El Forjista

Santiago Maldonado, un crimen de Estado

Sebastián Premici

Adelanto del libro "Santiago Maldonado, un crimen de Estado" de Sebastián Premici aparecido en el diario Página 12 el 29 de julio de 2018

Miedo. El miedo que te persigue como la sombra. El miedo que te hace sospechar de cada persona que pasa a tu lado. Un miedo que penetra en los huesos como el frío seco de la cordillera. Miedo. El Gobierno de Mauricio Macri reflotó la vieja máquina(ria) de disciplinar a la sociedad a través del miedo: despidos, estigmatización, injurias, mentiras, palos, persecución, represión, miseria planificada. Y desde el primero de agosto de 2017, los crímenes de Estado.

¿Qué hicieron con Santiago Maldonado? Esta pregunta es un grito que devela lo indecible: la impunidad como rasgo distintivo de una Alianza gobernante que debe responderles a los intereses económicos que la sostienen, donde la tan mentada seguridad jurídica es rubricada en el Ministerio de Seguridad. La Patagonia huele a muerte. Escenario de una cacería.

El Brujo, como le decían sus amigos, era un joven anarquista, solidario, artista, que murió en el contexto de una Patagonia militarizada.“Santiago Maldonado, un crimen de Estado” (Acercándonos Ediciones, 2018) es el resultado de una profunda investigación que pretende visibilizar las órdenes políticas que avalaron la cacería, la persecución, los minutos decisivos sobre el río Chubut y por sobre todas las cosas, la enorme maquinaria de impunidad desplegada por la Alianza Cambiemos para encubrir su mayor delito: la reinstauración en la Argentina de los crímenes de Estado.


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28 de julio

Santiago estuvo en un recital organizado por FM Alas, en El Bolsón. Sentado en el fondo de la peña, con su sonrisa intacta, escuchaba el final de la canción “Yo soy del Baker”. Con la última estrofa del payador, caminó hacia el pequeño escenario y le extendió al músico un fraternal saludo. Su nombre completo era Eusebio Nicasio Luna Arratia. Era la primera
vez que se veían. La última sería a las 11.32 del 1 de agosto, cuando comenzó la cacería de la Gendarmería dentro de la Pu Lof en Resistencia Cushamen.

Claudina Pilquimán también se acercó para hablar con Nicasio porque quería invitarlo a una manifestación en la puerta del Juzgado Federal de Esquel para reclamar por la liberación del lonko Facundo Jones Huala. Al día siguiente, Nicasio viajó con Claudina. Santiago hizo lo mismo pero por su cuenta.

–Uh, ¿qué haces acá? ¿En qué viniste? –le preguntó Claudina al Brujo apenas cruzaron miradas.

–Me vine a dedo –respondió Santiago, siempre con un destello en su mirada, rastas y una boina beige que sería clave para determinar su presencia en la Pu Lof luego de la represión del 1 de agosto.

–En dos días estoy saliendo para el campo, si querés venir te llevo–lo invitó. Santiago aceptó sin miramiento.

La historia del Brujo con la Pu Lof comenzó a entrelazarse la misma tarde del sábado 29 de julio. Luego de la protesta en la puerta del Juzgado Federal, por esas vueltas del ¿destino?, Santiago llegó a la casa de Martiniano Jones Huala. Martiniano, tío del lonko Facundo Jones Huala, se crió en Mina de Indio escuchando las historias de tiempos lejanos –pero muy presentes– narradas por María Huanquelef, esposa de Rafael Nahuelquir. Los Nahuelquir (Miguel Ñancuche y Rafael), combatieron al lado del gran cacique manzanero
Valentín Sayhueque, el último en entregarse al Ejército en 1885. Y a su vez, fueron los fundadores de la Colonia Pastoril de Cushamen, tras la finalización de la mal denominada Campaña del Desierto.

