El Forjista
Jauretche retoma sus estudios de abogacía pero también participa en el intento de reconstruir el radicalismo con la creación de una agrupación que se denominó “La Juventud del Sur”, en este proyecto también participó su amigo Homero Manzi.
En octubre de 1930 ya están organizando un acto en un teatro de Rosario, en tanto que el 15 y 16 de octubre participa en la huelga de estudiantes de la Capital Federal en contra de la represión en Córdoba y la deportación de obreros.
La dictadura interviene la Facultad de Derecho y expulsa a 60 estudiantes yrigoyenistas entre ellos estaban May Zubiría, Homero Manzi y Jauretche; no obstante continúan concurriendo a la Facultad para difundir sus ideas entre el estudiantado. Se suceden los enfrentamientos con los conservadores, a veces a las piñas, pero otras veces a los tiros. Manzi resulta detenido y procesado. Ya había sido expulsado de la Universidad y también lo era del colegio Mariano Moreno donde enseñaba literatura. De esa manera no le quedó otra opción que convertirse en uno de nuestros más destacados poetas populares con tangos que ya son clásicos reconocidos por todos los argentinos.
Una rebelión gestada en Cordoba por Amadeo Sabattini y Gabriel Oddone es sofocada, en tanto que el general yrigoyenista Severo Toranzo con el apoyo de otros oficiales organizó un movimiento con el objetivo de deponer a Uriburu. Jauretche y sus amigos intentaron intervenir. Pero la conspiración fue abortada por una delación, la policía logró detener a la mayoría de los participantes, entre ellos, a Toranzo y a Jauretche. El hijo del general, Carlos Severo Toranzo Montero, es torturado y hasta se le llegó a dar la falsa noticia que su padre había sido fusilado. En esa detención Jauretche pudo constatar una paradoja, la mayoría de los militares que estaban detenidos con él habían participado de la represión de obreros en la Patagonia.
Otro suceso que podríamos definir como extraño, fue que Jauretche alarmado por el carácter extremista que estaba alcanzando algunos de sus compañeros de detención, hizo introducir el libro de Lenin “Izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”, al ver que muchos oficiales habían pasado de represores de obreros a sostener posiciones que podían definirse como de ultraizquierdistas.
Jauretche permanece detenido un poco más de un mes, no hay pruebas en su contra y además como no ocupaba un cargo de importancia no padeció grandes sufrimientos, pero no fue el caso de otros detenidos. Gomez Miranda estuvo al borde la muerte, Pedro Bidegain y Emir Mercader fueron enviados a Ushuaia, Pedro Hispa intentó suicidarse.
En marzo de 1931 el gobierno convoca a elecciones en la provincia de Buenos Aires, los radicales presentan la fórmula Honorio Pueyrredón y Mario Guido, los radicales triunfan por sobre los conservadores, por lo cual el gobierno procede a anularlas y a suspender los comicios que se debían realizar en el resto del país.
Hipólito Yrigoyen estaba detenido en la Isla Martín García, en tanto que Alvear se disponía a colocarse a la cabeza del partido, pero encontró un escollo, los jóvenes yrigoyenistas que no querían saber nada con su posición conciliadora, Jauretche se encontraba entre ellos.
Un organismo que se denominó la Junta Nacional Pro Reorganización intentó vanamente unificar a los antipersonalistas y los yrigoyenistas, estos últimos se hicieron fuertes en la Convención de la Capital Federal y desde ahí resistían los intentos de integración.
Por su parte el general Justo levanta al ejército contra Uriburu, incluso llega a alentar un levantamiento de oficiales radicales en julio de 1931, el 10 de julio se rebela el teniente coronel Gregorio Pomar en Corrientes y el mayor Alvarez Pereyra en Chaco. Como Justo consigue disciplinar al ejército en torno suyo ya no necesita de acciones militares y da un paso al costado.
Uriburu llama a elecciones pero con el radicalismo proscripto, los militares democráticos que se levantaron en el Litoral son derrotados. Luego del intento de Pomar el gobierno acentúa la represión, muchos dirigentes radicales son detenidos, por su parte Alvear parte hacia su destierro en Europa.
Fue ese año de 1931 donde conoció a un escritor que estaba comenzando a tener un éxito considerable, se llamaba Raúl Scalabrini Ortiz y se convertirá en uno de sus compañeros más leales, con él conformará una dupla inescindible en la gestación de una conciencia nacional.
El 8 de noviembre de 1931 se realizaron elecciones fraudulentas con el radicalismo proscripto. La fórmula Agustín. P. Justo y Julio Roca (hijo) resulta ganadora, para darle algún viso de legalidad el régimen oligárquico necesitó de la participación de la fórmula de la democracia progresista y el socialismo, la cual la conformaban Lisandro de la Torre y Nicolás Repetto. Esta convalidación muestra que dichos partidos no tenían diferencias de fondo con el sistema oligárquico del que formaban parte.
