El Forjista
Leopoldo Marechal fue uno de los más grandes
escritores argentinos, no obstante en torno a él se ha desplegado
un interesado silencio y ocultamiento, que lo ha llevado a ser un
desconocido para muchos de sus compatriotas.
Sólo reconocido por estudiosos de las letras y lectores empedernidos,
muchas de sus obras resultan de difícil obtención, la
consideración sobre su extensa obra se encuentra alejada de
ese Olimpo de las letras argentinas que ocupan Jorge Luis Borges,
tal vez Cortázar y muy pocos escritores más.
Sin embargo, Marechal no fue menos que ellos, obviamente no nos basamos
en nuestra propia opinión que de muy poco vale, sino que repasaremos
los galardones que supo conseguir en vida y la muy bien considerada
opinión de sus colegas.
La diferencia entre Marechal y otros excelentes escritores argentinos
no fue de calidad, sino que se debió al compromiso que aquél
asumió con el peronismo, ésta es la razón casi
única que lo desplazó del reconocimiento de los generadores
de prestigio.
El aparato cultural de la oligarquía no podía permitir
que un convencido adherente del peronismo fuera reconocido como uno
de los mejores escritores, porque de esa forma se derrumbaría
esa imagen sarmientina que vinculaba a ese movimiento con la “barbarie”,
de esa manera se le birló a Marechal su posibilidad de reconocimiento
por parte de las generaciones que lo sucedieron.
Biografía
Nacido el 11 de junio de 1900, vivió sus primeros
años en el barrio de Almagro, para mudarse en 1910 a Villa
Crespo a la calle Monte Egmont 280, hoy Tres Arroyos, geografía
que transitarán los personajes de sus novelas. Leopoldo tuvo dos hermanos Hortensia nacida el 27 de enero de 1902 y Alberto el 1° de anero de 1905.
Hijo de un mecánico uruguayo y un ama de casa argentina. Estudió
las primeras letras en un colegio privado de la calle Díaz
Velez, para luego concluir sus estudios primarios en el Mariano Acosta,
colegio donde continuó los estudios del magisterio que lo llevaron
a egresar como maestro.
Su abuelo paterno era francés pero su participación
en la denominada Comuna de París lo llevó a emigrar
al Uruguay. De este abuelo dirá Marechal: “Me dejó
como herencia el gusto por la lectura, el fervor revolucionario y
el paso corto y rápido de la infantería francesa”.
Su padre murió en 1919 víctima de la gripe española
que tuvo el carácter de epidemia, Marechal cuenta que su padre
pudo haberse curado si el patrón del aserradero donde trabajaba
no lo hubiese obligado a salir de su convalecencia.
En esa época no había legislación obrera por
eso Leopoldo le decía a su interlocutor: ”¿comprende
por qué fui socialista y luego peronista?”.
Cuando terminó la primaria obtuvo trabajo de obrero en una
fábrica de cortinas de la calle Lavalleja, la mayoría
de sus compañeros de trabajo eran adolescentes de 13 a 18 años,
al mes de haber ingresado organizó una huelga y fue despedido. Luego ayudó con el cultivo de verduras en la huerta familiar junto a su hermana Hortensia.
Desde niño pasaba sus vacaciones en el partido de Maipú
donde su tío Francisco y su tía Martina eran pequeños
ganaderos. También su tío murió en el 1919 del
mismo mal que su padre.
Pero Leopoldo Marechal continuó visitando el campo porque su
tío político Jose Fabey era un irlandés que llegó
al país para refinar el ganado, era un consumado jinete y pialador,
fue mayordomo de la estancia “Santa María” de los
Sanchez Elía y luego se estableció por su cuenta en
el establecimiento “Los Helechos”.
Esas visitas a los campos de sus tíos producirán en
Marechal un cariño por personajes y paisajes de la zona pampeana
los cuales serán reflejados en varias de sus poesías.
Unos meses antes de recibirse de maestro ingresó como bibliotecario en la Biblioteca
Popular Juan B. Alberdi de Villa Crespo luego pasó a trabajar
como maestro de grado en la escuela “Juan B. Peña”
ubicada en la calle Trelles 938, manteniendo también el trabajo en la biblioteca, ejerció la docencia primaria
por más veinte años, desde 1921 hasta 1944 con algunas
licencias en el medio.
Siendo muy joven visitó Europa, primero España y luego
París, donde se integró a una barra de argentinos de
“porteños farristas” según su propia definición,
en ese viaje conoció en París a Picasso y Unamuno, y
también a los pintores argentinos radicados en esa ciudad,
Antonio Berni y Spilimbergo.
Invitado por Alberto Gerchunoff formó parte de la redacción
del diario El Mundo en el que trabajó por poco tiempo y en
el que tuvo por compañeros a Roberto Arlt, Manuel Galvez y
Nalé Roxlo.