El Brujo llegó a la Pu Lof por un gesto de solidaridad, no fue ni un arrebato ni hubo improvisación en su decisión, como tampoco la hubo en los planes previos de la GNA para iniciar una cacería dentro de la comunidad.

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31 de julio

“Doctor, sepa que vamos a avanzar sobre la ruta. En cuanto estén todos los refuerzos, avanzaremos. Ya no vamos a despejar solamente, los vamos a detener y les iniciaremos las acciones penales que correspondan por todos los delitos que cometan.”

Pablo Noceti, por entonces jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, llamó por teléfono al juez Guido Otranto para comunicarle que las cosas estaban por cambiar, que habría nuevas reglas de juego para avanzar sobre las comunidades mapuches consideradas
terroristas.

“El Dr Noceti orientó que ante la comisión de ilícitos tales como un corte de ruta, la Fuerza debe actuar basada en la reacción por la flagrancia de delito. De ese accionar deberá luego darse cuenta a la/s autoridades judiciales”, sostuvo Fabián Méndez, jefe del Escuadrón 35 de el Bolsón en un relato hecho por escrito. De esta manera explicitó lo que Noceti le había manifestado a Otranto por teléfono: que el poder jurisdiccional de los magistrados quedaría subsumido a una decisión del Ministerio de Seguridad.

Entre las 10.30 y 11.00 del primero de agosto la ruta estuvo totalmente liberada. Los disparos de los gendarmes durante la madrugada tuvieron un solo objetivo: generar y buscar el choque con los “manifestantes” para actuar bajo la lógica de la flagrancia impuesta por Noceti. Si bien la orden judicial había sido cumplida a las 3.30 (despeje de la ruta), la misión seguía trunca. Les faltaba la foto de los “mapuches terroristas capturados”.

Para legitimar su accionar ilegal, la GNA produjo al menos dos documentos que alteraron,
en los papeles, los acontecimientos: un Memo interno rotulado como “Sepia 153” y la orden de la Patrulla 323/17. Con esos papeles, la Fuerza solicitó la movilización de tropas el mismo 1 de agosto bajo la excusa de un corte de ruta que era inexistente.

–¿Y cómo pasaron la noche? –le preguntó Nely Garay a Santiago Maldonado.

–Estuvo bravo. Yo llegué ayer, vine a acompañar y la verdad que la noche fue bastante
brava, nos estuvieron tiroteando durante la noche, se metían en la guardia vieja. Estuvimos toda la noche de guardia –le respondió Santiago.

Nely Garay salió de la Pu Lof en un auto Onix junto a Soraya Maicoño y Nicolás Hernández Huala pasadas las 10.30 del 1 de agosto. No había ningún corte de ruta. Sin embargo, la GNA seguía agazapada.

La suerte para Santiago ya estaba echada. Una vez que la Ford Ranger del conductor Martín Lozano, primer alférez del Escuadrón 36, inició un “seguimiento controlado” del Onix por orden de Gómez, “justo, justo en ese momento salió gente de la Lof a cortar la ruta”. Ese fue el preciso instante en que Juan Pablo Escola –hombre apto para tareas de inteligencia según describió Pablo Badie, jefe del Escuadrón 36, en un documento del 3 de agosto–ordenó el avance de la GNA. Habían conseguido la flagrancia que necesitaban.


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1 de agosto

Dentro de los expedientes de Habeas Corpus y Desaparición Forzada existe información más que suficiente para esbozar una aproximación de cómo fue la corrida fatal hacia el río, el avance de los gendarmes, sus contradicciones y mentiras. En este sentido, hubo al menos un grupo de 13 gendarmes del Escuadrón 35 bien identificados que bajó al río en medio de la persecución a los integrantes de la comunidad, donde también estaba Santiago Maldonado.

Los uniformados del Escuadrón 35 que llegaron al río fueron: Daniel Gómez, Emmanuel
Echazú, Juan Pelozo, Darío Zoilán, Federico Yucra, Jorge Fortunato, Diego Juan Ramos, Ramón Vera, Julio Segovia, Sergio Rigonatto, Jesús Vázquez, Neri Robledo y Cecilio Fernández.

