El ForjistaEl hombre que fundó y pobló Macondo tecleando una vieja máquina de escribirNatalia Páez- Tiempo Argentino - 19 de abril de 2014 |
Su muerte ocurrida un Jueves Santo como la de una de sus personajes, la patriarca Úrsula Iguarán, tuvo repercusión en el mundo entero. Figura emblemática del realismo mágico, fue el gran escritor del siglo XX.A partir de 1967, después de la publicación de Cien Años de Soledad, Macondo dejó de ser el nombre de unos árboles de la familia de las bombáceas, parecidos al ceibo con sus flores rosadas; muy comunes en la región colombiana donde se encuentra Aracataca. Después de Cien años, Macondo fue un pueblo ubicado en el centro de ese mundo que el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez creó en la novela que se convirtió en un hito entre los libros escritos en español. Traducida a 35 lenguas y con una venta que sobrepasó hasta el momento los 30 millones de copias, le dio fama planetaria. "La mejor novela escrita en español desde El Quijote", consideró otro Nobel: Pablo Neruda. Gabo, como lo llamaban sus amigos, detestaba los funerales, cualquier rito ligado a la muerte y se dedicó a pensar y escribir sobre la vida a la que describía no como un cotinuum de acontecimientos sino como un devenir de recuerdos. Murió a los 87 en un Jueves Santo al igual que la matriarca Úrsula Iguarán, uno de los principales personajes de la saga que lo encumbró. Estaba junto a su mujer de toda la vida Mercedes Barcha y sus hijos Rodrigo y Gonzalo en la ciudad de México, adonde había elegido vivir desde 1961. Será cremado hoy en una ceremonia íntima. América Latina perdió con él a uno de los escritores más populares de las últimas cuatro décadas. Nació a las 9 de la mañana del domingo 6 de marzo de 1927 en Aracataca, el pueblo de los macondos. Un lugar que recreó con magia y superstición para su novela más famosa, donde dio origen y fin a la estirpe de los Buendía.Hasta los ocho años creció como el niño único de la familia, cuando quedó a cargo de sus abuelos maternos y de sus tías. Es que su padre, Gabriel Eligio García y su madre Luisa Santiaga Márquez se habían ido a vivir a Sucre, para abrir una farmacia cuando su primogénito tenía cinco años. En esa población tuvieron otros diez hijos. Gabriel pasó su primera infancia con esos abuelos que lo marcaron en su vida y que dejaron huellas sobre todo en su obra literaria. El coronel Nicolás Márquez –a quien él llamaba Papaleo– veterano de la guerra de los mil días, fue quien le contó al niño, futuro escritor, las primeras de las historias que escuchó en su vida. Con él iba al circo y al cine y fue su instructor y consejero. Su abuela, Tranquilina Iguarán –Mina–, se la pasaba contando fábulas y leyendas familiares. Aun habiendo quedado casi ciega por completo se afanaba organizando la vida de los miembros de la familia de acuerdo con mensajes que transcribía de sus sueños. Ella fue su ventana a la magia, a la superstición y fue quien le pintó una mirada sobrenatural de la vida. Ella fue quien inspiró uno de los personajes principales de Cien Años de Soledad, la que moría un Jueves Santo. Respecto del realismo mágico, corriente literaria de la que formó parte activa dijo en una entrevista: "En mis libros no inventé nada, todo lo que allí aparece son cosas que suceden en el Caribe." "La tía Francisca, virgen y mártir, siguió siendo la misma de los desparpajos insólitos y los refranes ríspidos (…). Un día cualquiera se sentó en la puerta de su cuarto con varias de sus sábanas inmaculadas y cosió su propia mortaja cortada a su medida, y con tanto primor que la muerte esperó más de dos semanas hasta que la tuvo terminada." Este relato aparece en Vivir para contarla (2002), un libro de memorias de su infancia,y es la anécdota de su tía que prepara su vestimenta para su última morada. En cada uno de los personajes de Cien años hay una referencia a personas de su vida real. Algo de su tía Francisca está en Amaranta, la hija menor de la pareja primigenia de los Buendía.Estos elementos biográficos y algunos de la historia colombiana como la matanza de unos jornaleros por parte de una compañía bananera ocurrida en "una plazoleta árida" del pueblo en 1928, formaron parte del mundo de su libro más recordado. Gabriel aprendió a escribir a los cinco años en el colegio Montessori de Aracataca. Él contó que allí conoció a la primera mujer de la que se enamoró la bella maestra Rosa. "Sólo por verla deseaba ir cada día a la escuela", dijo. En ese colegio estuvo hasta 1936, año en que murió su abuelo y tuvo que irse a vivir con sus padres al puerto de Sucre. A los 10 ya escribía versos humorísticos. En 1940 gracias a una beca ingresó pupilo al Liceo Nacional de Zipaquirá. De esos días habla largamente en su autobiografía, de aquellos tiempos relató la melancolía que dejó impresa en su carácter el frío intenso de la Ciudad de la Sal. Presionado por sus padres, en 1947 se radicó en Bogotá donde estudió derecho. Esa ciudad, decía, le impresionaba por sus "gentes introvertidas y silenciosas, todo lo contrario al Caribe, en donde las personas sentían la presencia de otros seres fenomenales aunque estos no estuvieran allí". En ese año publicó su primer cuento "La tercera resignación" y a las pocas semanas "Eva está dentro de un gato", en un suplemento del diario El Espectador. Fue un editor de ese periódico –Eduardo Zalamea Borda– quien comenzó a llamarlo con el apodo guajiro de "Gabito". El asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, y el subsecuente Bogotazo determinaron un nuevo cambio de rumbo en su vida. La mayoría de sus libros y manuscritos se quemaron en el incendio de la pensión donde vivía, y el cierre indefinido de la Universidad Nacional lo obligó