Después de un segundo viaje a Europa en 1929 Marechal no volvió
al periodismo, en este viaje también visitó Italia dedicando
un mes a recorrer la ciudad de Florencia para interiorizarse por la
vida de su admirado Dante Alighieri.
De regreso a la Argentina en 1931, Leopoldo Marechal tuvo una crisis
espiritual que lo llevó a recostarse sobre lo religioso comenzando
a concurrir a la parroquia de Balvanera donde había sido bautizado
e incorporándose a un grupo de intelectuales católicos
que conformaban los Cursos de Cultura Católica que fue la base
sobre la que se montó más tarde la Universidad Católica.
A ese grupo de intelectuales llamado Convivio concurrían Marcelo
Sanchez Sorondo, Hipólito J. Paz, Máximo Etchecopar,
Juan Carlos Goyeneche, Mario Amadeo, Felipe Jofre y Federico Ibarguren.
Estos jóvenes constituyeron uno de los primeros grupos del
nacionalismo católico, según Marechal, estaban imbuidos
de buenas intenciones pero por su rigor dogmático percibió
que le costaría bajar de las ideas a la acción.
El 8 de enero de 1934 contrajo matrimonio con María Zoraida
Barreiro, joven profesora de Letras nacida en Vigo y naturalizada
argentina.
La pareja se instaló en México 3306, luego de un tiempo
en Adrogué y más adelante se mudaron con sus dos pequeñas
hijas, María de los Angeles y María Magdalena, a Rivadavia
2341.
Marechal llamaba “la ratonera de la Vida Ordinaria”, el
cumplimiento de rutinas en el trabajo, la vida de relaciones y hasta
actividades religiosas. De aquella “ratonera” solo podía
evadirse por las Musas, el tiempo escaso que por aquella época
podía robarle a la vulgaridad de tener que ganarse la vida
y dedicarse a la literatura.
Cuando llegó la Revolución de 1943, Marechal vivía
de la docencia por 6 horas de Cátedra en la Escuela de Arte
“Manuel Belgrano”, y el cargo de maestro que no ejercía
por estar en una Comisión de Folklore, cuya misión era
preparar dos antologías folklóricas para uso de las
escuelas, el movimiento de 1943 terminó con la Comisión
y debió volver a la escuela.
La revolución de 1943 convocó a varios de los integrantes
del grupo Convivio, a Marechal se le ofreció el cargo de Presidente
del Consejo General de Educación de la Provincia de Santa Fe,
trabajando por un año en esa función.
Luego de su trabajo en Santa Fe fue convocado por Ignacio Anzoátegui
que estaba en la recién creada Dirección General de
Cultura, de la cual era titular.
Muchos nacionalistas amigos de Marechal abandonaron el apoyo al gobierno
cuando rompió relaciones con el Eje, pero él vio que
Perón estaba realizando la revolución posible con la
que había soñado desde su juventud.
Además la mayoría de los nacionalistas veían
con desconfianza todo aquello que suscitara el apoyo de las masas
populares, por el contrario Marechal consideraba indispensable contar
con esa adhesión.
Estaba ocupando esos cargos políticos cuando su mujer cayó
enferma de un mal incurable, Marechal se dedicó exclusividad a su atención hasta su fallecimiento el 8 de junio 1947.
Apoyó el 17 de octubre de 1945 y formó parte del Comité
Pro-candidatura del Coronel Perón, junto con Hipólito
Paz, José María Castiñeiras de Dios y Arturo
Cancela.
El gobierno peronista lo confirmó en la Dirección General
de Cultura, pero cuando la Dirección se convirtió en
Secretaría nombraron a otro funcionario y lo pasaron a la Dirección
de Enseñanza Superior y Artística, más adelante
cercenaron lo de la enseñanza superior y le quedó lo
de Artística, pequeña Dirección muy a su gusto
porque debió trabajar con las Escuelas de Arte.
En el año 1948 Marechal hizo su tercer viaje a Europa, esta
vez oficialmente como embajador cultural en compañía
del Secretario de Educación, mientras en Buenos Aires aparecía
su primera novela Adán Buenosayres.
En España sufrió un accidente automovilístico
bastante grave donde murieron tres personas y debieron aplicarle treinta
puntadas en la cabeza.
En 1950 comenzó a convivir con Elbia Robasco, a la que denominará
Elbiamor cada vez que la mencione en sus obras o reportajes.
Llegado el golpe de 1955 Marechal renuncia a sus cargos en el Ministerio
de Educación, y como estaba en edad de jubilarse inició
los trámites que fueron bastante largos.
Entre tanto vivían del sueldo de Elbia como profesora y de
colaboraciones que un amigo le encargó para un Diccionario
Enciclopédico.
Marechal comenzó a sentir el gran vacío que se producía
en torno a él, amigos que le negaron el saludo en la calle,
se le cerraron las puertas de la literatura en una especie de “muerte
civil”, entonces con Elbia decidieron encerrarse en su departamento
de la calle Rivadavia, en lo que el denominó un robinsonismo
amoroso, literario y metafísico.