Hay al menos tres de ellos que en sus testimoniales o en las entrevistas administrativas realizadas ante el Ministerio de Seguridad y la GNA dieron cuenta que bajaron al río en la misma dirección en la que se ubicó el Eurocargo y una de las dos Ford Ranger, mismo lugar por donde corrieron Santiago Maldonado y Lucas Pilquimán según las testimoniales
de Ailin Co y Lucas Pilquimán. ¿Quiénes fueron los verde oliva que corrieron en esa
misma dirección? Yucra, Zoilán y Echazú. El defensor oficial Fernando Machado elaboró un croquis con la ubicación de los vehículos que llegaron cerca del río. La referencia B marca el avance del Eurocargo y el posible punto de descenso de Maldonado mientras era perseguido por los uniformados. Ese lugar coincide con el punto donde fue hallado su cuerpo.

Santiago entró al río porque lo acorralaron. Mientras la hipotermia comenzaba a hacer efecto, las balas seguían pasando cerca de su cabeza. Hubo más de un disparo sobre el río, tal como quedó en evidencia a partir de una conversación entre Badie y el primer alférez
Daniel Gómez. La conversación ocurrió el 9 de agosto del año pasado, a las 14.44:

–Badie: Hay ahí una cuestión que había gente tuya ahí, esto te lo digo en la confianza que me merecés, que aparentemente le habían pegado unos piedrazos a uno y después ése quedó medio flotando en el río y los mismos compañeros lo sacaron del río y se fue corriendo.

–Gómez: No, no mi comandante, yo me quedé en la costa del río hasta último momento, fui
uno de los últimos en replegarme… No sé si usted llegó a la costa del río.

–B: Sí, sí llegué.

–G: ¿Vio que había muchos árboles? Salvo que el milico haya tenido una puntería de los dioses para pegarle en la cabeza tendría que haber atravesado… Ni las postas de goma le pegaron, comandante, le va a pegar una piedra... Que los chicos ejecutaron disparos, ejecutaron…

Ante los escasos segundos que pueden separarnos de la vida y la muerte, ¿cuánto podría acelerarse ese tiempo si gendarmes desaforados te persiguen, y a punta de pistola o escopeta te empujan a un río helado? Los hombres de verde bajaron al río con sus armas.
Dispararon. Cubrieron una distancia de 50 metros. Gómez y Echazú se movían por todo el terreno. Cerca del río también se encontraron balas servidas 9 mm. que Otranto se negó a levantar como evidencia. Santiago Maldonado estuvo ahí. Echazú, Zoilán y Yucra probablemente sepan mucho más de lo que dijeron. Al igual que los jefes de la GNA.

Con todas las inconsistencias y falacias detectadas entre los gendarmes, reconstruidas en el transcurso de esta investigación casi segundo a segundo, la hipótesis más verosímil hasta el momento es que los uniformados estuvieron casi frente a frente con el Brujo, lo vieron ingresar al río, lo acorralaron, lo atacaron –de la manera descripta– hasta que no aguantó más y se desplomó.

Al mismo tiempo en que Otranto y Avila descreían de la versión de la comunidad mapuche
sobre el rol de la GNA en la represión del 1 de agosto, el Gobierno delineaba su estrategia de encubrimiento en diferentes flancos y con distintos actores: el guionista Daniel Barberis (unificó el discurso de los gendarmes), el prestidigitador Gonzalo Cané (intervino en el expediente), y los ideólogos del terror y la nueva Doctrina de Seguridad Nacional, el tándem Bullrich-Noceti.

A todos ellos, la mirada de Santiago Maldonado los seguirá interpelando hasta el final de sus días (y más también). De no mediar otra ‘Justicia’, aquella mirada,“esa ventisca helada que penetrará en sus iris hasta que caigan arrodillados” como escribió (casi proféticamente) el Brujo, será su condena.

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