a gestionar su transferencia a la Universidad de Cartagena, donde siguió siendo un alumno irregular. No llegó a graduarse y decidió no retomar sus estudios, cosa que sus padres por mucho tiempo le reclamarían. Aun así años más tarde recibiría un doctorado honoris causa por su trabajo otorgado por la Columbia University de Nueva York. En Cartagena, el escritor Manuel Zapata Olivella le consiguió una columna diaria en el recién fundado periódico El Universal. Allí habría de distinguirse con su pluma. Y comenzaría a relacionarse con el periodismo, otra de las grandes facetas de su carrera. Al principio viajaba desde Cartagena a Barranquilla cada vez que podía. Gracias a una neumonía que lo obligó a recluirse en Sucre dejó su trabajo en El Universal por una columna diaria en el Heraldo de Barranquilla. En ese espacio conoció a algunos de sus compañeros del Grupo de Barranquilla. Se juntaban en un bar, La cueva, donde los jóvenes se dedicaban a discutir obras de William Faulkner, Albert Camus, Virginia Woolf. A decir de la escritora Irene Chikiar Bauer, biógrafa de la autora de Las Horas: "García Márquez fue uno de los pocos escritores que se atrevió a reconocer la influencia en su obra de la pluma de una mujer como él mismo reconoció en una entrevista de Paris Review." Sus memorias comienzan con el recuerdo de una noche en Barranquilla mientras pasaba el tiempo en una librería cuando vio venir a su madre abriéndose paso entre la gente. Relata el impacto de casi no reconocerla, envejecida a sus 45 años luego de once partos. Venía a buscarlo para que la acompañara a vender la casa de los abuelos en Aracataca. Por esos días Gabo era un joven de 23 años que ya había dado algo que hablar entre la crítica literaria por sus cuentos aparecidos en periódicos. Fumaba sin tregua, vestía "sandalias de peregrino", camisas de flores y ya lucía el bigote que jamás se afeitaría. Ya había recibido el Nobel de Literatura y se preparaba para abrir un periódico que nunca abrió. Es que tenía en mente una novela y debía escribirla. Un relato que luego fue llevado al cine no sin muchas negociaciones e insistencia por parte del productor Scott Steindorff, ya que Gabo no quería que se adaptara su obra para el habla inglesa. Finalmente la película llegó a la pantalla tras la promesa del productor de no hacer una versión "hollywoodense" y fue protagonizada por Javier Bardem, en 2006. A su mujer la conoció en uno de los tantos viajes a Sucre. Mercedes, también hija de un boticario, fue su compañera y madre de sus dos hijos. En 1955, con 27 años publica su primera novela, La hojarasca. Y comienza a aparecer por entregas la que es considerada una pieza ejemplar del periodismo narrativo: Relato de un náufrago. Por las denuncias de sus textos es censurado por el régimen del general Gustavo Rojas Pinillas. Su editor lo envió para protegerlo como corresponsal a Europa. En 1958 aparece El coronel no tiene quién le escriba. "El año siguiente cubre los juicios de la revolución cubana liderada por Fidel Castro y se transforma en el director de Prensa latina, la agencia de noticias donde también trabajó Rodolfo Walsh. Le niegan la visa a Estados Unidos por considerarlo parte del Partido Comunista. El 2 de julio de 1961, García Márquez, sin saber aún que no se iría más de allí, llegó para quedarse a la Ciudad de México. La capital mexicana lo acogió como a un hijo propio desde entonces. En discreción vivió allí sus últimos años. Tuvo la generosidad de aparecer el día de su último cumpleaños, a saludar a la gente que se reunió para cantarle las mañanitas. Tenía en la solapa una flor amarilla. Sin esperarlo en 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura "por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real son combinados en un tranquilo mundo de imaginación rica, reflejando la vida y los conflictos de un continente". Fue muy celebrado y compartido su discurso de aceptación del premio, al que tituló "La soledad de América Latina". Cuando subió a recibirlo fue el primer colombiano y el cuarto latinoamericano en ganarlo. "Yo tengo la impresión de que al darme el premio han tenido en cuenta la literatura del subcontinente y me han otorgado como una forma de adjudicación de la totalidad de esta literatura", declaró. En 1995 decidió fundar una organización para promover el periodismo narrativo latinoamericano. Así con la colaboración de amigos como Tomás Eloy Martínez y Carlos Fuentes, creó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano en Cartagena de Indias. Tenía la misión de trabajar por la excelencia del periodismo y su contribución a los procesos de democracia y desarrollo de los países iberoamericanos y del Caribe. El jueves lo despidió su director Jaime Abello Banfi con una emotiva carta. Después de 24 años de ausencia en 2007 volvió en un tren a la Aracataca de su infancia para un homenaje que le brindó el gobierno colombiano y para festejar sus 80 años de vida. Fue recibido por una multitud, un día de calor sofocante. En 2012 se especuló sobre su salud luego de que su hermano menor Jaime asegurara que Gabo padecía demencia senil. La información fue desmentida entonces por AbelloBanfi. Desde entonces se especuló largamente sobre sus problemas de salud, en especial de falta de memoria. "La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla", con esa frase eligió abrir su autobiografía. La memoria, esa aliada en sus historias, le jugó una mala pasada los últimos años de su vida. Como en el tiempo cíclico en el que gustaba enredar sus relatos terminó sus días mezclando recuerdos. Se fue con él parte del siglo XX. Queda su obra periodística y literaria como quedan los macondos todavía dando sombra en el soporífero suelo de Aracataca. |