En esta época fue que Marechal se autodefinió como el
“poeta depuesto”.
No iban ni al cine ni al teatro, compraron un televisor que era prácticamente
su única conexión con el exterior.
Durante una década de 1955 a 1965 sólo lo visitaban
regularmente cuatro amigos, José María Castiñeira
de Dios que había sido su alumno desde los 13 años,
Antonio Barceló y su mujer con el que fundaron la Escuela Nacional
de Danzas Folklóricas, Rafael Squirru y un poco después
Fernando Demaría.
También fue visitado por algunos amigos y admiradores más
jóvenes, entre ellos Alfonso Sola Gonzalez y Graciela Maturo,
los dominicos Domingo Renandiére de Paulis y Mario Pinto, los
escritores Leon Benarós, Fermín Chavez y Luis Soler
Cañas.
Leopoldo Marechal siempre estuvo agradecido a Ernesto Sábato
quién en los años de olvido, recomendaba a los jóvenes
desde un programa de televisión el buen ejercicio de leer a
Marechal.
A partir de 1963 trabajó en El banquete de Severo Arcángelo,
pero lo hizo con la convicción que nunca vería la luz,
no obstante fue publicada en 1965 con un considerable éxito
que lo trajo nuevamente a la consideración pública.
Marechal viajó en 1966 a Cuba para ser jurado en un certamen
de literatura realizado en La Habana, a raíz de esto escribió
algunas reflexiones sobre la Revolución que mencionaremos más
adelante. Al respecto señaló que cuando algunos escritores latinoamericanos
lo veían, creían estar ante un fantasma, muchos pensaban
que ya había muerto producto del silencio al que había sido condenado.
En agosto de 1969 estuvo en el Encuentro Latinoamericano de Escritores
realizado en Santiago de Chile.
La conmoción política en la Argentina a fines de los
60 y su vuelta a cierta popularidad hizo que muchos jóvenes
quisieran visitarlo.
Un mes después de su muerte se publicó su tercera novela
“Megafón o la guerra”, murió el 26 de junio
de 1970.
Luego de su muerte y principalmente a partir de los obscuros años
de la dictadura la figura de Marechal volvió a cubrirse de
las sombras del olvido.
La revista Martín Fierro
De joven estableció relación con gran
cantidad de artistas plásticos por sobre los escritores, pues
los consideraba más humanos y auténticos, concurría
regularmente al taller del escultor José Fioravanti.
Se integró a la redacción de la revista “Proa”
de la que formaban parte nada menos que Ricardo Güiraldes y Jorge
Luis Borges, entre otros.
Posteriormente junto a un grupo de escritores y pintores decidieron
el lanzamiento de la segunda etapa de la revista “Martín
Fierro”, sus integrantes se consideraban destinados a establecer
una profunda renovación en las letras y el arte, ese será
el núcleo central del que se conocerá como el grupo
Florida, contrapuesto al grupo Boedo, y estaba integrado entre otros,
por Marechal, Güiraldes, Borges, Oliverio Girondo, Macedonio
Fernandez, Xul Solar y el pintor uruguayo Figari.
Este grupo frecuentaba la Richmond de la calle Florida y por las noches
el sótano de la Royal Keller en la esquina de Corrientes y
Esmeralda.
Marechal conoció a Scalabrini Ortiz en la librería de
Gleizer que había sido el que publicó “Los aguiluchos”
de Marechal y La Manga de Scalabrini, Marechal lo invita a incorporarse
al grupo de la revista "Martín Fierro".
Poesía
Su primer libro de poemas fue de 1922 y lo tituló
“Los aguiluchos”, trabajo sobre el cual no se sentirá
muy orgulloso en el futuro y al que consideraba parte de su prehistoria.
Su segundo libro de poesías fue “Días como flechas”
que se publicó en 1926.
En 1929 su compañero del diario “El Mundo”. Roberto
Arlt, publicó los Siete Locos y Marechal “Odas para el
hombre y la mujer”, ambos se intercambiaron los libros. Era
el tercer libro de poesías de Marechal.
En estos primeros poemas se hace evidente la influencia de Rubén
Darío a quién admiraba profundamente.
Cuando el diario La Nación publicó el poema “El
centauro”, Marechal recibió una carta de Arlt que le
decía: “Poéticamente, sos lo más grande
que tenemos en habla hispana: desde los tiempos de Rubén Darío,
no se escribió nada semejante en dolida severidad”
Durante su segundo viaje a Europa se enteró que “Odas
para el Hombre y la Mujer” había obtenido el primer premio
en el concurso municipal de literatura de 1931.
Regresa de su viaje ese mismo año y abandona la novela que
había comenzado a escribir en París y que sería
mucho después Adán Buenosayres, volvió a la poesía
con “Poemas Australes” y “Laberinto de Amor”
que publicó la editorial Sur, por estos trabajos obtendrá
el tercer lugar en los premios nacionales de literatura.
