estar ocupado constituye un medio de protegerse contra la tortura de existir en la tierra de las sombras.”(3)

Fromm presenta por primera vez sus estudios sobre el carácter necrófilo en 1964 en su libro “El corazón del hombre” y los profundiza en “Anatomía de la destructividad humana” de 1973.(4)

Según nos dice Rainer Funk la idea sobre la capacidad de biofilia de los seres humanos fue tomada por Fromm de la obra del rabino Rabinkow del cual fue discípulo y que ejerció una influencia decisiva en él, la diferencia fue que mientras el rabino lo centraba en los judíos, Fromm lo extendió a todos los seres humanos. Retomó la visión humanista del judaísmo de Rabinkow y realizó nuevas investigaciones sobre la  predisposición biófila del hombre indagando en su capacidad de amar, los beneficios de  la autonomía y de orientarse productivamente hacia la libertad y la solidaridad.(5)

El excesivo interés por la ley y el orden más que por las manifestaciones de vida, el reclamo exaltado de un castigo estricto a los delincuentes, así como la obsesión por la violencia y las ansias por la destrucción de ciertos “revolucionarios”, es una muestra de la poderosa atracción que ejerce la necrofilia en el mundo contemporáneo. (6)

La persona necrófila se siente atraída por todo aquello que no está vivo: cadáveres, marchitamiento, heces, basura, etc. Suelen ser individuos interesados en hablar de enfermedades, entierros y muertes. Prefieren vivir recordando el pasado, no tienen la menor esperanza de lo que pueda ocurrir en el presente o el futuro. (7)

Fromm nos ofrecía la siguiente definición: “La necrofilia en sentido caracterológico puede describirse como la atracción apasionada por todo lo muerto, corrompido, pútrido y enfermizo; es la pasión de transformar lo viviente en algo no vivo, de destruir por destruir, y el interés exclusivo por todo lo puramente mecánico. Es la pasión de destrozar las estructuras vivas”.(8)

Otra manifestación del carácter necrófilo es la convicción de que la única forma de solucionar un problema o conflicto es mediante la fuerza y la violencia. Para el necrófilo la fuerza es el primera y última solución de todo. Reaccionan ante los problemas que la vida presenta con una salida destructiva, nunca apelan a la comprensión o mostrándose como un ejemplo que pueda ser emulado.

Los necrófilos pueden detectarse por su interés en charlar sobre muertes y enfermedades o por la forma de leer el periódico, centrándose en los obituarios o en las noticias donde hay muertes, también existen aquellos a los que les gusta concurrir a velatorios y comentarlos. Otro rasgo bastante característico es la ausencia de vida en su conversación, a lo largo de ella mantienen una constante actitud fría y rígida como si estuvieran al margen. El pasado les resulta sagrado, nada de lo nuevo tiene valor, cualquier intento de cambio les resulta un delito contra el orden natural.(9)

Sólo una pequeña minoría es totalmente necrófila, la inmensa mayoría tiene algunas tendencias biófilas aún cuando sean débiles. Todos tenemos inclinaciones biófilas y necrófilas lo que nos produce conflictos internos, el resultado de dicho enfrentamiento depende de la intensidad de cada tendencia y también de las condiciones sociales que reforzarán a una de esas orientaciones, además de los acontecimientos particulares de la vida de cada persona. Fromm nos decía también que había algunos pocos casos que no mostraban vestigios de necrofilia y citaba a Albert Schweitzer, Albert Einstein y el papa Juan XXXIII.  

Las personas fuertemente necrófilas son muy peligrosas pues son aquellas que odian, como los racistas, son partidarios de solucionar los conflictos por medio de guerras, el derramamiento de sangre y la destrucción. No sólo son peligrosos si alcanzan altos cargos políticos también cuando ocupan un lugar cercano a los dictadores o de gente con mucho poder, son los ejecutores de las ordenes y los dictámenes que aplican castigos, son aquellos que actúan como torturadores sin los cuales sería muy difícil imponer un régimen de terror. (10)

En el seno de una familia puede ocurrir que se refrenen las emociones particularmente aquellas que denotan alegría, también es posible que impere una atmósfera carente de vitalidad, como consecuencia de esto existen familias donde no es detectable el más mínimo aliento de vida, todo se encuentra programado y responde a una rutina inflexible, los padres consideran una equivocación cualquier desvío de lo planificado, la espontaneidad queda eliminada y puede ser la razón de algún castigo.

