El Forjista
Mi interés por este libro se despertó porque fue insistentemente recomendado y regalado por el presidente Mauricio Macri a sus colaboradores y a periodistas aduladores como Luis Majul, lo cual de por si es una extrañeza que alguien como Macri, que por las evidencias, su limitado lenguaje, el invento de palabras o la dificultad para expresarse, parecen indicar que no es alguien afecto a la lectura, no obstante eso se sintió impactado por este trabajo.
El autor, John Carlin, es un periodista y escritor inglés, que pasó algunos años en Argentina cuando su padre fue designado embajador en nuestro país y porque su actividad periodística la inició en el diario Buenos Aires Herald.
Además de este libro escribió el “Factor Humano” que sirvió de base para la película “Invictus” de Clint Eastwood, que también se refiere a un momento de la vida de Mandela ya presidente durante el mundial de rugby realizado en Sudáfrica.
Carlín fue el corresponsal del diario londinense Independent en Sudáfrica y llegó a mantener una relación bastante estrecha con Nelson Mandela, en este libro abarca el período que va desde que el líder sudafricano abandona la cárcel luego de estar 27 años detenido, la mayoría del tiempo estuvo en la prisión de la isla de Robben ubicada en Ciudad del Cabo, hasta que llega a la presidencia cuatro años después.
El 11 de febrero de 1990 Nelson Mandela abandona la prisión a la que fue condenado por luchar contra el criminal apartheid que condenaba a la población negra de su país a las más humillantes y esclavizantes condiciones, la población negra que era la gran mayoría del país no tenía derecho al voto, su educación era de inferior calidad, no podía acceder a determinados trabajos, estaban condenada a vivir en barrios sin los servicios esenciales, no podían usar los mismo baños, trenes o autobuses que los blancos y como corolario eran objeto de una sangrienta represión cada vez que reclamaban por alguna mejora de las condiciones.
Mandela fue condenado a cadena perpetua en 1964 cuando lideraba el brazo armado del partido del Congreso Nacional Africano (CNA), el partido que nucleaba a la mayoría negra que peleaba para terminar con el apartheid.
Carlín nos dice que el primer discurso de Mandela al salir de la cárcel fue un fiasco, lo que el escritor descalificaba de Mandela era que propusiera la nacionalización de las minas de oro y diamantes, lo cual según Carlín “provocaron un escalofrío entre la clase empresarial blanca”.
Y acá encontramos las verdaderas intenciones del inglés, resulta ser que el apologista de Mandela se sentía defraudado porque el líder negro mantenía una de las premisas con las cuales se había creado el CNA, que no consistía sólo lograr que los negros votaran, también se proponía asegurar la igualdad económica entre todos los miembros de la sociedad y eso a Carlín ya no le agradaba.
El autor recita el mensaje de las potencias dominantes al repudiar las propuestas históricas del CNA: “Cualquier analista político sabía que, tras la reciente caída del Muro de Berlín y el colapso del comunismo en general, cualquier sugerencia de poner en marcha ese tipo de política económica no era más que una simple estupidez carente de otro propósito más allá de mantener vivo el fuego de la rebelión entre los fieles del CNA”. Casi el mismo discurso que Fukuyama y “el fin de la historia”.
Además, el autor utiliza en algunas partes de su libro la teoría de los dos demonios identificando a los sectores más radicalizados del la CNA con la policía asesina del apartheid, y de esa manera igualaba a los opresores y los oprimidos como si las acciones de ambos grupos tuvieran idéntica consistencia moral.
O sea que Carlín nos dice que luego de ese primer discurso de Mandela se sintió profundamente decepcionado y agregaba que “todo el mundo” sentía lo mismo salvo la dirigencia del CNA, lo cual es casi una confesión que el británico asumía el mensaje de los blancos opresores.
Un golpe bajo y poco caballeresco de Carlín es demonizar a la segunda esposa de Mandela, Winnie Madikizela, una enorme luchadora contra el apartheid que también sufrió la persecución implacable de régimen, encarcelada varias veces y testigo del padecimiento de sus hijas, tal vez con la intención de engrandecer a su héroe, pero la novela que nos cuenta no era para nada necesaria, tal como fueron casi ignoradas las otras dos esposas de Mandela.
Luego de la liberación de Mandela hubo un derramamiento de sangre producto de los grupos de represión oficiales y de agrupaciones negras que estaban enfrentadas al CNA, toda esta violencia quedó impune incluso luego de la asunción de Mandela.