“Sonetos a Sophia” y “El centauro” fueron
publicados en el diario La Nación y luego por las ediciones
“Sol y Luna”, por estas obras será galardonado
con el primer premio nacional de literatura en 1940.
Dijo La Nación el 31/7/1941:“Desde que en 1923, dio a
la estampa “Los aguiluchos”, hasta cuando trece años
más tarde, publicó en la sección literaria de
La Nación, su magnífico poema “El Centauro”,
Leopoldo Marechal no cesó de escalar, con paso firme, la cuesta
riesgosa de la verdadera poesía. Su tenacidad, su afán
por ahondar dentro de sí mismo, hallando cada vez vetas más
íntimas y más bellas, le permitió llegar a ser
lo que es hoy: uno de los más puros valores de nuestro arte”
En 1950 decretado por el gobierno peronista como año sanmartiniano
por cumplirse los 100 años de la muerte del Libertador compone
el “Canto a San Martín” al cual le puso música
Julio Perceval y que se estrenó en Mendoza en el escenario
del Cerro La Gloria.
En “El poema de Robot” de 1964 publicado por Americalee
en 1966, mostrará su resistencia a aceptar una tecnología
que condena al hombre a ser un engranaje más de una inmensa
maquinaria sin alma, Robot es la invención del hombre de acero
que degrada al hombre. Robot es un “no ser” que usurpando
el lugar del humano conduce a los hombres al vaciamiento definitivo.
“El hombre que construye a Robot/necesita primero ser un Robot
él mismo”
Graciela Maturo habla sobre el humanismo de Marechal que no olvida
el cielo ni reniega de la tierra: “Su filosofía sentada
en el Ser, no da la espalda al mundo sino que lo rescata, y su sentido
de permanencia histórica y ecológica se traduce en defensa
de la identidad nacional, sin xenofobias ni extremismos, y en acción
política”.
Heptamerón es un extenso poema de siete cantos que fue editado
en 1966 , varios de ellos habían aparecido a partir de 1960
por ejemplo “La patriótica” dedicado a Jose María
Castiñeira de Dios, “La Alegropeya” dedicado a
Fernando Demaría de 1962, “La Poética” dedicada
a Rafael Squirru de 1964, todos ellos eran sus grandes amigos.
Obras de teatro y un tratado
En 1948 compone una adaptación de Electra de
Sófocles, mostrando una vez más un amplio conocimiento
de las obras clásicas.
La obra “Antígona Velez” le fue solicitada por
el director del teatro Cervantes para inaugurar la temporada de 1951,
cuando estuvo finalizada Marechal le entregó el único
original a la actriz que la iba a protagonizar Fanny Navarro, pero
esta lo extravió.
Eva Perón solicitó explicaciones de porque no se iniciaba
la temporada en el Cervantes cuando le fue informado los motivos,
decidió que el responsable de Prensa y Difusión llamara
a Marechal para que le solicitara un nuevo original, pero el escritor
le explicó que eso no era posible porque se había extraviado
el único existente.
Luego del fracaso del secretario, la misma Eva en persona decidió
llamarlo a Marechal, apelando a su condición “de gran
poeta y gran peronista”, así explica Marechal el resto:
“Ganado por su encantamiento, me puse en la obra que me llevó
todo ese día y su noche consiguiente, asistido por Elbia que
trabajó conmigo hasta el amanecer. En la tarde siguiente leí
la obra en el escenario del Cervantes, ante los actores y Enrique
Santos Discépolo (el inefable Discepolín) que haría
la puesta en escena. El drama se presentó el 25 de mayo de
1951, en condiciones precarias de tiempo, escenografía y ensayos.
Fue un gran éxito de público y de crítica”.
Su segunda obra de teatro fue “Las tres caras de Venus”
siendo estrenada por el director Antonio Cunill de Cabanellas en el
teatro universitario de la Facultad de Derecho, en esa presentación
se destacaron Duillo Marzio y Pepe Soriano.
Luego siguieron "Don Juan" y "La Batalla de José Luna" (estrenada
en 1967).
Según decía Rafael Squirru existen varias obras de teatro
inéditas: “El arquitecto del honor”, “El
Superhombre”, “Alijerandro”, “Mayo el Seducido”,
“Muerte y epitafio de Belona”, “Don Alas y la virtud”,
“Un destino para Salomé”, “La Parca”
(en colaboración con Elbia Robasco), “Estudio en Cíclope”
y “El Mesías”.
Incluimos aquí la mención a un tratado que se tituló
“Descenso y Ascenso del Alma por la Belleza” que el diario
La Nación publicó parcialmente en 1933 en dos domingo
consecutivos. También se editó posteriormente en la
revista Sur, recién en 1965 apareció la segunda y definitiva
edición.