Los niños por naturaleza tienden a ser vivaces y activos, vulgarmente se confunde su educación con el intento de desanimarlos para forzarlos a asumir una conducta que excluya la alegría. Una de las definiciones de Fromm expresaba que aquellos individuos que no tienen alegría tenderán a acentuar sus tendencias hacia la destrucción de la vida, porque de otra manera deberían asumir que su vida carece de sentido, por ese rumbo es que comenzarán a sentir placer con la destrucción.(11)

Veamos como enunciaba el concepto mencionado en el párrafo anterior: “Parecería que el grado de destructividad observable en los individuos es proporcional al grado en que se halla cercenada la expansión de vida”. O dicho de otro modo: “Ésta (la destructividad) es el producto de la vida no vivida”.(12)

El temor irracional a la muerte también es el fracaso de no haber sabido vivir, es la expresión de nuestra conciencia culpable de haber malgastado la vida: “Morir es dolorosamente amargo, pero la idea de tener que morir sin haber vivido es insoportable”.(13)

Uno de los principios fundamentales de la ética es “no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti” que podría ser reformulado como “todo lo que le haces a otros te lo haces a ti mismo”. Por eso el respeto a la vida tanto la de otros como la nuestra, es la condición básica para la salud psíquica, el violar aquellas fuerzas dirigidas hacia la vida, en cualquier ser humano, tiene repercusiones en nosotros mismos.(14)

Nos extenderemos un poco pero creemos que vale la pena detenernos en alguna de las muchas declaraciones de Fromm sobre la atracción por la vida: “Es la biofilia el amor apasionado por la vida y todo lo vivo, el deseo de crecimiento o desarrollo en una persona, un vegetal, una idea o un grupo social. La persona biófila prefiere construir a conservar. Quiere ser más y no tener más. Es capaz de maravillarse y hacerse preguntas y prefiere ver algo nuevo a hallar confirmación de lo viejo. Ama la aventura de vivir más que la certidumbre. Ve el todo de preferencia a las partes, las estructuras más que las sumas. Quiere moldear e influir por el amor, la razón y el ejemplo, no por la fuerza, la separación de las cosas, por el modo burocrático de administrar a la gente como si fueran cosas. Como goza con la vida y todas sus manifestaciones, no es consumidor apasionado de ‘excitaciones recién salidas al mercado’. La ética biófila tiene su principio, el bien es todo lo que favorece la vida y el mal es todo cuanto sirve a la muerte”.(15)

Las orientaciones biófila y necrófila se relacionan con los conceptos desarrollados por Freud de instinto de vida e instinto de muerte. El padre del psicoanálisis clasificó los instintos un dos grandes categorías: los sexuales y los de supervivencia pero hacia la década del 20 postuló una nueva teoría que realizaba la separación entre los instintos de vida (eros) y los instintos de muerte.
Pero esa influencia de Freud en cuanto a los instintos de vida y de muerte derivó en una diferenciación, pues mientras para aquél, ambos tenían un origen biológico común, para Fromm la atracción por la vida es un impulso normal en tanto que su contrario es considerado una psicopatología, era la consecuencia de un desarrollo frustrado, de la vida que no era vivida plenamente.(16)

Lo más importante para desarrollar el amor a la vida en un niño es que esté rodeado de gente con esa orientación, ambas tendencias son contagiosas. La atracción por la vida se expresa en gestos más que en ideas, en el tono de voz más que en las palabras. Las condiciones necesarias para el desarrollo de la atracción por la vida son el cariño, las relaciones afectuosas, la libertad, la ausencia de amenazas, la enseñanza por medio del ejemplo y llevar un modo de vida interesante. Lo que impulsa la necrofilia es la falta de estímulo, la frialdad, la vida rutinaria y carente de interés, el orden estricto, etc. 

En la medida que el hombre utilice todas sus energías en defenderse contra los ataques o para no morir de hambre, el amor a la vida se atrofia, por eso una condición social fundamental para el desarrollo de la atracción por la vida es la abolición de la injusticia, es decir que cese la explotación de una clase social por otra y que se impongan condiciones que permitan el desarrollo de una vida digna, la injusticia implica una situación social en que el hombre se convierte en medio para los fines de otro hombre. (17)

La sociedad industrial moderna muestra una predisposición a colocar el progreso técnico como el valor más importante, evidenciando hasta qué punto nos encontramos atraídos por lo mecánico, hacia lo no vivo, hacia aquello que es producto de la mano del hombre.  Esa debilidad por todo aquello que carece de vida tiene una forma que cuando adquiere niveles extremos se convierte en atracción por la muerte y en una modalidad menos drástica puede denominarse indiferencia por la vida.(18)