El 10 de abril de 1993 es asesinado Chris Hani uno de los líderes más populares del CNA, mientras muchos militantes del CNA se inclinaban a que el partido diera una respuesta violenta a semejantes provocaciones, Mandela se opuso firmemente, el asesino era blanco y perteneciente al Partido Conservador de extrema derecha.
Sin embargo, sectores juveniles del CNA se organizaron en grupos de autodefensa y comenzaron a repeler ciertos ataques, las muertes continuaron y Mandela volvió a realizar un discurso acusando al gobierno de no actuar en los ataques a sus partidarios y también convocó a los suyos a parar con los ataques.
Tres meses después Mandela se reunió con el presidente de Klerk y otros líderes para ratificar una Constitución democrática para el país, que declaraba la igualdad entre blancos y negros.
Carlín distorsiona la historia sudafricana al señalar que Mandela fue realista al entender que Sudáfrica no llegaría mediante la lucha sino con las palabras, como si las largas décadas de lucha y el sacrificio de los militantes del CNA no hubieran ayudado a concluir con esta solución política, el pueblo sudafricano brilla por su ausencia en el libro de Carlín y ahí comenzamos a comprender el entusiasmo de Macri por el libro. Pero los silencios y engaños del autor no terminan aquí.
El inglés nos cuenta que los enviados del gobierno comenzaron a reunirse con Mandela de manera secreta cuando este estaba aún detenido, se vieron obligados a esa negociación producto de la presión nacional e internacional, estas conversaciones condujeron a la liberación de Mandela.
Carlín presenta los enemigos de Mandela sucumbiendo ante su encanto y aceptando las condiciones que ponía el líder negro, así nos dice que los negociadores del gobierno enviados a la prisión terminaron encandilados por la amabilidad y resultaron víctimas de la inteligencia demostrada por el líder negro, lo mismo señala sobre un líder de la ultra derecha y de un jefe zulú que era el responsable de varios asesinatos de los miembros del CNA.
Pero existe otra posibilidad que el autor no se plantea y que consiste en que todos hayan terminado encantados con Mandela por la sencilla razón que éste realizó la concesiones que le reclamaban sus enemigos, el mismo Carlín nos da una pista, el líder Zulú responsable de la muerte de muchos de los correligionarios del CNA terminó como ministro del gabinete de Mandela.
En mayo de 1994 Mandela asumió la presidencia de Sudáfrica, nos cuenta el autor con orgullo que Mandela iba a tomar el té con la viuda de Hendrick Verwoerd que fue uno de los fundadores del apartheid, era el ideólogo de la segregación racial y Mandela le rendía este respetuoso homenaje, también invitó a comer al fiscal que lo metió preso, y como era judío se preocupó porque hubiera comida kosher.
Casi todo lo ocurrido en Sudáfrica en lo relacionado a que los negros adquirieran algún derecho, Carlín lo atribuye al carisma de Mandela capaz de hacer recapacitar a los más enconados adversarios, también a la empatía que le permitía ponerse en el lugar de los blancos y entender sus miedos y sentimientos, de esa manera se ganaba el corazón y las mentes de blancos y negros.
Carlín apenas si hace referencia a la Comisión de la Verdad y la Conciliación que le ofrecía amnistía a los criminales del apartheid con la sola confesión de sus delitos, con esta Comisión se consagraba la impunidad para asesinos y torturadores, cosa que al autor le parece absolutamente normal.
En un breve párrafo el autor nos dice que los sucesores de Mandela, Thabo Mbeki y Jacob Zuma al parecer no fueron demasiado buenos gobernantes porque la sensación general era que existía bastante corrupción, había inseguridad y serios problemas de salud, vivienda, educación y delincuencia, en nada de esto responsabiliza a Mandela cuya voz era escuchada y aceptada por todos miembros del partido aún cuando no coincidieran con él.
Sin embargo, aclara que en Sudáfrica existe la libertad de expresión y que el poder judicial es independiente, no obstante, hay algo que nos hace dudar de todo lo explicado por Carlín ¿Cómo es posible que el apologista de Nelson Mandela no nos pueda señalar una sola de las medidas económicas de su gobierno?.
La sospecha es que este libro es más lo que nos oculta que lo que nos revela, por lo cual decidimos recurrir al libro “La doctrina de Shock” de Naomí Klein que también ha estado en Sudáfrica como parte de su recorrido mundial para certificar y reflejar los daños provocados a los países y los pueblos por las políticas neoliberales dado que la Sudáfrica de Mandela y sus sucesores también fue arrasado por esas políticas que promueven los poderosos del mundo.
