El Forjista

La obsecuencia sin límites de Alfredo Leuco

Columna de Alfredo Leuco en Radio Mitre el 8 de febrero de 2019

 

Columna de Alfredo Leuco en Radio Mitre por el cumpleaños 60 de Mauricio Macri, una pieza inigualable de la decadencia del periodismo en tiempos del macrismo, mientras se cierran medios de comunicación por la crisis económica o porque el gobierno persigue a las voces opositoras este operador de las corporaciones adula de manera vomitiva a principal responsable del saqueo del país.

¡No olvidar! ¡Estos tipos también son responsables del sufrimiento de millones de argentinos!

Pero más allá de las bromas, cumplir 60 años es todo un hito en la vida de las personas. Hoy le toca al presidente Mauricio Macri. Está en el momento más difícil. El mismo confesó que el tsunami económico del año pasado derrumbó el castillo de arena que había construido y tuvo que empezar casi de nuevo.

Eso le provocó tantas o más amarguras y arrugas que el momento en que fue secuestrado y estuvo al borde de la muerte.

Ayer también recordó otro momento no tan conocido cuando estuvo muy cerca de perder su vida. Tenía 39 años y estaba muy preocupado por los 40. Esquiando en Estados Unidos se pegó un palo terrible contra un árbol y estuvo 9 meses en la cornisa de la terapia intensiva.

Macri tiene la contención y el amor de la hechicera, como él llama a Juliana Awada y los mimos diarios de su hijita Antonia. Trata de rodearse de sus históricos amigos para hablar de cualquier cosa, sobre todo de fútbol y desenchufarse del stress cotidiano y de la presión que es demoledora.

Es que hay más inflación, más desocupación y más pobres de lo que había cuando juró como presidente. Y eso lo desespera. Quiere la revancha y por eso se jugará todo en octubre por la reelección. En Boca Juniors, como presidente y en la ciudad de Buenos Aires, como jefe de gobierno, sus segundas administraciones fueron mucho mejor que las primeras.

Por eso sueña con que sus votantes le den otra oportunidad y poder dejar un país más creíble y razonable, en marcha hacia el progreso y la inclusión y lejos de la cleptocracia autoritaria chavista de Cristina y su banda.

Cuando deje el sillón de Rivadavia y el bastón de mando, este 10 de diciembre o en 4 años, piensa vivir un tiempo en un pueblito de Italia y en escribir un libro para reivindicar a su padre Franco. Quiere contar como se hizo millonario por su astucia y no por corrupción.

Hace una semana le contó a un amigo su dolor más profundo: las dos veces que su padre estuvo lúcido, en medio de la demencia senil que lo acorrala, le pidió que le diera una pastilla para morir.

A veces recuerda aquella noche del triunfo electoral que muy pocos anunciaron. “Ustedes hicieron posible lo imposible”. Esa frase le salió del fondo del alma a Mauricio Macri. Es que ni él lo podía creer.

Por primera vez en la historia había llegado a la jefatura del estado el líder de un partido chico que tenía apenas doce años de vida y que no se había forjado en la matriz del radicalismo ni del peronismo.

Tal vez si Macri hubiera dejado hablar a su inconsciente sus palabras hubiesen sido: “Llegué Papá, soy presidente, pude superarte”. No quiero hacer psicologismo barato, pero Mauricio le dedicó su vida a demostrarle a Franco que podía llegar muy alto sin su ayuda y por sus propios méritos.

Franco Macri fue un padre asfixiante, ultra exigente y más competitivo que lo aconsejable con su hijo. Varias veces lo desafió públicamente. Varias veces fue a contramano de los deseos de su hijo. Varias veces apostó en su contra y boicoteó sus proyectos. Por eso durante tanto tiempo estuvieron peleados. Mauricio fue a estudiar Bridge con un profesor solo para derrotar a su padre en ese juego de cartas.

Un día Mauricio decidió romper amarras y construir su propio destino. Sabía que en esa pelea iba a encontrar la felicidad y la alegría. Y se aferró a esa utopía que persiguió durante tanto tiempo.

El hijo del albañil, el tano inmigrante que edificó un imperio económico llegó a la presidencia de la Nación sin que su padre le abriera ninguna puerta. Lo hizo por derecho propio. En nombre del padre. Pero con su propio esfuerzo.

Los kirchneristas lo chicaneaban acusándolo de vago: “Nunca trabajó, siempre vivió de Franco”, pintaron en las paredes. Y esas cachetadas en lugar de intimidarlo le dieron más fuerza para la batalla final contra Daniel Scioli.

