El Forjista
En el libro recientemente editado
“Al mismo tiempo” se publican los últimos ensayos
y conferencias de la escritora norteamericana Susan Sontag quien falleciera
el 28 de diciembre de 2004 a la edad de 71 años.
En estos trabajos es posible detectar personajes que aún, con
sus diferencias tenían una característica que los unían
en un denominador común, podríamos decir de ellos que
eran “remadores contra la corriente”, precisamente eso fue
lo que hizo durante gran parte de su vida Susan Sontag, opinar aún
cuando sus ideas merecieran el repudio de la casi totalidad de sus compatriotas.
Así como se opuso a la guerra de Vietnam, también lo hizo
contra la invasión de Bush (hijo) a Irak. Luego de los atentados
del 11 de septiembre de 2001, cuando los Estados Unidos se impregnaron
del odio más irracional, el llamado de Sontang a reflexionar
sobre los errores propios, le valieron la acusación de “traidora”
y no faltó quién planteara que se le prohibiera expresar
sus opiniones en medios públicos.
Fue por sobre todas las cosas un espíritu libre y crítico,
pero aún ella no pudo sustraerse de ese clima asfixiante que
se instaló en los Estados Unidos luego de los atentados, cometiendo
el error de justificar la invasión a Afganistán, pero
aún así, fue una de las pocas voces que se alzaron desde
ese país contra las aberraciones cometidas por el imperialismo,
incluyendo la aplicación de torturas en la prisión de
Abu Grahib, suceso que también fue denunciado por Sontag.
“Por amor a Dostoievski” es uno de los ensayos que se incluyen
en esta obra, se relata la odisea de Leonid Tsipkin, médico soviético,
que en sus ratos libres escribía, sabiendo que nunca sería
publicado porque la censura existente nunca lo permitiría.
En 1977 el hijo de Tsipkin logró salir de la Unión Soviética
y dos años después solicitó lo mismo pero le fue
denegada la visa de salida
Su última obra narrativa “Verano en Baden-Baden”
donde se evocan viajes de Dostoievski, fue escrita entre 1977 y 1980,
para este trabajo consultó archivos y fotografió lugares
vinculados con la vida del gran escritor ruso.
En 1981 un amigo logró sacar el manuscrito de la Unión
Soviética, el 13 de marzo de 1982 “Verano en Baden-Baden”
salía publicado de los Estados Unidos, una semana después
en la mañana del 20 de marzo moría Leonid Tsipkin.
En “Un destino doble” nos cuenta la historia del libro “Artemisia”
de la escritora italiana Anna Banti. Artemisia Gentileschi era una pintora
del siglo XVII quien resultó ser la protagonista de este libro,
era el 4 de agosto de 1944 y la ciudad de Florencia estaba ocupada por
los nazis, quienes derrotados abandonaron la ciudad, pero antes decidieron
demoler casas y puentes, precisamente una de las casas destruidas fue
la de Anna Banti, quién dentro tenía la obra ya finalizada.
Anna Banti se propuso escribir de nuevo la novela destruida, la cual
fue publicada a finales de 1947, a la edad de cincuenta y dos años,
la escritora moriría en 1985 a los noventa años, luego
de Artemisia habría de publicar 16 obras más.
La vida de la protagonista también fue la de una persona dispuesta
a luchar contra las dificultades más terribles que le podía
presentar la vida. Artemisia era una adolescente cuando en 1611 fue
violada por un amigo de su padre, la pintora decidió denunciar
el caso y exigir justicia, durante el juicio la denunciante fue torturada
para comprobar si decía la verdad.
En “Inextinguido” se presenta tal vez, el caso más
paradigmático de todos los presentados en el libro, el de Víctor
Serge, quién nació en Bruselas, hijo de emigrados rusos
de la época de los zares.
En Bélgica militó en el socialismo, y en el anarquismo
en Francia, aquí sufrió su primer encarcelamiento de los
muchos que padeció.