La realidad que nos muestra Klein es muy diferente a la edulcorada visión de Carlín, en el libro de la escritora canadiense se informa que poco tiempo antes de salir de prisión Mandela escribió una nota dirigida a sus partidarios que decía: “La nacionalización de las minas, la banca y los monopolios es la política del Congreso Nacional Africano (CNA), cualquier cambio o modificación de nuestras opiniones en ese sentido es del todo inconcebible. El empoderamiento económico de los negros es una meta que suscribimos y promovemos sin reservas y, en nuestra situación, el control estatal de ciertos sectores de la economía es inevitable”.
Este escrito muy posiblemente haya servido de base para su primer discurso en libertad que según nos dice Carlín tanto lo desilusionó, a pesar que, esos principios formaban parte del CNA desde su constitución.
Pero hay otra cuestión también escondida por el autor de la “Sonrisa de Mandela” y es que en los años 80 surgió un sector juvenil dentro del CNA que cansado de la moderación de sus mayores estaban dispuesto a confrontar con el poder blanco aún a costa de sus vidas, salían a la calle cantando “ni las balas ni los gases lacrimógenos nos detendrán”, sufrían grandes pérdidas pero seguían en la lucha.
Así que fue esa lucha y el repudio generalizado de la comunidad internacional que promovían un boicot de las empresas sudafricanas la que obligo a los líderes de Sudáfrica a entablar negociaciones con Mandela y no sólo la habilidad política de éste lo que los predispuso para encarar una negociación.
Se debe señalar algo importante las empresas sudafricanas, obviamente todas con directivos blancos, formaban parte del apartheid el que aprovecharon para enriquecerse y tener una mano de obra casi esclava.
Desde que Mandela salió de prisión hasta que asumió la presidencia en 1994 se realizaron negociaciones entre los representantes del CNA y el gobierno del apartheid, se formaron dos comisiones, una política y otra económica.
En lo político el CNA obtuvo el derecho a voto y a ser elegido, pero a nivel económico el CNA realizó una serie de concesiones que muy bien pueden ser calificadas como de capitulación.
Mientras la mayor atención se centró en la comisión política, la que tenía que resolver los temas económicos terminó adjudicando todo lo que el gobierno de los blancos pretendía, condenando a la mayoría de la población de raza negra a padecer una desigualdad muy similar a la que tenían durante el apartheid.
El presidente De Klerk también obtuvo grandes beneficios para su gente en el plano político porque se aseguró de un poder de veto para determinadas decisiones para los partidos minoritarios blancos y se reservaron un porcentaje de cargos gubernamentales.
De Klerk también exigió en las negociaciones que los funcionarios públicos tuvieran garantizados sus puestos de trabajo y si alguno quería irse debía ser compensado con una pensión de por vida.
Gran responsable de esas concesiones fue Thabo Mbeki hombre de mayor confianza de Mandela y que fuera su sucesor en la presidencia, una de la medidas que impuso el gobierno fue la independencia del Banco central para que los tecnócratas liberales puedan manejar las finanzas del país sin importar quién lo gobierne, pero el CNA también aceptó que el Banco Central lo presidiera la misma persona que lo manejaba durante el apartheid, pero no contentos con eso, también lograron imponer el ministro de Economía., o sea que en el plano económico prácticamente existió una continuidad entre el apartheid y la democracia.
Mbeki vivió en Inglaterra y pudo estudiar en la universidad de Sussex, mientras los militantes del CNA enfrentaban a la represión del apartheid, él estaba en Inglaterra cono testigo de las políticas de Margaret Thatcher, era el dirigente del CNA más indicado para mezclarse con los directivos del mundo empresarial y era habitual que organizara reuniones con ejecutivos de grandes empresas para tranquilizarlos ante la posibilidad que el CNA llegara al gobierno.
Mbeki fue quien introdujo las ideas del neoliberalismo en el gobierno de su país, él y Mandela se reunieron frecuentemente con los directores de las grandes mineras olvidando que habían prometido expropiarlas porque eran los símbolos económicos del apartheid, incluso cuando llegaron al gobierno le hicieron llegar el programa económico para su aprobación.
Cuando Mandela se hizo cargo del gobierno, la negociación anterior llevada a cabo por su partido, los compromisos del gobierno del apartheid con organismos internacionales y la abultada deuda externa que heredó, le impidió aplicar prácticamente ningún aspecto del programa del CNA.
Klein cita a un activista antiapartheid Rasool Sniman que decía: “Nunca nos liberaron. Lo que hicieron fue quitarnos la cadena del cuello y ponerla en los tobillos” y otra activista Yasmin Sooka decía lo que los blancos pensaban: “Nos quedaremos con todo y vosotros (el CNA) gobernaréis sólo nominalmente... Podéis tener poder político, podéis tener una fachada de gobierno, pero la acción de gobierno real se producirá en otra parte”.
