El Forjista

Renta agraria y oligarquía terrateniente

Por Sebastián Ortiz
Periodista

Este artículo apareció en el diario Tiempo Argentino el 27 de agosto de 2010


La tierra, como recurso económico, es un bien irreproducible. No hay posibilidad de ‘fabricar’ suelo cultivable. Por lo tanto, aquellos que históricamente se adueñaron de la tierra hoy reciben una renta que paga toda la sociedad.

Qué son las retenciones?

Uno de los detonantes del histórico boicot comercial llevado adelante por las más importantes entidades agrícolo-ganaderas, entre marzo y junio de 2008, contra la política económica del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien había asumido con un alto nivel de popularidad apenas tres meses antes de iniciado el conflicto, fue la decisión gubernamental de aumentar las retenciones, es decir, el impuesto que se aplica a las exportaciones de algunos productos.
Fundamentalmente, este impuesto grava la venta externa de productos elaborados en la tierra (trigo, maíz, girasol, soja) o bajo tierra (minerales, hidrocarburos), es decir, productos vinculados a la propiedad privada de la tierra. En rigor, las retenciones apuntan a controlar una porción de la renta de la tierra.

¿Qué es la renta de la tierra?
La tierra como recurso económico es un bien irreproducible. Quiérase o no, no hay posibilidad de “fabricar” suelo cultivable. Por lo tanto, aquellos que históricamente se adueñaron de la tierra, hoy reciben –por el hecho de ser dueños– un ingreso denominado renta ,que paga toda la sociedad. La renta es un derecho que posee y hace valer una persona por ser propietaria de algo. En el caso de la renta agraria, por ser propietaria de la tierra.

¿Cómo se cobra la renta y por qué la paga el conjunto de la sociedad?
Cuando un inversor capitalista se propone comprar semillas, insumos, maquinaria y contratar mano de obra para lanzarse a producir, por ejemplo, granos, tiene que alquilarle la tierra a su dueño. El dueño de la tierra le cobrará una suma de dinero: la renta. Ahora bien, si esta carga quedara exclusivamente en manos del capitalista que hizo negocios en el campo con el objetivo de enriquecerse sembrando y cosechando granos, su ganancia sería menor que la del capitalista que, con igual ánimo de hacerse rico, invirtió lo suyo en la industria química, textil, metalmecánica, cultural, etcétera. Como ambos buscan obtener una ganancia media, ningún bienintencionado capitalista haría el esfuerzo de invertir su dinero en un negocio que, necesariamente, le reportará una ganancia menor a la media. Así, nadie produciría en el campo, situación imposible puesto que dejaría sin alimento e insumos a toda la humanidad.
Por lo tanto, el capitalista agrario trasladará esa carga, la renta que paga al dueño de la tierra, al precio final del producto. Como si fuera para él un costo más, susceptible de ser descargado en la venta y que correrá, entonces, por cuenta del comprador, sea este un gran comercializador de granos o un industrial que produce alimentos, harinas o aceites y que utiliza los granos que aquel le vende como materia prima y que volverá a trasladar ese “costo” a los consumidores finales. De esta manera, toda la sociedad está obligada a reconocer que, en el precio de producción de los productos elaborados en la tierra, debe incluirse la renta.

¿Qué pasa con las tierras que son más productivas que otras, como nuestra Pampa Húmeda?
Como existen tierras con diferencias de calidad significativas, pero la humanidad necesita de las materias primas y de los alimentos que se producen, inclusive, en las tierras poco productivas, los propietarios de tierras muy productivas obtienen una renta diferencial. Esto es así porque, como dijimos más arriba, la tierra es un bien irreproducible, y, digamos, no hay manera de transformar las tierras chaqueñas en la Pampa Húmeda, por dar un ejemplo.
Sin embargo, la sociedad debe reconocer lo que le cuesta producir al productor chaqueño, porque si no este desaparecería y sus productos no llegarían al mercado. Y la sociedad, repetimos, requiere esencialmente de esos productos de la tierra. Con la misma inversión, el capitalista que produce en la Pampa húmeda tiene una mayor productividad que el que lo hace en territorio chaqueño —porque la tierra que explota es varias veces más fértil—, entonces, gana más. Por lo mismo, la tierra más fértil tendrá un precio de venta mucho mayor, pudiendo su dueño alquilarla por cuantiosas sumas de dinero y de esta manera obtener más renta, o sea, la ya mencionada renta diferencial.
Los grandes terratenientes de la Pampa Húmeda reciben del resto de la sociedad, como si se tratara de un milagro espectacular, enormes sumas en calidad de renta diferencial, por haberse adueñado de la riquísima tierra de nuestro país a capa, espada y pólvora.

¿Quiénes son la “oligarquía terrateniente”?
Nuestro territorio se incorporó, durante el siglo XIX, a la división internacional del trabajo como productor de materias primas. Con ello, asentada en el comercio con Europa, sobre todo con Inglaterra, al principio de cueros y lanas, luego de carnes y más tarde también de cereales, se fue formando y consolidando una oligarquía terrateniente que controló los destinos de nuestro país. Lo hizo tras más de 150 de guerras civiles, luego de la declaración de la independencia de la colonia española, en las primeras décadas del siglo XIX, dando como resultado el triunfo de los terratenientes pampeanos junto con los comerciantes exportadores, controladores del Puerto de Buenos Aires, en alianza más tarde con los terratenientes del Litoral y subordinando al resto de las provincias tras derrotar militarmente a las montoneras de caudillos de la talla del Chacho Peñaloza y Facundo Quiroga, entre otros.
Tras haber alcanzado este “orden” necesario para sus negocios, esta oligarquía terrateniente al mando del poder económico por ser poseedora de la principal fuente de riquezas del país, y del poder político al controlar todos los cargos políticos mediante elecciones restringidas y fraudulentas, fue diseñando un país a su imagen y semejanza, y a la de su principal organización corporativa: la Sociedad Rural (SRA). A su vez, se fue construyendo una ideología acorde con sus intereses mediante escuelas, universidades y órganos de prensa, cuyo principal exponente es aún hoy el diario La Nación, fundado por la familia Mitre, y de un aparato estatal acorde con sus requerimientos.
Todo el país estaba subordinado al poder terrateniente. Y este, a su vez, a los negocios primero con Inglaterra, más tarde con EE UU, como una rama de la industria extranjera. Es decir que forjaron un país de acuerdo con los intereses del capital internacional. Asi, son los intereses del capital financiero internacional en nuestro suelo, la otra cara de esa misma moneda.
Este es un elemento primogénito del desarrollo del conflicto social en nuestro país, que aún hoy contiene plena vigencia, como lo demuestran los discursos del actual titular de la SRA, Hugo Biolcatti en los últimos días.

 

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