Las novelas
Marechal escribe tres novelas, todas ellas están
cargadas de simbolismos, también contienen tres componentes
que se interrelacionan con distintos porcentajes en cada una de ellas,
casi todas pero especialmente Adan Buenosayres, tiene una fuerte connotación
autobiográfica, también tienen un carácter acentuadamente político,
aunque “El Banquete de Severo Arcángelo” y "Megafón
o la guerra” son las que tienen mayor contenido político
y en todas se evidencia la profunda religiosidad del autor.
Marechal era bastante metódico en la construcción de
sus novelas, particularmente en Adan Buenosayres donde llegó
a dibujar las figuras de los protagonistas, el plano de las habitaciones
y el itinerario que debían seguir los personajes en sus andanzas
por la ciudad o en sus descensos infernales, señalaba que esta
modalidad no le quitaba la posibilidad de actuar con espontaneidad
porque siempre dejaba abiertas las posibilidades a la inspiración
del instante.
Las crisis espirituales que afectaron a Marechal lo llevaron a ahondar
en las razones profundas de las cosas, releyó la epopeyas clásicas
y llegó a la conclusión que detrás
de la mayoría de los conflictos en esas obras y en la vida
misma, estaba el deseo de la realización espiritual o experiencia
metafísica de los personajes.
Llegó a la convicción que en la Ilíada traducían
la realización espiritual mediante el simbolismos de la guerra,
en otras como la Odisea y la Eneida lo hacían mediante el simbolismo
del viaje.
Adan Buenosayres se desarrolla bajo el simbolismo del viaje, se da
el itinerario de una realización espiritual que se oculta bajo
la trama de las epopeyas tradicionales.
Fue escrita a lo largo de 18 años que comenzó en París
en 1930, a su regreso a Buenos Aires la abandonó para retomarla
varias veces, luego de la muerte de su primera esposa en 1947 la reescribió
totalmente.
Cuando apareció Adan en 1948, la capas medias ya estaban sensibilizadas
contra el gobierno peronista, como señala Graciela Maturo,
no puede ignorarse el peso de este prejuicio en el adverso silencio
que rodeó la aparición del libro. Y en las escasas críticas
que recibió en diarios y revistas. Durante los años
siguientes buen número de ejemplares de la primera edición
permanecían apilados en los depósitos.
Julio Cortazar en la revista Realidad en 1949 fue una de las pocas
voces que elogió la obra, en carta a Graciela Maturo de julio
de 1964 le decía:
“Me alegro que le haya gustado mi reseña de Adán
Buenosayres. Hay una serie de anécdotas divertidas en torno
a esa reseña. La primera es la serie de insultos telefónicos
que me tocó escuchar cuando se publicó. Las razones
políticas del momento cegaban a los mejor pensantes, y aún
hoy no entiendo bien como Realidad se animó a publicar esa
nota; creo que la personalidad de Francisco Ayala se impuso contra
el escándalo y hasta la cólera de otros miembros del
comité de redacción. Aunque yo haya cuidado de deslindar
muy bien los terrenos, tuve que oir anónimas injurias, en que
de nazi para arriba me dijeron todo lo que se les ocurría”.
Cortazar mostraba en estos pocos renglones el estado de ánimo
de la clase media, pero también las dificultades de un intelectual
peronista que como Marechal quería seguir creando, incluso
los inconvenientes que padeció Cortazar que se encontraba muy alejado
del peronismo pero que intentaba abordar un tema literario desde una
óptica distanciada de los prejuicios.
Quienes más se enojaron con Adan Buenosayres fueron sus compañeros
de la revista Martin Fierro, a los que incluyó en la Nave de
los Locos que recorrió la ciudad, pero no lo hizo para ridiculizarlos
sino para pintar manías y aciertos propios del movimiento literario.
Cuando trató de explicar el resentimiento contra Adan
de sus antiguos compañeros llegó a la conclusión
que habían envejecido, se habían vuelto solemnes y acartonados
que era precisamente contra lo cual se habían rebelado, su
generosidad intelectual se había convertido en recelo egoísta.
Cita como excepciones a Xul Solar, Scalabrini Ortiz y a Oliverio Girondo.
En Adan Buenosayres pueden visualizarse innumerables influencias pero
sin duda las dos más importantes son las de Homero y el Dante.
Su segunda novela apareció en plena proscripción, había
comenzado a escribirla en 1963 sin ninguna esperanza de que fuera
publicada, pero un día recibió la visita de Horacio
Achaval que en nombre del director de EUDEBA el profesor Spivacow
le propuso lanzar una Segunda Edición de Adán Buenosayres,
pero como tenía un contrato con la anterior editorial, y esta
aún tenía varios ejemplares de la primera edición,
decidió no permitir su publicación, fue ahí cuando
la editorial Sudamericana al enterarse que Marechal tenía una
segunda novela, El banquete de Severo Arcángelo, decidió
su publicación. Esta aparición fue un éxito y
arrastró la venta de Adan Buenossayres.