El humanismo tiene un claro compromiso en defensa de la vida, significa el despertar de la compasión, del amor, del sentido de la justicia y la verdad, como respuesta a los problemas políticos y sociales. Implica luchar contra las guerras, contra la tortura en aquellos países en que aún subsiste esta práctica aberrante, contra la proliferación de las armas nucleares, contra la destrucción de la vida por el desequilibrio ecológico, contra la desigualdad racial, contra las trabas al pensamiento libre, contra la pobreza, contra un aparato productivo que convierte al hombre en una cosa. En conclusión la vida debe regir por sobre las cosas y el hombre por sobre las máquinas.(19)

El caso que siempre mencionaba Fromm para ejemplificar al necrófilo era el del general español Millan Astray que tenía por grito de guerra: “¡Viva la muerte!”. Miguel de Unamuno al finalizar su exposición en una conferencia en 1936 en la Universidad de Salamanca de la que era Rector,  escuchó a un simpatizante del general gritar la consabida consigna, tras lo cual, Unamuno tomó la palabra y dijo: “Acabo de oír el necrófilo e insensato grito: “Viva la muerte!”… “esta ridícula paradoja me parece repelente”. Como dicho general tenía una invalidez física, Unamuno siguió: “Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su alrededor”.

A esto el mismo general Millan Astray respondió con el grito: “¡Muera la inteligencia!  ¡Viva la muerte!”, esta vez la respuesta de Unamuno fue: “…este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España”.(20)

Adolfo Hitler también encabezaba la lista de Fromm para mostrar casos de individuos  que se sentían hondamente atraídos por la muerte, el fürher no sólo odiaba a los judíos, también odiaba a los alemanes como lo demostró en el final de la guerra llevando a su país al punto de la destrucción total, así lo expresó: “Si se pierde la guerra, el pueblo alemán no merece seguir viviendo”.(21)

Sería un grave error suponer que Hitler constituía una excepción que pudo imponer su voluntad a los demás, por el contrario se puede establecer una correlación directa entre el carácter de Hitler y el de sus seguidores. Gran parte de quienes lo admiraban y formaban parte del partido nazi provenían de la pequeña burguesía, una clase que por aquellos años carecía de esperanzas y estaba llena de resentimientos.(22)

La destructividad de Hitler quedó claramente evidenciada cuando en la seguridad de la derrota aplicó la política de “tierra arrasada”  por la cual antes que el enemigo pudiera tomar control del territorio alemán debían destruirse documentos, abastecimiento de víveres, el ganado y las granjas, también quemar las obras de arte y edificios, todo lo cual implicaba un mayor padecimiento para los propios alemanes, situación que tenía sin cuidado a los jerarcas nazis.

El carácter necrófilo de los nazis también se mostró en los planes que tenían para los polacos, preveían reducir la educación al mínimo indispensable para que pudieran convertirse en mano de obra esclava, limitaba la atención médica y los niveles de vida debían ser deliberadamente bajos.

Las primeras víctimas del nazismo fueron los discapacitados, “personas defectuosas” en el léxico utilizado por los partidarios de Hitler, quién en su libro “Mi lucha” decía: “Tiene que impedirse que las personas defectuosas se propaguen y tengan una descendencia igualmente defectuosa…porque si es necesario, los enfermos incurables habrán de ser segregados sin piedad…medida bárbara para el desdichado a quién afecta, pero muy benéfica para sus congéneres y para la posteridad”.(23)Y lo que resultó mucho peor fue que puso en práctica esta idea condenando a la muerte a personas con discapacidades.

Cuando la derrota era inevitable dio la orden de la destrucción de la propia Alemania, en tanto que decidió que Eva Braun y su perro debían morir junto a él, Goebbels no sólo procedió a suicidarse junto a su mujer sino que también envenenó a sus seis hijos.

El asesinato de millones de judíos, rusos, polacos, gitanos, etc.; no puede explicarse por cuestiones estratégicas sino que debe vinculársela a la necrofilia del líder y sus seguidores, por lo general se recalca el exterminio de judíos pero no debe perderse de vista que hubo muchas otras víctimas que padecieron de la violencia demencial del nazismo. Hitler odiaba a los judíos pero también a muchos otros, podría decirse en realidad que odiaba al género humano y a la vida.(24)

Según Albert Speer, ministro de la Alemania nazi, el único ser vivo que despertaba una chispa de sentimiento humano en Hitler era su perro. Sus decisiones tácticas durante la guerra, por ejemplo en el cerco a Stalingrado nunca tuvieron en cuenta el sacrificio de vidas humanas.(25)

Fromm se propuso destruir la falacia por la cual una persona con la destructividad que mostró Hitler debió ser un demonio y además parecerlo en su vida cotidiana, en general es mucho más frecuente que esas personas intenten mostrar una fachada amable y cordial; exaltarán los valores familiares y se mostrarán simpáticos ante los niños y los animales.