Esa relación de amor-odio con su viejo lo marcó para siempre. Y su carácter y garra también se templó en la adversidad terrorífica de aquel secuestro extorsivo que lo tuvo 14 días bajo tierra. Lo encerraron en un ataúd y lo encarcelaron en un sótano de Garay al 2.800.

Nadie sigue siendo la misma persona después de semejante experiencia. Su mirada perdida a veces expresa el sufrimiento de ese corazón en aquel momento dramático al que lo sometieron una banda de criminales que eran comisarios de la Policía Federal.

El salto que pegó Mauricio es gigantesco. Desde aquel vicepresidente del holding SOCMA al que arribó por portación de apellido y por ser el hijo del dueño hasta la presidencia de la Nación. Como buen ingeniero se apoyó siempre en la gestión.

En el hacer más que en el decir. En Boca Juniors hizo una verdadera revolución de campeonatos y 16 vueltas olímpicas, pero también marcó un camino de responsabilidad y eficiencia. Fue presidente del equipo más popular de la Argentina, superó problemas, abrió ventanas y logró la reelección.

Esos fueron los cimientos del Macri de hoy. No podría haber ganado la presidencia si no hubiese tenido el nivel de conocimiento y popularidad que le dio Boca. Con eso demostró y se demostró que estaba para más. Que el destino de niño cheto, de creído de Barrio Parque, no era para él.

En la ciudad de Buenos Aires hizo lo mismo. Puso ladrillo sobre ladrillo y eligió el camino más sólido y no el más rápido que le había ofrecido Eduardo Duhalde: ser candidato por el peronismo. Edificó un partido y lo fue haciendo crecer. Con ensayo y error. Con metidas de pata y correcciones.

Aprendió a ser gobernante en el gobierno de la Ciudad. Su primera administración estuvo apenas por arriba de la mediocridad general, pero, en su segunda jefatura, mejoró la calidad de vida de gran parte de los porteños. Esa buena tarea en el transporte, en la derrota que le propinó a las inundaciones, en la educación y en el respeto por las disidencias y el pluralismo lo fue perfilando.

Fue el primer jefe de gobierno de la Ciudad reelecto y que terminó su mandato y dejó un sucesor de su mismo partido: Horacio Rodríguez Larreta. Y eso que el gobierno de Cristina le hizo la vida imposible. Le tiraron anchoas en el desierto y lo intentaron estigmatizar. Está acostumbrado a buscar consensos porque siempre gobernó sin mayorías parlamentarias y eso es bueno siempre.

Además del amor que siente por Juliana y que se le nota cada vez que la toma de la mano, al frecuentar la meditación budista fue calmando sus ansiedades y aflojando sus durezas formales. Hasta se dio el lujo de emocionar y emocionarse en la quebrada de Humahuaca donde le pidió a la madre tierra ayuda para esta tierra.

Macri no es un conservador de la vieja derecha como cree la militancia K. Ejerció el divorcio en dos oportunidades y su cultura es más diversa que muchos K aunque menos intelectual. Macri tampoco es un neoliberal entreguista, amante fiel del mercado como quisieron instalar los medios adictos a Cristina.

Macri como político parido por la anarquía del 2001, es muy difícil de encasillar en las categorías tradicionales. Yo me atrevería a decir que no es un gerente de los grupos concentrados a los que conoce de adentro, que tiene sensibilidad social por los más pobres y que su modelo económico de sentido común y eficiencia está lejos del chavismo jurásico y cerca del desarrollismo de Arturo Frondizi.

Macri logró la presidencia de la Nación. No es parte de la herencia que le dejó su padre. Se ganó solito el honor de ser el jefe del estado argentino. Casi 13 millones de argentinos confiaron en su épica de superación. Nadie nunca había sacado tantos votos.

Ahora está en el momento clave de su vida. Tiene que demostrar liderazgo y temple para reconstruir todo el desastre que dejó Cristina y su propio fracaso económico. Yo no podría asegurarlo. La realidad es la única verdad y la verdad es que el partido está muy complicado y falta poco tiempo.

Hay mucha gente desilusionada pero que a la hora de la verdad va a elegir entre Macri y el voto en blanco. A Cristina esa gente no la votará jamás. Hay que ver si a Mauricio Macri le alcanza para ganar. Tal vez ese sea uno de los deseos hoy, cuando apague las velitas de su cumpleaños número 60.

Si logra eliminar la pobreza, el autoritarismo, el narcotráfico y la grieta nacional vivirá eterno en la memoria de los argentinos. El mismo dijo que no era infalible y que necesitaba que le marcaran los errores. Además convocó a la verdad como punto de encuentro. Le tomamos la palabra y le damos la palabra. Para que ni Dios ni la Patria se lo tengan que demandar.

 

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