El diario Clarín decía el 22 de Septiembre de 1966 :
“En Leopoldo Marechal las arduas jornadas de la creación
nunca perturbaron su condición de practicante de la belleza
ni su olvido de todo problema circundante. El ensayista polémico
y genial novelista no eran aquel otro que escribía versos memorables
y, generalmente, desconocidos”
En la revista Primera Plana Tomás Eloy Martinez escribió:
“Después de Adán, sólo Rayuela de Julio
Cortázar alcanzó a transformar esos injertos (bandeos
discursivos dentro de la novela) en material dramático valiosos…la
clave está en el lenguaje, y es allí, en ese territorio
hasta hace poco tan arisco para los argentinos, donde Marechal se
revela como un maestro…”
El Banquete es una parábola religiosa que enlaza con la historia
argentina, tiene una carga política donde se justifica la militancia
del autor.
Nuevamente aparecen los hombres robots contra los que se enfrenta
Severo Arcángelo, en tanto que los hombres dormidos de la Vida
Ordinaria habrán de despertar para convertirse en hombres verdaderos
e integrase al accionar colectivo.
“Megafón o la guerra”, su tercera novela, fue publicada
en julio de 1970, obra originalísima que podría definirse,
según Graciela Maturo, como una epopeya cómica de intensión
doctrinaria que despliega la batalla del hombre tanto terrestre como
celeste.
En la Rapsodia VI se hace una evocación de la muerte del general
Valle y también se recuerda a Eva Perón. En la Rapsodia
VIII se plantea la acusación de las fuerzas que organizaban
la muerte del líder y la derrota de los pobres.
El peronismo
Cuando se produjo el 17 de octubre de 1945 Marechal
estaba cuidando a su mujer en su larga agonía. Se encontraba
en su departamento de la calle Rivadavia cuando de repente le llegó
un rumor que crecía, luego pudo escuchar con claridad: “Yo
te daré/te daré Patria hermosa / Te daré una
cosa/ una cosa que empieza con P/ Perón”.
Se vistió apresuradamente y bajó a la calle, sumándose
a la multitud que se dirigía a la Plaza de Mayo: “Vi,
reconocí, y amé a los miles de rostros que la integraban:
no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a
la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina “invisible”
que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni
amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron
les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista”.
Marechal reconocía que no era hombre de acción sino
de contemplación y meditación no tenía condiciones
de político militante pero decidió con sus hechos y
palabras declarar públicamente su adhesión al movimiento,
y respaldarlo con su prestigio intelectual que por aquellos años
era mucho.
Eso le valió el repudio de los intelectuales que no lo hicieron
y que decretaron su “proscripción intelectual”.
Participó activamente en la campaña electoral que llevó
a Perón por primera vez a la presidencia. La campaña
se realizó con escasos recursos, con carbonilla para escribir
en las paredes, con concentraciones populares y algunos espacios en
radio para los cuales Marechal escribió unos veinte monólogos
humorísticos.
Su segunda función revolucionaria consistió intervenir
en cuanto pudo y le pidieron en la formulación teórica
del peronismo. “Porque
una revolución que no defiende y enseña su doctrina
comete un acto de suicidio”, según expresaba Marechal.
El texto pronunciado por Perón en su discurso al cierre del
Primer Congreso de Filosofía celebrado en Mendoza en 1949 lleva
el sello del pensamiento de Marechal, presentación que luego
fue publicada en un libro que se tituló “La Comunidad
Organizada”.
Nunca, ni aún en los años más duros ocultó
su adhesión política: “Como sistema político
económico social, yo diría que el justicialismo es perfecto:
se basa en una doctrina de “tercera posición”,
ubicada entre un “capitalismo” agonizante y un “socialismo”
extremo que lucha todavía, creo que inútilmente, por
adaptare al rigor abstracto de las teorías a la contingencias
de un mundo real y concreto, y que se desdice y agota en esa lucha
estéril. Por el contrario, el “justicialismo”,
lejos de fomentar una “lucha de clases” en verdad suicida,
trata de armonizar y jerarquizar las “clases” entre sí,
para que cada una cumpla la “función” que le es
propia en el organismo social, porque cada “clase social”
no es un conjunto de hombres agrupados arbitrariamente, sino una función
necesaria e inalienable que debe jugar con las otras en armonía
y sólo teniendo en cuenta la salud del organismo social”
Y se entusiasmaba al afirmar: “En el caso del “justicialismo,
con abstracción de sus muchos aciertos y sus muchos errores,
se logró lo más grande que podía conseguirse
entonces: el esclarecimiento y puesta en obra de una “conciencia
nacional y popular”. Se logró, en suma, convertir una
“masa numeral” en un “pueblo esencial”, hecho
que tuvo, tiene y tendrá consecuencias muy previsibles. Fácil
es advertir que desde 1955, con ausencia del justicialismo, esta nación
es ingobernable como no sea por la policía o la “metapolicía”,
término que acabo de inventar…”
Pero Marechal siempre estuvo abierto a un espíritu crítico
que también aplicaba al Movimiento al que adhería, no
eludía señalar errores: “Entre los errores del
justicialismo en su primera encarnación, no pocos se redujeron
a “exteriorizaciones irritantes” que se debieron y pudieron
evitar. Su mayor error a mi juicio, fue el de haber realizado una
revolución “a medias”: una revolución debe
ser integral, porque, si se hace a medias, en la otra mitad no tocada
subsisten anticuerpos que la derrotarán al final. Y lo comprobamos
en 1955”
En otro reportaje decía: “El movimiento me ignoró.
