El Forjista
Capítulo 20 - Sensibilidad social
La sensibilidad social o como dijimos esa empatía que la hacía identificarse con los sufrientes tuvo innumerables manifestaciones, sólo contaremos unas pocas situaciones, pero su vida está llena de sucesos que muestran su interés por los más necesitados.
De paso también incursionaremos en la cuestión sobre los supuestos arranques de furia de Eva, los cuales fueron ciertos en algunos casos, pero lo fundamental es determinar las razones del enojo. Eva a diferencia de muchos de los gobernantes que padecimos los argentinos a lo largo de la historia que eran sumisos con los poderosos y arrogantes con los humildes, se ubicó en las antípodas, era sumamente amable y respetuosa con aquellos que no tenían nada o muy poco, pero fue altanera con los poderosos, y eso la oligarquía nunca se lo perdonó. Eva no aceptaba que ninguno de sus colaboradores le faltara el respeto a quienes se acercaban a pedir ayuda a su oficina.
Una colaboradora de la Fundación contó que en cierta oportunidad Eva fue besada por una mujer con llagas, cuando esta empleada le quiso acercar un frasco con alcohol para que se desinfectara con un algodón, ocurrió que: “¡Me quiso matar! Fue la única vez que se enojó conmigo. Tiró el frasco contra la pared. Creía que me iba a dejar en la calle”.
Un funcionario del ceremonial recibió una respuesta mucho más agresiva, cuenta Vera Pichel que de visita en Chaco en una inauguración Eva estaba rodeada de público, entonces una mujer con signos de lepra y de aspecto muy humilde le dio un beso, cuando el funcionario sacó un pañuelo y quiso pasarlo por la mejilla de Eva, ésta respondió furiosa:”-No me toques, hijo de puta. ¿Encima querés humillarla a esa pobre mujer?”.
Por su parte Benítez contó que una vez Eva iba en el auto oficial acompañada por el sacerdote al festejo del día de Francia, el auto se detuvo en una esquina por el tránsito y vio llorando a una anciana vestida muy humildemente, Eva bajó del auto, la viejita había salido del banco sin entender por qué no le habían pagado la jubilación, Eva entró al banco llevando a la señora del brazo, y de inmediato gritó: “¡Diganme, señores, ¿quién de ustedes fue el hijo de puta que le dijo a esta señora que vuelva mañana?”.
Sí, es cierto Eva podía enfurecerse, pero lo hacía cuando los burócratas le faltaban el respeto a los humildes y no se disponían a atenderlos como ellos se merecían.
Un serio incidente que muestra su extraordinaria sensibilidad ocurrió cuando participando de las elecciones legislativas de 1948 viajó a Tucumán, la conmoción fue de tal magnitud que se produjo una aglomeración que causó la muerte de varias personas, Eva insistió en concurrir a la morgue para rendir un silencioso homenaje a los fallecidos, durante el recorrido padeció un desmayo, tras lo cual la comitiva insistió en que desistiera de ese luctuoso recorrido, pero una vez recuperada continuó con la visita.
Otro suceso que muestra su personalidad puede verificarse con el relato de una de sus colaboradoras que contó que la Fundación tenía planificado construir un Hogar Escuela en Santiago de Estero, pero mientras se desarrollaba la obra se pensó en traer a los niños a Buenos Aires, Eva los fue a recibir y ahí ocurrió lo que la empleada contó de la siguiente manera: “Los tuvimos que traer con la ropita que tenían. En Constitución nos esperaba Evita, Fue la primera vez que la vi. Tuvieron que traerle una silla para que se sentara porque casi se desmaya. Lloraba Evita ‘¿Cómo puede ser que haya tanta miseria?’, dijo. Y enseguida los mandó a uno de los hogares de menores para que los bañaran, los pusieran en condiciones y los llevaran después a Harrod´s para vestirlos con lo que los chicos quisieran”.
En “La Razón de mi vida” explicó esos enojos que le provocaba la injusticia: “Esto es lo que a veces me hace estallar en arranques de incontenible indignación: ¡el injusto contraste de los ricos, insensibles al dolor humano, acusando de insensibilidad a los que precisamente están sufriendo por culpa de la abundancia de los ricos! Por eso, hombres y mujeres que han sufrido mucho son los que yo he elegido para que hagan el trabajo que yo no puedo ya materialmente realizar: leer las cartas que llegan, clasificarlas y resolver cuanto se pueda”.
Muy pocas veces Perón y Eva se tomaron vacaciones, sin embargo una vez que visitaron Puente del Inca y las Cuevas, donde pudieron comprobar que la población vivía sin calefacción a pesar de la nieve, por lo que Evita se sintió impactada por las duras condiciones, Perón comentó la reacción de su esposa de la siguiente manera: “Evita quedó tan impresionada de la miseria en que vivían que comenzó a hablar con los peones interesándose por sus cosas y por las enfermedades del corazón que padecían muchos, por vivir a 3500 metros de altura, y decidió ponerse a trabajar en la construcción de una ciudad nueva para ellos. Citó a dos o tres miembros de la Fundación para que fueran a verla allí. Con esto, aquellas únicas vacaciones que nos queríamos tomar las pasamos proyectando cómo iba a ser el pueblo que construiríamos allí…Y en efecto, gracias a Evita, se construyó una ciudad de piedra, preciosa, con calefacción y agua caliente central para todo el pueblo”.
También se ocupó de sectores que nunca tuvieron la atención de los gobernantes como ocurrió con los ancianos que conformaban uno de los sectores más sufrientes de la sociedad y que hasta ese momento no tenían ninguna o una muy escasa cobertura social. En 1948 comenzó a redactar los Derechos de la Ancianidad a los que se le dio nivel constitucional al año siguiente, determinaba que los ancianos tenían derecho a la protección de su familia y en caso de desamparo correspondía al Estado llevar a cabo esa protección. En este contexto el 17 de octubre de 1948 se inauguró el primer Hogar de Ancianos en Burzaco.
El 28 de agosto de 1948 al hacer entrega de los Derechos de la Ancianidad al presidente declaraba: “¡Ellos, hoy, como las mayorías productoras ayer, sólo conocían el sabor de la migas que dejaba sobre la tierra el perenne banquete de los poderosos ensoberbecidos y olvidados de Dios y de sus hermanos productores! Para librar a los trabajadores de las coyundas de una sociedad injusta y cruel, que negaba sistemáticamente por sus jueces y por sus lenguaraces toda forma de evolución, toda superación colectiva, todo derecho de las mayorías a participar de alguna manera en la riqueza que creaban para las minorías y que ellos no veían jamás traducirse en pan para sus hijos y felicidad para sus hogares, fue necesaria una Revolución”.
La Fundación otorgó pensiones a personas mayores de 60 años sin recursos, el 3 de julio de 1950 en el teatro Colón se entregaron las primeras mil pensiones a la vejez.
El sacerdote Hernán Benítez explicaba ese fervor de Eva por ayudar a los más necesitados: “Tenía una pasión social tremenda. ¡Formidable! ¡Qué mujer! Estaba entregada totalmente a los desposeídos, abrazaba a los leprosos, cancerosos, tuberculosos… Yo estaba al lado de ella y yo, pastor de Cristo, me tiraba atrás. Pero ella no vacilaba, se entregaba y lo hacía de igual a igual, como hermana, no como las señoras de la Sociedad de Beneficencia de los viejos tiempos… A la noche, regresaba, tarde, a la madrugada, llena de piojos y liendres. ¡Tremendo! Su adhesión a los pobres era bárbara….”.