No obstante, al principio el gobierno de Mandela logró algunas reivindicaciones, se hicieron 100.000 viviendas para personas pobres y se realizaron muchas conexiones de los hogares a las redes de agua, electricidad y teléfono, pero el gobierno empezó a subir los precios y muchos de esos servicios comenzaron a ser cortados por falta de pago.
Todas las empresas que el programa de CNA decía que iban a ser estatizadas permanecieron en manos privadas cuyos accionistas eran blancos.
Desde que Mandela salió de la cárcel en 1990 hasta el 2005 la esperanza de vida de los sudafricanos disminuyó en trece años.
Poco antes de asumir la presidencia el Wall Street Journal festejaba los cambios evidenciados por Mandela, señalando “Aunque el CNA continúa teniendo una poderosa ala izquierda, el señor Mandela se ha mostrado en estos días más próximo a Margaret Thatcher que al socialista revolucionario por el que en antaño se le tenía”.
En 1996, Mbeki anunció un programa ortodoxo neoliberal que prometía privatizaciones, flexibilización laboral, libertad comercial y recortes del gasto público, luego del anuncio Mbeki bromeó con la prensa: “puede llamarme thatcherista si así gustan”.
La comisiones de la Verdad y la Reconciliación estuvo tres años escuchando casos de asesinatos y torturas, confesión que le permitía a los criminales seguir gozando de la libertad, luego se pasó a discutir cual debía ser el remedio aunque sea para reparar el daño simbólicamente, había que compensar a las víctimas y a sus familias, surgió la idea de que las grandes empresas que eran también resonsables del apartheid debían pagar un impuesto por única vez, sin embargo, el gobierno de Mbeki rechazó ese impuesto, en total se gastaron 85 millones de dólares en compensaciones por las 19.000 víctimas.
Entre 1997 y 2004 el gobierno vendió 18 empresas de propiedad estatal recaudó por ellas 4000 millones de dólares, pero la mitad se destinó al pago de la deuda externa.
Klein que visitó Sudáfrica en 2005 nos dice que había barrios negros donde la tasa de desocupación era del 72%, superior al que había durante el apartheid, creció el desempleo de manera exponencial.
En la actualidad Sudáfrica es considerado uno de los países con más alto índice de desempleo con 27,50 % y además uno de los países con mayor desigualdad, de nada de esto nos habla Carlín.
Entonces cabe preguntarse ¿Qué es lo que le provoca tanto entusiasmo a Macri para recomendar este libro? La respuesta nos parece más o menos sencilla, tanto Carlín como Macri, quieren ver negros(pobres) sumisos, aceptando las imposiciones de los blancos(ricos) y que además sonrían.
Un empresario periodístico ultra obsecuente y acreedor de una generosa pauta oficial, Luis Majul, ha llegado al ridículo de comparar a Macri con Mandela, mientras el líder sudafricano estuvo detenido 27 años por luchar por la liberación de su pueblo, Mauricio Macri lo más cerca que estuvo de la cárcel fue por contrabandista siendo salvado por la corrupta corte suprema menemista.
Además, existe una enorme diferencia, mientras Mandela aún con todas las concesiones señaladas benefició a todo su pueblo que pudo elegir a sus gobernantes y que además dejó de estar sometido a continuas matanzas y represiones, en cambio Mauricio Macri ha aplicado una política que perjudicó a casi todos los argentinos con excepción de un reducido grupo de familiares y amigos.
A pesar del entusiasmo de Macri por este libro no parece haber aprendido nada del mismo, de las muchas virtudes que Mandela tenía cuando fue un indómito luchador y que se ganó el respeto generalizado incluidas destacadas personalidades de todo el planeta, Mauricio Macri en cambio hizo su aparición mundial con el escándalo de los Panamá Papers y cada vez que recibe a una mandatario extranjero descarga alguna broma deportiva que por lo general no le causa ninguna gracia, que además ha padecido el destrato de Trump a pesar de su actitud servil hacia el presidente estadounidense.
Pero sí existe un caso que puede asociarse al de Mandela, y es el de Milagro Sala detenida injustamente por el Ducce de Jujuy por defender a los oprimidos, quienes tanto se llenan la boca con Mandela como Mauricio Macri en verdad son los carceleros de Milagro, así es que nuestros gobernantes y sus alcahuetes periodistas son además unos enormes hipócritas.