Y lo justifico, porque estaba sobre todo preocupado por solucionar
problemas económicos más perentorios. No creo, desde
luego, que se deba hacer eso; una resolución debe solucionar
todos los problemas paralelamente. Y se produjo un hecho muy curioso:
la intelectualidad argentina, antiperonista en su mayoría,
y que me conocía bien, personalmente, me excluyó de
su seno. Por otro lado, los peronistas prácticamente ignoraron
mi existencia: ponía el acento sobre los aspectos populistas
de la cultura”.
Marechal cuestionó que se usara a la orquesta del Colon para
tocar tangos o el escenario del Colon para representar el Conventillo
de la Paloma.
En tanto el 21 de octubre de 1965 en Confirmado decía: “Soy
peronista. El peronismo, que fue cristiano, digan lo que digan, transformó
una masa numeral en un pueblo esencial. Hay un vieja y pequeña
Argentina, representada por la oligarquía, que se obstina en
no terminar de morir. Pero todo mejoramiento social que no se funde
en la caridad crística ni puede crear una felicidad trascendente.”
En el mismo número de la revista afirmaba: “A mi me interesa
todo movimiento de liberación social. En concreto, como latinoamericano
me interesa la liberación de las trabas que nos impone el imperialismo
yanqui. Pero la verdadera trascendencia la visualizo como metafísica
y sólo viable mediante Cristo”
En 1967 decía en un reportaje realizado por Francisco Urondo:
“…yo no era un político; era un adherente y un
combatiente. Fui, soy y seré peronista. Me sigo sintiendo peronista.
Para mi el justicialismo es la única solución para la
Argentina. Incluso los países socialista están encontrando
su solución en la tercera posición que siempre alentó
el justicialismo”
Cerca de la revolución
Creemos interesante abordar el tema de la ideología
política de Marechal en virtud de su adhesión al nacionalismo
católico en la década del 30 y comienzos del 40, lo
que llevó algunos estudiosos a considerarlo “reaccionario
o conservador”, nosotros lejos estamos de coincidir con esto.
Entendemos que Leopoldo Marechal además de tener firmes convicciones
políticas y religiosas también era un espíritu
abierto que nunca intentó imponer sus ideas a los demás
y que siempre estuvo imbuido de un ideal humanista que lo alejó
de cualquier forma de extremismo.
Durante su juventud, tal vez por la influencia de su abuelo anarquista
y su hogar obrero, se consideró atraído por las ideas
socialistas, como vimos de muy joven tuvo una experiencia sindical
que concluyó con su temprano despido.
Abordemos ahora un aspecto no tan conocido de su juventud, en 1927
junto a Scalabrini se expidieron en contra de la ejecución
de Sacco y Vanzetti, dijo Marechal en un acto: “La condena de
Sacco y Vanzetti es, en realidad, monstruosa. Y digo en realidad porque
las protestas han sido siempre un campo propicio para la exageración.
Esta vez, sin embargo, no se ha exagerado absolutamente nada. El veredicto
de Fuller (el gobernador del estado) resulta inconcebible a estas
alturas del tiempo, aunque de Norteamérica se puede esperar
cualquier cosa, ya que se complace en batir todas las especies de
records. No creo necesario precisar todas las razones por las cuales
recrimino a Sacco y Vanzetti. Ellas son las de todo el mundo. Basta
saber que yo, como todo el mundo, protesto enérgicamente contra
esta injusticia inconcebible”.
Cuando integró el grupo de nacionalistas católicos que
se denominó Convivio, nunca
cayó en posiciones extremas propias del nacionalismo que creía
en una Nación que no era más que un decorado porque
despreciaba a sus habitantes. Marechal defendió a la Argentina
como crisol de nacionalidades y rescató a la gente del interior
y a los inmigrantes. Lejos estuvo de cualquier tentación xenófoba
o racista.
El 29/1/1967 en El Mundo decía:”El hombre ya ha conocido
el mejor libro: La Biblia y continúa padeciendo las consecuencias
de los peores, los de cocina. La Humanidad ya tuvo su anticristo Hitler
y a su profeta Einstein”
Pero una de las actitudes más impactantes fue su posición
con respecto a Cuba a la que
viajó en 1966 para ser jurado en un certamen de literatura
realizado en La Habana.
Debe señalarse que Marechal estaba muy alejado del
marxismo, al que consideraba incompatible con su religiosidad, no
obstante, se sintió seducido por la Revolución y así
lo expresó.