En Barcelona se desencantó de los anarcosindicalistas, de regreso
en Francia fue nuevamente encarcelado por el año 1917, por sus
simpatías con los bolcheviques.
Viajó a Rusia donde se afilió al Partido Comunista participando
en la guerra civil que sucedió a la revolución.
En 1922 fue enviado por la Internacional Comunista al exterior, volvió
a la URSS en 1926 donde ya comenzaba a imponerse el stalinismo, Serge
militó en la Oposición de Izquierda que lideraba León
Trotzky, a raíz de su definición política se lo
expulsó del partido en 1927 y volvió a sufrir prisión.
A pesar de su actividad revolucionaria y las continuas detenciones,
la producción literaria de Serge fue profusa, siete novelas,
dos libros de poesías, sus memorias, tres biografías y
unos 30 libros políticos.
En 1936 se le permitió salir de la URSS, pero muchos de sus escritos
nunca pudieron salir.
También tuvo diferencias con Trotsky con el cuál rompió
políticamente, esto lo convirtió casi en un paria, sin
asociados políticos, no obstante lo cual nunca dejó de
escribir.
Como al igual que Trotzky casi ningún gobierno lo quería
recibir llegó en 1941 a México, un año después
del asesinato del revolucionario ruso.
Murió en México luego de sufrir un infarto, pobre y sin
amistades, pero nunca dejó de creer en la revolución de
los trabajadores.
Una segunda parte de este libro muestra los pensamientos más
actuales de Sontag en artículos que llevaron por título
“11-9-2001”, “Unas semanas más tarde”,
“Un año más tarde” y “Ante la tortura
de los demás”.
Son estos trabajos los que le granjearon el odio de gran parte de sus
compatriotas, especialmente de los gobernantes, veamos cuales eran las
ideas tan “subversivas” que la hicieron merecedora de tal
repudio.
Lo que Susan Sontag señalaba, de manera bastante suave, en el
artículo “11-9-2001” fue que la reacción que
tuvieron políticos y el periodismo en general, poco hicieron
para comprender los acontecimientos que llevaron a los atentados en
la Torres Gemelas.
Ambos, políticos y periodistas, parecían actuando mancomunadamente
con el objetivo de “infantilizar al público”, Sontag
reclamaba, por el contrario, realizar una detenida reflexión
para comprobar que los atentados eran una respuesta a las acciones y
alianzas efectuadas por la mayor superpotencia mundial.
También aquí insiste en esa alianza entre la administración
Bush y los medios periodísticos, en ocultar la público
gran parte de la verdad, esa alianza contradice la existencia de una
democracia real, por la existencia de un periodismo servil que sólo
muestra una parte muy reducida de la realidad.
Cuando se produjeron los atentados, Sontag no se encontraba en New York
donde ella vivía, sino en Berlín donde escribió
este primer artículo, pasó 48 horas frente al televisor
viendo la CNN, unos días después escribió el artículo
que fue publicado parcialmente en The New Yorker, y que desató
la irritación de gran número de norteamericanos obnubilados
por el mensaje de Bush y casi todos los medios de difusión con
la CNN a la cabeza.
En “Unas semanas más tarde” vuelve sobre el tema
de los atentados, explicando la génesis de su primer artículo
tan criticado.
En este nuevo artículo abordaba una cuestión que nunca
fue entendida por los norteamericanos, las muertes sucedidas en el atentado
fueron atroces pero no menos que otras que se producen en otras partes
del mundo. Defender la vida implica defender la de cualquier ser humano
y no sólo la de los compatriotas.
Los medios de comunicación llevan una detallada estadística
de los norteamericanos muertos en Irak, pero no así la de los
iraquíes muertos a pesar que según algunas fuentes este
último número centuplica el primero. Precisamente lo que
se trata de comprender que no se trata de números, son vidas
y por lo tanto cada una de ellas merece el mismo respeto.