Jauretche no se presentó a votar a dicho acto electoral, la última vez que había emitido su voto fue en 1928 para hacerlo por Yrigoyen, recién volverá a votar en 1946 para apoyar a Perón.
La militancia de jauretche y Manzi se había concentrado en la conspiración, eran fervorosos adherentes a la política de abstención revolucionaria sostenida por el radicalismo, la casa de Manzi se había convertido de hecho en un comité y el centro de las actividades conspirativas.
El día anterior a la asunción de Justo es liberado Yrigoyen, los radicales salieron a festejar y son atacadas aquellas instituciones que fueron protagonistas en el golpe de estado como el Jockey Club y el diario La Fronda, desde éste último partieron disparos a la multitud. Jauretche resultó detenido en dicha manifestación.
Luego de su liberación mantendrá una relación casi cotidiana con Yrigoyen al que visitaba en su casa, el caudillo alentaba a los jóvenes a mantener una posición intransigente pero a la vez no quería romper con Alvear y por lo que no denunciaba sus intentos conciliadores. Los jóvenes no coinciden con la declaración del caudillo en cuanto a que “Hay que rodear a Marcelo”.
En tanto no cesaban los intentos de los muchos militares radicales que estaban dispuestos a exponerse para retornar a la democracia, con Pomar en el exilio, el teniente coronel Atilio Cattáneo asumió el liderazgo de la conspiración, obtuvo el apoyo del coronel Francisco Bosch en Campo de Mayo y el coronel Aníbal Montes en Córdoba.
El teniente coronel Regino Lascano, viajó a Curuzú Cuatiá para levantar el destacamento, pero unos policías detectan sus intenciones y lo matan, en su poder se encontraba una proclama que decía: “Frente a la dictadura de Justo, las dictaduras de las compañías Standard Oil, Bunge y Born, Dreyfus, Asociación de Frigoríficos, Tranvías, Unión Telefónica, etc.; frente a esta dictadura extranjera disfrazada canallescamente con los colores de nuestro pabellón y a la que sólo civiles y militares que han caído en la ignominia de traición a la patria pueden apuntalar, proclamamos la revolución con el fin de conquistar para el pueblo argentino la suma del derecho y libertades ultrajadas, aherrojadas por la miserable legión de fascistas del Jockey Club y el Círculo de Armas que no han trepidado en vender la nacionalidad a cambio de satisfacer sus bastardas y ruines ambiciones personales de orden político y comercial…”.
De ese movimiento revolucionario también participaron civiles, entre ellos Manuel Ortiz Pereyra que dirigía el periódico “Renovación”, también Jauretche y Manzi. Yrigoyen apoya el levantamiento pero no así Alvear que le escribe a Cattáneo: “Pero, ¿cómo quiere que fomente la violencia, si al primero que van a fusilar, en el caso de que triunfen, va a ser a mí?”. En general la dirigencia radical se mantuvo al margen.
Cattáneo es arrestado y no ocultó que su intención era derrocar al gobierno usurpador, también declaró que la dirigencia radical no tenía ninguna responsabilidad en el movimiento, no obstante lo cual sus principales dirigentes son detenidos, Yrigoyen también lo fue, a pesar de su delicado estado de salud, es enviado nuevamente a la Isla Martín García sin tener en consideración sus 80 años. Cuando se lo llevan detenido declara: “Hago constar que soy el presidente de la República…”.
El 3 de julio de 1933 moría Hipólito Yrigoyen, desde días antes sus partidarios se habían concentrado frente a su casa. Dijo Jauretche: “Yo lo vi morir a Yrigoyen. Estábamos en un pasillo….La habitación donde murió tenía una puerta que daba al pasillo y tenía unas cortinas desde adentro. De vez en cuando corrían la cortina, para que viéramos la agonía…” “A las siete y veinte minutos de la tarde un ciudadano sale al balcón y ante una multitud expectante anuncia: ’En este momento acaba de morir el defensor más grande que haya tenido la democracia de América: Pero no ha muerto. Vive, ciudadanos. ¡Vivirá siempre! ¡Viva el Doctor Hipólito Yrigoyen’”.
El 6 de julio una multitud nunca vista antes en Buenos Aires acompañó al líder radical hasta su última morada en la Recoleta. Desde el diario La Prensa se lanzó lo que Jauretche llamó “crónica necrológica miserable, arrojada sobre el dolor de un pueblo”. Decía el escrito de Ezequiel Paz: “Ha fallecido ayer el ex comisario de la policía de la Capital, don Hipólito Yrigoyen, que también desempeñó en dos oportunidades la presidencia de la república”. El radicalismo declaró el boicot al diario.
En diciembre de 1933 Luis Dellepiane Y Jauretche viajaron al sur de Brasil para incorporarse a un grupo que tenía el propósito de ingresar al país e iniciar una rebelión, fueron designados en una columna que desde Uruguayana cruzó el río hacia la correntina Paso de los Libres.
