El Forjista
El 7 de septiembre de 1955 la CGT ponía a disposición del ejército reservas voluntarias de trabajadores para hacer frente a cualquier posibilidad golpista. El ministro Lucero en representación del gobierno agradece al movimiento obrero su actitud pero rechaza el mismo alegando que la Constitución contemplaba el llamado a la reserva y que el ejército se encargaría de hacer frente a cualquier intento que implicara desconocer la Constitución.
Este hecho desató una polémica que duró bastante tiempo, la cuestión se planteaba en el siguiente
plano, se trataba de develar si este rechazo a que los obreros mismos defendieran al gobierno había sido determinante para la caída del peronismo. Algunos autores han señalado que la negativa de Perón de recurrir a los obreros en armas había determinado su irremediable derrota, los sostenedores de esta posición agregaban que este rechazo mostraba una limitación ideológica en el gobierno, pues de triunfar los obreros en armas exigirían una profundización del sentido
revolucionario del gobierno. Otra óptica sobre el mismo tema señala que la actitud de la CGT de ofrecerse a defender al gobierno con armas significaba, lisa y llanamente, una provocación que
colocaba a los más rabiosos antiperonistas entre la espada y la pared, y que ante este avance de los obreros no dudaron en lanzarse inmediatamente a la rebelión.
Nuestra visión de los acontecimientos difiere de ambas visiones, por un lado parece muy difícil demostrar que la entrega de armas a los obreros pudiese parar a esa altura el levantamiento, lo que sí se puede afirmar es que la sublevación hubiese sido mucho más sangrienta, precisamente la cuestión central que quiso evitar Perón a toda costa. No se encontraba en la idiosincrasia de Perón ni de sus partidarios de convertirse en un Stalin cuyo poder se asentara sobre los cadáveres de miles de sus compatriotas. Perón fue un decidido partidario que los medios debían estar en armonía con los fines y se negó a construir poder sobre la sangre de sus semejantes. Sus enemigos nunca pudieron decir lo mismo.
Ya en el exilio Perón lo explicaba de esta manera: “Pude convocar a los trabajadores a defender a su gobierno y ponerles un fusil en la mano. Pero mucha gente hubiese muerto, gente de pueblo sobre todo”. (66)
Poco después de su derrocamiento dijo: “Muchos me aconsejaron abrir los arsenales y entregar las armas y municiones a los obreros que estaban ansiosos de empuñarlas, pero eso hubiera representando una masacre y, probablemente, la destrucción de medio Buenos Aires. Esa cosas uno sabe cómo empiezan pero no como terminan”. (67)
El peronismo había probado en carne propia de que eran capaces sus más enconados enemigos, algunos enfermos de odio en tal grado que sólo la sangre de sus adversarios los podía refrenar, incluso su accionar irracional acabó con la vida de muchos que nada tenían que ver con le conflicto a que fue llevada la Argentina.
Con respecto al otro argumento mencionado que otorga cierta responsabilidad a la CGT en el derrocamiento al incorporar una propuesta irritativa, tampoco coincidimos pues era evidente que con excusas como la entrega de armas a los obreros o sin ellas, la rebelión se iba a desarrollar de igual manera, ya como vimos se podía hablar del petróleo, la iglesia o las milicias obreras, la falta de democracia, la inflación, la simple cuestión era derrocar a Perón pero especialmente a las conquistas obtenidas por los trabajadores, y esto fue precisamente lo que la CGT con su propuesta de milicias obreras intentaba evitar, no querían ser meros espectadores de los golpes que recibía un gobierno, al que consideraban propio.
Si bien es cierto que las fuerzas leales al gobierno constitucional eran evidente mayoría, el levantamiento distó de ser un pequeño conato, por el contrario alcanzó como querían los complotados, a causar una conmoción política de importancia pues llegaron a controlar puntos estratégicos como Córdoba, Cuyo y Bahía Blanca, al que había que sumar la flota en su conjunto, además los llamados Comandos Civiles causaban actos terroristas y de sabotaje.
Este marco planteaba un panorama que parecía estar muy lejos de poder haber sido vencida con milicias obreras, menos aún si se tenía especial respeto por las vidas de los seres humanos, cuestión primordial para el peronismo pero no así para sus enemigos que luego de bombardear las destilerías de Mar del Plata se proponía hacerlo sobre otras zonas densamente pobladas.
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(66) Eugenio P. Rom : Así hablaba Juan D. Perón Colihue/Hachette 1978. pag 122
(67) Peron Las fuerza es el derecho de las bestias. Pag 105