Existe una suposición por la cual un hombre malvado es fácil de reconocer, lo cual además de ser falso puede resultar muy peligroso, pues no se lo identificará como tal antes que comience con su obra de destrucción. Si esas personas consiguen influencia y poder podrán provocar un daño considerable.(26)

Si nos remitimos a la historia argentina podríamos mencionar varios casos de evidente necrofilia: el salvajismo de los unitarios en el siglo XIX con su práctica de no tomar prisioneros ejecutando a los enemigos que caían en sus manos, la destrucción del Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza en nombre de la libertad de comercio que constituyó una de las páginas más vergonzosas de nuestra historia, el bombardeo de la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 o las torturas, muertes y desapariciones de la última dictadura que comenzó en 1976, son algunas manifestaciones de un macabro poder destructivo que asoló al país por largos períodos.

Sin embargo creemos que un caso paradigmático de necrofilia fue la saña que mostraron algunos sectores de clase media y alta contra Eva Perón. Su figura fue el símbolo más contundente del compromiso con los humildes y desposeídos, esto provocó conmovedoras muestras de cariño de quienes vieron en ella a alguien que los entendía y atendía como nunca antes ni después ocurrió, pero también hizo surgir todo el odio de las clases privilegiadas que se expresó de las maneras más horrorosas.

Alguna pared de Buenos Aires fue testigo del mensaje que proclamaba “¡Viva el cáncer!” cuando Eva fue atacada por esa maldita enfermedad que terminó con su vida, pero ni su muerte aplacó a sus enemigos que también se ensañaron con su cuerpo sin vida. La dictadura de Aramburu secuestró el cadáver que se encontraba en la CGT, luego de su trasladado por distintos lugares, el cuerpo fue enterrado en Milán con un nombre falso y la complicidad del Vaticano, hasta que por fin en 1971 le fue restituido a su esposo.

Pero también nuestro pasado y presente muestran maravillosos y luminosos casos de biofília: Ramón Carrillo fue Ministro de Salud de los primeros gobiernos peronistas, el dio comienzo a una política de medicina social que concluyó con enfermedades que asolaban a la población, su gestión en el ministerio muy posiblemente fue la que más vidas de argentinos haya salvado a lo largo de toda la historia.

La lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo mostró el desigual enfrentamiento entre la fuerza del amor por sus hijos y nietos contra la más sanguinaria dictadura, poniendo en evidencia un coraje a toda prueba, la paciencia de quienes confían en su causa y una ausencia de resentimientos en su búsqueda de la verdad y  la  justicia. Ellas jugaron un papel fundamental en ese difícil rescate de la verdad  y también para que muy recientemente se comenzara a hacer justicia con el castigo a los culpables. A su vez debieron desplegar una tarea titánica para rescatar a muchos  niños que habían sido apropiados por los represores. Recuperar la identidad es también dar vida y ellas persisten como madres y abuelas en continuar generando vida. Su ejemplo aún sigue alumbrando el camino de los argentinos hacia la justicia y la verdad. 

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(1) El corazón del hombre, pag. 37
(2) Anatomía de la destructividad humana, pag. 362
(3) Las cadenas de la ilusión, pag. 255
(4) Fromm. Vida y Obra, pags. 121 y 122
(5) Ob. Cit., pags. 52 y 53
(6) Anatomía de la destructividad humana, pag. 25
(7) El corazón del hombre, pags. 38 y 39
(8) Anatomía de la destructividad humana, pag. 330
(9) Ob. Cit., pags. 336 y 337
(10) Ob. Cit., pags. 363 y 364
(11) El amor a la vida, pag. 183
(12) El miedo a la libertad, pag. 204
(13) Etica y psicoanálisis, pag. 177
(14) Ob. Cit., pags. 242 y 243
(15) Anatomía de la destructividad humana, pag. 362
(16) Fromm. Vida y obra, pags. 122 y 123
/17) El corazón del hombre, pags. 54 y 55
(18) La revolución de la esperanza, pags. 51 y 52
(19) Ob. Cit., pags. 138
(20) Anatomía de la destructividad humana, pag. 329
(21) El amor a la vida, pags. 178 y 179
(22) Ob. Cit., pags. 193 y 194
(23) Ob. Cit., pags. 393 y 394
(24) Ob. Cit., pags. 395 y 396
(25) Ob. Cit., pag. 404
(26) Ob. Cit., pags. 426 y 427

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