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El Forjista

Lo que aprendimos de Jauretche

 

Revisionismo histórico

 

Nuestra historia fue deliberadamente distorsionada por aquellos que triunfaron en las Guerras Civiles del siglo XIX, luego de las batallas de Caseros y de Pavón, el liberalismo impuso al país su visión, la cual se fue reforzando con cada derrota de los movimientos nacionales derrocados en sangrientos golpes de estado.

FORJA adhirió a lo que se conoció como revisionismo histórico, pero a diferencia de los nacionalistas que fueron los primeros en echar luz sobre las mentiras del liberalismo, siempre defendieron los principios democráticos que alentaban la participación popular. Los nacionalistas por el contrario detestaban todo aquello que tenía alguna vinculación con lo popular.

Sobre este tema Jauretche decía: “Cualquier ensayo de la realidad argentina que prescinda del hecho fundamental de nuestra historia, es sólo un arte de prestidigitación que hurta los términos del problema que están dados por la gravitación británica en sus tres etapas. 1°-Tentativa de balcanización, parcialmente lograda; 2°- Promoción del progreso en el sentido del desarrollo unilateral agrícola-ganadero (para crear las condiciones de la granja) y 3°- Oposición a la integración industria y comercial de nuestra economía, para mantenernos en las condiciones óptimas de la segunda etapa, con un país de grandes señores y peones de pata al suelo y una clase intermedia de educadores, profesionales y burócratas para su instrumentación”.

La historia oficial tuvo un sentido antibolivariano, cuya finalidad fue engrandecer la figura de Rivadavia que representaba los intereses de la burguesía comercial de Buenos Aires y que boicoteó la campaña de San Martín, por lo que los historiadores liberales optaron por transferirle la responsabilidad a Bolívar de la renuncia de San Martín a continuar la campaña continental.

Como contraposición el revisionismo reivindicó la gesta de nuestros libertadores, las luchas de las montoneras federales y los dos movimientos nacionales del siglo XX encarnados en Yrigoyen y Perón.

El forjismo no fue tan declaradamente rosista como ocurrió con los historiadores nacionalistas, no obstante lo cual, no dejaron de reconocer la gloriosa gesta que significó La Vuelta de Obligado.
Jauretche reivindicó el papel de los caudillos como expresión del federalismo, según su notable definición el caudillo era el sindicato del gaucho. Ni bien la oligarquía porteña derrotó a los caudillos, las masas del interior fueron ignoradas y abandonadas a su suerte. La Ley Saenz Peña y su aplicación  las incorporó a la vida política, su voto pasó a valer lo mismo que el del hacendado, el juez o el político, no importaba el dinero o las posesiones.

Como yrigoyenista consecuente que fue, le acreditaba a ese movimiento la contribución a la incorporación de los descendientes de inmigrantes a la nacionalidad, los hizo sentirse dentro de la Patria, participantes de las cosas del país y de esa manera rompieron la vinculación con la patria de sus padres. Pero el radicalismo, en la opinión de Jauretche, fue más allá, pues contribuyó a la reincorporación de las masas humildes nativas que eran extraños en su propio país. Desde la derrota del federalismo la plebe criolla había dejado de tener un estado cívico.

En nuestro país ha existido una minoría selecta  que se consideraba predestinada para gobernar a los demás  o por lo menos para designar a quienes debían hacerlo, cuando no pudieron recurrir al fraude y sólo con el voto popular se podían designar los gobernantes, entraron en pánico y recurrieron al odio como un arma de combate. Cuando un voto fue igual a otro, los poderosos se vieron obligados a considerarlos, aún cuando fuera como voto y no como ser humano. Los humildes pudieron recurrir al caudillo radical  que los defendía cuando eran objeto de un atropello.

También la historia oficial realizó una tarea consistente en edulcorar a los próceres, los cuales no podían permitirse padecer dolores, deslumbrarse ante una mujer o jugar a las cartas por dinero, esa licuación producía que los escolares prestaran más atención a los sucesos ocurridos en otros sitios del mundo que en nuestras tierras, dado que los mismos aparecían ante sus ojos como muchos más humanos y al alcance de cualquier mortal.

El protagonista de la historia no pierde nada porque se lo baje del pedestal, gana al humanizarse con su carga de aciertos y errores, pero como la política de la historia es respaldar las acciones de aquellos que respondieron a los intereses de las minorías del privilegio, ver el hombre en su dimensión relativiza al personaje en tanto autoridad, si es sólo un  hombre no puede ser el emisor de una verdad absoluta.

En el caso de Sarmiento donde la historia liberal quiere otorgarle una imagen desmesurada de estadista se despreció su personalidad como escritor, según Jauretche fue el primer prosista y por eso consideraba que era posible perdonársele muchos de sus disparates y juicios erróneos pero que no debían silenciarse porque fueron utilizados para imponer una educación colonizada. 

Jauretche consideró primordial la revisión de nuestro pasado por eso escribió el libro “Política nacional y revisionismo histórico” por 1959 donde sostenía:“En este trabajo, he tratado no sólo de hacer justicia a los intentos historiográficos de la escuela revisionista, sino sobre todo de indicar que la deformación de la historia realizada por los vencedores y usufructuarios de Caseros, ha sido el resultado de una política, de una política de la historia, justamente destinada a sustentar la política de Estado al servicio de la extranjería. No se domina a la gente con armas, sino con el espíritu que las maneja. Si un general no sabe historia, o conoce sólo la de Mitre, es evidente que su espada no va a herir a los enemigos del país sino a sus hijos”.

Por su parte en un artículo en la revista “Santo y seña” escribió refiriéndose al predominio de la ideas liberales en el seno de las Fuerzas Armadas: “Cuando la pasión y el rencor reaparecen en las filas del Ejército es porque ha reaparecido el mitrismo en las mismas: es porque el espíritu de facción predomina sobre el espíritu nacional. Es la hidra del mitrismo que reaparece y el mitrismo es faccioso necesariamente porque es el nombre del genérico de la oligarquía porteña y la dependencia al extranjero”.

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