Susan Sontag también alertaba sobre la ofensiva que estaba preparando
el gobierno de Bush, no serían los terroristas quienes sufrirían
con los ataques que prometía el gobierno en venganza por los
atentados, serían, como actualmente se puede verificar, ciudadanos
comunes, incluyendo mujeres y niños quienes padecerían
por el descomunal desastre que significó la invasión a
Afganistán e Irak.
También indicaba Sontag el ambiente de clara censura que impide
expresar libremente los pensamientos con riesgo de ser acusado de antipatriótico,
incluso mostraba su preocupación por la creencia generalizada
que en esas circunstancias no era posible mantener muchas de las libertades
tradicionales.
Concluía el artículo señalando: “ Sólo
cabe esperar que los gobiernos de Bush, de Blair hayan entendido en
verdad que sería inútil o, como dicen, contraproducente
(así como perverso) bombardear a los oprimidos pueblos de Afganistán
e Irak u otros lugares como represalia por las injusticias de sus tiranos
o de sus reinantes lunáticos religiosos”.
Por cierto que los gobiernos imperialistas no escucharon esta petición
y llevaron la destrucción a ambos países, mostrando que
los gobernantes de esos países no parecen ser más lunáticos
que quienes tienen el poder en los países occidentales.
En “Un año más tarde” vuelve a insistir en
el clima reinante en los Estados Unidos, precisamente aquellos que se
negaron a aceptar el lenguaje de “guerra religiosa” impuesto
por el gobierno, donde era una pelea entre el bien y el mal, o la civilización
contra la barbarie (Sí la formula de Sarmiento volvió
de la mano de Bush) eran acusados de ser condescendientes con los terroristas.
Bajo el lema “Unidos resistimos” cualquier llamado a la
reflexión era considerado disenso, y el disenso implicaba ausencia
de patriotismo, cualquier posibilidad de debate estaba vedado, y mucho
menos cuestionar al gobierno, quién utilizaba esta táctica
apoyada por todo el periodismo.
En este asfixiante marco, el gobierno rememoró el primer año
del atentado, ese era el clima político que invitaba a no pensar.
“Ante la tortura de los demás” es un artículo
donde Sontag muestra toda su indignación al conocer que los presos
iraquíes en la prisión de Abu Ghraib sufrían las
más aberrantes torturas, las cuales no sólo buscaban el
sufrimiento del detenido sino la humillación en su condición
de musulmán.
El cuestionamiento de Sontag giraba no sólo ante el hecho en
sí, sino también con respecto a la reacción del
gobierno estadounidense que en todo momento evitó utilizar la
palabra tortura, para usar la mucho más suave “maltrato”.
El ex Secretario de Defensa Donald Rumfeld fue el primero en hacer esta
diferenciación.
Pero Susan Sontag, a diferencia de la mayoría del sumiso periodismo
norteamericano, sacaba conclusiones que otros no se animaban a realizar:
“El reconocimiento de que los estadounidenses torturan a sus prisioneros
refutaría todo lo que este gobierno ha procurado que la gente
crea sobre las virtuosas intenciones estadounidenses y la universalidad
de sus valores, lo cual es la esencial justificación triunfalista
del derecho estadounidense a emprender acciones unilaterales en el escenario
mundial en defensa de sus intereses y seguridad”
La actitud de Sontag adquiere mayor grandeza porque no fueron muchos
los que en los Estados Unidos se indignaron al conocerse la noticia
de las torturas en Abu Ghraib.
Según los propios funcionarios norteamericanos los detenidos
no tienen los derechos que están declarados en la Convención
de Ginebra por considerarlos “combatientes ilegales” según
el particular criterio de los gobernantes del imperio, criterio que
es aplicado también en la cárcel de Guantánamo
donde mantienen detenidos sin acusación y por lo tanto sin juicio.
El horror de las fotos tomadas por los mismos torturadores en Abu Ghraib
permite ver el sadismo de los norteamericanos que posan con alegría
para mostrar sus actos deleznables, como señala Sontag existieron
fotos de nazis con sus víctimas pero muy pocas los muestran sonriendo.