“Con Elbia fuimos, vimos y dimos testimonio de la hermosa, original
y denodada revolución que tiene un líder vivo, Fidel
Castro, y un héroe muerto, el Che Guevara”.
En el número del 7/6/1967 de la revista de Francisco Urondo
decía sobre Cuba: “He encontrado bastantes puntos de
contacto entre el peronismo y la revolución cubana y bastantes
parecidos entre los dos líderes: Perón y Fidel dialogan
con las masas”
Continuaba diciendo: “…realmente lo que se ha logrado
en Cuba es una encarnación del socialismo completamente personal.
Me parece que, más que una revolución marxista, la de
Cuba es una revolución nacional y popular, como la nuestra,
la de Perón; con la diferencia que Fidel ha llevado el socialismo
a extremos más rigurosos que Perón. Fidel ha dicho que
Latinoamérica tiene que conseguir una segunda independencia;
es decir, que después de haber conquistado la independencia
política, es necesario alcanzar la independencia económica.
En este planteo hay puntos de contacto con el justicialismo; me refiero
a los planteos teóricos, no a las realizaciones”
En el contexto de una pregunta sobre los que huían de la isla,
Marechal señalaba: “Por otra parte, hay que tener en
cuenta que una revolución tiene un objetivo vital, que se ha
realizado con pérdidas de vidas, tiene el derecho y el deber
de defenderse a si misma, tiene que tomar algunas medidas en el orden
de las restricciones, que luego aparecerán como restricciones
de la libertad misma. Por ejemplo, que no se pongan a vociferar contra
la revolución una cantidad de vagos que no están con
la revolución; a los que no están con la revolución
se les da la facilidad de salir, cosa que no se hizo nunca en Rusia,
entre paréntesis. En ejercicio de esa libertad toda esta gente
salió y dejó despoblada la isla de una cantidad de elementos
vitales; por ejemplo, muchos profesionales, el cuerpo de profesores,
salieron de la isla con absoluta libertad y ha quedado un vacío
que están tratando de llenar ahora con doscientos mil becarios
universitarios”
Como para que no quedaran dudas sobre su opinión: “Cuba
es una isla feliz. Y como es feliz crea en torno a ella un psiquismo
colectivo de felicidad que se contagia. Yo, en Cuba, hice una cura
de juventud. Todos mis nervios se relajaron y volví completamente
relajado”
“En educación hicieron una cosa admirable; la campaña
de alfabetización. Cuando Castro tomó el poder había
del 70 al 80 por ciento de analfabetos. Cien mil brigadistas, en siete
años, han reducido ese porcentaje al 3,5 por ciento. Fidel
dijo que había que convertir a Cuba en una escuela y eso es
cierto.”
“Y justamente, lo que gravita hoy sobre Cuba es una leyenda
negra de fácil invención y de sostenimiento fácil,
merced al bloqueo material o intelectual que su poderoso asediador
mantiene sobre la isla. Yo viajé a Cuba para romper ese bloqueo
y buscar la verdad”.
Marechal fue un consecuente antiimperialista, una vez preguntado sobre
los extraterrestres, contestó que mostrar a los extraterrestres
como monstruos es propio de los norteamericanos que presentan como
monstruos o enemigos a todo aquel que se aparta de su “estilo
de vida”.
Final
Como vimos Marechal fue un escritor que hasta 1955 nunca
tuvo dificultades para publicar sus libros, lo que es mucho decir
en un país como Argentina, además recibió los
más importantes galardones que se entregaban en la Argentina
para un escritor, recibió el elogio más entusiasta de
los diarios y revistas que construyen el prestigio literario, y lo
que no es menos importante contaba con la admiración de muchos
de sus colegas.
Muy poco de eso se conoce, Leopoldo Marechal pasó a ser un
escritor más, en medio de multitud de literatos casi olvidados
o muy poco recordados.
Tal vez si hubiera disimulado su ideología algún día
la oligarquía podía permitirle su ingreso a algún
pedestal, pero como vimos no desaprovechaba oportunidad para recordar
las bondades de su movimiento.
Era conciente que cada elogio al peronismo lo alejaba de la posibilidad
del reconocimiento de sus compatriotas, pero así como Marechal
confiaba en el pueblo, de esa manera los lectores lo rescataron del
olvido, allá por 1965.
Hoy necesitamos continuar con la campaña para rescatar a los
olvidados, derrumbando las murallas del falso prestigio, del comercio
de la “autoayuda” y la “autodenigración nacional”
que venden tan bien, de los mercaderes de la literatura que prefieren
ocultarnos a los grandes escritores para reemplazarlos por la más
descarada frivolidad.
Fuentes :
Palabras con Leopoldo Marechal. Alfredo Andrés
. Carlos Perez Editor. 1968
Marechal, el camino de la belleza. Graciela Maturo. Editorial Biblos.
1999