Dos días antes de producirse la invasión, ante el reclamo del gobierno argentino, la policía brasilera allanó el campamento rebelde y apresó a Gregorio Pomar y otros jefes, los que fueron trasladados a Bello Horizonte, también se le incautaron armas, pero los revolucionarios decidieron continuar con sus planes bajo la conducción de Roberto Bosch, cruzando el Río Uruguay el 29 de diciembre de 1933.
Una vez que cruzaron el río se deben enfrentar con las tropas leales al gobierno, los rebeldes sufren una derrota pero consiguen reagruparse y continúan con sus planes confiando en la sublevación del regimiento de Paso de los Libres, pero este destacamento continuó siendo leal al gobierno y las fuerzas rebeldes vuelven a ser derrotadas.
Jauretche contó que la columna de la que formaba parte, perdió un tercio de sus integrantes los dos primeros días de combates. La lucha fue sin cuartel, la consigna de ambos bandos era no tomar prisioneros, quienes caían en manos de los enemigos eran degollados. Así, con esa furia, se combatió en las tierras correntinas.
Algunos de los rebeldes intentaron regresar a tierra brasilera, pero Roberto Bosch en una actitud suicida decidió intentar un nuevo ataque, Jauretche se quedó y formó parte de quienes participaron en ese combate, ni bien se produce el ataque la columna resultó diezmada.
Los sobrevivientes intentaron el regreso al Brasil, y es ahí donde se produce el primer bombardeo aéreo en el país, contra aquellos que estaban intentando cruzar el Uruguay. Jauretche y otros se quedan últimos porque no eran buenos nadadores, pero fueron sorprendidos por un estanciero que los entregó a la policía.
Producida la derrota de los rebeldes, el radicalismo se lavó las manos y no descartó que el levantamiento haya sido obra de provocadores.
Jauretche escribió un poema gauchesco en prisión que llamó “El paso de los libres” donde homenajeó a aquellos que cayeron luchando junto a él, cuya primera edición fue prologada por Jorge Luis Borges, acto que tiempo después el escritor prefirió olvidar. Así se expresaba quién fue partícipe de los acontecimientos:
“En total cincuenta y tres/cayeron de aquellos criollos/Dos o tres días después/Los echaron en un hoyo/sin rezarles un rosario/ y allí enterrados están/mezclados en ese osario/de la estancia de Bonpland/Cincuenta y tres cayeron/sirviendo a una causa noble/ y una consigna cumplieron:/que se rompa y no se doble”
“Hasta que un día el paisano/acabe con este infierno/y haciendo suyo el gobierno/con sólo esta ley se rija/Es pa’ todo la cobija/o es pa’ todos el invierno”.
Luis Dellepiane también terminó en prisión, no les gustaban los versos escritos por Jauretche por lo que decidió enviárselos a Manzi para que diera su opinión, éste le contestó que Borges estaba interesado en escribir el prólogo a pesar que no conocía a Jauretche, sin embargo tardó bastante en entregar el escrito, debido al alto tono político del libro, prefirió entregarlo cuando se encontraba en Uruguay, a salvo de la represalias del gobierno.
Dentro de la desgracia de sus detenciones Jauretche volvió a tener suerte, el juez que atendía su causa era de ideas de izquierda y solía aconsejarlo sobre la mejor manera de desarrollar su defensa, cuando logró su libertad había pasado cuatro meses en prisión.
El 27 de diciembre de 1934 se realizó la Convención Nacional del radicalismo en el teatro Coliseo. El 2 de enero se vuelven a reunir en un local partidario, Alvear plantea el levantamiento de la abstención revolucionaria que hasta ese momento mantenía el partido, su posición triunfa por 98 votos a 49. Jauretche y sus amigos defienden la posición de mantener la intransigencia frente al régimen oligárquico, propuesta que también fue defendida, entre otros, por Ricardo Rojas y Luis Dellepiane. La Convención de la Capital Federal se convirtió en el bastión de la línea consecuentemente yrigoyenista.
El 19 de enero de 1935 el Senado aprueba una serie de leyes enviadas por el presidente Justo que contemplaban los reclamos ingleses y que establecía lo que FORJA denominó “El estatuto legal del coloniaje”.
Raúl Scalabrini Ortiz escribía en el semanario Señales, algunos de sus ejemplares llegaron a manos de Jauretche. El 13 de marzo de 1935 Scalabrini titulaba su nota:”La Argentina está peor que las colonias británicas”, donde denunciaba que el Banco Central sólo servía para que los ingleses controlaran las finanzas nacionales, y que ya la potencia europea poseía los ferrocarriles y otros servicios esenciales.
El 8 de mayo Scalabrini decía: “La riqueza, en tanto capacidad de acción, poder, independencia y voluntad y aún espíritu, no es riqueza de estas tierras. Es riqueza particular de los capitalistas extranjeros, así como el valor económico, político o social de las cosechas, son del propietario y no del peón que las sembró, cuidó y cosechó”.
Una semana después afirmaba “Lo único argentino que está quedando en el país es la gente humilde que palpa en su miseria la realidad colonial de la patria”.