A tal punto llegaba el clima político en los Estados Unidos que
Sontag planteaba la siguiente cuestión: “Es probable que
buena parte de los estadounidenses prefiera pensar que está bien
torturar y humillar a otros seres humanos –los cuales, en calidad
de enemigos putativos o presuntos, han perdido todos sus derechos- que
reconocer el disparate, la ineptitud y el timo de la aventura estadounidense
en Irak”
Es posible que el estado de la opinión pública haya cambiado
y ya sean más los que cuestionan la invasión a Irak, no
así la de Afganistán que se encuentra alejada de las noticias
cotidianas, pero esto no quita que el gobierno y sus asociados, los
medios de comunicación, hayan podido realizar las atrocidades
más inhumanas con el aval de la mayoría de los norteamericanos,
sólo con algunas voces solitarias que como Susan Sontag, eran
acusadas de “traidores a la patria”.
Ese estado de adormecimiento fue el que permitió que los soldados
en Irak torturaran, sacaran fotos cual turistas y luego las enviaran
a familiares y amigos, como si nada malo estuvieran realizando.
Por eso Sontag afirmaba con lucidez torturar al “enemigo”
es consecuencia directa de la doctrina de la administración Bush
para la cual “o estás conmigo o en mi contra”.
La última parte del trabajo de Sontag está relacionado
con conferencias que brindó en distintas partes del mundo, algunas
de ellas como resultado de premios que le otorgaron, en el que lleva
el título “Sobre el coraje y la resistencia” por
la entrega del Premio Oscar Romero, recuerda a dos personas fallecidas,
precisamente el arzobispo de San Salvador asesinado en 1980 mientras
oficiaba misa por representantes del gobierno dictatorial apoyado por
los Estados Unidos, y a Ráchale Corrien estudiante universitaria
norteamericana quién murió cuando era escudo humano por
manos israelíes en la franja de Gaza para evitar la demolición
de la casa de un médico palestino. También rindió
homenaje a aquellos soldados israelíes que se niegan a cumplir
funciones en territorio palestino como ejército de ocupación.
Debemos agregar que Sontag era descendiente de judíos lituanos
y polacos.
Precisamente en esta conferencia indica la senda de aquellos espíritus
críticos y libres que decidieron hacer su propio camino.
“No llevar el paso de la propia tribu, dar un paso fuera de la
tribu a un mundo más amplio en sentido mental pero más
reducido en el numérico: si el aislamiento o la disidencia no
es tu posición habitual o grata, este es un proceso complejo
y difícil”
“ Es difícil contravenir la sabiduría de la tribu:
la sabiduría que valora las vidas de sus integrantes por encima
de todo lo demás. Siempre será impopular -siempre será
tenido por contrario al patriotismo- afirmar que las vidas de los integrantes
de la otra tribu son tan valiosas como las de la propia” .
Pero el prestigio de Susan Sontag se mantuvo en todos los países
por eso fue premiada en distintos lugares del mundo, pero la administración
Bush , nunca dejó de hacerle saber su enemistad, al recibir un
premio en Alemania el embajador de los Estados Unidos faltó a
la cita a pesar de estar invitado.
Concluyamos con una nueva cita de este libro, y otra brillante reflexión
de Sontag: “...me gustaría más vivir en un mundo
multilateral, un mundo que dominara ningún país en particular(entre
ellos el mío)”.
A pesar de esta investigación sobre personas que enfrentaron
con total dignidad las condiciones difíciles que les tocó
en el espacio y tiempo en que debieron vivir sus vidas, para Sontag
debe haber sido difícil, saber que sus ideas no eran entendidas
ni compartidas por gran parte de sus compatriotas, seguramente hoy en
día esa proporción debe haber cambiado, y tal vez dentro
de pocos años, tenga el homenaje que se merece en su país,
mientras tanto, desde este rincón del mundo aprovechamos la publicación
de este libro para recordar a esta luchadora que supo destacar el valor
de la vida sin importar sexo, color, religión o nacionalidad.